Espa?a y el orden liberal internacional
Hace hoy 60 a?os, el 21 de julio de 1959, se aprobaba el Decreto-Ley 10/59 de ordenaci¨®n econ¨®mica, el instrumento jur¨ªdico central de articulaci¨®n del Plan de Estabilizaci¨®n de la econom¨ªa espa?ola. Pocos momentos tan claves existen en nuestra historia econ¨®mica. Despu¨¦s de d¨¦cadas de creciente aislamiento internacional y de pol¨ªticas que hab¨ªan transformado el desprecio de la racionalidad econ¨®mica en virtud de la que se presum¨ªa, Espa?a emprendi¨®, en el verano de 1959, un camino hacia la modernidad que incluir¨ªa, casi inevitablemente, una senda hacia la democracia y la integraci¨®n en Europa. Mucho se ha escrito sobre el Plan de Estabilizaci¨®n y sus protagonistas. Jam¨¢s les podremos agradecer los espa?oles lo suficiente a Joan Sard¨¢ Dexeus, Manuel Varela Parache, Juan Antonio Ortiz, Enrique Fuentes Quintana y muchos otros economistas haber conseguido explotar las grietas de la dictadura y asegurar el triunfo de unas ideas que poco ten¨ªan que ver con los postulados sobre los que se hab¨ªa fundado el r¨¦gimen. Somos una naci¨®n rica, democr¨¢tica y plenamente europea en buena medida por sus esfuerzos.
Sin embargo, en el reparto de estos encomios, a menudo nos olvidamos de que una parte fundamental del ¨¦xito del Plan de Estabilizaci¨®n vino de la labor de las organizaciones internacionales: el Fondo Monetario Internacional, el Banco Internacional de Reconstrucci¨®n y Desarrollo y la Organizaci¨®n Europea para la Cooperaci¨®n Econ¨®mica. El apoyo t¨¦cnico y financiero de las mismas al Gobierno de Espa?a y, casi m¨¢s importante, las condiciones de estabilidad econ¨®mica internacional creadas por su labor fueron condiciones necesarias para garantizar un final feliz a la aventura en la que nos embarcamos en 1959.
Espa?a es ejemplo paradigm¨¢tico de lo que se pod¨ªa conseguir en el marco del orden liberal internacional forjado tambi¨¦n en otro julio, este de 1944, en Bretton Woods. El nuevo orden, liderado inicialmente por EE UU y luego acompa?ado por Europa y Jap¨®n, ofrec¨ªa un marco para crecer y democratizarse alrededor de unas reglas de comercio internacional claras, la cooperaci¨®n monetaria y la movilidad de trabajadores y capital. Por supuesto, no todo funcion¨® bien: el sistema cambiario de Bretton Woods termin¨® colapsando, el compromiso con la democratizaci¨®n qued¨® a menudo supeditado a los intereses de la Guerra Fr¨ªa, los efectos en el medio ambiente del crecimiento econ¨®mico fueron subestimados, y la igualdad racial y de g¨¦nero, muchas veces ignorada. Significativamente, estos errores fueron m¨¢s producto de la falta de coherencia con las premisas del orden liberal internacional que de problemas inherentes al mismo.
Nada de ello debe oscurecer lo obvio: el ser humano medio es hoy much¨ªsimo m¨¢s libre, m¨¢s rico y m¨¢s igual, mejor educado y con m¨¢s esperanza de vida que en ning¨²n otro momento. Solo por recordar un n¨²mero, simplista pero contundente: el porcentaje de la humanidad que vive con menos de dos d¨®lares de 2011 de renta al d¨ªa ha ca¨ªdo de un 75% en 1950 a un 10% en 2015, a pesar de que la poblaci¨®n se ha triplicado en ese mismo periodo. S¨ª, en muchos de los pa¨ªses avanzados, los frutos del orden internacional liberal no han beneficiado a todos por igual. Pero los Estados tienen instrumentos para corregir impactos adversos de este orden como una mayor desigualdad. La soluci¨®n no precisa del abandono de la internacionalizaci¨®n, sino de una utilizaci¨®n m¨¢s intensa e imaginativa de los muchos instrumentos de pol¨ªtica econ¨®mica a disposici¨®n de los Estados modernos.
