El plan para salvar el planeta hace agua: costar¨¢ 120 billones de euros hasta 2050
La escasa inversi¨®n para la puesta en marcha de proyectos verdes en pa¨ªses en desarrollo dificulta la lucha contra el cambio clim¨¢tico
La lucha contra el cambio clim¨¢tico no solo acusa carencias pol¨ªticas, tambi¨¦n financieras. Si la ¨²ltima evaluaci¨®n de los planes nacionales de reducci¨®n de emisiones de efecto invernadero realizada por el departamento de cambio clim¨¢tico de Naciones Unidas arroj¨® como resultado que el planeta va camino de incumplir los Acuerdos de Par¨ªs, el escenario no es m¨¢s favorable en el cap¨ªtulo econ¨®mico, pues ¨²nicamente se e...
La lucha contra el cambio clim¨¢tico no solo acusa carencias pol¨ªticas, tambi¨¦n financieras. Si la ¨²ltima evaluaci¨®n de los planes nacionales de reducci¨®n de emisiones de efecto invernadero realizada por el departamento de cambio clim¨¢tico de Naciones Unidas arroj¨® como resultado que el planeta va camino de incumplir los Acuerdos de Par¨ªs, el escenario no es m¨¢s favorable en el cap¨ªtulo econ¨®mico, pues ¨²nicamente se est¨¢n captando entre un quinto y un tercio de los fondos considerados necesarios para alcanzar las cero emisiones netas en 2050. El principal problema es que los proyectos verdes en pa¨ªses poco desarrollados reciben poca inversi¨®n privada. El dinero les llega en ocasiones con cuentagotas.
De los comentarios de una decena de investigadores y representantes del sector p¨²blico y del privado recabados para este reportaje se desprende que el mayor obst¨¢culo es la elevada deuda que han asumido muchos de estos Estados para hacer frente a la covid-19, sumado a que las estructuras de colaboraci¨®n entre ambos sectores (p¨²blico y privado) nunca han estado lo suficientemente extendidas. Una situaci¨®n que en opini¨®n de Paul Rosane, analista del laboratorio de ideas estadounidense Climate Policy Initiative, solo se puede superar con una mayor cooperaci¨®n: ¡°Los objetivos clim¨¢ticos no se van a cumplir sin una movilizaci¨®n masiva de capital privado, porque los bancos de desarrollo no disponen de capacidad financiera suficiente para cerrar la brecha. Por eso el sector p¨²blico al completo tiene que hacer todo lo posible para reducir el perfil de riesgo de las operaciones: otorgar subvenciones de asistencia t¨¦cnica a proyectos, ofrecer garant¨ªas e incrementar las coinversiones p¨²blico-privadas¡±.
La tarea es ingente. Seg¨²n la Agencia Internacional de la Energ¨ªa, la factura de la transici¨®n energ¨¦tica ascender¨¢ a 125 billones de d¨®lares (120 billones de euros), el equivalente a 1,3 veces el PIB mundial, y pagarla costar¨¢ 2,45 billones de euros anuales hasta 2025 y 3,6 entre 2025 y 2050, seg¨²n el desglose que realiza la Campa?a hacia las Cero Emisiones, una iniciativa que agrupa a m¨¢s de 10.000 empresas y actores p¨²blicos no estatales. Unas cifras que contrastan con la inversi¨®n ?real. De acuerdo con las mediciones de los principales informes de financiaci¨®n clim¨¢tica disponibles, recogidas y analizadas por Citi en el documento Perspectivas y soluciones globales, de 2016 a 2020 se captaron entre 600.000 y 900.000 millones de d¨®lares anuales, es decir, entre un 22% y un 33% de lo estimado como necesario.
