La gran subasta de la globalizaci¨®n: EE UU, China y Europa tiran de chequera para dominar sectores clave
La guerra de subsidios alentada por Washington amenaza con provocar una desbandada de empresas europeas para producir al otro lado del Atl¨¢ntico
La globalizaci¨®n ha dejado de ser un terreno de juego neutro ¡ªsi es que alguna vez lo fue¡ª donde las empresas analizan los costes salariales, el tama?o del mercado, la seguridad jur¨ªdica, o las facilidades de transporte para decidir d¨®nde instalan sus f¨¢bricas. Un nuevo actor, el Estado, ha irrumpido con fuerza, cargado de programas de subsidios multimillonarios, para enviar al ba¨²l de los recuerdos la m¨¢xima capitalista del laissez-faire. La idea de que los poderes p¨²blicos no deben intervenir porque el sistema es capaz de autorregularse ha quedado sepultada bajo el convencimiento occi...
La globalizaci¨®n ha dejado de ser un terreno de juego neutro ¡ªsi es que alguna vez lo fue¡ª donde las empresas analizan los costes salariales, el tama?o del mercado, la seguridad jur¨ªdica, o las facilidades de transporte para decidir d¨®nde instalan sus f¨¢bricas. Un nuevo actor, el Estado, ha irrumpido con fuerza, cargado de programas de subsidios multimillonarios, para enviar al ba¨²l de los recuerdos la m¨¢xima capitalista del laissez-faire. La idea de que los poderes p¨²blicos no deben intervenir porque el sistema es capaz de autorregularse ha quedado sepultada bajo el convencimiento occidental de que cruzarse de brazos es sin¨®nimo de regalar a China ¡ªsin reparos a la hora de entregar ayudas¡ª la hegemon¨ªa de ciertos sectores estrat¨¦gicos, b¨¢sicamente los relacionados con el clima, la energ¨ªa y la tecnolog¨ªa. As¨ª ocurri¨® con la producci¨®n de placas solares, pr¨¢cticamente monopolizada por compa?¨ªas del gigante asi¨¢tico, que surten al mundo, en pleno auge de las renovables, sin apenas competencia por sus bajos precios.
La pugna comercial en marcha ha sido un ba?o de realidad para Europa. Puede que EE UU lleve m¨¢s de un a?o siendo un importante aliado en el conflicto de Ucrania, pero la competici¨®n econ¨®mica es otra cosa. Incluso cuando en el Despacho Oval se sienta Joe Biden, un dem¨®crata, tradicionalmente percibidos como menos tentados por los cantos de sirena del nacionalismo econ¨®mico y m¨¢s partidarios de cuidar la relaci¨®n transatl¨¢ntica. La nueva pol¨ªtica industrial que Estados Unidos est¨¢ dise?ando a trav¨¦s de la Ley de Reducci¨®n de la Inflaci¨®n y la de Chips y Ciencia (ambas de agosto de 2022), y la de Inversi¨®n en Infraestructuras y Empleos (de noviembre de 2021), despliega una oleada de atractivos incentivos para que las empresas produzcan en suelo americano. Y eso choca con los intereses europeos: en muchos casos, hacerlo all¨ª significar¨¢ que no se establecer¨¢n en los Veintisiete, o peor a¨²n, que se ir¨¢n en el caso de las que ya est¨¢n.
