Discurso de Mariano Rajoy en el debate parlamentario de aprobaci¨®n del Estatut
Sr. Presidente; se?oras y se?ores Diputados,
Hoy, como siempre que esta C¨¢mara se ocupa del desarrollo de la Constituci¨®n, de la articulaci¨®n del Estado, de la mejora del r¨¦gimen de libertades... Escribimos, sin darnos cuenta, una p¨¢gina muy importante de nuestra historia contempor¨¢nea.
Importante por el contenido. Se trata de un estatuto de autonom¨ªa, en concreto del Estatuto de Catalu?a, cuyos debates tanto el de 1932 como el de 1979 contin¨²an vivos en nuestra memoria y regresamos a ellos con frecuencia.
Importante tambi¨¦n por lo que pueda contener de precedente que muchos, sin duda, consultar¨¢n para constatar nuestra manera de entender el desarrollo constitucional.
No es presuntuoso suponer que el propio Tribunal Constitucional ha de repasar las actas de esta sesi¨®n para conocer cu¨¢l era la intenci¨®n del Legislador a la hora de aprobar este Estatuto.
Todo pues parece sugerir que atravesamos un momento solemne que es preciso abordar con la mayor seriedad y un gran sentido de la responsabilidad.
Esto, al menos, ser¨ªa lo deseable, Se?or¨ªas. Sin embargo, nada m¨¢s lejos de la realidad.
Desde 1978, en que esta C¨¢mara aprob¨® la Constituci¨®n Espa?ola, hasta hoy se han tramitado aqu¨ª un sinf¨ªn de iniciativas legislativas. Pues bien, nunca hab¨ªamos asistido a un espect¨¢culo tan lamentable como el que se ha producido con ocasi¨®n del debate del texto que hoy nos ocupa.
Hace dos a?os y medio se iniciaron los trabajos para reformar el Estatuto. Nadie explic¨® entonces a los ciudadanos qu¨¦ se pretend¨ªa, cu¨¢l era el objetivo, por qu¨¦ hab¨ªa que reformar el Estatuto, para qu¨¦ era preciso hacerlo... No exist¨ªa demanda social. Tuvo un nacimiento absolutamente gratuito. Un antojo de gobernantes que no entienden cu¨¢l es su papel.
A partir de ese momento, los espa?oles —primero los catalanes, luego el resto— asistimos entre incr¨¦dulos y asombrados —y muchos indignados— a un l¨ªo interminable en el que nadie lideraba nada, nadie pon¨ªa orden, nadie ofrec¨ªa un solo mensaje puesto en raz¨®n.
Por descontado, si alguno se atrev¨ªa a criticar aquel desbarajuste, se le acusaba de anticatal¨¢n, una respuesta que estaba perfectamente a la altura de la racionalidad de aquellos debates. Siempre me he preguntado cu¨¢l ser¨¢ el coeficiente intelectual de quienes usan tan elaborad¨ªsimos y brillantes argumentos.
El Estatuto comenz¨® siendo una criatura de dos se?ores, Maragall y Carod Rovira. Lo apadrin¨® el se?or Rodr¨ªguez Zapatero y lo concibi¨® el Tripartito. Ya eran tres m¨¢s el padrino. Como al se?or Rodr¨ªguez Zapatero le parec¨ªan pocos cit¨® al se?or Mas en la Moncloa y as¨ª fueron cuatro m¨¢s el padrino.
Los debates en el Parlamento Catal¨¢n se redujeron a una constante puja al alza para ver qui¨¦n llegaba m¨¢s lejos. Como dijo el se?or Duran: El Estatuto aprobado por el Parlamento Catal¨¢n es fruto de puro tacticismo. Maragall quiso presentarse m¨¢s nacionalista que CiU. Y CiU m¨¢s nacionalista que Esquerra.