Elizabeth Curmi, una de las autoras de este documento, considera fundamental que al menos un 70% de los recursos sean privados, pero hoy apenas suponen el 49%. Y en regiones como ?frica, donde falta el 85% de la inversi¨®n, son casi inexistentes. La deuda es el obst¨¢culo m¨¢s visible, pero no el ¨²nico. ¡°El inversor no siempre dispone de informaci¨®n suficiente acerca de los mercados y, en ocasiones, los proyectos son tan peque?os que no superan el umbral a partir del que las gestoras de fondos comienzan a considerarlos¡±, ilustra la investigadora. Esta acumulaci¨®n de cuellos de botella es lo que hace ¡°indispensable¡± desarrollar la financiaci¨®n mixta.
El t¨¦rmino hace referencia a los distintos esquemas de coinversi¨®n p¨²blico-privados, desde aquellos basados en seguros o garant¨ªas hasta los que subordinan la p¨¦rdida del inversor privado a la del p¨²blico o filantr¨®pico. Frente a anuncios como el de la ¨²ltima cumbre del clima, celebrada en noviembre en Sharm el Sheij (Egipto) y en la que los pa¨ªses desarrollados acordaron crear un fondo para compensar por da?os y p¨¦rdidas a los que m¨¢s sufren los efectos del cambio clim¨¢tico, los expertos en este tipo de financiaci¨®n defienden que lo fundamental es extender estas estructuras, que adem¨¢s consiguen la implicaci¨®n directa en proyectos de la banca comercial y otros inversores privados.
Asignaci¨®n de fondos
No son enfoques excluyentes. Los pa¨ªses desarrollados llevan asignando fondos clim¨¢ticos a los emergentes de forma intensa desde la Cumbre de Copenhague, en 2009, cuando asumieron el compromiso de destinar 100.000 millones de d¨®lares anuales hasta 2020, actualmente renovado hasta 2025, y una parte ya se est¨¢ estructurando mediante financiaci¨®n mixta. Pero organizaciones como la OCDE constatan que los grandes flujos de inversi¨®n distan de ser los adecuados, sobre todo porque hay un d¨¦ficit de participaciones de capital. ¡°En casos como Nigeria, el 90% del dinero captado es deuda, lo que es especialmente preocupante porque es un pa¨ªs cuyos recursos proceden en buena medida de exportaciones de gas y petr¨®leo¡±, afirma Rosane.
Los incentivos, en cualquier caso, son manifiestos. Seg¨²n la gestora de fondos BlackRock, hasta un 49% de la capacidad energ¨¦tica global en 2050 proceder¨¢ de instalaciones solares y e¨®licas en pa¨ªses que no pertenecen a la OCDE, y la iniciativa internacional The New Climate Economy, auspiciada por varios gobiernos, estim¨® en 2018 que la econom¨ªa mundial puede crear un valor econ¨®mico de 24,5 billones de euros hasta 2030 con una acci¨®n clim¨¢tica audaz. Este c¨¢lculo se basa en que es posible evitar 700.000 muertes por contaminaci¨®n y crear 65 millones de puestos de trabajo poco intensivos en carbono si los gobiernos logran disponer de 2,65 billones de euros anuales procedentes de grav¨¢menes al carbono y reducciones de subsidios vinculados a energ¨ªas contaminantes.
Para escalar la financiaci¨®n mixta en materia ambiental, Convergence, una firma que estudia la inversi¨®n combinada, defiende partenariados clim¨¢ticos como el que ha permitido a BlackRock recaudar 673 millones de d¨®lares (635 millones de euros), de los cuales la cuarta parte es financiaci¨®n p¨²blica o filantr¨®pica y el resto privada. El fondo est¨¢ dirigido espec¨ªficamente a econom¨ªas emergentes y tiene como socios a una veintena de Estados, fundaciones, corporaciones e inversores institucionales, una denominaci¨®n que agrupa a aseguradoras, fondos soberanos y de pensiones. ¡°Supera el umbral de 500 millones de d¨®lares que fijan algunos inversores, una rareza en la financiaci¨®n clim¨¢tica o al desarrollo; cinco de sus fundadores han puesto m¨¢s de 100 millones de d¨®lares, algo tambi¨¦n muy poco habitual; y la presencia de organizaciones clim¨¢ticas garantiza que no es un instrumento para hacer un lavado de imagen verde¡±, esgrime la compa?¨ªa de an¨¢lisis en su p¨¢gina web.
