El l¨ªo de la evaluaci¨®n escolar
Pasar de poner nota a hacer una valoraci¨®n constante y formativa de los aprendizajes no ser¨¢ un camino sencillo, requiere un cambio de mentalidad
La en¨¦sima reforma del sistema educativo nos vuelve a colocar, en la pr¨¢ctica, en el mismo dilema que hace a?os, cuando ¨¦ramos nosotros a los que, como estudiantes, nos afectaban los cambios en la implantaci¨®n de nuevos modelos de ense?anza. Las leyes educativas son papel: lo que preocupa a las comunidades educativas son las ¡°cosas de comer¡±: c¨®mo se va a evaluar, ...
La en¨¦sima reforma del sistema educativo nos vuelve a colocar, en la pr¨¢ctica, en el mismo dilema que hace a?os, cuando ¨¦ramos nosotros a los que, como estudiantes, nos afectaban los cambios en la implantaci¨®n de nuevos modelos de ense?anza. Las leyes educativas son papel: lo que preocupa a las comunidades educativas son las ¡°cosas de comer¡±: c¨®mo se va a evaluar, c¨®mo se pasa de curso, c¨®mo se va a titular, c¨®mo se recupera una materia y c¨®mo ayudar a quienes m¨¢s lo necesitan sin apenas recursos a nuestro alcance. Y ah¨ª sigue habiendo muchas inc¨®gnitas.
Hace no mucho, cuando visit¨¦ la casa de mi madre, donde me cri¨¦, encontr¨¦ en uno de los cajones de mi antigua habitaci¨®n un bolet¨ªn de calificaciones de mi ¨¦poca de la EGB. El libro de escolaridad, me parece que lo llam¨¢bamos. En ¨¦l, pude ver lo que muchos de ustedes tienen en mente cuando circula eso de que se van a suprimir las notas num¨¦ricas: en esa ¨¦poca, nosotros tampoco ten¨ªamos notas, sino valoraciones descriptivas de las de siempre, en forma de ¡°sobresaliente¡±, ¡°notable¡±, ¡°suficiente¡±, etc¨¦tera. Lleg¨® a existir el ¡°deficiente¡± y el ¡°muy deficiente¡±, recordar¨¢n muchos, a la par que tal vez suspiren diciendo aquello de que ¡°no tuvimos ning¨²n trauma por ello¡±.
La ¨²ltima reforma escolar procura, en una loable declaraci¨®n de intenciones, sanar los males de nuestro sistema educativo: la hist¨®rica alta tasa de alumnado repetidor y seguir bajando las cifras de chicos y chicas que abandonan sin el t¨ªtulo de la ense?anza obligatoria. El problema es que se est¨¢n extendiendo entre las comunidades mensajes y creencias en torno a la idea de que, aunque sea cierto que cada vez abandonan menos antes de acabar la ESO y tambi¨¦n que la tasa de repetidores ha descendido, no queda claro que eso suponga que nuestro alumnado de hoy aprenda m¨¢s y mejor que el de antes.
Lo que s¨ª es evidente es una cosa: familias, estudiantes y muchos docentes empezaron este curso plagados de una incertidumbre nada alentadora sobre c¨®mo iba a evaluarse al alumnado: de d¨®nde iba a salir la calificaci¨®n final en un momento en el que el examen como instrumento ¨²nico de evaluaci¨®n est¨¢ en jaque por su discutible eficacia pedag¨®gica. Los profesionales de la educaci¨®n han tenido una suerte dispar para desenredar este complejo entramado de la evaluaci¨®n, en funci¨®n de la formaci¨®n que en estos meses hayan podido recibir, pero ?qu¨¦ ocurre con los padres, las madres y el alumnado? ?Est¨¢n bien informados ante la implantaci¨®n de un modelo evaluador en el que la calificaci¨®n num¨¦rica da un paso a un lado para integrar otro tipo de estrategias did¨¢cticas que permitan en mejor medida valorar el progreso de un estudiante?