La Ley de Reducci¨®n de la Inflaci¨®n (IRA, por sus siglas en ingl¨¦s) ha sido el desencadenante del malestar europeo. Su potencia de fuego es de 369.000 millones de d¨®lares (cerca de 350.000 millones de euros) en los pr¨®ximos diez a?os para reforzar la seguridad energ¨¦tica y combatir el cambio clim¨¢tico, aunque aspira a movilizar mucho m¨¢s. Las subvenciones promover¨¢n energ¨ªas limpias como el hidr¨®geno verde, los proyectos solares y e¨®licos y combustibles para aviaci¨®n m¨¢s sostenibles e incentivar¨¢n la producci¨®n de minerales cr¨ªticos necesarios para las bater¨ªas de los coches el¨¦ctricos, como el litio, el n¨ªquel, el manganeso y el grafito, de los que China es ahora uno de los grandes proveedores. El poderoso paquete de subvenciones y recortes fiscales tambi¨¦n prev¨¦ ayudas de 7.500 d¨®lares para los consumidores por la compra de coches el¨¦ctricos nuevos, siempre que al menos un 40% de las materias primas usadas para la bater¨ªa del coche se extraigan en Estados Unidos o en un pa¨ªs con el que tenga firmado un acuerdo de libre comercio.
La m¨²sica puede tener una melod¨ªa atractiva si se escucha superficialmente, pues son medidas beneficiosas para el planeta que ayudan a cumplir con el Acuerdo de Par¨ªs. Pero cuanto m¨¢s la escuchan sus socios europeos, menos les gusta. Para el laboratorio de ideas Bruegel, con sede en Bruselas, Europa sufrir¨¢ las consecuencias. ¡°La IRA podr¨ªa tener un impacto directo en el comercio y las decisiones sobre d¨®nde ubicar la producci¨®n¡±, advierte en un an¨¢lisis. Seg¨²n sus c¨¢lculos, reducir¨¢ el precio medio de un veh¨ªculo en alrededor de una quinta parte, lo que volver¨¢ menos competitivos los coches el¨¦ctricos excluidos de los cr¨¦ditos. ¡°Esto podr¨ªa tener un impacto sustancial en la capacidad de las empresas automotrices extranjeras de mantener sus actuales cuotas en el mercado estadounidense. Para la UE, podr¨ªa haber grandes p¨¦rdidas en sus exportaciones a EE UU¡±, a?ade.
Vista la reacci¨®n del sector, no parece que las de Bruegel sean predicciones apocal¨ªpticas. En un reciente mensaje en la red social LinkedIn, el directivo de Volkswagen Thomas Schmall lanzaba un llamativo aviso a las autoridades europeas: ¡°Hoy en d¨ªa, el negocio de las bater¨ªas est¨¢ liderado por empresas asi¨¢ticas. Y mientras Estados Unidos se est¨¢ poniendo al d¨ªa gracias a la IRA, Europa se est¨¢ quedando cada vez m¨¢s rezagada. Las condiciones de la IRA son tan atractivas que Europa corre el riesgo de perder la carrera por los miles de millones de inversiones que se decidir¨¢n en los pr¨®ximos meses y a?os¡±.
El mensaje fue algo as¨ª como un mal augurio de lo que estaba por venir. Semanas despu¨¦s, la marca alemana suspendi¨® sus planes de instalar una planta en Europa del Este, y se plantea en su lugar llevarla a EE UU, donde podr¨ªa recibir hasta 10.000 millones de euros en subvenciones. El cambio de idea est¨¢ pendiente de materializarse, a la espera de conocer si hay una ambiciosa respuesta europea al plan estadounidense que le haga m¨¢s rentable quedarse. El poder del dinero p¨²blico, m¨¢s que nunca, manda sobre las decisiones corporativas.
La percepci¨®n es que Europa, pese a las ingentes ayudas del plan de recuperaci¨®n NextGenerationEU, se est¨¢ quedando atr¨¢s. De esa opini¨®n es Carsten Brzeski, jefe global de Macro de ING. ¡°La UE llega muy tarde a la fiesta. EE UU y China comenzaron la carrera por los subsidios mucho antes. Para la UE, la gran pregunta ser¨¢ si realmente podemos cerrar la brecha con EE UU y China. Probablemente no. Para m¨ª, el mayor ganador de la carrera ser¨¢ EE UU, dado que tiene energ¨ªa propia (y de bajo precio), un sector de tecnolog¨ªa punta altamente competitivo y una fuerte innovaci¨®n. Adem¨¢s de un mercado interior que funciona correctamente¡±, sostiene por correo electr¨®nico.