El espect¨¢culo de frivolidad, de indolencia y de oportunismo pedestre que nos han mostrado algunos protagonistas ser¨¢ muy dif¨ªcil que nadie lo supere. El propio Conseller de Gobernaci¨®n del Tripartito reconoc¨ªa que Todo el mundo vot¨® el Estatuto en Barcelona sabiendo que iba en broma. Por lo visto se trataba simplemente de alborotar un poco y tirar para adelante. Todo muy honorable y muy edificante.
Una vez que el Estatuto lleg¨® a esta C¨¢mara, volvieron a reunirse los se?ores Zapatero y Mas. ?Qu¨¦ acordaron? Dejar a un lado al Tripartito. El se?or Mas se alz¨® con el santo y la limosna mientras el Tripartito mascullaba por los rincones que lo de Mas era un acuerdo dudoso y precipitado.
Y as¨ª hasta hoy que ya no se sabe ni de qui¨¦n es la criatura, ni qu¨¦ futuro le aguarda ni a qu¨¦ intereses sirve. Lo ¨²nico claro en toda esta triste historia es que el principal responsable ha sido el se?or Rodr¨ªguez Zapatero.
El mismo que afirm¨® que aprobar¨ªa cualquier reforma que viniera del Parlamento de Catalu?a. El mismo que dijo en el Senado que Naci¨®n era un concepto discutido y discutible. El mismo que abri¨® el mel¨®n del que otros se apresuraron a sacar tajada. El mismo que ofreci¨® a CiU un modelo de financiaci¨®n a sabiendas de que no pod¨ªa concederlo.
El mismo al que no le import¨® desautorizar al Presidente de la Generalitat que es de su propio partido. El mismo que cambia de aliados cuantas veces le convenga. El mismo que se toma los acuerdos tan en serio como la Naci¨®n que prometi¨® defender.
Es evidente que no estamos ante una p¨¢gina gloriosa en la historia de la democracia. M¨¢s bien se trata de una de las p¨¢ginas menos edificantes. Un triste rosario de artima?as, intrigas, nocturnidad y deslealtades.
Se?or¨ªas, si el espect¨¢culo que se ha ofrecido a los espa?oles ha sido malo, el resultado no ha podido ser peor.
?Saben como llama el diccionario a una cosa mal hecha y desordenada? Lo llama embrollo. Eso es lo que han hecho ustedes: un embrollo, una de los peores textos que han salido de esta casa; una ley mal hecha, indigente, defectuosa a los ojos de cualquier profesional del Derecho; un enredo que no resuelve nada con eficacia y crea incontables problemas nuevos. Estamos ante un semillero de conflictos jur¨ªdicos porque todo ¨¦l est¨¢ impregnado de una enorme incertidumbre.
Han pactado ustedes unas enmiendas que lo mismo autorizan para entender una cosa que su contraria.
A los nacionalistas les permiten presumir de haber clavado una pica en el coraz¨®n del Estado. A los se?ores del PSOE les permiten decir que han dejado el texto limpio como una patena. Por lo visto es un Estatuto con alma samaritana que permite a cada uno leer lo que le guste e interpretarlo seg¨²n le convenga.
Abundan los art¨ªculos que son sencillamente incomprensibles. Defienden el derecho a morir con dignidad pero no aclaran si aprueban la eutanasia.
A la Generalidad se le otorga competencia exclusiva en Cajas de Ahorro de acuerdo con la Constituci¨®n pero independientemente de lo que diga la Constituci¨®n.
Organizan un galimat¨ªas con la intervenci¨®n en las instituciones del Estado que no se sabe si reclaman participaciones o designaciones o vaya usted a saber qu¨¦...
Ni ustedes mismos saben qu¨¦ es lo que van a aprobar, porque no lo entienden. No se lo reprocho: no hay quien lo entienda.
?C¨®mo se puede entender si se han limitado a pegar retazos de cualquier color? Lo que les reprocho es que no les importe. Les reprocho que est¨¦n m¨¢s preocupados por quit¨¢rselo de encima cuanto antes que por las consecuencias.
Han hecho las cosas muy mal, con muchas prisas, cerrando acuerdos de cualquier manera... Lo han hecho todo al estilo del se?or Rodr¨ªguez Zapatero: como sea. Y as¨ª ha salido. Cuando las cosas se hacen como sea resultan de cualquier manera.