Cr¨ªticas
El instrumento permitir¨¢ a la gestora, que recibe cr¨ªticas de ambientalistas por no potenciar lo suficiente la transformaci¨®n verde de las compa?¨ªas que tiene en cartera, reducir el riesgo de inversiones que en pa¨ªses desarrollados ya son rentables. ¡°Operar¨¢ a partir de cuatro ejes: la generaci¨®n de energ¨ªa limpia, el desarrollo de infraestructura para almacenarla, la promoci¨®n de la eficiencia energ¨¦tica en edificios y el desarrollo del transporte el¨¦ctrico¡±, apunta Aitor Jauregui, responsable de BlackRock para Iberia.
Esta iniciativa destinar¨¢ fondos a proyectos en ?frica, Asia y Latinoam¨¦rica, y pivotar¨¢ sobre los denominados capitales de primera p¨¦rdida, un instrumento ¡°fundamental para escalar la financiaci¨®n clim¨¢tica¡±, asegura Juan Carlos Villena, director del ¨¢rea de alianzas de Cofides. Esta empresa estatal espa?ola, que tiene una divisi¨®n de desarrollo y otra de apoyo a la internacionalizaci¨®n de empresas espa?olas, es una de las financiadoras del Fondo Huruma, que busca lograr la inclusi¨®n financiera de agricultores de Am¨¦rica Latina, Caribe, ?frica Subsahariana y Asia, y est¨¢ dotado con 120 millones de euros. En este proyecto, las coberturas las provee la Comisi¨®n Europea, y eso ha asegurado la captaci¨®n de fondos privados para invertir en bancos u ONG que garantizan la asistencia financiera a estos trabajadores.
No son la ¨²nica herramienta clave. ¡°Las garant¨ªas, sobre todo las que son a primera demanda, es decir, las que con solo mostrar el impago ya se ejecutan, y la asistencia t¨¦cnica aceleran tambi¨¦n la inversi¨®n¡±, contin¨²a Villena. Este ¨²ltimo concepto alude a todo tipo de acciones que extienden las capacidades de los beneficiarios de los flujos de financiaci¨®n o de actores intermediarios. ¡°Muchas veces son meras partidas para estudiar proyectos o para formar a un eventual regulador energ¨¦tico, por citar dos casos habituales, pero tambi¨¦n pueden incardinarse en un proyecto de financiaci¨®n combinada. A veces te encuentras con ejemplos tan peregrinos como subvencionar una cadena de fr¨ªo industrial para dar salida a la electricidad que se busca generar mediante renovables. El margen imaginativo es ampl¨ªsimo¡±, a?ade Villena.
Rafael Matos, director de sostenibilidad de Cofides, cree que el sector p¨²blico de los pa¨ªses receptores deber¨ªa trabajar en cuatro frentes para favorecer la extensi¨®n de estas herramientas. ¡°El primero son marcos regulatorios fijos, transparentes y que permitan anticipar ingresos. A un promotor en renovables, la mejor forma de atraerlo es con un mercado donde el Estado fije la factura de la electricidad directamente, como ocurr¨ªa en Espa?a hasta mediados de los noventa. En segundo lugar, esquemas claros de colaboraci¨®n y de reparto de los riesgos. Si ya son necesarios para parques fotovoltaicos, en proyectos m¨¢s intensivos en capital, como las concesiones de sistemas de transporte p¨²blico electrificados, son imprescindibles. Tercero, que haya menos restricciones al capital extranjero. Y, por ¨²ltimo, agregaci¨®n de proyectos. En pa¨ªses como Lesoto, la fragmentaci¨®n es alt¨ªsima¡±.
