El coste de dar un paso atr¨¢s en la transici¨®n ecol¨®gica
Mantener un sistema energ¨¦tico basado en combustibles f¨®siles supone aceptar una ineficiencia econ¨®mica masiva
En un universo que tiende naturalmente al desorden, la vida emerge como una fuerza que crea orden. Los seres humanos, al igual que toda forma de vida, utilizamos la energ¨ªa concentrada en la tierra para transformar nuestro entorno y crear aquello que necesitamos para sobrevivir y prosperar.
El proceso productivo humano, as¨ª, no es m¨¢s que una extensi¨®n amplificada de esta lucha fundamental por mantener el orden local en un universo que inevitablemente tiende hacia el desorden. Sin embargo, en nuestra b¨²squeda incesante de progreso, hemos logrado algo extraordinario y a la vez perturbador: superar muchas de las barreras que la naturaleza y las leyes f¨ªsicas hab¨ªan impuesto durante millones de a?os de evoluci¨®n.
Esta victoria aparente sobre los l¨ªmites naturales ha tenido un coste energ¨¦tico monumental. Los combustibles f¨®siles, que representaban un almac¨¦n estable de energ¨ªa ordenada, han sido liberados abruptamente en un fest¨ªn energ¨¦tico sin precedentes, generando una dispersi¨®n masiva y acelerada de energ¨ªa que los sistemas naturales no pueden procesar al mismo ritmo. Este desequilibrio en los patrones naturales de flujo energ¨¦tico se manifiesta en forma de contaminaci¨®n atmosf¨¦rica y alteraciones clim¨¢ticas que amenazan la estabilidad de los sistemas que sostienen la vida tal como la conocemos. La transici¨®n energ¨¦tica, por lo tanto, no es una simple opci¨®n tecnol¨®gica o econ¨®mica, sino una necesidad vital para reequilibrar nuestra relaci¨®n con los sistemas naturales que nos sostienen.
Este querer ir m¨¢s lejos que lo que la naturaleza defini¨® para la vida en la tierra es una victoria, pero a un coste que tratamos de evaluar. Entre otras muchas valoraciones, desde hace un tiempo se publican cifras bajo lo que llamamos coste social del carbono (CSC), indicador que representa el valor presente de todos los da?os futuros causados por una tonelada adicional de emisiones de CO2 derivada de este proceso de transformaci¨®n energ¨¦tica necesario para mantener nuestro bienestar. Es lo que llamamos el coste de contaminaci¨®n por CO2.
Sin embargo, como toda estimaci¨®n (no medici¨®n) esta depende de c¨®mo midamos y qu¨¦ supuestos adoptemos. As¨ª, seg¨²n un estudio reciente de la Universidad de California en Davis y de Hamburgo entre otras existe una amplia variaci¨®n en las estimaciones publicadas del CSC, aunque con una media de 132 d¨®lares por tonelada de CO2 para 2020, Este estudio, que sintetiza 1823 estimaciones de 147 trabajos acad¨¦micos, revela la importancia no solo de los par¨¢metros tradicionales como la tasa de descuento, sino tambi¨¦n de elementos estructurales clave como la representaci¨®n del sistema terrestre y la inclusi¨®n de impactos clim¨¢ticos persistentes en la econom¨ªa. Esta estimaci¨®n es sustancialmente mayor que la mayor¨ªa de los valores utilizados actualmente en el an¨¢lisis de pol¨ªticas gubernamentales, incluyendo la reciente actualizaci¨®n de 2023 de la EPA estadounidense.
El Banco Europeo de Inversiones (BEI), adoptando enfoques diferentes, tambi¨¦n lleva a cabo un an¨¢lisis y medici¨®n que es necesario para evaluar los costes y beneficios de toda intervenci¨®n a favor de la transici¨®n (o por la falta de esta). En su caso, el BEI eleva esta estimaci¨®n a valores de 250 euros por tonelada para 2030 y 800 euros por tonelada para 2050.
Lo que estas cifras nos cuentan es que, frente a lo que llamamos el coste de la transici¨®n energ¨¦tica y medioambiental, existe un coste muy relevante si ¨¦sta no existiera. La transici¨®n hacia las energ¨ªas renovables emerge, as¨ª, no solo como un imperativo medioambiental (de importancia extrema), sino adem¨¢s como una necesidad de eficiencia econ¨®mica cuando consideramos los verdaderos costes del carbono. Con cualesquiera de las estimaciones del CSC obtenidas, mantener un sistema energ¨¦tico basado en combustibles f¨®siles supone aceptar una ineficiencia econ¨®mica masiva, donde los costes reales de producci¨®n son muy superiores a los precios de mercado. Este coste excesivo generar¨¢ una distorsi¨®n en la asignaci¨®n de recursos no solo en p¨¦rdidas de bienestar social en el presente, sino que compromete la capacidad de desarrollo econ¨®mico futuro al degradar los sistemas naturales que sostienen la actividad productiva. Cualquiera que critique que una deuda contra¨ªda hoy es una carga para generaciones futuras deber¨¢ coincidir que cualquier paso atr¨¢s en la transici¨®n hoy generar¨¢ una carga similar o mayor para dichas generaciones que nos relevar¨¢n.
Por tanto, la transici¨®n energ¨¦tica debe entenderse como un proceso de optimizaci¨®n econ¨®mica que busca minimizar los costes totales de producci¨®n, incluyendo las externalidades, para favorecer el bienestar de las generaciones no solo presentes sino tambi¨¦n futuras. El desarrollo acelerado de las energ¨ªas renovables, con costes marginales cercanos a cero una vez instaladas y sin externalidades negativas significativas, representa una soluci¨®n m¨¢s eficiente desde el punto de vista econ¨®mico.
La ca¨ªda dram¨¢tica en los costes de la energ¨ªa solar y e¨®lica durante la ¨²ltima d¨¦cada, junto con los avances en tecnolog¨ªas de almacenamiento, hace que esta transici¨®n no solo sea deseable desde una perspectiva de sostenibilidad, sino tambi¨¦n desde una l¨®gica puramente econ¨®mica de minimizaci¨®n de costes sociales totales. En este contexto, las pol¨ªticas que aceleran la transici¨®n energ¨¦tica no deber¨ªan verse como restricciones al crecimiento econ¨®mico, sino como correcciones necesarias de fallos de mercado que permiten una asignaci¨®n m¨¢s eficiente de los recursos.
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