Trump declara la guerra a California
Los republicanos avisan de que si ganan los dem¨®cratas intentar¨¢n convertir EE UU en un infierno socialista similar al de este Estado
Estoy en varias listas de correo de derechas, y por lo menos intento echar una ojeada al tema del que hablan en cualquier semana dada; esto me sirve a menudo para saber de antemano cu¨¢l va a ser el siguiente esc¨¢ndalo inventado. ?ltimamente, he visto advertencias de que si los dem¨®cratas ganan el a?o que viene, intentar¨¢n convertir a EE UU (aqu¨ª suena la m¨²sica de terror) en California, que los que escriben describen como un infierno socialista.
Y c¨®mo no, esta semana Donald Trump ha declarado la guerra a California en dos frentes: intenta privar al Estado californiano de su capacidad de regular la contaminaci¨®n generada por sus 15 millones de coches, y, lo que resulta m¨¢s chocante, quiere obligar a la Agencia de Protecci¨®n Medioambiental a declarar que la poblaci¨®n californiana de personas sin hogar constituye una amenaza contra el medio ambiente.
Les voy a contar m¨¢s cosas sobre estas decisiones pol¨ªticas en un momento, pero primero vamos a hablar de dos Californias: el estado real en la costa oeste de Estados Unidos, y el estado irreal en la imaginaci¨®n de la derecha. No cabe duda de que la California real tiene algunos problemas serios. En concreto, los precios de la vivienda est¨¢n por las nubes, lo que, a su vez, es probablemente la principal raz¨®n por la que tiene una gran poblaci¨®n de indigentes. Pero en muchos otros aspectos, a California le va muy bien. Tiene una econom¨ªa pr¨®spera que crea empleo a un ritmo mucho m¨¢s r¨¢pido que el conjunto del pa¨ªs.
El presidente trata de privar a este Estado de su capacidad de regular la contaminaci¨®n de los autom¨®viles
Tiene la segunda esperanza de vida m¨¢s alta del pa¨ªs, que es comparable con la de los pa¨ªses europeos que tienen una esperanza de vida mucho m¨¢s elevada que la de Estados Unidos en su conjunto. Por cierto, esto es algo relativamente nuevo: all¨¢ por 1990, la esperanza de vida en California estaba solo dentro de la media. Por otro lado, como California ha aplicado con entusiasmo el Obamacare y ha intentado conseguir que funcione, en el estado se ha registrado un dr¨¢stico descenso del n¨²mero de habitantes sin seguro sanitario. Y la delincuencia, aunque ha aumentado ligeramente en los ¨²ltimos a?os, sigue estando en m¨ªnimos hist¨®ricos.
Esa es, como he dicho, la realidad de California. Pero es una realidad que la derecha se niega a aceptar, porque no es lo que se supon¨ªa que ten¨ªa que pasar. Ver¨¢n, la California moderna ¡ªque antes era un semillero del conservadurismo¡ª se ha convertido en un estado muy liberal y dem¨®crata, en parte gracias al r¨¢pido crecimiento de la poblaci¨®n hispana y asi¨¢tica. Y desde los primeros a?os de esta d¨¦cada, cuando los dem¨®cratas consiguieron por primera vez el cargo de gobernador, y posteriormente una enorme mayor¨ªa en los ¨®rganos legislativos del estado, los liberales est¨¢n en condiciones de llevar a cabo su programa pol¨ªtico subiendo los impuestos sobre las rentas elevadas e incrementando el gasto social.
Los conservadores vaticinaron que se producir¨ªa un desastre, y declararon que el estado estaba cometiendo un ¡°suicidio econ¨®mico¡±. Podr¨ªan suponer que el hecho de que ese desastre no se haya producido, unido al de que California haya conseguido mejores resultados que estados como Kansas y Carolina del Norte que han girado hacia la extrema derecha mientras California giraba a la izquierda, les inducir¨ªa a reconsiderar su punto de vista. Es decir, podr¨ªan suponerlo si no han estado prestando atenci¨®n al modo de pensar de la derecha.
L¨®gicamente, lo que est¨¢ pasando m¨¢s bien es que los sospechosos de rigor intentan describir a California como un lugar horrible ¡ªazotado por la delincuencia y el aumento desenfrenado de las enfermedades¡ª neg¨¢ndose de plano a reconocer la realidad. Y se han cebado con el tema de la indigencia, que, para ser justos, es realmente un problema. Es m¨¢s, es un problema causado por la mala pol¨ªtica, y no por los elevados impuestos o los programas sociales excesivamente generosos, sino por la negativa de los californianos a que se construyan viviendas sociales cerca de sus casas, lo que ha impedido que California construya un n¨²mero adecuado de nuevas viviendas para albergar a su cada vez m¨¢s numerosa poblaci¨®n.
Sin embargo, lo que resulta curioso de esta nueva fijaci¨®n de la derecha con la indigencia es que resulta dif¨ªcil detectar la m¨¢s m¨ªnima preocupaci¨®n por la precaria situaci¨®n de los sin techo, sino que se centra m¨¢s bien en la incomodidad y la supuesta amenaza que estos suponen para los ricos.
Y eso me lleva a la guerra de Trump contra California. El intento de eliminar las normas de emisiones del estado tiene un cierto sentido retorcido si tenemos en cuenta las prioridades pol¨ªticas de Trump. Es evidente que su Gobierno est¨¢ entregado a la causa de hacer que Estados Unidos vuelva a estar contaminado, y en concreto a asegurarse de que el planeta se cueza lo m¨¢s r¨¢pidamente posible. California es un actor tan importante que realmente puede bloquear una parte de su programa pol¨ªtico, como ha demostrado la voluntad de los fabricantes de autom¨®viles de regirse por las normas de emisiones del estado. De ah¨ª el intento de privarle de esa capacidad, independientemente del discurso del pasado sobre los derechos de los estados. No obstante, declarar que los indigentes constituyen una amenaza para el medio ambiente, aparte de ser casi surrealista viniendo de un Gobierno al que en general le encanta la contaminaci¨®n, resulta completamente absurdo.
?Qu¨¦ se puede concluir de esta guerra de Trump contra California? En primer lugar, que es un ejemplo m¨¢s de la inmovilidad intelectual de la derecha moderna, que nunca jam¨¢s deja que los datos inc¨®modos modifiquen sus ideas preconcebidas.
Pero lo que resulta m¨¢s inquietante es que la aparente instrumentalizaci¨®n de la Agencia de Protecci¨®n del Medio Ambiente es otra prueba m¨¢s de que Trump ¡ªcuyo partido b¨¢sicamente no cree en la democracia¡ª sigue el manual del autoritario moderno, en el que se corrompe a todas las instituciones y en el que todas las funciones de gobierno se pervierten con el fin de convertirlas en un instrumento para recompensar a los amigos y castigar a los enemigos. Es una fea historia, y adem¨¢s, da miedo.
Paul Krugman es premio Nobel de Econom¨ªa.
? The New York Times, 2019.
Traducci¨®n News Clips
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