El momento es apremiante. El capital necesario para cerrar la brecha norte-sur es tan elevado que, si los flujos no se incrementan considerablemente, una gran parte de la poblaci¨®n mundial est¨¢ en riesgo de quedar ¡°atrapada en una espiral de vulnerabilidad clim¨¢tica y cargas de deuda insostenibles¡±, seg¨²n describe en un art¨ªculo para el think tank estadounidense Brookings Institution Ulrich Volz, director del Centro de Finanzas Sostenibles de la Universidad de Londres. Se refiere a que cuanta mayor es la exposici¨®n al cambio clim¨¢tico, m¨¢s costoso resulta acceder a capital, y los pa¨ªses que m¨¢s sufren los envites atmosf¨¦ricos son precisamente los que ya arrastran problemas de deuda. Seg¨²n el FMI, hasta un 60% de los pa¨ªses menos desarrollados han entrado en una posici¨®n comprometida o est¨¢n pr¨®ximos a ella, y Bloomberg estim¨® en julio que varios emergentes, algunos del tama?o de Egipto y Pakist¨¢n, pueden seguir la senda de Sri Lanka, que en abril se declar¨® en default.
Canjes
Ante esta situaci¨®n, cada vez m¨¢s naciones est¨¢n abogando por canjes de deuda por acciones clim¨¢ticas, maniobras financieras que se remontan a la crisis de deuda que golpe¨® a Latinoam¨¦rica en los a?os ochenta y que permiten a los Estados rebajarla a cambio de comprometerse a preservar parques naturales o entornos oce¨¢nicos. El presidente argentino, Alberto Fern¨¢ndez, pidi¨® durante la pen¨²ltima cumbre clim¨¢tica, celebrada en 2021 en Glasgow, un sistema global para realizar estos canjes, y la idea ha sido una de las m¨¢s discutidas durante la cumbre clim¨¢tica que las naciones africanas celebraron en agosto.
Uno de los ¨²ltimos pa¨ªses que ha logrado un acuerdo de canje ha sido Barbados. Esta peque?a isla al este del Caribe obtuvo un pr¨¦stamo en septiembre para recomprar deuda m¨¢s costosa gracias a una garant¨ªa de 100 millones de d¨®lares del Banco Interamericano de Desarrollo (BID) y a otra de 50 millones de The Nature Conservancy (TNC), una organizaci¨®n filantr¨®pica dedicada a la conservaci¨®n de la biodiversidad y el medio natural. A cambio, adquiri¨® el compromiso institucional de destinar los 50 millones de ahorro que espera generar con la operaci¨®n de reconversi¨®n a proteger el 30% de sus aguas territoriales.
Para Gianleo Frisari, economista s¨¦nior de cambio clim¨¢tico del BID, se trata de un instrumento que ganar¨¢ protagonismo en el actual escenario de subida de tipos y restricci¨®n del cr¨¦dito. Adem¨¢s, cree que muchas veces ni siquiera se necesitan garant¨ªas para estas operaciones. ¡°La mera asesor¨ªa es ya una herramienta poderos¨ªsima, porque en ocasiones los Estados tienen acceso a los mercados de cr¨¦dito y lo que necesitan es saber c¨®mo colocar como sostenibles bonos soberanos¡±, afirma desde Washington, y menciona que en los ¨²ltimos cinco a?os el BID ha propiciado m¨¢s de 70 emisiones tem¨¢ticas, una denominaci¨®n que tambi¨¦n incluye a las sociales, por valor de 30.000 millones de d¨®lares.