?Proteccionismo?
Las posturas van desde los que acusan a EE UU de adentrarse en una deriva proteccionista al alentar la producci¨®n en su suelo de un modo que atenta contra las reglas de la Organizaci¨®n Mundial del Comercio (OMC), a los que defienden su actuaci¨®n y la califican de inteligente. En este ¨²ltimo grupo est¨¢ Roland Gillet, profesor de Econom¨ªa Financiera en la Universidad de la Sorbona de Par¨ªs y en la Universidad Libre de Bruselas. ¡°El proteccionismo es lo contrario a lo que hace EE UU, porque ofrecen ventajas fiscales a empresas que no son americanas, mientras que nosotros queremos que sigan produciendo aqu¨ª, aun siendo menos competitivos energ¨¦ticamente. Europa podr¨ªa dar las mismas ventajas si quisiera ser competitiva, pero eso cuesta muy caro. A diferencia de Europa, EE UU no se ha visto tan golpeado por la crisis de los precios del gas y el petr¨®leo, por lo que ahora tienen medios para animar a empresas extranjeras a producir all¨ª. Es muy astuto. Igual que China, que ha llegado a acuerdos de suministro energ¨¦tico con Rusia para comprar m¨¢s barato lo que no puede vender a Europa¡±.
Joaqu¨ªn Almunia, comisario europeo de Competencia entre 2010 y 2014, no opina igual. Critica que la IRA estadounidense promueve una competencia desleal contraria a las normas de la OMC, y cree que la UE debe entablar conversaciones cuanto antes para que haya una rectificaci¨®n. ¡°Es necesario alcanzar un acuerdo con Washington antes de que se extiendan sus consecuencias negativas sobre la localizaci¨®n de inversiones europeas¡±, estima. Almunia se?ala que la UE est¨¢ tomando medidas para minimizar su impacto, como flexibilizar el control de las Ayudas de Estado para que los pa¨ªses tengan m¨¢s margen para subsidiar a la industria, planes de apoyo al sector de los semiconductores y a las tecnolog¨ªas verdes, y otras ayudas que ya estaban vigentes antes.
El problema es que no todos los pa¨ªses de la UE tienen la misma capacidad de actuaci¨®n, porque unos son m¨¢s ricos que otros, o tienen menos deuda, lo cual provoca desequilibrios, como alerta Almunia. ¡°Casi el 80% de todas las ayudas aceptadas como compatibles han sido acordadas en Alemania (50%) y Francia (casi el 30%). De continuar esa pr¨¢ctica, el mercado interior tender¨¢ a generar una distorsi¨®n muy da?ina para los pa¨ªses miembros sin ese poder¨ªo econ¨®mico-financiero¡±.
Lo que sucede con los coches el¨¦ctricos puede replicarse en otros ¨¢mbitos, como el hidr¨®geno. As¨ª lo apunta Pau Ruiz Guix, Fulbright en la Universidad de Georgetown y colaborador del Real Instituto Elcano. ¡°El apoyo de EE UU al hidr¨®geno puede afectar las decisiones de inversi¨®n en esta industria, desplazando inversiones al otro lado del Atl¨¢ntico y potencialmente convirtiendo a la UE en importadora de hidr¨®geno subvencionado. Si la UE quiere alcanzar su objetivo y producir 10 millones de toneladas de hidr¨®geno verde en 2030, los l¨ªderes europeos deber¨¢n recalibrar c¨®mo atraer inversiones¡±.
