Nadie quiere ser camionero
EL PA?S acompa?a a un veterano conductor espa?ol durante cuatro d¨ªas en una ruta a trav¨¦s de Francia y Reino Unido. La escasez de estos profesionales agrava los problemas del comercio
Nadie quiere ser camionero
ir al contenidoUna de las causas del cuello de botella del comercio mundial es la falta de camioneros internacionales. En Europa se necesitar¨¢n en los pr¨®ximos a?os cerca de 400.000. En Espa?a, 15.000. Un trabajo duro, sacrificado y extremadamente solitario, que condena a quien lo ejerce a pasar muchos d¨ªas fuera de casa durmiendo en inh¨®spitas ¨¢reas de servicio cuando no en apartaderos al lado de una carretera. Por eso los m¨¢s j¨®venes huyen de ¨¦l, a pesar de que se puede ganar dinero. EL PA?S acompa?¨® a un veterano camionero espa?ol durante cuatro d¨ªas, en una ruta a trav¨¦s de Francia y Reino Unido y comprob¨® que conducir un cami¨®n tiene poco de rom¨¢ntico y mucho de depresivo.
D¨ªa 1 Encuentro en el ¨¢rea de servicio de Beaugency-Messas (Francia)
L¨¢zaro Bermejo llega el mi¨¦rcoles 13 con su cami¨®n frigor¨ªfico al ¨¢rea de servicio de Beaugency-Messas, cerca de Blois, en el interior de Francia. Nada diferencia esta ¨¢rea de servicio de cualquier otra. Simplemente, pilla de paso. Sali¨® dos d¨ªas atr¨¢s de Murcia, cargado con 24.000 kilos de uvas. Los tiene que entregar el viernes, cerca de Cambrigde, en el Reino Unido, sin ning¨²n da?o. El cargamento vale 46.000 euros. Aparca a la espalda de la gasolinera y de la cafeter¨ªa de carretera, al lado de otro cami¨®n gigante que tiene la cortina de la cabina echada. L¨¢zaro se prepara para pasar la noche all¨ª. Nada diferencia esta noche de cualquier otra. Simplemente, pilla de paso. Vigila los cierres del remolque, las ruedas, comprueba el tac¨®grafo, el sistema de fr¨ªo, que sonar¨¢ toda la noche como una chicharra molesta. Afuera hace algo de fresco. No se ve a nadie. Los otros camioneros ¨Dpocos¨D ya duermen, o descansan, metidos en las cabinas de sus camiones. Nadie hablar¨¢ con nadie. L¨¢zaro cena algo de lo que lleva en la nevera y se sube al colch¨®n de la cabina a ver en el ordenador un par de episodios de Breaking Bad que lleva grabados en un pendrive. Es la segunda vez que ve la serie. Si hay suerte, le entrar¨¢ el sue?o y se dormir¨¢ pronto. Si no, dar¨¢ mil vueltas en esa cama estrecha, que es lo que le ocurre desde hace a?os, desde que perdi¨® la facultad juvenil de descansar de un tir¨®n. Tiene 51 a?os y lleva 24 recorriendo carreteras y autopistas id¨¦nticas a las que le han tra¨ªdo hasta aqu¨ª.
Durante este tiempo le han pasado algunas cosas: una vez, hace a?os, cerca de una gasolinera francesa, un inmigrante que quer¨ªa pasar al Reino Unido se le escondi¨® cerca de las ruedas y L¨¢zaro se dio cuenta porque lo descubrieron los polic¨ªas franceses; otra vez, en las afueras de Berl¨ªn, en un invierno, se le congel¨® el gasoil y la tuber¨ªa del calefactor y tuvo que pasar una noche entera a bastantes grados bajo cero sin posibilidad de moverse de un aparcamiento; otra vez, en las afueras de Par¨ªs, tuvo un accidente ¨Del ¨²nico en su carrera¨D al golpear a un coche cuando se cambi¨® de carril. Arrastr¨® al otro veh¨ªculo una decena de metros pero el conductor sali¨® ileso. Eso le pas¨®: pero lo normal es que en estos viajes no pase absolutamente nada, excepto la sucesi¨®n aburrida de kil¨®metros, de horas medidas, de caf¨¦s indigestos tomados en cafeter¨ªas de gasolineras y de visitas a pol¨ªgonos industriales para dejar o hacerse con la carga.