Pero dejemos esto, porque si alg¨²n reproche se puede hacer a este proyecto, Se?or¨ªas, es el que se refiere a su inconstitucionalidad.
Yo no s¨¦ si ha cambiado la definici¨®n de las cosas, pero si todav¨ªa llamamos inconstitucional a la norma que se opone a los preceptos de la Constituci¨®n, el Estatuto que hoy nos ocupa es objetivamente inconstitucional: contradice objetivamente la Constituci¨®n. Quiebra la letra y el esp¨ªritu de la Constituci¨®n.
Comienza por mencionar en el Pre¨¢mbulo una naci¨®n que la Constituci¨®n rechaza. Sabido es que el art¨ªculo 2 de nuestra ley suprema no reconoce en Espa?a m¨¢s que una naci¨®n que incluye a todos los espa?oles. Tanto si gusta como si no gusta, eso es lo que dice la Constituci¨®n.
Seg¨²n este Estatuto, Catalu?a pertenecer¨ªa a dos naciones, cosa dif¨ªcil de digerir para cualquiera por muchos circunloquios po¨¦ticos, sentimentales o culturales que se quieran intercalar.
No es que yo mire al Estatuto con malos ojos. El se?or Mas, por ejemplo, ha visto lo mismo que yo veo. Por eso dice que se acaba de establecer por primera vez en la historia de Espa?a que Catalu?a es una naci¨®n. Es verdad. Eso es lo que dice el Estatuto.
Se alega, sin raz¨®n, que el Pre¨¢mbulo carece de operatividad jur¨ªdica. No es verdad. La tiene y mucha. Informa sobre el esp¨ªritu de la ley, sobre la intenci¨®n del legislador, sobre la interpretaci¨®n de la norma.
Cualquier juez se sentir¨¢ autorizado para proclamar que en la intenci¨®n de los que hoy nos reunimos aqu¨ª estaba el dejar constancia de que Catalu?a debe ser contemplada a todos los efectos como una naci¨®n.
Los jueces no se enredan con la sem¨¢ntica. Si ven la palabra naci¨®n en un texto jur¨ªdico la interpretan en t¨¦rminos jur¨ªdicos. Esto lo saben los nacionalistas muy bien. Por eso insisten.
Los pre¨¢mbulos de las leyes siempre han sido muy importantes, se?or¨ªas. Las primeras palabras del pre¨¢mbulo de la Constituci¨®n del 78 son: La Naci¨®n espa?ola... ?Por qu¨¦? Para dejar bien claro qui¨¦n est¨¢ hablando y qui¨¦n redacta el texto constitucional.
No son adornos ret¨®ricos ni introducciones corteses ni lugar para los desahogos l¨ªricos. Todo lo que aparece en un pre¨¢mbulo tiene validez. Si el pre¨¢mbulo de este Estatuto sigue en pie, tendr¨¢ efectos demoledores porque, como muy bien ha se?alado el se?or Mas, no solo tiene fuerza jur¨ªdica; tiene m¨¢s: fuerza pol¨ªtica. Es verdad: Determina el futuro constitucional no solo de Catalu?a sino de Espa?a entera.
F¨ªjense, Sres. Diputados, hasta qu¨¦ punto es esto cierto que ya CIU ha planteado en el Parlamento de Catalu?a que los organismos estatales no usen el t¨¦rmino "nacional" en Catalu?a. Pretende que s¨®lo los de la Generalitat pueda utilizar esta denominaci¨®n en la Comunidad.
En fin, Se?or¨ªas, consecuencia de lo anterior y corroboraci¨®n de ello es que en el Estatuto afirman ustedes que los poderes de la Generalitat emanan del pueblo de Catalu?a.
El sentido de este logro lo ha explicado muy bien el Sr. M¨¢s: Estamos ante un acto de soberan¨ªa del Parlamento de Catalu?a, reconocido por las Cortes. En efecto, estamos reconociendo de facto la existencia de un poder soberano en Catalu?a.