Los bonos verdes son todav¨ªa productos muy minoritarios, pero la organizaci¨®n internacional de financiaci¨®n clim¨¢tica Climate Bonds Initiative estim¨® que en 2021 las emisiones de este producto aumentaron un 89%, hasta 578.000 millones de d¨®lares (546.000 millones de euros). Un auge que se desarrolla en paralelo al del n¨²mero de compa?¨ªas que se est¨¢n sumando a los Objetivos Basados en la Ciencia, una iniciativa de varias fundaciones respaldada por Naciones Unidas para promover pr¨¢cticas clim¨¢ticas en empresas. Hasta agosto, 1.340 grandes firmas, que representaban el 20% de la capitalizaci¨®n total del mercado, unos 20 billones de euros, se hab¨ªan comprometido a que sus procesos no contribuyeran a un incremento de la temperatura superior a dos grados.
Pero si hay una canje que condensa los beneficios de este instrumento financiero, ese es el realizado por Belice. Esta naci¨®n centroamericana logr¨® reducir su deuda p¨²blica m¨¢s de 10 puntos, hasta el 74% de su PIB nacional, gracias a la recompra de un eurobono de 553 millones de d¨®lares que cotizaba con descuento. La operaci¨®n fue posible porque el Estado y la TNC emitieron bonos azules por valor de 364 millones de d¨®lares respaldados con una garant¨ªa del principal banco de desarrollo estadounidense que permiti¨® unas condiciones muy favorables. A cambio, Belice se comprometi¨® a destinar a conservaci¨®n marina cuatro millones de d¨®lares anuales hasta 2041. El FMI destac¨® de la operaci¨®n que fue el propio mercado de bonos quien ofreci¨® una tasa de inter¨¦s reducida y que el acuerdo implicaba financiar deuda debida a inversores privados recurriendo a otra clase de inversores privados.
Pese a la variedad de herramientas financieras, persiste un problema fundamental: la mayor parte del capital contin¨²a dirigi¨¦ndose a proyectos de reducci¨®n de emisiones, a los conocidos como de mitigaci¨®n, pero no a los de adaptaci¨®n, es decir, a aquellos que responden a los estragos que el cambio clim¨¢tico ya est¨¢ causando ¡ªt¨ªpicamente defensas costeras o infraestructuras para llevar agua a zonas golpeadas por la sequ¨ªa¡ª. Los datos de Citi se refieren ¨²nicamente a los primeros, pese a que, en regiones como ?frica, los segundos precisan de unos 58.000 millones de euros anuales adicionales a los 200.000 necesarios para la transici¨®n energ¨¦tica.
Cuesti¨®n de adaptaci¨®n
De hecho, en algunas zonas ¡°el cambio clim¨¢tico es sobre todo una cuesti¨®n de adaptaci¨®n¡±, se?ala desde Guayaquil Juan Jos¨¦ Nieto, director del Ciifen, un centro internacional que estudia el fen¨®meno del calentamiento del Pac¨ªfico oriental ecuatorial, conocido como El Ni?o. Ni este suceso ni La Ni?a, su fase de enfriamiento, son debidos exclusivamente al incremento de los gases contaminantes, pero sus ciclos de aparici¨®n est¨¢n siendo afectados por ellos. En la costa de Ecuador, el principal efecto de La Ni?a es la reducci¨®n de las lluvias, lo que puede echar a perder plantaciones enteras de arroz, y se ha manifestado de forma consecutiva los ¨²ltimos tres a?os, cuando ven¨ªa ocurriendo cada siete. ¡°Para adaptarnos, necesitamos mejores predicciones meteorol¨®gicas, nuevas herramientas para comunicarnos con los agricultores, diferentes especies de semillas¡¡±, lamenta Nieto.
