Pensar los servicios como industrias que innovan y crean buenos empleos
La esperanza de que tan solo los sectores manufacturero y digital nos salvar¨¢ es puro fetichismo
La idea que quiero sostener en este art¨ªculo es que si queremos lograr la prosperidad compartida, reducir el malestar social y fortalecer la democracia, hemos de considerar los servicios (especialmente el turismo, el comercio minorista, la salud y los cuidados) como industrias capaces de innovar y crear buenos empleos de clase media. La esperanza de que tan s¨®lo la industria manufacturera y digital nos salvar¨¢ es puro fetichismo. Pero antes de argumentar esta ide...
La idea que quiero sostener en este art¨ªculo es que si queremos lograr la prosperidad compartida, reducir el malestar social y fortalecer la democracia, hemos de considerar los servicios (especialmente el turismo, el comercio minorista, la salud y los cuidados) como industrias capaces de innovar y crear buenos empleos de clase media. La esperanza de que tan s¨®lo la industria manufacturera y digital nos salvar¨¢ es puro fetichismo. Pero antes de argumentar esta idea, perm¨ªtanme una reflexi¨®n breve sobre la relaci¨®n entre buenos empleos, capitalismo y democracia.
Capitalismo y democracia forman un matrimonio no siempre bien avenido, pero beneficioso para ambos. Si uno descarrila, arrastra al otro. Eso es lo que est¨¢ ocurriendo en las sociedades liberales desarrolladas. El fracaso del capitalismo en las tres ¨²ltimas d¨¦cadas a la hora de cumplir su promesa de ser el sistema econ¨®mico con mayor capacidad para crear buenos empleos y prosperidad compartida ha acabado por arrastrar a la democracia liberal en su deriva. Dado este fracaso, no deber¨ªan de sorprendernos los nuevos aut¨®cratas que defiendan la idea de la suficiencia totalitaria para crear prosperidad compartida.
El pegamento que hace que el matrimonio entre capitalismo y democracia funcione armoniosamente son los buenos empleos de clase media. Eso es lo que sucedi¨® durante los llamados ¡°Treinta Gloriosos¡± a?os que siguieron al contrato social de la posguerra. El capitalismo democr¨¢tico permiti¨® crear las grandes clases medias, que a su vez fueron la fuerza que impuls¨® y sostuvo la democracia.
La corriente neoliberal y, en general, las terceras v¨ªas socialdem¨®cratas que gobernaron la econom¨ªa en las tres ¨²ltimas d¨¦cadas despreciaron la importancia de los buenos empleos para la salud del capitalismo y la democracia. Probablemente, este desprecio tiene que ver con lo que podemos llamar el punto ciego del an¨¢lisis econ¨®mico: el olvido de la importancia que tiene el empleo en la vida de las personas. Al menos desde Adam Smith y David Ricardo, en el siglo XVIII, la mayor parte de los economistas han vinculado la prosperidad y el bienestar social con el libre comercio. El supuesto detr¨¢s de esta idea es que lo ¨²nico que les interesa a las personas es consumir bienes y servicios baratos, vengan de donde vengan.
?Qu¨¦ sucede si suponemos que la mayor¨ªa de las personas valoran m¨¢s los buenos empleos que el consumir bienes baratos fabricados en otros pa¨ªses? Esta fue la pregunta que se hizo el reconocido economista Alan S. Blinder en un art¨ªculo publicado en 2019 (The Free-Trade Paradox. The Bad Politics of a Good Idea, Foreing Affairs). Frente al foco de los economistas en ¡°el bienestar de los consumidores¡±, Blinder observ¨® que las encuestas de opini¨®n muestran ¡°un apoyo tibio al libre comercio y una comprensi¨®n a¨²n menor de sus virtudes¡±. Este desacoplamiento entre las preferencias del p¨²blico y las de los economistas lleva a Blinder a afirmar que es posible que los economistas (y por extensi¨®n, los responsables de las pol¨ªticas econ¨®micas) hayan juzgado mal lo que m¨¢s importa a esos consumidores. Se?ala que tal vez el p¨²blico vea que ¡°el objetivo central de un sistema econ¨®mico es proporcionar empleos bien pagados, no proveer bienes baratos¡±. ¡°Si es as¨ª, concluye, el argumento est¨¢ndar del libre comercio se evapora¡±. Es decir, hay que poner el foco en la creaci¨®n de buenos empleos y acabar con el punto ciego de la econom¨ªa.