L¨¢zaro conducir¨¢, siempre a 90 kil¨®metros por hora, durante seis d¨ªas ininterrumpidos, a raz¨®n de 9 o 10 horas diarias. Har¨¢ un descanso de 45 minutos cada cuatro horas. A los seis d¨ªas aparcar¨¢ en un ¨¢rea de servicio y parar¨¢ durante 24 horas seguidas. Despu¨¦s volver¨¢ a ponerse en marcha, al mismo ritmo, otros seis d¨ªas. Se detendr¨¢ el s¨¦ptimo, ya en casa, en su pueblo, en Blanca, en la provincia de Murcia. Dos d¨ªas libres y vuelta a empezar. El tac¨®grafo que registra cada movimiento del cami¨®n se encarga de que no contravenga la norma. L¨¢zaro tampoco lo pretende. Conoce muy bien su oficio. No se enga?a: ¡°Lo peor es que siempre est¨¢s fuera de casa. Yo no he visto crecer a mis dos hijas, que ya son mayores. Nunca estaba en sus cumplea?os. Est¨¢s casado, pero es como si no lo estuvieras. Lo peor tambi¨¦n es la soledad. En Navidad siempre hay una fecha, Nochebuena o Nochevieja, que la pasas por ah¨ª, solo, en un ¨¢rea de servicio. Miras a ver si hay suerte y encuentras alg¨²n espa?ol y te arrimas a ¨¦l. La soledad. Vas conduciendo y te comes la cabeza. Miras atr¨¢s y te dices: ¡®?Qu¨¦ has disfrutado t¨² de la vida, de la familia, siempre subido aqu¨ª?¡¯. Te comes la cabeza con cosas de esas¡±.
La dureza particular de este oficio es una de las causas de que falten camioneros internacionales. Una carencia que se agudiza cuando la econom¨ªa crece. Un informe de la consultora brit¨¢nica Transport Intelligence redactado en agosto de este a?o cifra en 400.000 los camioneros que necesita o necesitar¨¢ Europa en los pr¨®ximos a?os. El Reino Unido precisar¨¢ entre 60.000 y 76.000, debido a las circunstancias especiales del Brexit; Alemania, entre 45.000 y 60.000 y Francia, 43.000; Espa?a, seg¨²n este mismo estudio, va a tener que reclutar pronto a m¨¢s de 15.000. Y no va a ser f¨¢cil. Nadie quiere ser ya camionero. Nadie quiere ser como L¨¢zaro.
D¨ªa 2 Atravesar Par¨ªs por circunvalaciones rumbo al Reino Unido
Acaba de amanecer. Hace fr¨ªo. Se lava la cara en los ba?os del ¨¢rea de servicio. No habla con nadie. Se toma un caf¨¦ expreso en la cafeter¨ªa de la gasolinera. No come nada m¨¢s. Por la ma?ana no le entra. Tiene cara de sue?o. Se le marcan las ojeras. Ha sido una noche mala, de las de dar vueltas sin acabar de dormirse. Hay noches en que acaba dormido de madrugada sentado en el asiento del volante, con las piernas por alto, con el ordenador enfrente emitiendo en bucle para nadie cap¨ªtulos grabados de Breaking Bad. Decide ponerse en marcha a las ocho, no muy pronto, para atravesar las afueras de Par¨ªs sobre las diez y no coincidir con el atasco diario. L¨¢zaro ha pasado cerca de Par¨ªs cientos de veces, pero jam¨¢s ha entrado a la ciudad. No la conoce. Solo ha visto la Torre Eiffel desde muy lejos. El atasco es un factor determinante: en las nueve horas permitidas de conducci¨®n ¨Dcon atasco o sin ¨¦l¨D hay que llegar lo m¨¢s cerca posible de Huntingdon, la localidad inglesa donde, al d¨ªa siguiente, deber¨¢n descargarse las uvas. Por cierto: ¨¦l no ha probado ni una. ¡°Yo no soy muy de fruta¡±, dice el tipo que transporta por media Europa 24.000 kilos. Arranca a la hora prevista. El tac¨®grafo comienza a registrar.
Duls¨¦ D¨ªaz, secretario general adjunto de la Confederaci¨®n General de Transporte de Mercanc¨ªas (CGTM), una asociaci¨®n empresarial, achaca la carencia de conductores a la falta de atractivo de esta profesi¨®n. Recuerda que los j¨®venes prefieren ganar algo menos y, gracias al auge del comercio en l¨ªnea, dedicarse al transporte con furgonetas de reparto por la ciudad y dormir en su casa. ¡°Los camioneros internacionales ganan unos 3.000 euros. Los que reparten con furgonetas, pueden ganar 1.500 o menos pero lo prefieren. Adem¨¢s, el trato que reciben los camioneros de larga distancia no es bueno. Hay inseguridad en las ¨¢reas de servicio, lo que expulsa a muchas mujeres de este trabajo y, en muchos casos, se obliga a los conductores a descargar la mercanc¨ªa despu¨¦s de nueve horas de conducci¨®n¡±.
