?Treinta a?os de crisis migratoria?
La pol¨ªtica espa?ola hacia ?frica sigue atrapada en bucle, obsesionada con la represi¨®n de los movimientos y con las devoluciones y deportaciones
Ceuta, Melilla, Motril, Granada, Almer¨ªa, C¨¢diz, Tarifa, Alhucemas, Chafarinas, Perejil, Lanzarote, Fuerteventura, Gran Canaria, Tenerife... Son los nombres de algunos lugares donde se han producido crisis migratorias desde el comienzo de la d¨¦cada de 1990, cuando aparecen las primeras pateras cruzando el Estrecho, en paralelo a la exigencia de visado para ciudadanos de Marruecos, T¨²nez y Argelia. En este 2020 de pandemia han vuelto a proliferar las noticias sobre llegadas de migrantes a Canarias y tambi¨¦n las narrativas en clave de crisis y emergencia.
Una crisis, seg¨²n la RAE, es un ¡°cambio profundo y de consecuencias importantes en un proceso o una situaci¨®n, o en la manera en que estos son apreciados¡±. ?Hasta cu¨¢ndo vamos a seguir refiri¨¦ndonos a esta realidad como una crisis? La llegada de migrantes a las costas espa?olas es un elemento continuo en los ¨²ltimos treinta a?os. Y si ampliamos la mirada a toda la frontera sur europea, es patente que estas crisis son una constante en un espacio que va de las Canarias hasta Lesbos y el r¨ªo Evros, en la frontera entre Grecia y Turqu¨ªa (ya casi nadie recuerda al barco ¡®Vlora¡¯, que en agosto de 1991 arrib¨® al puerto de Bari con veinte mil albaneses).
Resulta evidente que no se trata de una emergencia ni de algo inesperado, sino de un fen¨®meno estructural: los movimientos de personas entre ?frica y Europa, y en el espacio Mediterr¨¢neo, son una constante hist¨®rica y, a falta de canales formales, se desarrollan por v¨ªas irregulares.
Este problema de enfoque es una de las causas de la divergencia entre los resultados de la pol¨ªtica migratoria espa?ola y sus objetivos declarados. Si se pretende reducir las llegadas, proteger a migrantes y refugiados, y luchar contra la trata y el tr¨¢fico, las evidencias indican que hay un problema: las llegadas contin¨²an desde hace 30 a?os, se incrementa el tr¨¢fico de personas, la trata es un negocio floreciente, y las muertes aumentan. En 2020, el n¨²mero de migrantes que han entrado por v¨ªa mar¨ªtima a la pen¨ªnsula y Baleares ha descendido un 23% respecto a 2019. Sin embargo, por la v¨ªa canaria -la m¨¢s letal de todas las rutas mar¨ªtimas- se ha registrado el mayor incremento, llegando unas 16.800/21.000 personas (en funci¨®n de las cifras oficiales, o bien en base a las declaraciones del presidente del archipi¨¦lago). Si seg¨²n la OIM, por cada 20 llegadas hay un fallecimiento, esto implicar¨ªa que entre 800 y 1000 personas podr¨ªan haber muerto en el mar.
?Por qu¨¦ este a?o se han incrementado las llegadas a Canarias? En primer lugar, la pandemia ha tenido m¨²ltiples consecuencias socioecon¨®micas en las poblaciones m¨¢s vulnerables, derivadas de la imposici¨®n de prohibiciones y restricciones a la movilidad que han impactado muy negativamente en las actividades econ¨®micas transfronterizas. Un 60% de las personas llegadas a Canarias proceden del Magreb y, especialmente, de Marruecos, y son trabajadores de sectores econ¨®micos en crisis, como la pesca, el turismo (hosteler¨ªa, gu¨ªas, taxistas¡) u otros empleos informales afectados, que ven la migraci¨®n como una opci¨®n de mejora -en 2020 las remesas de emigrantes marroqu¨ªes se han incrementado un 1,7% respecto a 2019-, o como la ¨²nica alternativa para sobrevivir. Adem¨¢s, posiblemente dichas salidas hayan podido descongestionar algunos pa¨ªses -no s¨®lo Marruecos o Argelia, tambi¨¦n Senegal- de un excedente de mano de obra joven, frustrada por la falta de reformas y oportunidades, cuyo malestar implicar¨ªa riesgos potenciales a nivel pol¨ªtico.