Las necesidades de adaptaci¨®n crecer¨¢n en los pr¨®ximos a?os. Aunque el Acuerdo de Par¨ªs obliga a mantener ¡°muy por debajo¡± de 2 grados el incremento de la temperatura del planeta y establece como objetivo ¡°preferible¡± un aumento de 1,5 grados, la Organizaci¨®n Meteorol¨®gica Mundial advirti¨® en mayo de que por la retroalimentaci¨®n de los fen¨®menos clim¨¢ticos existen un 50% de opciones de que entre 2022 y 2026 se supere ese l¨ªmite inferior (el incremento est¨¢ ya en 1,1). El brazo clim¨¢tico de Naciones Unidas concluy¨® en agosto que, aun cumpli¨¦ndose los objetivos fijados por los Estados, el aumento ser¨ªa de 2,5 grados en 2100. El planeta, de hecho, ni siquiera ha alcanzado su pico de emisiones: las de di¨®xido de carbono, las m¨¢s numerosas, crecieron un 0,6% en 2021, hasta las 415,7 partes por mill¨®n. Y entre d¨¦cimas de aumento e intensificaci¨®n de fen¨®menos clim¨¢ticos no hay una relaci¨®n proporcional, sino en cascada.
Nieto recurre a un t¨¦rmino propio de la lucha contra el coronavirus, la nueva normalidad, para referirse al escenario clim¨¢tico al que Ecuador y las naciones caribe?as hacen frente desde hace unos a?os. ¡°Hay una sucesi¨®n de alteraciones que est¨¢ modificando el perfil de todas las actividades al completo. La construcci¨®n, la agricultura, la pesca¡ Y sin embargo nos encontramos con muy pocos fondos y con una discusi¨®n clim¨¢tica demasiado centrada en la transici¨®n energ¨¦tica¡±.
Diferentes modelos para el cambio energ¨¦tico
Las regiones desarrolladas tampoco cumplen con sus objetivos financieros en materia clim¨¢tica. Seg¨²n la firma de an¨¢lisis de mercados BloombergNEF, Europa capta cada a?o ¨²nicamente 200.000 de los 500.000 millones de euros a los que deber¨ªa aspirar hasta 2025 (a partir de entonces deber¨ªa incrementar esa cuant¨ªa a 800.000 millones). Estados Unidos, apenas 70.000 millones de euros anuales, menos de la quinta parte de lo estimado como necesario, aunque en su mayor¨ªa es capital privado, y eso anticipa que con los 348.000 millones de euros en inversiones estrat¨¦gicas que movilizar¨¢ la Ley de Reducci¨®n de la Inflaci¨®n (IRA, por sus siglas en ingl¨¦s), la mayor iniciativa clim¨¢tica de la historia del pa¨ªs, esa cantidad aumentar¨¢.
El proyecto, que ha generado un lance comercial con la Uni¨®n Europea (UE) por su proteccionismo ¡ªlimita, por ejemplo, los cr¨¦ditos fiscales por comprar coches el¨¦ctricos a los fabricados en el pa¨ªs¡ª, choca con el modelo clim¨¢tico de los Veintisiete, que no se basa en la incentivaci¨®n directa, sino en el comercio de emisiones contaminantes y en la regulaci¨®n de sectores contaminantes. Ambos socios se han comprometido, en cualquier caso, a alcanzar las cero emisiones netas en 2050: la UE, rebaj¨¢ndolas en 2030 en un 55% respecto a los niveles de 1990, y EE UU, en un 50%-52% respecto a los niveles de 2005 en la misma fecha.
Diferente es el escenario en China, el mayor contaminante global y responsable de un 27% de los gases de efecto invernadero, que tiene previsto alcanzar la neutralidad clim¨¢tica en 2060 y sigue abriendo centrales de carb¨®n. En 2021 adopt¨® su propio mercado de carbono, pero, a diferencia del europeo, que cubre el 50% de las emisiones del continente monitorizando a 11.000 plantas de diversas industrias y aerol¨ªneas, no establece un tope de emisiones. ?nicamente mide el ritmo al que se contamina, de tal modo que aquellas compa?¨ªas que son m¨¢s eficientes que la media de la industria a la que pertenecen reciben cr¨¦ditos. Esto ha llevado a algunos expertos a se?alar que no busca reducir emisiones, sino cerrar las instalaciones menos eficientes.