L¨¢zaro pone m¨²sica en la cabina, a veces de discoteca, a veces de Raphael, o conecta la radio para interesarse por los deportes. Otras veces, para entretenerse, habla por tel¨¦fono con su mujer, o con amigos camioneros que tambi¨¦n van en ruta. O, simplemente, conduce en silencio, guiado por las instrucciones de la voz neutra del navegador, que le encamina hacia el norte. A pesar de sus c¨¢lculos, atravesar Par¨ªs le est¨¢ retrasando m¨¢s de lo previsto.
A ¨¦l nunca le han robado, cuenta, pero conoce a compa?eros v¨ªctimas del truquito del spray. ¡°Es un spray de autodefensa. Cuando est¨¢s dormido, en la cabina, te echan por el huequito de la ventana, por una abertura que hay. Y el que est¨¢ dentro se queda atontado. Y entonces fuerzan la cerradura y entran. Mi compa?ero los vio entrar pero estaba como dormido. Le robaron el m¨®vil, las tarjetas, el ordenador, todo. Y ¨¦l no pudo hacer nada¡±. Desde entonces piensa en instalar un cierre especial, pero nunca se acuerda de ponerlo.
?l gana los 3.000 euros netos al mes. Pero asegura que hay otros camioneros como ¨¦l que perciben menos. En Francia el salario medio llega a 50.000 euros al a?o y en el Reino Unido, a 59.000, seg¨²n datos de Transport Intelligence. L¨¢zaro est¨¢ razonablemente satisfecho con su sueldo. Por eso entr¨® hace 25 a?os. Por eso sigue hoy: ¡°Para m¨ª, que no quise estudiar, era ir a la huerta a recoger limones y ganar 1.000 euros o subirme al cami¨®n y ganar m¨¢s. Al principio pens¨¦ que estar¨ªa unos a?os y lo dejar¨ªa. Pero ya ves¡¡±.
Pasa Calais, el Eurot¨²nel. Salva la nueva aduana para pasar al Reino Unido. Circula por las carreteras inglesas, que L¨¢zaro odia. Apura todo lo posible el horario del tac¨®grafo para alcanzar un aparcamiento de camiones situado en el ¨¢rea de descanso Cambrigde Services, a una veintena de kil¨®metros de Huntingdon. Objetivo cumplido. Ya es noche cerrada. Hay unos 200 camiones alineados en dos filas, frente a frente. Todo el mundo est¨¢ metido en sus cabinas. Es un lugar extra?o, algo inh¨®spito, des¨¦rtico en cierto modo. Una de las empleadas del aparcamiento habla algo de espa?ol y L¨¢zaro, que no habla nada en ning¨²n idioma, lo agradece. Hay un servicio de duchas. Hay un Burger King abierto 24 horas pero L¨¢zaro cena algo que lleva preparado en su nevera. Despu¨¦s se acuesta y pone Breaking Bad.
D¨ªa 3 Descarga en Huntingdon y de vuelta al continente
Antes de que amanezca, L¨¢zaro ya ha llevado el cargamento a un pol¨ªgono situado a las afueras de Huntingdon. Es una ciudad bonita, pero L¨¢zaro solo ha visto la parte fea, la que es igual a todas las partes feas de todas las ciudades del mundo, llenas de rotondas y naves industriales. Hoy no le ha tocado descargar. Pero otras veces, sobre todo en supermercados, tras pegarse el madrug¨®n o llevar nueve horas conduciendo, debe ponerse a vaciar el cami¨®n con una m¨¢quina que ayuda a elevar y a transportar los pal¨¦s. Hoy tampoco ha tenido que esperar mucho. Otros d¨ªas es mucho peor. A las diez de la ma?ana, pues, queda con el remolque libre y vac¨ªo. La empresa para la que trabaja, el Grupo Fuentes, propietarios de 500 camiones, le ordena que vuelva r¨¢pidamente de vac¨ªo hasta Calais. All¨ª se encontrar¨¢ con un compa?ero que viene desde Holanda con un cargamento de flores que tienen que llegar antes del domingo a Valencia, es decir, en dos d¨ªas. Para ello es necesaria una aut¨¦ntica carrera de relevos entre tres camiones frigor¨ªficos coordinados desde la base.
Antonio Fuentes es director de Log¨ªstica y Operaciones del Grupo Fuentes. Tambi¨¦n uno de los cinco hijos Fuentes que heredaron la empresa creada por el padre, que empez¨® con un solo cami¨®n. Es el responsable ¨²ltimo de coordinar esos 500 camiones que circulan casi constantemente por Europa para que optimicen al m¨¢ximo su rendimiento. Lo que se traduce en que L¨¢zaro reciba la orden instant¨¢nea de bajar sin perder un minuto hasta Calais. ¡°Lo que hace que falten conductores es lo que cualquiera ve cuando pasa varios d¨ªas en un cami¨®n¡±, dice.