En segundo lugar, el incremento de las llegadas a Canarias es un resultado de la pol¨ªtica migratoria espa?ola -y europea-. Aunque la situaci¨®n nos remite de nuevo a lo estructural (si bien las movilidades dependen de m¨²ltiples causas, los ciclos econ¨®micos y la demanda de mano de obra en el norte global explican muy bien la modificaci¨®n de los flujos), la pol¨ªtica migratoria espa?ola hacia ?frica sigue atrapada en bucle, obsesionada con la represi¨®n de los movimientos y con las devoluciones y deportaciones. Una fijaci¨®n que deriva en acciones y en acuerdos de cooperaci¨®n migratoria en los que no se respetan los procedimientos y las garant¨ªas debidas: se externaliza el control y tambi¨¦n las responsabilidades en materia de derechos humanos.
Esas medidas de control promovidas e implementadas por Espa?a y la UE obligan a que las personas tengan que modificar sus rutas, y a que cada vez tengan que arriesgar m¨¢s -hasta la muerte muchas veces-. La ret¨®rica del enfoque global se revela una falacia: aunque la ministra de Exteriores advierta de que ¡°quien utilice las v¨ªas ilegales tendr¨¢ que volver a su pa¨ªs¡±, lamentablemente siguen sin existir v¨ªas regulares y seguras para que las personas puedan migrar, no hay una pol¨ªtica de asilo eficaz, y la cooperaci¨®n para el desarrollo se supedita a la cooperaci¨®n en materia de control. As¨ª, la cuesti¨®n migratoria constituye un ¡®tal¨®n de Aquiles¡¯ para Espa?a, un elemento que los pa¨ªses de origen, y sobre todo de tr¨¢nsito, utilizan para negociar sobre otras materias. Fluye la financiaci¨®n y se apoyan numerosos proyectos (sobre fortalecimiento de capacidades, mejora de la gesti¨®n migratoria y otros eufemismos), con un cuestionable impacto en las personas, por no hablar de la falta de transparencia y el dif¨ªcil seguimiento de su implementaci¨®n.
En tercer lugar, las posiciones adoptadas este a?o por Marruecos (la extensi¨®n de aguas territoriales en el Atl¨¢ntico, las restricciones aduaneras con Ceuta y Melilla y su impacto en el comercio ¡®at¨ªpico¡¯, la reanudaci¨®n de hostilidades con el Frente Polisario, etc.) son un claro ejemplo de c¨®mo la cuesti¨®n migratoria se ha convertido en un instrumento de presi¨®n, en una baza para obtener contraprestaciones de Espa?a y de la UE, o para inhibir posiciones pol¨ªticas que no se alineen con sus intereses.
Espa?a puede llevar a Europa una agenda diferente, basada en la experiencia de los pa¨ªses mediterr¨¢neos, que conforme una verdadera pol¨ªtica migratoria comunitaria
Por todo esto, urge que Espa?a desarrolle seriamente una pol¨ªtica migratoria con enfoque de derechos humanos, que abandone la l¨®gica de emergencia y plantee medidas que respondan al car¨¢cter estructural del fen¨®meno. Las pol¨ªticas de control no impiden la entrada de migrantes, pero favorecen su permanencia forzada en el pa¨ªs por el elevado coste y las dificultades de volver a entrar, algo que se evitar¨ªa con estrategias que facilitasen una movilidad m¨¢s fluida. Esa otra pol¨ªtica tendr¨ªa que esforzarse en la normalizaci¨®n y descriminalizaci¨®n de la migraci¨®n a trav¨¦s de un cambio real y radical de narrativas. Es totalmente incoherente querer luchar contra el racismo y la xenofobia, y que responsables institucionales utilicen en declaraciones el t¨¦rmino ¡®carga migratoria¡¯.