Es necesario un consenso entre las principales fuerzas pol¨ªticas, romper el actual enconamiento es una prioridad
Desafortunadamente, desde hace unos a?os, las grietas en el orden liberal se acumulan. La actual Administraci¨®n de Estados Unidos se ha lanzado a una guerra comercial de inciertas consecuencias, alardeando de su desprecio al derecho internacional y pulverizando entendimientos que requirieron d¨¦cadas de esfuerzo en construirse, como el Acuerdo Transpac¨ªfico de Cooperaci¨®n Econ¨®mica. En China, Xi ha liderado un consistente esfuerzo de recentralizaci¨®n de la econom¨ªa y sustituci¨®n de importaciones. La Rusia de Putin interviene maliciosamente en elecciones ajenas, como la campa?a presidencial estadounidense o el refer¨¦ndum del Brexit, rompiendo las reglas m¨ªnimas de comportamiento civilizado entre naciones. En Europa, el nacionalismo populista amenaza con menoscabar la Uni¨®n Europea. El sistema de resoluci¨®n de disputas de la Organizaci¨®n Mundial del Comercio est¨¢ al borde del colapso, y el Acuerdo de Par¨ªs sobre cambio clim¨¢tico sufre estancado. A¨²n peor: plenitud de voces desde la derecha y la izquierda justifican, con irresponsable frivolidad, este alejamiento del modelo que tanto ha reportado.
Las consecuencias de una fractura profunda del orden liberal internacional ser¨ªan incalculables. En el corto plazo, los efectos de las recientes tensiones comerciales empiezan ya a notarse, con una desaceleraci¨®n del crecimiento del comercio internacional, una ca¨ªda de las inversiones internacionales y un retroceso de las cadenas globales de valor. En el largo plazo, nos arriesgamos a vivir en un mundo con menos bienestar, m¨¢s cerrado, menos libre y, casi seguro, m¨¢s violento. Y uno de los retos m¨¢s fundamentales a los que nos enfrentamos como especie, el calentamiento global, solo se puede resolver con una cooperaci¨®n de todos los actores internacionales. Tal cooperaci¨®n requiere, inexorablemente, de un orden basado en las reglas, la multilateralidad y la equidad.
Espa?a ha sido uno de los grandes beneficiarios del desarrollo de un mundo abierto y basado en normas. Por ello, Espa?a tiene un papel important¨ªsimo que desempe?ar en la defensa del orden liberal y en su reforma para afrontar los nuevos retos demogr¨¢ficos, tecnol¨®gicos y clim¨¢ticos. Primero, por meros intereses nacionales. Nuestra econom¨ªa depende de las exportaciones. Casi de puntillas, nos hemos convertido en uno de los pa¨ªses m¨¢s abiertos del mundo y Madrid avanza imparable hacia erigirse en la tercera megal¨®polis europea detr¨¢s de Londres y Par¨ªs. Una Espa?a pr¨®spera requiere de la vitalidad del comercio internacional y la seguridad clim¨¢tica. Segundo, por responsabilidad. Lo que hicieron por nosotros las organizaciones internacionales requiere que, ahora que hemos avanzado como pa¨ªs, asumamos nuestra cuota de liderazgo en estas mismas instituciones para asegurar que los frutos de un mundo abierto tambi¨¦n recaigan sobre ?frica, Iberoam¨¦rica y el sur de Asia.
Por supuesto, hemos de ser realistas: dado el tama?o de nuestra poblaci¨®n y econom¨ªa, no somos ni seremos EE UU o China. Ni siquiera Alemania. Pero nuestra posici¨®n geogr¨¢fica, nuestra pertenencia a la UE y nuestros lazos con Iberoam¨¦rica y ?frica nos permiten apalancar nuestra influencia m¨¢s lejos de lo que un simple c¨¢lculo de fuerzas sugerir¨ªa. Una estrategia de liderazgo internacional para crear un futuro mejor requiere, sin embargo, de dos bases internas s¨®lidas. La primera base es un consenso entre las principales fuerzas pol¨ªticas de nuestros objetivos nacionales, dentro y fuera de nuestras fronteras. Como en tantas otras cosas, romper el actual ciclo de enconamiento pol¨ªtico es una prioridad absoluta. La segunda base es una econom¨ªa saneada. Espa?a solo puede liderar si, por ejemplo, no debemos recurrir al BCE para rescatarnos como ocurri¨® en 2012. Una estrategia de consolidaci¨®n fiscal seria y de reformas estructurales profundas que incrementen nuestra productividad tiene un componente de pol¨ªtica exterior que, aunque poco discutido, es crucial.
El sexag¨¦simo aniversario del Plan de Estabilizaci¨®n es no solo un momento de recordar con justicia a sus padres, sino tambi¨¦n ocasi¨®n de que Espa?a se coloque al frente de la defensa y mejora de un orden liberal internacional que tanto nos ha favorecido.
Jes¨²s Fern¨¢ndez-Villaverde es profesor en University of Pennsylvania, y Tano Santos, en Columbia Business School.
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