Muchos docentes se sienten a veces solos ante el l¨ªo que supone cambiar nuestra mentalidad sobre la evaluaci¨®n¡±
Al menos yo no las tengo todas conmigo sobre si las comunidades educativas tienen claro que la evaluaci¨®n y la calificaci¨®n son dos conceptos diferentes. Tambi¨¦n me temo que muchos docentes a¨²n no se sienten seguros ante un planteamiento en el que aprender se concibe como un proceso regulador que parte del di¨¢logo, y no un resultado final num¨¦rico plasmado en un bolet¨ªn: por usar un s¨ªmil, como cuando nos sentamos junto a nuestros hijos e hijas y hablamos sobre sus fallos, los nuestros, sus aciertos y errores, y los orientamos sobre c¨®mo pueden mejorar, por ejemplo, su comportamiento, su actitud y sus relaciones con ese compa?ero de clase con el que no se llevan bien. Eso que hacemos las familias, en definitiva, es similar a evaluar, a formar: un seguimiento en el camino del aprendizaje, al igual que la crianza es una compleja red de interacciones sociales, de conexiones y encuentros en un entorno de acompa?amiento que siempre es determinante.
Sin embargo, el momento de gran complejidad social y brechas socioecon¨®micas en el que se ha implantado esta nueva ley educativa (no olvidemos que salimos de una pandemia que quebr¨® la escuela de arriba a abajo), ha propiciado que muchos docentes se sientan a veces solos ante el l¨ªo que supone cambiar nuestra mentalidad sobre la evaluaci¨®n. Por eso, fruto de ese desconcierto, se refugian en lo que hicieron con ellos cuando eran estudiantes y que les permiti¨® ir bien, a la par de que otros se quedaban en el camino: ex¨¢menes de preguntas y respuestas en los que el aprendiz tiene que demostrar, en una especie de rendici¨®n de cuentas, su capacidad para retener de forma temporal ¡ªque no interiorizar¡ª una serie de temas trabajados y explicados en clase con mayor o menor fortuna.
Sin embargo, multitud de estudios llevados a cabo en contextos escolares y sociales diversos nos indican que los modelos educativos m¨¢s basados en la reciprocidad, en el di¨¢logo y el contacto estrecho con el alumnado para hacerles despertar inquietudes, cuestionamientos y que puedan incorporar saberes para construir su conocimiento en su memoria, son los que arrojan mejores resultados. Por eso, evaluar no es poner una nota, ni tampoco es poner un insuficiente o un sobresaliente, como bien se explica en recientes publicaciones como La evaluaci¨®n formativa (SM, 2022), de Mariana Morales y Juan Fern¨¢ndez: evaluar es crear espacios y soportes cualitativos de feedback constante sobre lo que aprendemos, c¨®mo lo aprendemos y por qu¨¦ lo aprendemos, siempre con la oportunidad de que el estudiante entienda la importancia de su error y reconstruya su perspectiva personal sobre los saberes; todo ello m¨¢s all¨¢ de mecanizar que equivocarse conlleva un castigo en forma de suspenso, y que eso determine otras consecuencias m¨¢s severas.
Con ello no digo que, en una nueva forma de entender la ense?anza, haya que acabar de forma radical con la traducci¨®n num¨¦rica que suma y convierte en cifras ordenadas de 0 a 10 lo que un alumno o alumna hace a lo largo del curso en una prueba, trabajo, p¨®dcast o exposici¨®n. Eso va a ser muy dif¨ªcil. Pero s¨ª mantengo que en las comunidades escolares debemos hacer un debate sosegado sobre cu¨¢les son las implicaciones formativas que est¨¢n en los instrumentos que dise?amos para evaluar, y sobre la importancia de que familias y estudiantes entiendan qu¨¦ aprendizajes hay detr¨¢s de nuestros dise?os evaluadores, cu¨¢les pueden quedarse en el camino y qu¨¦ progresos concretos se obtienen, m¨¢s all¨¢ de rendirle cuentas a alguien por una nota.
El camino para alcanzar esta evaluaci¨®n construida como un minucioso proceso de reciprocidad y reflexi¨®n pasa por tener menos alumnado a cargo de cada docente como requisito clave. Pero tambi¨¦n pasa por un cambio de mentalidad y por abrir canales de informaci¨®n s¨®lidos a la colectividad de los centros, para que por fin entendamos que el l¨ªo de la evaluaci¨®n puede resolverse a trav¨¦s de la propia idea de lo que es la acci¨®n de evaluar: un acto humano de escucha, de conversaci¨®n, de mejora y de saber levantarse tras la ca¨ªda habiendo aprendido algo. Porque, al final, de eso es de lo que se trata.
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