Otro desaf¨ªo es derribar el mito de la ¡®avalancha¡¯: las migraciones africanas hacia Europa son minoritarias, un 90% de los movimientos se desarrollan dentro del continente (desgraciadamente, una gran parte no puede ni plantearse migrar porque no dispone de unos recursos m¨ªnimos), y progresivamente se producen transformaciones a la baja en las tendencias demogr¨¢ficas en muchas partes del territorio africano. Finalmente, habr¨ªa que abandonar tambi¨¦n al fantasma del ¡®efecto llamada¡¯, y con ¨¦l las actuaciones en base a l¨®gicas supuestamente disuasorias, que s¨®lo producen sufrimiento y violencia injustificada e innecesaria.
Las deportaciones tienen unos costes humanos, diplom¨¢ticos y econ¨®micos alt¨ªsimos, y cada vez son m¨¢s complicadas. Y ni Espa?a ni Europa pueden permitirse convertir territorios insulares en limbos fronterizos, como ha ocurrido a mayor escala en Lesbos. Este tipo de ¡®espectacularizaci¨®n¡¯ del fen¨®meno s¨®lo beneficia a las narrativas populistas y xen¨®fobas de extrema derecha, como desafortunadamente estamos viendo en Canarias y como ya vimos anteriormente en otros lugares.
El alineamiento con la Agenda 2030 impulsado por el Gobierno debe materializarse en un cambio real, incrementando el gasto en pol¨ªticas sociales para toda la ciudadan¨ªa y para atender dignamente a las personas migrantes (evitando as¨ª la ¡®competencia¡¯ entre grupos de clases subalternas por recursos escasos), mejorando la cooperaci¨®n para el desarrollo (salud, educaci¨®n, y protecci¨®n social, en lugar de proyectos para desarrollar documentos de identidad con registros biom¨¦tricos, o para la compra de material de control que termina siendo de uso policial o militar).
Y finalmente, es imprescindible la coherencia: las diferentes pol¨ªticas espa?olas hacia ?frica -econ¨®micas, comerciales, diplom¨¢ticas, etc.- imperativamente tienen que estar orientadas hacia un desarrollo basado en prioridades end¨®genas o, como m¨ªnimo, no interferir en el mismo. No sirven excusas para ocultar intereses en ciertos ¨¢mbitos (como por ejemplo pesca, recursos naturales e industria armament¨ªstica). Dicha coherencia exige tambi¨¦n apoyar a movimientos democr¨¢ticos en los pa¨ªses de origen y tr¨¢nsito, y dejar de subvencionar o legitimar a reg¨ªmenes autoritarios.
Esta no es una tarea s¨®lo de Espa?a, pero Espa?a puede llevar a Europa una agenda diferente basada en la experiencia de los pa¨ªses mediterr¨¢neos, que conforme una verdadera pol¨ªtica migratoria comunitaria que facilite las movilidades y tenga como n¨²cleo la solidaridad entre Estados miembros y con el exterior. Una pol¨ªtica coherente que incrementar¨ªa la legitimidad internacional de Espa?a y la UE, y desactivar¨ªa las narrativas de la (extrema) derecha. Para ello, har¨ªa falta m¨¢s coraje pol¨ªtico que recursos.
* Lorenzo Gabrielli (GRITIM-UPF) y Gema Ser¨®n (GEA-UAM) son integrantes del panel de ?frica Subsahariana del Observatorio de Pol¨ªtica Exterior de la Fundaci¨®n Alternativas
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