La Constituci¨®n (articulo 1.2) dice que la soberan¨ªa nacional reside en el pueblo espa?ol del que emanan los poderes del Estado. No se?ala excepciones, se?or¨ªas: se refiere a todos los poderes del Estado, incluida la Generalidad de Catalu?a.
?Alguien cree que este art¨ªculo admite interpretaciones? ?Alguien cree que nuestra Constituci¨®n podr¨ªa reconocer que en Espa?a existe m¨¢s de una fuente para la soberan¨ªa o que cabe parcelar la soberan¨ªa? Yo no lo creo.
No quiero extenderme, se?or¨ªas, pero las consecuencias de estos planteamientos se esparcen por todos los rincones del Estatuto e inspiran la mayor¨ªa de sus disposiciones. En una palabra, est¨¢n defendiendo ustedes un texto empapado de inconstitucionalidad.
Por ejemplo, el articulado pretende fijar unilateralmente las competencias de la Generalidad, que adem¨¢s blinda y de paso, tambi¨¦n las del Estado.
Antes, estas cosas las defin¨ªa la Constituci¨®n, y los desacuerdos eran resueltos por el Tribunal Constitucional. Ahora, es un estatuto de autonom¨ªa el que pretende decirnos cu¨¢l es la legislaci¨®n b¨¢sica del Estado (precisamente aquella legislaci¨®n que garantiza un tratamiento igual y homog¨¦neo para todos los espa?oles).
?Conocen ustedes alg¨²n pa¨ªs del mundo en el que las competencias de un Estado las fije una parte del territorio? ?Se les ha ocurrido pensar qu¨¦ puede ocurrir si generalizamos esta norma a todas las comunidades aut¨®nomas?
?Y esa bilateralidad? Cualquier intento de establecer una relaci¨®n de bilateralidad entre la Generalidad de Catalu?a y el Estado espa?ol, una relaci¨®n de igual a igual, de t¨² a t¨² como dijo el Sr. M¨¢s, parte de un mal entendido fundamental.
Pretende ignorar que las autonom¨ªas, por ser autonom¨ªas, no son equiparables con el Estado. No cabe paridad entre la parte y el todo, entre quien autoriza y quien es autorizado. Si hay paridad, entonces no hay autonom¨ªa sino otra cosa que el Estatuto no deja clara.
A mayor abundamiento, es esta una relaci¨®n bilateral que no es rec¨ªproca. Porque ni el Gobierno ni estas Cortes Generales podr¨¢n intervenir en las competencias blindadas de la Generalidad, mientras que la Generalidad participar¨¢ en las decisiones de lo que queda del Estado espa?ol.
No quiero extenderme m¨¢s en este asunto. Pero por la misma raz¨®n que se establece un modelo de relaci¨®n bilateral o se liquidan las competencias del Estado, se crea un Poder Judicial propio, una Pol¨ªtica Exterior propia y una Pol¨ªtica Europea.
Y adem¨¢s, se impone el deber de conocer una lengua, deber que se rechaz¨® expresamente en los debates constitucionales en esta C¨¢mara. Pero lo m¨¢s grave es que la lengua no se pone al servicio de las personas como un factor de entendimiento, sino al servicio de una construcci¨®n nacional.
En toda la regulaci¨®n prima esa construcci¨®n nacional por encima de la libertad de las personas. Nada nuevo, los supuestos derechos colectivos por encima de los individuales.
Se?or¨ªas, la Constituci¨®n dice (art¨ªculo 14) que todos los espa?oles son iguales ante la Ley. ?Este Estatuto afirma lo contrario? S¨ª. Establece una ciudadan¨ªa diferenciada con distintos derechos y deberes fundamentales. ?Va pues en contra de la normativa constitucional? S¨ª.
Con esta ley, los espa?oles se dividen en dos grupos que ni tienen los mismos derechos fundamentales ni tienen las mismas obligaciones ni se rigen por las mismas leyes ni est¨¢ claro que compartan el mismo proyecto de vida en com¨²n.