Con todo, su enorme tama?o ¡ªel triple que el europeo, pese a que solo incluye a las plantas de generaci¨®n de energ¨ªa, responsables del 40% de las emisiones nacionales¡ª lo convierte en un instrumento determinante en la lucha clim¨¢tica global. ¡°Es una de las piezas clave con las que China aspira a cumplir sus compromisos clim¨¢ticos¡±, apunta Lucie Qian Xia, investigadora de pol¨ªticas ambientales de la London School of Economics, quien sin embargo considera que actualmente tiene una capacidad muy limitada, pues acusa una segunda carencia: ¡°Las asignaciones para emitir se conceden gratuitamente, de ah¨ª que pueda no ser eficaz para lograr la transici¨®n a las renovables¡±.
Los sistemas de comercio de emisiones tienen la ventaja frente a otros instrumentos de que son una fuente segura de ingresos. Y sirven en bandeja a los Estados la posibilidad de destinarlos a financiaci¨®n verde. El europeo gener¨® 31.000 millones en 2021 y la Comisi¨®n est¨¢ tratando de que un 25% de su recaudaci¨®n anual se destine al presupuesto de la UE con el objetivo de cofinanciar un fondo social clim¨¢tico destinado a abordar la pobreza que puede resultar de la reforma energ¨¦tica de edificios o de la electrificaci¨®n de la movilidad. Sin embargo, como se?ala Thibaud Vo?ta, investigador de pol¨ªticas energ¨¦ticas del Instituto Franc¨¦s de Relaciones Internacionales, un laboratorio de ideas, ¡°lo que funciona en la UE puede no hacerlo en EE UU o en Brasil, y viceversa¡±. Y si hablamos de un sistema que destruye actividad industrial contaminante, no ser¨¢ la mejor soluci¨®n para los pa¨ªses que dependen de ella y no cuentan con elevados ingresos procedentes de otras v¨ªas.
Soluciones alternativas
Por eso est¨¢n emergiendo soluciones como el Partenariado de Transici¨®n Energ¨¦tica Justa, con el que EE UU, el Reino Unido, Francia, Alemania y la UE destinan a Sud¨¢frica 8.000 millones en subvenciones y pr¨¦stamos a bajo coste para favorecer su descarbonizaci¨®n. En un pa¨ªs donde el desempleo es del 30% y el sector minero emplea a 200.000 personas, el instrumento, que tambi¨¦n se est¨¢ desplegando en Indonesia y se ha pensado para otros pa¨ªses como Senegal y Vietnam, busca evitar que estos trabajadores sean excluidos laboralmente.
Para Vo?ta se trata de atajar el asunto clave de la reducci¨®n de emisiones en pa¨ªses emergentes: que destruye empleo m¨¢s r¨¢pido de lo que lo crea. ¡°El proceso implica cerrar instalaciones y dejar tirada a la gente, lo que genera descontento y protestas¡±, se?ala, y cree que herramientas como esta permiten a los gobiernos repetir lo ocurrido en las naciones desarrolladas en las que se confin¨® a la irrelevancia laboral a grandes grupos de la poblaci¨®n. ¡°Ofrecen fondos y f¨®rmulas para que los programas de transici¨®n energ¨¦tica tengan en cuenta la dimensi¨®n social y laboral de las pol¨ªticas¡±.
El analista considera, no obstante, que lo fundamental es que EE UU y China consoliden sus modelos, algo que duda que ocurra. ¡°El IRA sufre de dos debilidades: es un resultado de intensas negociaciones, por eso su principal funci¨®n es combatir la inflaci¨®n, y no el clima; y puede ser f¨¢cilmente abandonado por la pr¨®xima Administraci¨®n. Y Pek¨ªn est¨¢ en la situaci¨®n contraria: tiene herramientas, pero no un plan lo suficientemente ambicioso dadas sus emisiones. Lo ¨²nico positivo, de alg¨²n modo, es que puede utilizar medidas consideradas autoritarias en Occidente para acelerar el proceso¡±.