El intr¨ªngulis del impuesto mundial est¨¢ en los detalles
Una iniciativa que empez¨® como un intento de obligar a las multinacionales a pagar los impuestos que les corresponden podr¨ªa generar unos ingresos adicionales considerablemente limitados
Parece que la comunidad internacional se mueve hacia lo que muchos llaman un acuerdo hist¨®rico para establecer un tipo impositivo m¨ªnimo mundial para las empresas multinacionales. Ya era hora, pero puede que no sea suficiente.
Seg¨²n las normas actuales, las empresas pueden evitar el pago de los impuestos que les corresponden declarando sus ingresos en jurisdicciones de baja fiscalidad. En algunos casos, si la ley no les p...
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Parece que la comunidad internacional se mueve hacia lo que muchos llaman un acuerdo hist¨®rico para establecer un tipo impositivo m¨ªnimo mundial para las empresas multinacionales. Ya era hora, pero puede que no sea suficiente.
Seg¨²n las normas actuales, las empresas pueden evitar el pago de los impuestos que les corresponden declarando sus ingresos en jurisdicciones de baja fiscalidad. En algunos casos, si la ley no les permite simular que una parte significativa de sus ingresos se genera en alg¨²n para¨ªso fiscal, trasladan algunas partes de su negocio a estas jurisdicciones.
Apple se convirti¨® en el s¨ªmbolo de la evasi¨®n de impuestos al declarar los beneficios obtenidos en sus operaciones europeas en Irlanda, y luego utilizar otra laguna legal para evitar el pago de la mayor parte del famoso tipo impositivo irland¨¦s del 12,5%. Pero Apple no era ni mucho menos la ¨²nica en convertir el ingenio que hay detr¨¢s de los productos que tanto nos encantan en una evasi¨®n fiscal de los beneficios obtenidos al vend¨¦rnoslos. Afirmaban con raz¨®n que pagaban cada d¨®lar que les correspond¨ªa y se limitaban a aprovechar al m¨¢ximo lo que el sistema les ofrec¨ªa.
Desde esta perspectiva, un acuerdo para establecer un gravamen m¨ªnimo mundial de al menos el 15% constituye un paso importante. Pero el intr¨ªngulis est¨¢ en los detalles. El tipo oficial medio actual es considerablemente m¨¢s alto. Por tanto, es posible, e incluso probable, que el m¨ªnimo global se convierta en el tipo m¨¢ximo. Una iniciativa que empez¨® como un intento de obligar a las multinacionales a pagar los impuestos que les corresponden podr¨ªa generar unos ingresos adicionales considerablemente limitados, muy inferiores a los 240.000 millones de d¨®lares que se dejan de pagar anualmente. Y algunos c¨¢lculos indican que los pa¨ªses en desarrollo y los mercados emergentes tambi¨¦n recibir¨ªan una parte peque?a de estos ingresos.
El evitarlo depende no solo de impedir una convergencia global a la baja, sino tambi¨¦n de garantizar una definici¨®n amplia y completa de qu¨¦ son los beneficios empresariales, como una que limite las deducciones por gastos relacionados con las inversiones de capital, m¨¢s los intereses, m¨¢s las p¨¦rdidas antes de incorporarse al grupo empresarial, m¨¢s¡ Probablemente, lo mejor ser¨ªa acordar una contabilidad est¨¢ndar de modo que no se sustituyan las viejas t¨¦cnicas de evasi¨®n fiscal por otras nuevas.
Lo que resulta especialmente problem¨¢tico en las propuestas presentadas por la OCDE es el Pilar Uno, pensado para abordar los derechos fiscales, y que solo se aplica a las empresas mundiales m¨¢s grandes. El antiguo sistema del precio de transferencia claramente no estaba a la altura de los desaf¨ªos de la globalizaci¨®n del siglo XXI; las multinacionales hab¨ªan aprendido a manipularlo para registrar los beneficios en jurisdicciones de baja fiscalidad. Por eso, EE UU ha adoptado un m¨¦todo mediante el cual los beneficios se asignan entre los Estados seg¨²n una f¨®rmula que tiene en cuenta las ventas, el empleo y el capital.
Los pa¨ªses en desarrollo y los desarrollados pueden verse afectados de manera diferente en funci¨®n de la f¨®rmula que se utilice: el ¨¦nfasis en las ventas perjudicar¨ªa a los pa¨ªses en desarrollo que producen bienes manufacturados, pero podr¨ªa ayudarles a enfrentarse a algunas de las desigualdades asociadas a los gigantes digitales. Y para las grandes empresas tecnol¨®gicas, el valor de las ventas debe reflejar el valor de los datos que obtienen, que es fundamental para su modelo de negocio. Es posible que la misma f¨®rmula no funcione en todos los sectores.