Sorprendentemente, este desvar¨ªo discriminatorio est¨¢ apadrinado por los socialistas. ?Les cabe el honor de haber sembrado la desigualdad entre los espa?oles!
El t¨ªtulo I del Estatuto, que regula lo que llaman "derechos y deberes", es grotesco. Y ha provocado justa indignaci¨®n en ampl¨ªsimos sectores de la sociedad catalana, que no quieren que se les imponga un modelo de sociedad, ni que se intervenga en sus vidas.
En fin, se?or¨ªas, se nos presenta hoy un texto que es inconstitucional en todos sus renglones. El Sr. Rodr¨ªguez Zapatero nos habl¨® de una patena. La verdad es que no se ha preocupado de que el resultado no fuera inconstitucional, sino de que se notara lo menos posible.
Pero no lo ha conseguido. Es inconstitucional y, adem¨¢s, se nota.
Este Estatuto no dice lo mismo que la Constituci¨®n: Dice lo contrario. No es que interprete la Constituci¨®n en lo que ¨¦sta tenga de interpretable, no: es que la contradice. Mal se puede interpretar una ley afirmando lo contrario. Eso no es interpretar, es olvidarse de la Constituci¨®n. Es equiparar la Constituci¨®n con el Estatuto. Es negar la vigencia de la Constituci¨®n all¨ª donde se aplique el Estatuto.
Se?or¨ªas, no podemos admitir que a la chita callando, con mucho golpe de pecho constitucional y patri¨®tico, con mucho decir que no pasa nada, nos encontremos, a efectos pr¨¢cticos, con dos Estados.
Como ha escrito recientemente don Antonio Elorza —a quien el se?or Rodr¨ªguez Zapatero no considerar¨¢ sospechoso de nada— est¨¢n ustedes creando un Estado Dual, una Confederaci¨®n. El se?or Elorza es Catedr¨¢tico de Ciencia Pol¨ªtica; debe saber de qu¨¦ habla.
Eso s¨ª, a?ado yo, una confederaci¨®n mal hecha porque se improvisa, se construye con disimulos, de espaldas a los ciudadanos y ocultando la realidad.
Pero la verdad es ¨¦sta: estamos en el principio del fin del Estado tal y como los espa?oles lo dise?aron en 1978. ?Por qu¨¦ les da miedo confesar la verdad? Temen a la verdad porque saben que en cuanto los ciudadanos descubran el pastel lo impedir¨¢n.
Como dije el 2 de noviembre durante el Debate de Totalidad de este mismo proyecto, todos sabemos que ustedes solamente pod¨ªan ponerse de acuerdo en un texto que diga sin decir, que haga sin hacer y que no parezca ni claramente constitucional ni claramente inconstitucional.
Un producto el¨¢stico, flexible, impreciso, ambiguo, que permita soslayar la Constituci¨®n de manera el¨¢stica, flexible, imprecisa y ambigua. Algo que permita aplicar o dejar de aplicar la ley seg¨²n convenga a los prop¨®sitos de transformaci¨®n del Estado, y crear situaciones que, una vez instaladas, resulten incorregibles.
En esto consiste la reforma encubierta de la Constituci¨®n que pretenden ustedes realizar. Como no se atreven a plantearlo francamente porque saben que los espa?oles no lo aceptar¨¢n jam¨¢s, recurren a estas marruller¨ªas en la confianza de que si se camina despacio y sin alborotar a la opini¨®n p¨²blica, no ser¨¢ dif¨ªcil crear situaciones de hecho que, cuando se descubran, no tengan remedio.
Es la misma t¨¦cnica que emplea la carcoma, ese min¨²sculo insecto que parece inofensivo pero echa las casas abajo.
?Y todo esto para qu¨¦, se?ores del PSOE? ?Cu¨¢l es el beneficio?
Para Espa?a todo son perjuicios. ?No eran ustedes los que defend¨ªan un Estado fuerte que protegiera a los d¨¦biles, o ya se les ha olvidado?