?Por qu¨¦ el plan de Bruselas es menos atractivo si tambi¨¦n incluye importantes subvenciones? Bruegel lo explica as¨ª. ¡°La principal diferencia entre EE UU y la UE puede no estar en el volumen total de subsidios verdes (excepto en energ¨ªas renovables, donde se espera que EE UU contin¨²e a la zaga de la UE), sino m¨¢s bien en el aspecto cualitativo. Los subsidios de la IRA discriminan a los productores extranjeros de una manera que no lo hacen los subsidios de la UE. Y la IRA proporciona apoyo a la fabricaci¨®n de tecnolog¨ªas limpias de una manera particularmente simple ¡ªa trav¨¦s de cr¨¦ditos fiscales que cubren 10 a?os¡ª mientras el apoyo comparable de la UE est¨¢ m¨¢s fragmentado, generalmente se considera m¨¢s lento y m¨¢s burocr¨¢tico, y a veces est¨¢ concebido para el corto plazo¡±.
De nuevo emerge la idea de una Europa pesada y torpe, aquella que se qued¨® sin campeones tecnol¨®gicos entre los fabricantes del jugoso pastel de la telefon¨ªa m¨®vil, atascada en su marasmo institucional de Parlamento, Consejo, Comisi¨®n y 27 Estados. Para Alicia Garc¨ªa Herrero, economista jefe de Asia-Pac¨ªfico en Natixis, ¡°los americanos lo han hecho mejor, mucho m¨¢s f¨¢cil, y parece que van a atraer m¨¢s empresas que los europeos con tantos instrumentos diferentes¡±. Sin embargo, cree que China lo tiene a¨²n peor. ¡°Sus empresas no pueden acceder a subsidios, y van a tener que salir de la cadena de producci¨®n estadounidense¡±. Eso tendr¨¢ un precio para Washington. ¡°Va a necesitar tiempo para reducir la dependencia de China. Creo que poco a poco lo conseguir¨¢, pero a un coste elevado, porque no ser¨¢ tan barato como importar los paneles solares de China¡±.
La guerra de los chips
Otro sector que se est¨¢ viendo regado por miles de millones de las arcas de los Estados, el de los semiconductores, es probablemente el que mejor ilustra el tira y afloja geopol¨ªtico. EE UU busca impedir el acceso de China a tecnolog¨ªa puntera y prohibi¨® el pasado octubre suministrar a sus compa?¨ªas determinados semiconductores fabricados con tecnolog¨ªa estadounidense. Pero la desconfianza es mutua. Hace solo unos d¨ªas, Pek¨ªn prohibi¨® a los operadores de infraestructuras clave del pa¨ªs comprar productos de la firma estadounidense de chips Micron.
Estos microsc¨®picos componentes, m¨¢s peque?os que un virus, est¨¢n presentes en todo tipo de m¨¢quinas con las que interactuamos cotidianamente, como electrodom¨¦sticos, m¨®viles o coches ¡ªlos el¨¦ctricos usan unos 2.000, el doble que los convencionales¡ª, pero tambi¨¦n en drones y tecnolog¨ªa aplicada a usos militares. Hoy por hoy, son fabricados mayoritariamente en Asia, sobre todo en Taiw¨¢n y Corea del Sur. Su carencia durante la pandemia, cuando las cadenas de suministro sufrieron cuellos de botella, oblig¨® a detener temporalmente la producci¨®n de plantas de autom¨®viles. Y provoc¨® un cambio de paradigma en Occidente: mejor aumentar la fabricaci¨®n casera, aunque sea m¨¢s cara, que estar expuestos al shock econ¨®mico que supondr¨ªa cualquier nuevo corte en el suministro, m¨¢xime cuando sobre el gran proveedor, Taiw¨¢n, planea el peligro de una invasi¨®n china. Si eso sucediera, los problemas de suministro de gas acaecidos por la invasi¨®n rusa se quedar¨ªan peque?os.
