Microchips: c¨®mo el pulso entre potencias se libra en nan¨®metros
La pujanza econ¨®mica y militar depende de los semiconductores de alta gama, el 90% de los cuales se produce en Taiw¨¢n. EE UU y China, pero tambi¨¦n la UE, mueven fichas para no perder la gran partida del futuro
El pulso de poder entre las grandes potencias del siglo XXI se juega en un campo de batalla de nan¨®metros. Esta min¨²scula unidad de longitud, que equivale a la milmillon¨¦sima parte de un metro, casi inimaginable, es la de referencia en el desarrollo de los microchips, un segmento fundamental en la carrera tecnol¨®gica moderna. Los gobiernos del mundo saben que los avances en sectores como la inteligencia artificial o la supercomputaci¨®n ser¨¢n decisivos en la configuraci¨®n del futuro balance de poder global, siendo el manantial del que brotar¨¢n la pujanza econ¨®mica y militar. Los microchips son la base imprescindible para todo progreso tecnol¨®gico electr¨®nico. Alrededor de ellos se libra un pulso geopol¨ªtico de una importancia que es dif¨ªcil sobreestimar. La decisi¨®n de la Administraci¨®n de Joe Biden, el pasado mes de octubre, de activar medidas restrictivas para evitar que China disponga o pueda producir microchips de alta gama ¡ªalegando la voluntad de no contribuir con tecnolog¨ªa estadounidense a los avances de un adversario considerado amenazante¡ª ha proyectado este pulso a un nivel de alt¨ªsima tensi¨®n.
Los microchips son conjuntos de circuitos electr¨®nicos instalados en peque?as piezas planas de silicio del tama?o de una u?a humana. Los m¨¢s sofisticados logran albergar en esa superficie decenas de miles de millones de min¨²sculos transistores. La Enciclopedia brit¨¢nica se?ala que la mayor¨ªa de los virus tiene un di¨¢metro de entre 20 y 400 nan¨®metros. IBM anunci¨® en 2021 que desarrolla transistores que miden 2. Los transistores funcionan como interruptores conectados en patrones hipercomplejos dentro de las obleas de silicio que, en los modelos m¨¢s avanzados, pueden conformarse con m¨¢s de 200 capas infinitesimales sobrepuestas. El silicio es fundamental por su calidad de semiconductor, es decir, uno de los elementos que, seg¨²n las circunstancias, pueden ser conductores o aislantes. De ah¨ª que a veces se utilice el vocablo semiconductores para referirse a los chips, y de ah¨ª tambi¨¦n el nombre de Silicon Valley. Estos aparatos pueden tener varias funcionalidades, siendo las dos principales la l¨®gica ¡ªprocesamiento de informaci¨®n para desarrollar tareas¡ª y la memoria ¡ªalmacenamiento de informaci¨®n¡ª. Son necesarios para pr¨¢cticamente todo en la vida moderna. Desde los m¨¢s sencillos, utilizados para aparatos como los electrodom¨¦sticos, hasta los m¨¢s sofisticados, imprescindibles para actividades de supercomputaci¨®n, inteligencia artificial, aplicaciones militares.
Monopolios y cuellos de botella
Estos ¨²ltimos son aquellos alrededor de los cuales se libra principalmente la pugna geopol¨ªtica. Para entenderla hay primero que comprender la extraordinaria complejidad del ecosistema de dise?o y manufactura de esos productos, una cadena que requiere impresionantes capacidades tecnol¨®gicas y en la que existen m¨²ltiples cuellos de botella con empresas en posici¨®n dominante ¡ªo hasta monopol¨ªstica¡ª en segmentos clave. Esta realidad industrial determina las acciones pol¨ªticas. El silicio es muy abundante en la naturaleza, pero a partir de ah¨ª el proceso implica, desde el dise?o a la producci¨®n, en varios pasos capacidades de precisi¨®n asombrosas en manos de muy pocos actores. Un recorrido est¨¢ndar para fabricar un microchip de alta gama pasa por la preeminencia en el dise?o y en los softwares necesarios para ello de un pu?ado de empresas entre las que destacan algunas estadounidenses y Arm, compa?¨ªa establecida en el Reino Unido y de propiedad japonesa. En la fase de fabricaci¨®n, es imprescindible maquinaria ultrasofisticada. Aqu¨ª, destacan la holandesa ASML, monopolista en cierto tipo de aparatos que desarrollan la fotolitograf¨ªa, uno de los procesos necesarios para conformar microchips de alta gama; la japonesa Tokyo Electron, o las estadounidenses KLA, LAM Applied Materials, productoras de otros tipos de maquinaria relevante. Adem¨¢s, por supuesto, son necesarias plantas de fabricaci¨®n con est¨¢ndares de limpieza alt¨ªsimos, muy superiores a los de los quir¨®fanos, ya que una min¨²scula part¨ªcula puede estropear el producto. Se estima que poner en marcha una planta cuesta alrededor de 20.000 millones de d¨®lares. En este apartado, las referencias son la taiwanesa TSMC, sobre todo, y la surcoreana Samsung.