Este Estatuto debilita al Estado hasta extremos de consunci¨®n y le impide velar por los intereses del conjunto; divide a los espa?oles; exalta la insolidaridad; nos har¨¢ m¨¢s ineficaces dentro de las fronteras y m¨¢s irrelevantes fuera de ellas... ?Cu¨¢l es el beneficio?
No lo ve nadie. Para colmo, nos dice el se?or Rodr¨ªguez Zapatero que este galimat¨ªas jur¨ªdico contribuir¨¢ a la estabilidad pol¨ªtica y a la unidad de Espa?a.
?Es esto lo que entiende el se?or Rodr¨ªguez Zapatero por unidad? Que estemos m¨¢s separados, m¨¢s distantes, m¨¢s divididos, m¨¢s incomunicados, ?es ¨¦sta su unidad?
La verdad es la contraria, se?or¨ªas. Este Estatuto no resuelve nada. Ni tranquiliza a los nacionalistas que ya est¨¢n calculando los pr¨®ximos pasos, ni une a los espa?oles. No resuelve nada de nada de nada.
Ni siquiera es bueno para los catalanes. Ya lo he explicado muchas veces y no me voy a extender ahora. Los catalanes ni son todos nacionalistas, ni les gustan las legislaciones metomentodo, ni disfrutan cuando se constri?e su libertad, ni van a percibir ning¨²n beneficio directo de este Estatuto, ni siquiera en el terreno econ¨®mico.
Est¨¢ claro que es una ley muy buena para fortalecer al nacionalismo y a sus representantes. Lo que no ha demostrado nadie todav¨ªa es que vaya a ser buena para quienes tengan que soportar esa administraci¨®n nacionalista fortalecida.
No puede ser bueno para los ciudadanos porque lo prioritario para sus autores no es ni la libertad de la gente ni su bienestar sino imponerle el r¨ªgido ideario nacionalista y el cors¨¦ de su construcci¨®n nacional. Eso es lo principal, aunque tengan que pagar un precio en bienestar, aunque tengan que renunciar a una parte de su libertad. Lo primero es lo primero. Lo primero es la naci¨®n. El individuo es siempre secundario.
No envidio a nadie de los que tengan que soportarlo y como no lo quisiera para m¨ª, tampoco se lo deseo a los dem¨¢s.
En resumen, se?or¨ªas. Mi grupo no puede aprobar el proyecto de Estatuto que hoy se debate porque es un mal texto jur¨ªdico, divide a los espa?oles, es inconstitucional, encierra una reforma subrepticia de la Constituci¨®n y nos instala en una incertidumbre jur¨ªdica y constitucional permanente.
A eso debemos a?adir que es injusto, discriminatorio e intervencionista. Que perjudica tanto los intereses generales de los espa?oles como los particulares de los catalanes y, en fin, que no resuelve nada porque ha nacido para dar satisfacci¨®n a los nacionalistas sin lograrlo.
Los insatisfechos de oficio seguir¨¢n insatisfechos. El destino principal de este Estatuto es convertirse en antesala de nuevas reivindicaciones nacionalistas, de nuevas osad¨ªas.
En nuestro criterio, lo mejor ser¨ªa retirar este proyecto y comenzar a elaborarlo de nuevo. Este ser¨ªa un gran servicio a los espa?oles, un gesto de grandeza que los ciudadanos agradecer¨ªan. Les devolver¨ªan ustedes algo de ilusi¨®n y un mucho de tranquilidad, porque la mayor¨ªa de los espa?oles est¨¢ en contra de este proyecto.
Lo proclaman a voces los sondeos de opini¨®n. Si alguien lo duda, se convencer¨¢ en cuanto acepte la celebraci¨®n del refer¨¦ndum que nosotros reclamamos con el aval de m¨¢s de tres millones de firmas.
A los espa?oles no les gusta este Estatuto. Tampoco les gusta que lo apoye un presidente del Gobierno de Espa?a. Por eso tienen ustedes tanta prisa. Pero la soluci¨®n no consiste en sacudirse el problema sin considerar las consecuencias, sino en hacer las cosas bien.
