La descarbonizaci¨®n del planeta pasa por un apoyo m¨¢s decidido al mundo en v¨ªas de desarrollo
Necesitamos descarbonizar la actividad humana y necesitamos hacerlo r¨¢pido. ?Lo lograremos? No, salvo que redoblemos el apoyo financiero internacional al mundo en v¨ªas de desarrollo. Aprovechemos la COP26 para avanzar decididamente en esta direcci¨®n.
Cada d¨ªa que pasa son m¨¢s los pa¨ªses e instituciones p¨²blicas y privadas que se adhieren a la ¡®Carrera hacia las emisiones cero¡¯ (¡¯Race To Zero Campaign¡¯) promovida por Naciones Unidas con ocasi¨®n de la COP26 que se celebrar¨¢ en Glasgow la pr¨®xima semana.
Cumplir con el compromiso de ser neutros en emisiones de carbono antes de 2050 no va a ser tarea f¨¢cil para nadie. Conseguir que nuestra sociedad funcione sin emisiones implica enormes cambios en pr¨¢cticamente todas nuestr...
Cada d¨ªa que pasa son m¨¢s los pa¨ªses e instituciones p¨²blicas y privadas que se adhieren a la ¡®Carrera hacia las emisiones cero¡¯ (¡¯Race To Zero Campaign¡¯) promovida por Naciones Unidas con ocasi¨®n de la COP26 que se celebrar¨¢ en Glasgow la pr¨®xima semana.
Cumplir con el compromiso de ser neutros en emisiones de carbono antes de 2050 no va a ser tarea f¨¢cil para nadie. Conseguir que nuestra sociedad funcione sin emisiones implica enormes cambios en pr¨¢cticamente todas nuestras actividades. Exige modificar nuestros h¨¢bitos y comportamientos. Exige desplegar tecnolog¨ªas sin emisiones en todos los sectores contaminantes, desde el el¨¦ctrico hasta el del transporte mar¨ªtimo, la aviaci¨®n y el resto de formas de transporte; desde el metal¨²rgico al del cemento y la industria del pl¨¢stico hasta la agricultura y la ganader¨ªa. En muchos casos, primero tendremos que desarrollar tecnolog¨ªas libres de emisiones que no existen en la actualidad.
Esta transformaci¨®n a gran escala va a requerir inyecciones de capital colosales, en un volumen nunca visto antes en ninguna econom¨ªa. Se estima que para alcanzar estos objetivos habr¨¢ que invertir m¨¢s de 150 billones de d¨®lares entre 2020 y 2050, alrededor de un 5% del PIB mundial.
En t¨¦rminos puramente econ¨®micos gran parte de esta inversi¨®n se justifica por s¨ª sola. Muchas tecnolog¨ªas limpias existentes hoy tienen menores costes operativos que su alternativa sucia, compensando as¨ª con creces la inversi¨®n inicial. Este es el caso de las inversiones en generaci¨®n de energ¨ªa renovable, veh¨ªculos el¨¦ctricos, eficiencia energ¨¦tica o en determinados aspectos de las actividades agr¨ªcolas (por ejemplo, el uso de fertilizantes).
En otros casos, sobre todo en sectores industriales, har¨¢ falta incentivar el desarrollo y adopci¨®n de tecnolog¨ªas limpias que hoy por hoy no son competitivas. Un mercado mundial eficiente de derechos de emisiones de carbono ser¨ªa el mejor incentivo, ya que establecer¨ªa un precio por el impacto negativo que supone emitir CO2. Las tecnolog¨ªas limpias evitar¨ªan dicho coste adicional, lo cual las har¨ªa relativamente m¨¢s competitivas.
La coordinaci¨®n con los pa¨ªses emergentes
Las econom¨ªas emergentes deben sumarse decididamente a la carrera hacia la descarbonizaci¨®n, por dos motivos. Primero, como indica Naciones Unidas, estos pa¨ªses van a padecer mucho m¨¢s las consecuencias negativas del cambio clim¨¢tico que el mundo desarrollado. En segundo lugar, estas regiones cuentan con un potencial enorme para el desarrollo de proyectos en energ¨ªas renovables, as¨ª como para el despliegue de soluciones naturales para compensar las emisiones de CO2. Esto representa una inmensa oportunidad de crecimiento y desarrollo.
Sin embargo, pocos pa¨ªses emergentes lo han hecho. La mayor¨ªa de los pa¨ªses de ?frica, Asia o Am¨¦rica Latina no han asumido todav¨ªa un objetivo de neutralidad en carbono, ni han limitado ni establecido un precio para las emisiones de CO2. ?A qu¨¦ se debe? Falta de convicci¨®n y de recursos.