Esta descripci¨®n simplificada evidencia una cadena de producci¨®n internacional, pero no global. Ning¨²n pa¨ªs dispone o est¨¢ cerca de poder alimentar de forma aut¨®noma toda la cadena de producci¨®n. Pero EE UU dispone de varias capacidades decisivas en el proceso de alta gama, con un conjunto de grandes empresas activas en distintos ¨¢mbitos del sector ¡ªcomo Apple, Nvidia, Intel, Qualcomm u otras¡ª y de relaciones de estrecha alianza con pa¨ªses que son la base de operadores clave de este mercado. Es haciendo hincapi¨¦ en estos puntos de fuerza como intenta, a trav¨¦s de las medidas lanzadas en octubre y esfuerzos diplom¨¢ticos posteriores, frenar el acceso de China a los microchips m¨¢s avanzados ¡ªno a aquellos que sirven para neveras, teles, coches u ordenadores normales¡ª. Washington alega, para justificar su acci¨®n, que Pek¨ªn avanza hacia actitudes cada vez m¨¢s represivas en el interior y asertivas en lo exterior, y que por tanto no quiere permitir que use su tecnolog¨ªa para afinar sistemas que la refuercen en esas acciones, dando m¨¢s capacidades a sus aparatos militares y de seguridad. Argumenta que en China es indistinguible el sector militar p¨²blico del privado y, por lo tanto, a diferencia de acciones del pasado, estas restricciones se aplican de forma generalizada. China considera que se trata de excusas que camuflan la intenci¨®n de llevar a cabo una contenci¨®n generalizada del ascenso chino.
La estrategia de Washington contempla cuatro pasos interconectados, descritos de forma esclarecedora en un informe de Gregory C. Allen publicado por el Centro para los Estudios Internacionales y Estrat¨¦gicos: 1) estrangular la industria de la inteligencia artificial china restringiendo el acceso a microchips de alta gama; 2) impedir que China dise?e chips de alta gama aut¨®nomamente cortando su acceso a softwares estadounidenses de dise?o de esos modelos; 3) evitar que China manufacture chips de alta gama impidiendo el acceso a equipamiento construido en EE UU; y 4) obstaculizar la creaci¨®n de maquinaria china para fabricar este tipo de chips vetando el acceso a componentes estadounidenses. EE UU trata de que la maniobra sea eficaz involucrando tambi¨¦n a pa¨ªses y compa?¨ªas extranjeros. En parte, a trav¨¦s de reglas que reclaman la aplicaci¨®n de las restricciones de Washington a compa?¨ªas extranjeras que, en alg¨²n momento de sus procesos productivos, hayan utilizado tecnolog¨ªa estadounidense. En otra parte, a trav¨¦s del di¨¢logo pol¨ªtico con los gobiernos de los pa¨ªses en donde empresas clave est¨¢n establecidas. La iniciativa es sumamente compleja porque, por supuesto, China es cliente de referencia en este sector, y las restricciones suponen p¨¦rdida de ingresos. Todo se complica a¨²n m¨¢s considerando que empresas extranjeras tienen f¨¢bricas en China, o que empresas de propiedad china tienen plantas en el extranjero. Esto configura un escenario de ejecuci¨®n muy complejo. En cualquier caso, la acci¨®n es de una importancia trascendental.
El sector de los microchips tiene un tama?o en cuanto a facturaci¨®n relevante, pero no inmenso. Datos del sector apuntan a que la facturaci¨®n en 2022 fue de unos 570.000 millones de d¨®lares. Eso equivale aproximadamente al PIB de pa¨ªses como Tailandia o Noruega; pero es inferior a lo que factur¨® sola la empresa Walmart en el mismo a?o. La importancia del sector reside, m¨¢s que en el valor bruto de negocio, en que es el pilar insustituible de toda la econom¨ªa moderna, especialmente de todas las tecnolog¨ªas estrat¨¦gicas. Por ello, aunque no destaquen tanto en facturaci¨®n, dos compa?¨ªas del sector ¡ªTSMC y la estadounidense Nvidia (activa en este segmento y en lim¨ªtrofes)¡ª s¨ª se hallan en el grupo de las mayores del mundo por capitalizaci¨®n burs¨¢til.