Washington ha aprobado un paquete de 280.000 millones de d¨®lares para instalar nuevas f¨¢bricas de chips ¡ªmuy caras, solo una de ellas puede llegar a costar 20.000 millones¡ª e invertir en innovaci¨®n, centros de alta tecnolog¨ªa y formaci¨®n de trabajadores. La ley de chips europea contempla movilizar 43.000 millones de euros. Y todo ese man¨¢ est¨¢ generando una fiera competencia, no solo entre bloques, sino entre los propios pa¨ªses de la UE, por convencer a las compa?¨ªas de instalen las f¨¢bricas en sus territorios.
La estadounidense Intel fue noticia en febrero porque tras acordar construir una f¨¢brica en la ciudad alemana de Magdeburgo a cambio de 6.800 millones de euros en subsidios p¨²blicos, aument¨® repentinamente la cantidad que ped¨ªa hasta 10.000 millones. Argument¨® que los costes energ¨¦ticos eran m¨¢s elevados de lo previsto, y la tecnolog¨ªa a producir, m¨¢s avanzada de lo planeado inicialmente. ¡°No creo que sea un problema de inflaci¨®n. La estrategia de ¡°si no consigo m¨¢s dinero aqu¨ª, me voy a otro pa¨ªs que me promete m¨¢s¡± es, como siempre, una baza en la negociaci¨®n¡±, sostiene Gonzalo Le¨®n, profesor em¨¦rito de la Universidad Polit¨¦cnica de Madrid.
Espa?a busca su hueco
Corea del Sur, donde tiene su sede el coloso de los chips Samsung. Y Jap¨®n, sede de una potente industria automovil¨ªstica encabezada por Toyota ¡ªy muy necesitada de chips¡ª, tambi¨¦n han lanzado ya ambiciosos planes p¨²blicos. Incluso la India tiene en marcha su propio proyecto de desarrollo de una f¨¢brica avanzada. En China, golpeada por las restricciones estadounidenses, las empresas privadas del sector est¨¢n muy condicionadas por el Gobierno, como recoge el investigador estadounidense Chris Miller en su fabulosa obra Chip War. ¡°Casi todas las empresas de chips de China dependen del apoyo del gobierno, por lo que est¨¢n orientadas hacia objetivos nacionales tanto como hacia los comerciales¡±. Un ejecutivo de la firma YMTC puso palabras a esa realidad: ¡°Obtener ganancias y cotizar en Bolsa... no son la prioridad [...,] la meta es fabricar los chips para el pa¨ªs y hacer realidad el sue?o chino¡±.
En Espa?a, el encargado de cumplir con la compleja tarea de construir un ecosistema de chips es Jaime Martorell, comisionado del PERTE con mayor dotaci¨®n, 12.250 millones de euros de dinero de los contribuyentes. ¡°El hecho de que m¨¢s del 80% de la capacidad de fabricaci¨®n de chips a nivel mundial est¨¦ localizada en dos pa¨ªses asi¨¢ticos ha generado una necesidad de diversificaci¨®n y reequilibro de la cadena suministro¡±, relata. Junto a la fuerza de los subsidios, Martorell vende en sus negociaciones con las multinacionales el potencial de la infraestructura cient¨ªfica espa?ola, la disponibilidad de capital humano de excelencia, la competitividad de la infraestructura energ¨¦tica, log¨ªstica o de transportes, la conectividad, el bajo precio de las renovables y una inflaci¨®n por debajo de la europea. ¡°Sin olvidar las fuerzas tractoras de la demanda dom¨¦stica de microchips, como son el sector de la automoci¨®n, donde somos el segundo fabricante europeo, las telecomunicaciones o el sector aeroespacial¡±.
La subasta est¨¢ en marcha. Y de su resultado dependen millones de empleos e inversiones en las pr¨®ximas d¨¦cadas. ¡°Dios decidi¨® d¨®nde est¨¢n las reservas de petr¨®leo. Nosotros decidimos d¨®nde ponemos las f¨¢bricas¡±, resumi¨® Pat Gelsinger, consejero delegado de Intel, una de las empresas m¨¢s cortejadas.
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