'Pistoleros' reclutan 'sin papeles' en la Plaza El¨ªptica
Los inmigrantes indocumentados se concentran en esa zona a la espera de lograr un jornal
Son casi las seis de la ma?ana y unos 20 hombres pueblan una cervecer¨ªa, frente a la madrile?a plaza El¨ªptica, en cuyo chafl¨¢n pronto aparcarcan las furgonetas y dem¨¢s veh¨ªculos de los llamados pistoleros, los reclutadores de obreros. Son s¨®lo una parte del m¨¢s de un centenar de inmigrantes, en su mayor¨ªa originarios de Suram¨¦rica, ?frica y Europa del Este, sin documentos en regla, que esperaban ayer lunes desde antes de las seis de la madrugada en la rotonda de la plaza a ser reclutados para trabajar en obras de construcci¨®n en alg¨²n punto de la Comunidad de Madrid.
"Aqu¨ª todos saben a qu¨¦ vienes: ofrecer mano de obra barata y sin papeles para trabajar en la construcci¨®n", explica Luis, un peruano, que conseguir¨¢ una chamba (empleo) en direcci¨®n indefinida y con horario y sueldo a negociar. El fr¨ªo congela las extremidades y cala los huesos. Por eso, los clientes del Yakarta piden caf¨¦ con leche para calentar la sangre y salir a soportar de pie el tiempo que sea necesario para conseguir un puesto en la obra. "Botell¨ªn no. No hay porras de momento. Hay caf¨¦ con leche, ?churros, bollos?", recita el camarero y, de paso, avisa a los que se cubren del fr¨ªo en el local: "Esto es un negocio. Aqu¨ª hay que consumir". Las caras de sue?o se repiten.
Tambi¨¦n los gorros calados hasta los ojos, las mochilas colgadas a la espalda, las manos en los bolsillos de los pantalones vaqueros o ch¨¢ndal y las deportivas. Apenas se cruzan palabras. Alguien estornuda y se escucha un "qu¨¦ fr¨ªo que hace hoy, chinga'etumadre". "Hoy muchos llegan tarde por el cambio de horario", apunta Luis, quien en Per¨² dej¨® a su esposa y dos hijos. Dice conocer a un pata (amigo) peruano que ofrece chambita cerca del Metro de Pueblo Nuevo: "Paga seis euros la hora, todo con papeles. Si nos los tienes, ¨¦l te los hace. Claro, te cobra. Trabajas meses sin ver un sol (moneda peruana). Yo estuve seis d¨ªas con ¨¦l. Ac¨¢ es mi primera vez".
Hacerse el tonto aunque te est¨¦n timando
"La clave es insistir", agrega, "y portarse bien. Hacerse un poco el tonto, aunque sepas que te est¨¢n timando. Hay que llamar todos los d¨ªas. La paga, al final. Si la obra se para, pues a la chingada". Media hora despu¨¦s, los pistoleros, algunos de ellos tambi¨¦n inmigrantes, aparcan sus furgonetas frente al Yakarta. Eval¨²an la mercader¨ªa (edad, f¨ªsico, color), hablan por m¨®vil y seleccionan. A veces se bajan del veh¨ªculo a negociar. Otras, basta con un gesto -apuntar con el ¨ªndice o levantar el ment¨®n- para hacerse entender desde el volante. A las siete hay m¨¢s de una decena de veh¨ªculos aparcados. Ocho inmigrantes se suman a una furgoneta de una empresa constructora; pegada a ella hay una de pinturas y m¨¢s all¨¢ otra de cargas.
La oferta es mayor, seg¨²n los asiduos; la demanda, en cambio, decrece. La crisis del sector inmobiliario se hace sentir y quienes m¨¢s sufren son los sin papeles, cuyos sueldos, en negro, oscilan entre los 30 y los 60 euros diarios. Si hay paga. El promedio de edad de los oferentes fluct¨²a entre los 20 y los 50 a?os. De los m¨¢s de cien aspirantes de esta ma?ana, dos parecen menores y s¨®lo hay una mujer. Es brasile?a y espera ser reclutada para un restaurante. Los africanos conversan en grupos separados. El idioma es una barrera adicional. Los elegidos escuchan la oferta y se suben a los coches casi sin mediar palabra. Amanece en el Yakarta, donde se escucha el tema Sarandonga, se leen diarios gratuitos y se juega a las tragaperras. Dos sudamericanos se quejan: "Me toca hacer papeles todo el d¨ªa", resopla uno.
Y el otro retruca: "Yo estuve chambeando en un chalet en Villaviciosa, que lleva cuatro meses parado. 'Te voy a deportar', me dice el patr¨®n. Ese no tiene cara. Primero no paga y luego amenaza, el hijuepua". Son las siete y media. "Quedan seis churros, dos por cabeza, como el ganado", avisan detr¨¢s del mostrador. Al otro lado del ventanal, un joven andino saluda triunfal, antes de bajar la cabeza para entrar en un coche de vidrios polarizados. "Un chaval con suerte", coinciden varios. "Diez para las ocho", informa un ecuatoriano, con un balanceo nervioso. Algunos desisten. Pero medio centenar permanece de pie y, en el intercambiador de Plaza El¨ªptica, sus caras se mezclan con las de quienes acaban de salir de casa para ir a trabajar.
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