Si no quieren retirarlo, tienen ustedes la obligaci¨®n moral de esperar a que el Tribunal Constitucional entre en el fondo del asunto y aceptar el recurso previo de inconstitucionalidad, tal y como lo hemos planteado en la reforma de la LOTC.
Ser¨ªa una grave irresponsabilidad no esperar. Estamos ante un asunto suficientemente grave y no pasar¨¢ nada porque su tramitaci¨®n se retrase un tiempo. Por el contrario, pueden pasar muchas cosas y ninguna buena, si se elude el dictamen.
Saber qu¨¦ opina del fondo el Tribunal Constitucional ser¨ªa tambi¨¦n muy ¨²til para los ciudadanos de Catalu?a que tendr¨ªan as¨ª un mejor conocimiento de causa.
Aqu¨ª no vale todo, se?or¨ªas, ni el poder otorga la raz¨®n ni los votos no autorizan para hacer lo que a uno se le antoje sin encomendarse a nadie.
Pero el mayor error de este Estatuto es, al mismo tiempo, el mayor error del se?or Rodr¨ªguez Zapatero. Me refiero a la rotura del consenso.
Se?or¨ªas, como todo el mundo sabe, el se?or Rodr¨ªguez Zapatero decidi¨® romper la l¨ªnea de acuerdos entre el Partido Socialista y el Partido Popular que han caracterizado la Transici¨®n Espa?ola y el desarrollo de todo el bloque constitucional. En una palabra: Hasta llegar el se?or Rodr¨ªguez Zapatero al poder, no se modificaba ni una baldosa de la estructura constitucional del Estado sin que mediara un acuerdo, como m¨ªnimo, entre los dos partidos que representan juntos a casi todos los espa?oles.
Pues bien, como es sabido, el Sr. Rodr¨ªguez Zapatero, en su af¨¢n por arrasar todo lo que se le puso por delante, decidi¨® quebrar esta s¨®lida y constructiva l¨ªnea de conducta, nunca escrita pero siempre respetada, y excluir al PP.
Fruto de esa actuaci¨®n es este Estatuto partidista, el primer estatuto del disenso, de la divisi¨®n, del desacuerdo. Un estatuto que se ha fraguado con nocturnidad, disimulos y de espaldas a la voluntad general.
En consecuencia, un estatuto fr¨¢gil que carece de apoyos suficientes para garantizar su estabilidad porque m¨¢s de media Espa?a no lo aprueba y porque ni siquiera los socialistas querr¨¢n reconocerlo como propio en el futuro.
El se?or Rodr¨ªguez Zapatero no ha entendido: Primero, que el consenso es indispensable. Segundo, que el consenso no consiste en pactar esta o aquella medida. Tercero, que el consenso no consiste tampoco en que la oposici¨®n aplauda todas las ocurrencias del Gobierno.
El consenso consiste en acordar los procedimientos que se consideran leg¨ªtimos sea quien fuere el que gobierna. Lo dir¨¦ en otras palabras: El consenso consiste en establecer de com¨²n acuerdo a qu¨¦ llamamos juego limpio.
Pondr¨¦ un ejemplo: El se?or Rodr¨ªguez Zapatero est¨¢ legitimado para aprovechar su triunfo electoral, aunque sea minoritario, e imponer su criterio en cualquier materia opinable: el Plan Hidrol¨®gico, la Ley de Educaci¨®n o la Vivienda. Que prefiera dejar a los valencianos sin agua, a los estudiantes sin esperanza y a los j¨®venes pateando la calle en zapatillas deportivas, es cosa suya. Ese era su programa y no ha enga?ado a nadie, salvo a los distra¨ªdos.
Otra cosa es el modelo de Estado. Aqu¨ª nadie puede actuar por cuenta propia. Hacerlo equivaldr¨ªa a un golpe de mano ventajista, un abuso, una extralimitaci¨®n. Nada que ver con el juego limpio.