La pugna geopol¨ªtica alrededor de los microchips va mucho m¨¢s all¨¢ de las medidas restrictivas de EE UU frente a China. La pandemia y la creciente tensi¨®n geoestrat¨¦gica han impulsado una fuerte concienciaci¨®n de los riesgos de depender de otros en asuntos de alta relevancia estrat¨¦gica. As¨ª, los principales actores del tablero global han ido moviendo ficha para fortalecer su autonom¨ªa en este sector. Adquirir una plena independencia ¡ªes decir, disponer de todos los elementos necesarios para concebir y fabricar estos productos¡ª requerir¨ªa inversiones de una cuant¨ªa inimaginable y con muy dudosa capacidad de lograr el resultado. El objetivo realista, m¨¢s modesto, es pues fortalecer la posici¨®n en algunos tramos para reducir, aunque no sea posible eliminarla, la dependencia.
Las cifras de la carrera
China impulsa un gran plan de desarrollo industrial, Made in China 2025, que se lanz¨® en 2015 y que prev¨¦ una parte significativa de inversiones dedicadas a este sector. Sin duda ha dado pasos adelante, pero sigue con capacidades tecnol¨®gicas en este segmento que equivalen a muchos a?os de retraso con respecto a las empresas punteras de las democracias avanzadas. EE UU y la UE, que hasta hace poco optaron por pol¨ªticas de laissez-faire, dejando al mercado actuar, han protagonizado un abrupto viraje hacia el intervencionismo en los ¨²ltimos a?os. La presidenta de la Comisi¨®n Europea, Ursula von der Leyen, lanz¨® la visi¨®n para una iniciativa comunitaria en esta materia en el discurso del estado de la Uni¨®n de 2021. Hoy la UE empieza a dar los primeros pasos reales con el objetivo de mejorar la capacidad manufacturera. La Administraci¨®n de Biden impuls¨® un paquete de inversiones y logr¨® su aprobaci¨®n en el Congreso el verano de 2022. Prev¨¦ alrededor de 50.000 millones de d¨®lares de apoyo p¨²blico, la mayor parte en incentivos a la puesta en marcha de centros de manufactura, y otra, inferior, de est¨ªmulo al I+D. La cifra de conjunto es parecida a la que quiere movilizar la UE. Otros pa¨ªses importantes, como Jap¨®n o la India, tambi¨¦n dan pasos en una direcci¨®n similar. Estos movimientos, en parte, desatan una competencia entre pa¨ªses democr¨¢ticos que buscan atraer el establecimiento de proyectos de empresas relevantes. Las compa?¨ªas estudian d¨®nde pueden obtener mayores subsidios o exenciones fiscales para emprender nuevas iniciativas. Pero, al mismo tiempo, hay movimientos cooperativos. EE UU promueve una alianza con Taiw¨¢n, Jap¨®n y Corea del Sur para mejorar la eficiencia de las cadenas de producci¨®n. El c¨ªrculo de las democracias avanzadas dispone en este ¨¢mbito de una clara ventaja con respecto a los reg¨ªmenes autoritarios con los que se halla en competici¨®n o confrontaci¨®n: China, Rusia, Ir¨¢n, Corea del Norte, etc¨¦tera.
Taiw¨¢n es el epicentro de esta enorme tensi¨®n geopol¨ªtica. La inquietud relacionada con la posibilidad de que Pek¨ªn emprenda acciones por las v¨ªas de hecho para someter la isla a su control est¨¢ por supuesto en buena medida vinculada a su capacidad productora de estas min¨²sculas piezas. Se calcula que m¨¢s de un 90% de los microchips m¨¢s sofisticados son producidos, en la actualidad, por TSMC. Para ello Taiw¨¢n depende de dise?os, softwares y maquinarias producidos en otros pa¨ªses. Pero su capacidad manufacturera es extraordinaria y replicarla en otros sitios es costoso y arduo. Cuando, hace d¨¦cadas, los l¨ªderes de la isla decidieron apostar por este sector, uno de los c¨¢lculos era reforzar su posici¨®n estrat¨¦gica en cuanto productor de un bien esencial, consolidando los intereses de EE UU en defenderla ante un posible ataque. La evoluci¨®n de la tecnolog¨ªa y la econom¨ªa dio la raz¨®n a quienes remaron en esa direcci¨®n en la isla, clave en el microsc¨®pico campo de batalla de las grandes potencias: transistores de nan¨®metros amasados en unas obleas que construyen el poder del futuro.
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