De nuevo las carreteras odiadas del Reino Unido. De nuevo cruzar la frontera, en direcci¨®n opuesta. L¨¢zaro come en el Eurot¨²nel una hamburguesa que le cuesta un euro porque le hacen descuento. De nuevo Francia. En un aparcamiento de camiones, a las tres de la tarde, se cruzan los dos compa?eros del Grupo Fuentes. No se conocen entre ellos. Sergio Le¨®n trae las flores desde la ciudad holandesa de Aalsmeer, a 450 kil¨®metros. Intercambian los remolques. Le¨®n vuelve a Holanda de vac¨ªo a por m¨¢s flores. L¨¢zaro se lanza con las suyas hacia el sur a todo lo que d¨¦ el tac¨®grafo. Conduce de noche. Apura las nueve horas permitidas tanto que al final no encuentra un ¨¢rea de servicio con gasolinera y cafeter¨ªa para dormir. Debe pararse en un apartadero de la carretera, en un aparcamiento situado en un carril a?adido, en el kil¨®metro 27,7 de la N-10, a 19 kil¨®metros de Chartres. Literalmente, en ninguna parte. Son las nueve de la noche. Se acuesta. En Chartres, ese viernes, a esa hora, hay un espect¨¢culo tur¨ªstico de luces proyectadas sobre la imponente fachada de la catedral. En el oscuro kil¨®metro 27,7 de la N-10, cada vez que un cami¨®n sobrepasa al de L¨¢zaro, ¨¦ste, que trata de dormir, nota c¨®mo su cabina tabletea del estr¨¦pito.
D¨ªa 4 Con flores hacia el sur de Francia
Se lava con agua que lleva almacenada en un bid¨®n. Se toma un caf¨¦ que hace en una cafetera. No come nada. Arranca a las siete de la ma?ana, a¨²n de noche, envuelto en niebla. Debe llegar lo m¨¢s al sur posible, donde ir¨¢ a su encuentro otro compa?ero procedente de Espa?a con el que intercambiar¨¢, otra vez, el remolque. El compa?ero, m¨¢s fresco, enfilar¨¢ de vuelta hacia Valencia. L¨¢zaro, que con este s¨¢bado que acaba de comenzar ya ha cumplido seis d¨ªas seguidos de trabajo, deber¨¢ pararse a descansar 24 horas en un ¨¢rea de servicio cuando llegue la noche.
Juan Jos¨¦ Gil, secretario general de la Federaci¨®n Nacional de Asociaciones de Transporte de Espa?a (Fenadismer), asegura que la profesi¨®n ha perdido el antiguo atractivo algo aventurero de alguien que quer¨ªa conocer el mundo. ¡°Ahora los j¨®venes lo pueden hacer de otra manera con los vuelos baratos. Hay que buscar otros incentivos para que esta profesi¨®n vuelva a atraer¡±, a?ade. El brit¨¢nico Michael Clover, uno de los expertos de Transport Intelligence, agrega que hay que incrementar la seguridad de las ¨¢reas de servicio, los bonus a los transportistas y apoyarse m¨¢s en la tecnolog¨ªa para rentabilizar cada viaje, entre otras medidas.
Mientras, L¨¢zaro, al volante por una autopista francesa, a los 90 kil¨®metros por hora de siempre, se contradice algo a s¨ª mismo y afirma que vivir atado a un cami¨®n esconde tambi¨¦n ciertas ventajas. ¡°Lo llegas a echar de menos. Es adictivo, como una droga. Es que cuando conduces, cuando vas solo ¨Da m¨ª me gusta ir solo a pesar de todo¨D, parece que vives de otra manera, como si adem¨¢s de la vida que vives con tu mujer y tus hijas en tu pueblo, tuvieras una vida aparte, algo as¨ª, no s¨¦...¡±.
Aparca a las seis de la tarde en un ¨¢rea de servicio de la A-10 situada a 110 kil¨®metros al sur de Burdeos. Aqu¨ª esperar¨¢ a su compa?ero. Aqu¨ª le entregar¨¢ las flores y ¨¦l se quedar¨¢, parado, las 24 horas reglamentarias. Se duchar¨¢, tomar¨¢ caf¨¦s, tal vez cocine algo en un hornillo en un lateral del cami¨®n. Tal vez encuentre alg¨²n espa?ol con el que charlar. Ver¨¢ m¨¢s cap¨ªtulos de Breaking Bad. Despu¨¦s, alguien de la empresa Fuentes le indicar¨¢ el pr¨®ximo destino. Y en seis d¨ªas llegar¨¢ a casa. Y dos d¨ªas libres y vuelta a empezar.