Aun as¨ª, hay que reconocer los avances conseguidos en las actuales propuestas, como el eliminar la prueba de la ¡°presencia f¨ªsica¡± para establecer grav¨¢menes, que es algo que no tiene sentido en la era digital.
Algunos consideran que el Pilar Uno es un refuerzo del impuesto m¨ªnimo, y, por tanto, no les preocupa la ausencia de principios econ¨®micos que gu¨ªen su construcci¨®n. Solo una peque?a parte de los beneficios que superen un cierto umbral deben asignarse, lo que implica que la proporci¨®n total de beneficios que hay que asignar es sin duda peque?a. Pero puesto que se permite a las empresas deducir todos los factores de producci¨®n, incluido el capital, el impuesto de sociedades es realmente un impuesto sobre las rentas o los beneficios puros, y todos esos beneficios puros deber¨ªan estar sujetos a asignaci¨®n. Por consiguiente, la petici¨®n de algunos pa¨ªses en desarrollo de que una proporci¨®n m¨¢s grande de los beneficios de las empresas sea objeto de una reasignaci¨®n es m¨¢s que razonable.
Hay otros aspectos conflictivos en las propuestas, que no son f¨¢ciles de encontrar (ha habido menos transparencia y menos debate p¨²blico sobre los detalles de lo que habr¨ªa sido de esperar). Uno tiene que ver con la resoluci¨®n de litigios, que es evidente que no puede realizarse empleando el tipo de arbitraje que predomina ahora en los acuerdos de inversi¨®n; ni tampoco deber¨ªan resolverse en el pa¨ªs ¡°de origen¡± de la empresa (especialmente porque las empresas sin una localizaci¨®n fija buscan pa¨ªses favorables). La respuesta correcta es un tribunal fiscal mundial, con la transparencia, las normas y los procedimientos que se esperan de un proceso judicial del siglo XXI.
Otro de los elementos problem¨¢ticos de las reformas propuestas es el relacionado con la prohibici¨®n de ¡°medidas unilaterales¡±, que parece dirigido a frenar la proliferaci¨®n de impuestos digitales. Pero el umbral propuesto de 20.000 millones de d¨®lares hace que muchas grandes multinacionales queden fuera del ¨¢mbito del Pilar Uno, y qui¨¦n sabe qu¨¦ lagunas encontrar¨¢n los inteligentes abogados fiscalistas. Teniendo en cuenta los riesgos para la base fiscal de un pa¨ªs ¡ªy el que sea tan dif¨ªcil alcanzar acuerdos internacionales y las grandes multinacionales sean tan poderosas¡ª, es posible que los legisladores tengan que recurrir a medidas unilaterales.
No tiene sentido que los pa¨ªses renuncien a sus derechos fiscales por el Pilar Uno, que es limitado y arbitrario. Los compromisos que se piden son desproporcionados en comparaci¨®n con las ventajas que se otorgan.
Los l¨ªderes del G-20 har¨ªan bien en ponerse de acuerdo sobre un impuesto m¨ªnimo mundial de al menos el 15%. Independientemente del tipo final que establezca el m¨ªnimo para los 139 pa¨ªses que actualmente negocian esta reforma, ser¨ªa mejor que al menos unos pa¨ªses introdujesen un tipo m¨¢s elevado, unilateralmente o como grupo. EE UU, por ejemplo, baraja un tipo del 21%.
Es fundamental abordar la multitud de temas detallados necesarios para un acuerdo fiscal mundial, y es particularmente importante negociar con los pa¨ªses en desarrollo y los mercados emergentes, cuya voz no siempre se ha escuchado tan claramente como deber¨ªa escucharse.
Por encima de todo, resultar¨¢ esencial revisar el tema en cinco a?os, no siete, como se ha propuesto actualmente. Si la recaudaci¨®n fiscal no aumenta, como se ha prometido, y si los mercados en desarrollo y emergentes no logran recibir una proporci¨®n mayor de esos ingresos, habr¨¢ que incrementar el impuesto m¨ªnimo y reajustar las f¨®rmulas para asignar los ¡°derechos fiscales¡±.
Joseph E. Stiglitz, premio Nobel de Econom¨ªa y catedr¨¢tico de la Universidad de Columbia, es miembro de la Comisi¨®n Independiente para la Reforma de la Fiscalidad Corporativa Internacional.
? Project Syndicate, 2021.