?Hola, universidad!
Las pruebas de Selectividad son parad¨®jicas: son necesarias y absurdas a la vez. Deben existir, pero su estructura ha de cambiar
Estos d¨ªas de junio se cumple el ritual inici¨¢tico de las pruebas de acceso a la universidad. Cada comunidad aut¨®noma de nuestro pa¨ªs las calendariza y las denomina a su manera. En Madrid empezaron...
Estos d¨ªas de junio se cumple el ritual inici¨¢tico de las pruebas de acceso a la universidad. Cada comunidad aut¨®noma de nuestro pa¨ªs las calendariza y las denomina a su manera. En Madrid empezaron el d¨ªa 6, en Catalu?a lo har¨¢n el 14; unos las llaman EvAU y otros PAU. Un antrop¨®logo las ver¨ªa como un rito de paso, de la heteronom¨ªa de una ense?anza secundaria tutelada por profesionales de la educaci¨®n a una autonom¨ªa como estudiantes supervisada por profesionales de la educaci¨®n y de la investigaci¨®n. Arnold van Gennep, autor de la biblia Los ritos de paso (1909), lo habr¨ªa descrito como un rito liminar de socializaci¨®n de los m¨¢s importantes en la vida de una persona en la que ponemos a prueba nuestro so?ado horizonte de expectativas. Las experiencias de liminaridad, lo que la psicolog¨ªa de autoayuda denomina ahora como live events, acostumbran a ir acompa?adas de ansiedad, de ilusi¨®n, de pavor, de mucho esfuerzo, sacrificios y renuncias, de tener que demostrar en la Selectividad lo que ya se demostr¨® aprobando un bachillerato o un ciclo formativo de grado superior.
Los griegos nos ense?aron que el mito de S¨ªsifo define como pocos la naturaleza humana; que los futuros estudiantes de universidad no se rinden f¨¢cilmente, asisten religiosamente en sus institutos o escuelas a clases de repaso de preparaci¨®n de la Selectividad o incluso pagan academias m¨¢s o menos furtivas que les prometen el aprobado seguro y el acceso al grado so?ado. Alumnos y alumnas comparten res¨²menes y apuntes en formato digital y crean grupos de Whatsapp entre iguales que resuelven dudas sobrevenidas en el insomnio y en tiempo real; comparten la desesperaci¨®n por los pares m¨ªnimos en Instagram o el tedio con Plat¨®n en Twitter. Es simplemente la confirmaci¨®n del nietzschiano quien tiene un porqu¨¦ para vivir puede soportar cualquier c¨®mo.
Las pruebas de Selectividad son parad¨®jicas: son necesarias y absurdas a la vez. Necesarias porque se impone un sistema de acceso a la universidad ya que ni la oferta es ilimitada ni los criterios para escoger entre el grado de Medicina o el de Comunicaci¨®n Audiovisual est¨¢n siempre s¨®lidamente fundamentados. No siempre se corresponde el ideal con la realidad, los sue?os con nuestras competencias y nuestras capacidades, nuestra aptitud para cursar el doble grado de F¨ªsica y Matem¨¢ticas, nuestra matr¨ªcula de honor en Bachillerato y el morir s¨²bitamente por una d¨¦cima a la baja fruto del senequista errare humanum est. La prueba debe existir, su estructura debe cambiar, su peso en la nota de acceso a la universidad tambi¨¦n.
Poco ayudan en estos d¨ªas de ilusi¨®n y temor los inquietantes fatalismos dominantes sobre la mala salud de la educaci¨®n, sobre la ignorancia supina de nuestros alumnos y alumnas, la melancol¨ªa de Saturno de un pasado siempre mejor que aqueja a docentes de secundaria y universitarios. Deber¨ªamos hacer un ejercicio de empat¨ªa y acordarnos, como correctores y vigilantes de Selectividad, como docentes universitarios, de nuestro ya lejano rito de paso, cuando de un profesorado que nos conoc¨ªa por nuestro nombre o apellidos y nos ense?aba a ras de suelo sin alzarse sobre tarima alguna, como sigue sucediendo en secundaria, pasamos a una ense?anza ex cathedra que no siempre hace honor a ese nombre y en donde somos poco m¨¢s que un n¨²mero y una silueta an¨®nima al principio o al final del aula. Deber¨ªamos no banalizar que un 40% de nuestro alumnado de los primeros cursos de grado yerra el tiro, cambia de grado o, a¨²n peor, abandona demasiado pronto desencantado sobre su futuro en la universidad.
Las pruebas de acceso a la universidad comienzan con esa p¨¦rdida de identidad. Se cierne sobre nosotros de nuevo la paradoja de la alienaci¨®n de ser una simple etiqueta con un c¨®digo de barras y la necesidad de un anonimato que garantice una correcci¨®n imparcial, sin favoritismos de corrector que sabe si el alumnado que el imparcial azar le ha dado en suerte evaluar estudi¨® en la escuela p¨²blica o en una escuela de los Propagandistas de Cristo.
No reclamo ni paternalismo ni edulcoramiento alguno de la realidad. Tan solo reclamo el acompa?amiento que desear¨ªamos el d¨ªa de nuestro rito de paso a la universidad; que la evaluaci¨®n sea justa y la acogida en la universidad amable. El alumnado debe tener claro que su futuro depende tan solo de sus propias competencias y capacidades, que toda la culpa no es siempre de los otros, pero tambi¨¦n la tranquilidad de que su futuro no est¨¢ en manos de mercenarios que corrigen Selectividad para ganarse 1.000 euros extras y que degradan la profesi¨®n el resto del curso. Tampoco los docentes universitarios deben ver a los alumnos como una especie que viene fracasada de la secundaria y que no sobrevivir¨¢ al darwinismo acad¨¦mico. Esos falsos docentes existen y existir¨¢n, pero son minor¨ªa. La receta es sencilla: frente al apocal¨ªptico adi¨®s a la universidad, un jovial y motivador: ?Hola, universidad!
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