Tiempos no convencionales
Espero que las fuerzas del activismo social y los liderazgos democr¨¢ticos alumbren un nuevo contrato social
Lo tradicional en estas fechas es expresar el deseo de que el nuevo a?o deje atr¨¢s el caos de 2018 y nos traiga nueva prosperidad. Pero mi pron¨®stico para 2019, y m¨¢s all¨¢, es que seguiremos viviendo tiempos no convencionales. Pero, como ahora dir¨¦, no est¨¢n exentos de esperanza. Uno de los errores m¨¢s dram¨¢ticos de los gobiernos nacionales y supranacionales (UE), de los organismos internacionales (FMI, OCDE) y de las ¨¦lites cosmopolitas (Davos) fue su ceguera para ver que la crisis financiera de 2008 no era una crisis convencional, sino una de las grandes crisis del capitalismo y la democracia.
Se me podr¨ªa objetar que la ceguera fue general. Pero no es cierto. Hubo muchas voces que advirtieron del peligro. Si me disculpan la autocita, en 2010 publiqu¨¦ un libro colectivo ¡ªen el que escrib¨ªan economistas, fil¨®sofos, polit¨®logos, soci¨®logos y periodistas¡ª con el t¨ªtulo de La crisis de 2008. De la Econom¨ªa a la pol¨ªtica y m¨¢s all¨¢. La idea era que esa crisis iba a traspasar las fronteras de la econom¨ªa para poner patas arriba nuestras democracias.
Esa crisis era el ocaso de un sistema econ¨®mico y un modelo de crecimiento surgido en los ochenta. En esa ¨¦poca el capitalismo civilizado y competitivo de postguerra, basado en el modelo de econom¨ªa social de mercado que tan buenos resultados hab¨ªa dado en t¨¦rminos de igualdad social durante los ¡°Treinta Gloriosos¡±, fue sustituido por un nuevo capitalismo monopolista, desregulado y libertario que pervirti¨® los fines sociales del mercado. El resultado fue el enriquecimiento de esas ¨¦lites y el paralelo empobrecimiento de las clases medias y trabajadoras. La desigualdad y la destrucci¨®n de los estilos de vida de las comunidades locales fueron los rasgos caracter¨ªsticos de esta etapa.
Ese viraje vino acompa?ado de un giro en el modelo de crecimiento. La econom¨ªa dej¨® de estar basada en la demanda que ven¨ªa de los buenos empleos y salarios. Para compensar la precariedad y los bajos ingresos los gobiernos facilitaron el endeudamiento de los hogares. Desigualdad y sobreendeudamiento hipotecario fueron las dos caras de un mismo sistema. La cosa funcion¨® hasta que, por agotamiento, dej¨® de hacerlo en 2008.
Pero lo m¨¢s da?ino fue la forma en que se gestion¨® la crisis. Se utilizaron recursos p¨²blicos para rescatar a los bancos (cosa que posiblemente era inevitable), pero se dej¨® a su suerte a los hipotecados de buena fe. Y, mediante impuestos y recortes del gasto social, se hizo recaer sobre ellos todo el peso del d¨¦ficit y del endeudamiento p¨²blico provocado por la crisis y los rescates. A la penuria de la falta de ingresos se a?adi¨® la injuria de culpabilizar de la crisis a los m¨¢s d¨¦biles.
Todo ello rompi¨® el contrato social de la postguerra e hizo visible la corrupci¨®n pol¨ªtica asociada a un capitalismo monopolista que funcionaba en beneficio s¨®lo de una reducida elite cosmopolita.
No deber¨ªa sorprendernos que ahora las clases medias empobrecidas quieran dar una patada a todo un sistema econ¨®mico y pol¨ªtico que ha funcionado en su contra. Tienen motivos para hacerlo. Pero esa ira ha tra¨ªdo estos tiempos no convencionales.
Tiempos extraordinarios demandan liderazgos y pol¨ªticas no convencionales. El siempre fino olfato de dirigentes populistas autoritarios ha sabido rastrear ese resentimiento. Contrarios a la democracia liberal y a los derechos civiles de las minor¨ªas, ofrecen acabar con la corrupci¨®n y la desigualdad. Y muchos les votan, con una mezcla de esperanza y miedo.
Pero los liderazgos que necesitamos pueden ser democr¨¢ticos. El ejemplo hist¨®rico m¨¢s claro es el de Franklin Delano Rooselvet con su ¡°New Deal¡± (Contrato Social). Su lema fue que ¡°A lo ¨²nico que debemos temer es al miedo¡±. El miedo a cambiar las pol¨ªticas desigualitarias y el propio capitalismo no competitivo y aristocr¨¢tico. Lo mismo necesitamos ahora.
Quiz¨¢ les puede parecer una propuesta radical. Pero las pol¨ªtica monetarias ¡°no convencionales¡± de la Reserva Federal de los EE UU y del Banco Central Europeo, que han evitado una nueva Gran Depresi¨®n como la de los a?os treinta, son buenos ejemplos de esa radicalidad que necesitamos tambi¨¦n en otros frentes.
Estos tiempos no convencionales traen ecos de los a?os treinta. Pero hay que recordar que aquella gran crisis consigui¨® alumbrar un nuevo contrato social que civiliz¨® el capitalismo y salv¨® a la democracia. Eso s¨ª, con la ayuda de las fuerzas malignas de la guerra. Mi esperanza es que ahora las fuerzas benignas del activismo social y de los liderazgos pol¨ªticos democr¨¢ticos al estilo Roosevelt logren lo mismo, sin el drama de las confrontaciones armadas.
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