Desde esta visi¨®n, se comprende mejor el acierto pol¨ªtico de los nuevos aut¨®cratas como Donald Trump de considerar el empleo como bandera de enganche para el acceso al poder. El buen capitalismo y las democracias liberales tienen que volver a poner el empleo como su objetivo prioritario.
La pregunta del mill¨®n es si es posible crear buenos empleos de clase media en las econom¨ªas contempor¨¢neas. Y si es as¨ª, qu¨¦ tipo de actividad econ¨®mica puede crearlos. La respuesta inmediata es pensar que la industria manufacturera y digital es la fuente de los buenos empleos que necesitamos. Es lo que hizo la administraci¨®n de Joe Biden en EE UU y tambi¨¦n la UE con sus planes estrat¨¦gicos y nuevas pol¨ªticas industriales y tecnol¨®gicas focalizadas en la industria. Pero esto es una ilusi¨®n. Sin duda, la UE tiene que fortalecer su industria para lograr la autonom¨ªa estrat¨¦gica frente a EE UU y China. Pero por m¨¢s que sea necesario y se logre fortalecer la industria europea, la idea de que ¨¦sta es la ¨²nica v¨ªa para la creaci¨®n de buenos empleos es un fetichismo que no se corresponde con la estructura de las econom¨ªas actuales. A este fetichismo industrial se ha referido recientemente Mart¨ªn Wolf, el influyente economista jefe del Financial Times (Manufacturing fetishism is destined to fail). La estructura sectorial de las econom¨ªas desarrolladas descansa cada vez menos en la industria y mucho m¨¢s en los servicios. Es as¨ª tanto en Estados Unidos, en Corea del Sur o en cualquier pa¨ªs europeo. Y lo es especialmente en Espa?a donde el sector servicios representa ya m¨¢s del 80% del PIB. Se trata de una evoluci¨®n que no tiene vuelta atr¨¢s.
Si por s¨ª sola la industria no podr¨¢ crear la cantidad de buenos empleos que necesitamos, entonces ?de qu¨¦ otras actividades pueden venir? De los servicios, en especial del turismo, del comercio minorista, la salud y los cuidados. Tenemos a¨²n una mirada anticuada sobre la importancia y capacidad de estos sectores para impulsar el crecimiento y la prosperidad. Hay que reconocerlo, no tienen una buena reputaci¨®n. Se les asocia a bajos salarios, malas condiciones laborales, ausencia de carrera profesional, falta de planes de formaci¨®n y escasa innovaci¨®n. No es as¨ª en todas las empresas. Muchas de ellas est¨¢n protagonizando una transformaci¨®n radical, tanto tecnol¨®gica como laboral. De hecho, los datos recientes de creaci¨®n de empleo muestran que estos sectores no s¨®lo son los que m¨¢s empleo crean, sino tambi¨¦n que un porcentaje importante de esos nuevos empleos son de competencias elevadas y buenas condiciones salariales y laborales.
La revoluci¨®n de los servicios de este siglo seguir¨¢ el camino de la revoluci¨®n industrial de los siglos XIX y XX y de la revoluci¨®n agraria del siglo XVII. Si pensamos en estos servicios como nuevas industrias ser¨¢ m¨¢s f¨¢cil dise?ar e implementar una pol¨ªtica industrial y tecnol¨®gica y una pol¨ªtica de formaci¨®n dual (centro educativo-empresa) que permita estructurarlos de manera m¨¢s coherente y eficiente a lo largo de toda su cadena de valor; como lo hace la industria manufacturera. Y, de esta forma, se mejorar¨¢ la productividad de los trabajadores de estos servicios y su capacidad para lograr buenos empleos.