Trump deber¨ªa odiar el d¨ªa de Acci¨®n de Gracias
As¨ª que no les bastaba la imaginaria ¡°guerra contra la Navidad¡±. Donald Trump y Fox News acusan ahora a los progresistas de librar tambi¨¦n una guerra contra el d¨ªa de Acci¨®n de Gracias, bas¨¢ndose en... pues bueno, en nada. ?Pero entienden Trump y su panda de intolerantes siquiera de qu¨¦ va Acci¨®n de Gracias? Si lo hicieran, odiar¨ªan esta fiesta, una de las m¨¢s estadounidenses.
Al fin y al cabo, los peregrinos eran refugiados que hu¨ªan de la persecuci¨®n de la monarqu¨ªa inglesa, que en aquel tiempo era todav¨ªa un r¨¦gimen autocr¨¢tico. Eran, en otras palabras, exactamente la clase de gente a la que Trump y compa?¨ªa quieren prohibirle la entrada.
Es m¨¢s, el retrato tradicional de la primera Acci¨®n de Gracias es un momento de tolerancia racial y multiculturalismo: inmigrantes europeos compartiendo un fest¨ªn con nativos americanos. Ese momento no dur¨®: buena parte de la poblaci¨®n nativa de Nueva Inglaterra fue eliminada a lo largo de las siguientes d¨¦cadas. Y es muy posible que ese desenlace fuese inevitable. Pero seguimos celebrando el relato de un encuentro amable entre razas y culturas.
Acci¨®n de Gracias se convirti¨® en fiesta oficial gracias a una proclamaci¨®n firmada en 1863 por Abraham Lincoln. La firm¨® pocos meses despu¨¦s de rubricar la Proclamaci¨®n de Emancipaci¨®n y solo unas semanas antes de pronunciar el discurso de Gettysburg, en el que declar¨® que Estados Unidos es una naci¨®n dedicada a la idea de que todos los hombres han nacido iguales. De modo que la Acci¨®n de Gracias que ahora celebramos tambi¨¦n conmemora la lucha contra la esclavitud.
Tranquiliza saber que, salvo los intolerantes, el resto del pa¨ªs parezca comprometido con una sociedad abierta
Por ¨²ltimo, Acci¨®n de Gracias es enteramente aconfesional. La proclamaci¨®n de Lincoln daba gracias al Dios Todopoderoso, pero se mostraba vaga respecto a la naturaleza del Todopoderoso. No hay nada en la fiesta que la reserve a los fieles de una religi¨®n en particular, o de hecho, a una religi¨®n oficial, y est¨¢ abierta a todas las culturas. The New York Times informaba hace poco sobre la creciente popularidad del pavo de Acci¨®n de Gracias preparado al estilo del pato asado chino; nada m¨¢s fiel al esp¨ªritu de la fiesta.
Acci¨®n de Gracias es, en resumen, una fiesta verdaderamente estadounidense. No solo es espec¨ªfica de nuestro pa¨ªs, sino que es tambi¨¦n una celebraci¨®n de los valores que de hecho hacen grande a Estados Unidos: la apertura a personas con apariencia y formas de actuar distintas, la tolerancia religiosa, la simpat¨ªa hacia los perseguidos, la creencia en la igualdad humana.
Cierto que con demasiada frecuencia solo honramos estos valores de boquilla; en la historia del pa¨ªs ha habido muchos cap¨ªtulos oscuros. Pero siempre nos las hemos apa?ado para salir de la oscuridad. A veces esa salida nos ha llevado muchas generaciones; la era de Jim Crow en el Sur dur¨® casi un siglo, y ni siquiera hoy ha desaparecido por completo. As¨ª y todo, una y otra vez, desde los abolicionistas hasta el movimiento por los derechos civiles, pasando por el sufragio femenino y los derechos LGTBI, los ideales de Estados Unidos han acabado por prevalecer, y hemos vuelto a los valores fundamentales de nuestra naci¨®n.
Atravesamos ahora uno de esos cap¨ªtulos oscuros. Trump y compa?¨ªa son, sin duda, nacionalistas blancos cuyos valores se asemejan mucho m¨¢s a los de los autoritarios europeos de sangre y tierra que a la tradici¨®n estadounidense. Y todo el Partido Republicano parece dispuesto a respaldar a Trump, por mucho que este traicione por completo no solo los valores sino tambi¨¦n los intereses estadounidenses.
Es m¨¢s, tampoco hay ninguna garant¨ªa de que salgamos de este cap¨ªtulo oscuro como la naci¨®n que ¨¦ramos. Es verdad que Trump es un presidente inusualmente impopular; pero su tasa de aprobaci¨®n, que ronda el 40% o un poco m¨¢s, es en todo caso m¨¢s alta que la que registraba Viktor Orban mientras desmantelaba la democracia h¨²ngara. Y Trump, al igual que los nacionalistas blancos europeos, hace lo posible por eliminar las barreras que supuestamente deb¨ªan limitar el abuso de poder, al tiempo que deslegitima cualquier oposici¨®n.
Pero, aunque un n¨²mero alarmante de estadounidenses parece satisfecho con este programa autoritario y esta aceptaci¨®n de la intolerancia, tranquiliza que el resto del pa¨ªs parezca comprometido con una sociedad abierta.
Los esfuerzos de Trump por extender el miedo a las personas de tez oscura parecen haberse vuelto de hecho contra ¨¦l: la creencia popular de que los inmigrantes realizan una aportaci¨®n positiva a Estados Unidos se encuentra en el punto m¨¢s alto desde hace d¨¦cadas.
Asimismo, aunque Trump pueda tener tantos partidarios como los cada vez m¨¢s numerosos aut¨®cratas extranjeros, afronta una resistencia mucho m¨¢s decidida. La oposici¨®n a la Fidesz en Hungr¨ªa o al Partido de la Ley y la Justicia en Polonia parece desmoralizada y desorganizada desde el comienzo; la oposici¨®n a Trump ha sido, en conjunto, animosa y cohesiva. Y esto no se debe solo a las personalidades; por impresionantes que sean Nancy Pelosi y Adam Schiff, tanto la victoria dem¨®crata en las elecciones de mitad de mandato como la eficacia del proceso de destituci¨®n reflejan en ¨²ltima instancia la determinaci¨®n con la que muchos estadounidenses de a pie sostienen nuestros valores fundamentales.
Dicho esto, bien podr¨ªamos perderlo todo. Pero tambi¨¦n era as¨ª cuando Lincoln convirti¨® el d¨ªa de Acci¨®n de Gracias en fiesta nacional. Mientras ¨¦l celebraba las virtudes de Estados Unidos, el pa¨ªs segu¨ªa en el abismo de la guerra civil, y a pesar de Gettysburg y Vicksburg, la victoria de la Uni¨®n no estaba ni mucho menos garantizada. La cuesti¨®n es que Acci¨®n de Gracias no es la celebraci¨®n de un triunfo nacional; es la celebraci¨®n de los mejores ¨¢ngeles de la naturaleza estadounidense. Por eso es una fiesta que los verdaderos patriotas, que creen en los valores fundacionales de nuestra naci¨®n, deber¨ªan amar, y que gente como Trump y sus seguidores deber¨ªan odiar.
Paul Krugman es premio Nobel de Econom¨ªa
? The New York Times, 2019
Traducci¨®n de News Clips
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