No es una cuesti¨®n de poder ni de mandar. Es que no est¨¢ bien. Podr¨¢ ser legal si existe un defecto en la legislaci¨®n que exige s¨®lo la mayor¨ªa absoluta para aprobar este texto. Pero est¨¢ mal abusar de ese defecto. No discuto el derecho, discuto la moralidad.
Es inmoral abusar de una ley que se redact¨® de buena fe porque nadie imaginaba que una persona con intenciones fr¨ªvolas pudiera estar en el Gobierno. ?Alguien piensa que si los espa?oles hubieran sospechado que pudiera ocurrir lo que ha ocurrido con este Estatuto no se hubieran tomado medidas para evitarlo?
No tengo ninguna duda y ustedes, tampoco, porque esto es el abc de la urbanidad democr¨¢tica. Me sorprende que personas que se proclaman dem¨®cratas y a las que considero dem¨®cratas se dejen deslumbrar por el se?uelo de un bot¨ªn f¨¢cil y olviden lo m¨¢s elemental de la conducta c¨ªvica.
Tan convencido est¨¢ el se?or Rodr¨ªguez Zapatero de que no est¨¢ bien lo que hace, que no se atreve a consultar a los ciudadanos. Quiere deshacerse ingenuamente de este incordio que tanto le perjudica a los ojos de los espa?oles. No tiene ya m¨¢s empe?o que aprobar el Estatuto como sea y soltar lastre.
Los contenidos le importan muy poco y las consecuencias me temo que a¨²n menos. Pero es una ingenuidad porque este Estatuto est¨¢ destinado a dar mucha guerra durante mucho tiempo. Cuando uno juega al aprendiz de brujo tiene que saber cargar con las consecuencias.
Yo, se?or¨ªas, no acepto este juego fr¨ªvolo, irregular e irresponsable. No es manera de hacer las cosas. No lo acepto y no lo apruebo. Ni el resultado ni el procedimiento.
No se preocupen sus se?or¨ªas que, cuando me toque, no voy a seguirles por ese camino. No pienso imitarles. Seguir¨¦ defendiendo y reclamando el acuerdo para cualquier reforma en el bloque constitucional.
Si no lo hiciera, si aceptara que se puede actuar como ustedes hacen, si reaccionara con los mismos procedimientos, este pa¨ªs se deshar¨ªa, en muy poco tiempo, como un azucarillo en el agua.
Yo no soy un pol¨ªtico profesional se?or¨ªas. No me da igual una cosa que otra. Yo estoy aqu¨ª para defender unos principios que es preciso defender.
Creo en la Espa?a constitucional. Creo en una Naci¨®n de ciudadanos libres e iguales que ostentan la soberan¨ªa nacional. Creo que las leyes est¨¢n hechas para ser cumplidas. Creo en la necesidad y en la fuerza del consenso. Creo que los gobiernos est¨¢n para atender las demandas de los ciudadanos y no al rev¨¦s. Creo en pocas cosas, se?or¨ªas, pero les aseguro que en esas pocas creo con enorme firmeza.
Por eso, adem¨¢s de por todo lo dicho, ni yo ni mi grupo estamos en condiciones de aprobar el Proyecto de Estatuto para Catalu?a en su redacci¨®n actual.
Muchas gracias, se?or Presidente.
Tu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo
?Quieres a?adir otro usuario a tu suscripci¨®n?
Si contin¨²as leyendo en este dispositivo, no se podr¨¢ leer en el otro.
FlechaTu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PA?S desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripci¨®n a la modalidad Premium, as¨ª podr¨¢s a?adir otro usuario. Cada uno acceder¨¢ con su propia cuenta de email, lo que os permitir¨¢ personalizar vuestra experiencia en EL PA?S.
En el caso de no saber qui¨¦n est¨¢ usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contrase?a aqu¨ª.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrar¨¢ en tu dispositivo y en el de la otra persona que est¨¢ usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aqu¨ª los t¨¦rminos y condiciones de la suscripci¨®n digital.