Como presidente de un banco con una fuerte presencia en mercados emergentes, puedo dar fe de que la percepci¨®n sobre la necesidad de la descarbonizaci¨®n es muy distinta en esos pa¨ªses. La sensaci¨®n de urgencia se ve superada por otros problemas m¨¢s inmediatos y acuciantes, como la desigualdad, la salud o la falta de infraestructuras, especialmente despu¨¦s de la pandemia.
La reducci¨®n de emisiones se percibe como algo con un coste dif¨ªcilmente asumible, y que adem¨¢s se traducir¨¢ en un menor crecimiento y un desarrollo m¨¢s lento. De hecho, el volumen de inversi¨®n asociado a la transici¨®n supera con creces el bill¨®n de euros anual hasta 2030, siete veces el nivel actual. Estos pa¨ªses no disponen de los recursos necesarios, ni tienen la capacidad de atraer capital externo. Sin el apoyo del mundo desarrollado, no van a poder responder al desaf¨ªo ni aprovechar la oportunidad que podr¨ªa suponer.
No podr¨¢n tampoco unirse a esta carrera, lo que tendr¨¢ consecuencias nefastas. Sin ellos, excederemos nuestro objetivo colectivo de emisiones de carbono; sin ellos no podremos implantar de manera efectiva un mercado global de emisiones de CO2; sin ellos no aprovecharemos su potencial para desarrollar proyectos verdes. En resumen, colectivamente fracasaremos en nuestro empe?o de descarbonizar el planeta, que es ¨²nico y el mismo para todos.
El respaldo econ¨®mico del mundo desarrollado a los pa¨ªses en v¨ªas de desarrollo debe ser m¨¢s decidido, tanto por el planeta como para reducir la brecha de desigualdad. Esta idea no es nueva. En 2009, durante la COP15 celebrada en Copenhague, los pa¨ªses desarrollados acordaron movilizar, antes de 2020, 100.000 millones de d¨®lares al a?o en acciones de mitigaci¨®n y adaptaci¨®n en los pa¨ªses en desarrollo. Reiteraron su compromiso en Par¨ªs en 2015. En junio pasado, una vez m¨¢s, el G7 se comprometi¨® a movilizar 100.000 millones de d¨®lares al a?o hasta 2025.
Doce a?os m¨¢s tarde, nuestro nivel de ambici¨®n deber¨ªa haber aumentado de manera muy significativa, ya que est¨¢ claro que 100.000 millones de d¨®lares (alrededor del 0,2% del PIB de los pa¨ªses desarrollados) est¨¢ muy por debajo de la cantidad necesaria para cumplir los objetivos de mitigaci¨®n y adaptaci¨®n. Lejos de ello, ni siquiera hemos cumplido ese compromiso inicial. Seg¨²n los ¨²ltimos datos disponibles de la OCDE, el programa de financiaci¨®n clim¨¢tica de las econom¨ªas desarrolladas solo alcanz¨® los 79.600 millones de d¨®lares en 2019. A pesar de los recientes anuncios del presidente Biden (para cuadruplicar la contribuci¨®n de Estados Unidos) y de la presidenta Von der Leyen (incrementando el apoyo de la UE en 4.000 millones de euros) nos vamos a seguir quedando cortos.
Necesitamos ser m¨¢s ambiciosos. Tambi¨¦n necesitamos contar urgentemente con un marco m¨¢s s¨®lido para asegurar que los pa¨ªses cumplen sus compromisos, incluidas cantidades anuales espec¨ªficas por pa¨ªs; claridad sobre c¨®mo se van a financiar esos compromisos, especificando el papel del capital privado y de las instituciones p¨²blicas; claridad sobre c¨®mo se repartir¨¢n los fondos entre los pa¨ªses; y todo esto basado en un mecanismo de gobernanza s¨®lido para aumentar la transparencia, la previsibilidad y la confianza en los flujos futuros de financiaci¨®n clim¨¢tica. Quiz¨¢s, algunas instituciones multilaterales existentes, como el Fondo Monetario Internacional y los bancos multilaterales de desarrollo, puedan ayudar de alguna manera, dado que han ¡°testado y probado¡± v¨ªas para recaudar fondos y canalizar financiaci¨®n internacional, incluida la movilizaci¨®n de fondos privados.
El tiempo se agota. La COP26 en Glasgow representa una gran oportunidad para dar un paso al frente y sentar las bases para pasar de las palabras a la acci¨®n en el apoyo a los pa¨ªses emergentes en su camino hacia la descarbonizaci¨®n. Por el bien de nuestro planeta, hag¨¢moslo realidad esta vez.