Centristas, progresistas y eurofobia
Se se?ala a Europa como ejemplo de lo malo que sucede cuando se persigue con entusiasmo la justicia social
El candidato presidencial dem¨®crata ser¨¢ un centrista o un progresista? ?Cu¨¢l de ellos dar¨ªa al partido m¨¢s posibilidades en las elecciones del pr¨®ximo a?o? Sinceramente, no tengo ni idea. Lo que s¨ª puedo decir, sin embargo, es que ni el centrismo ni el progresismo son lo que eran antes. Hubo una ¨¦poca en la que las discusiones entre centristas y progresistas se enmarcaban como debates entre el realismo y el idealismo. Hoy d¨ªa, no obstante, a menudo da la impresi¨®n de que son los centristas, y no los progresistas, los que est¨¢n desconectados de la realidad. De hecho, a veces parece que los centristas son Rip Van Winkles que se han pasado los ¨²ltimos 20 a?os en una cueva y se han perdido todo lo que le ha pasado a Estados Unidos y al mundo desde la d¨¦cada de 1990.
Esto puede verse en la pol¨ªtica, donde Joe Biden ha declarado que los republicanos vivir¨¢n una ¡°epifan¨ªa¡± cuando Donald Trump se vaya, y que se convertir¨¢n otra vez en personas razonables con las que los dem¨®cratas podr¨¢n tratar. Teniendo en cuenta la pol¨ªtica de tierra quemada del Partido Republicano durante la ¨¦poca de Obama, la afirmaci¨®n resulta extra?a. Tambi¨¦n puede verse en la econom¨ªa. Se podr¨ªan poner muchos reparos razonables a las propuestas econ¨®micas de Elizabeth Warren, pero el que oigo una y otra vez es que Warren convertir¨ªa a Estados Unidos (suena m¨²sica de pel¨ªcula de miedo) en Europa, y quiz¨¢s incluso (m¨²sica que da m¨¢s miedo) en Francia. Y uno tiene que preguntarse si la gente que dice estas cosas ha prestado atenci¨®n a Europa o a Estados Unidos en las ¨²ltimas d¨¦cadas. Seamos claros, Europa tiene grandes problemas econ¨®micos, pero no son los que esta gente parece imaginarse.
Cuando la gente dice estas cosas, de la sensaci¨®n de que tiene en mente una imagen de la comparaci¨®n entre Estados Unidos y Europa que parec¨ªa tener alguna validez en la d¨¦cada de 1990. En esa imagen, los pa¨ªses con un gran gasto social y una amplia regulaci¨®n gubernamental de los mercados sufr¨ªan ¡°euroesclerosis¡±, o sea, una persistente falta de empleo.
Se dec¨ªa que los empresarios se mostraban reacios a ampliar sus negocios porque los impuestos eran elevados y porque tem¨ªan no poder despedir a los trabajadores una vez que los contrataran. Y al mismo tiempo, los trabajadores ten¨ªan pocos incentivos para aceptar trabajos porque pod¨ªan vivir de los generosos programas sociales. Tambi¨¦n se ten¨ªa la impresi¨®n de que Europa se estaba quedando rezagada en la adopci¨®n de las nuevas tecnolog¨ªas: durante un tiempo, Estados Unidos tom¨® la delantera en el uso de Internet y de la tecnolog¨ªa de la informaci¨®n en general, lo que dio pie a discusiones sobre si los elevados impuestos y la regulaci¨®n europea estaban desalentando la innovaci¨®n.
Pero todo eso fue hace mucho tiempo. El desfase en el empleo ha desaparecido en gran medida; los adultos en edades comprendidas entre los 25 y los 54 a?os en tienen m¨¢s posibilidades de tener trabajo en Europa, incluso en Francia, que en Estados Unidos. Cualquier diferencia en la adopci¨®n de la tecnolog¨ªa de la informaci¨®n tambi¨¦n hace tiempo que desapareci¨®; los hogares en gran parte de Europa tienen las mismas posibilidades, o m¨¢s, de tener banda ancha que sus hom¨®logos estadounidenses, en parte porque el fracaso de Estados Unidos a la hora de limitar el poder monopol¨ªstico de los proveedores ha hecho que los precios del acceso a Internet sean mucho m¨¢s altos.
Es cierto que los pa¨ªses europeos tienen un PIB per c¨¢pita m¨¢s bajo que el de Estados Unidos, pero eso se debe en gran medida a que, a diferencia de la mayor¨ªa de los estadounidenses, la mayor¨ªa de los europeos tienen de hecho un tiempo de vacaciones considerable y por eso trabajan menos horas al a?o. Esto parece una elecci¨®n en cuanto al equilibrio entre la vida y el trabajo, no un problema econ¨®mico.
Y en el indicador m¨¢s esencial, el de la esperanza de vida, Estados Unidos est¨¢ quedando muy por detr¨¢s: los que viven en Francia pueden esperar, de media, vivir cuatro a?os m¨¢s que los estadounidenses. ?Por qu¨¦? La atenci¨®n sanitaria universal y las pol¨ªticas que mitigan la desigualdad extrema son las explicaciones m¨¢s probables.
Ahora bien, no quiero que esto parezca un elogio de todo lo europeo. Los pa¨ªses del euro siguen siendo terriblemente vulnerables a las crisis econ¨®micas, porque han adoptado una moneda com¨²n sin una red de seguridad bancaria com¨²n; lo ¨²nico que evit¨® una desastrosa ca¨ªda del euro en 2012 fue el heroico liderazgo de Mario Draghi, el expresidente del Banco Central Europeo.
Europa tambi¨¦n sufre una persistente debilidad de la demanda porque los actores clave, y Alemania en particular, tienen un miedo obsesivo a los d¨¦ficits, incluso cuando la econom¨ªa europea necesita est¨ªmulos desesperadamente. Son problemas importantes, tan graves que no me sorprender¨ªa que Europa fuese el epicentro de la siguiente crisis mundial. Pero el problema de Europa no es que sus programas sociales sean demasiado generosos y que sus Gobiernos sean demasiado intrusivos. Si acaso, es casi lo contrario: la econom¨ªa europea es vulnerable porque una combinaci¨®n de fragmentaci¨®n pol¨ªtica y de rigidez ideol¨®gica ha hecho que sus pol¨ªticos no est¨¦n dispuestos a ser lo suficientemente keynesianos.
La cuesti¨®n es que los centristas que se?alan a Europa como un ejemplo de todas las cosas malas que suceden cuando se persigue con demasiado entusiasmo la justicia social est¨¢n anclados en el pasado. En realidad, la experiencia europea moderna justifica las afirmaciones progresistas de que podemos hacer muchas cosas para conseguir que Estados Unidos sea m¨¢s justo sin destruir los incentivos. Y hasta los problemas de Europa justifican una mayor intervenci¨®n del Gobierno, no menor. Desde luego, hablemos de si el ¡°Medicare para todos¡±, los impuestos sobre el patrimonio y otras propuestas progresistas son en realidad buenas ideas. Pero intentar echarlas por tierra hablando de lo terribles que son las cosas en Francia es una se?al inequ¨ªvoca de que no se tiene ni idea de lo que se habla.
Paul Krugman es premio Nobel de Econom¨ªa.
? The New York Times.
Traducci¨®n de News Clips
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