Respuestas sobre Bolonia
En cualquier pol¨¦mica, quien fija los t¨¦rminos del debate parte con ventaja. A pesar de ser conscientes de este obst¨¢culo, queremos contestar las "Preguntas sobre Bolonia" que fueron planteadas en esta misma tribuna, en la confianza de poder mostrar al lector que algunas de ellas esconden falacias dignas de figurar entre las mejores estratagemas de Schopenhauer.
Hay algunas cr¨ªticas con las que coincidimos, si bien no compartimos las soluciones que se proponen:
1.Coincidimos en que las ingenier¨ªas han quedado en cierto modo fuera del proceso de convergencia. Tras a?os dando vueltas a la estructura de los estudios de ingenier¨ªa se han dejado pr¨¢cticamente como estaban. Pero esta paradoja no desmonta la bondad del proceso, los propios firmantes del anterior art¨ªculo sugieren cu¨¢l ha sido la causa de lo ocurrido cuando dicen: "Hay algunos gremios que siguen contando con una considerable capacidad de presi¨®n". En otras palabras, la soluci¨®n ser¨ªa m¨¢s Europa tambi¨¦n para los estudios de ingenier¨ªa.
2.Se critica la forma en que se est¨¢n elaborando los planes de estudios en algunas universidades espa?olas. Los procedimientos que se est¨¢n siguiendo para aprobarlos, as¨ª como algunos de los resultados que ya estamos viendo, son claramente mejorables. Pero esta acusaci¨®n es bastante malintencionada, porque lo que no se dice es que las tensiones y los intereses que afloran en la elaboraci¨®n de estos planes son los mismos que se escond¨ªan bajo los anteriores planes. En esto al menos no hemos ido a peor.
3. La desregulaci¨®n claro que tiene sus peligros, como los tiene la propia autonom¨ªa universitaria en general. Como bien se se?ala en el art¨ªculo, que los mandarines aprovechen las nuevas posibilidades en su exclusivo beneficio no es el menor de esos peligros. Pero paralelamente la desregulaci¨®n tambi¨¦n da lugar a nuevas posibilidades, al suprimir limitaciones que constre?¨ªan los t¨ªtulos y los planes, posibilidades que podr¨ªan usar en beneficio del inter¨¦s general quienes ocupan puestos de influencia en cada universidad, como algunos firmantes del art¨ªculo. Resulta cuando menos curioso que unos mandarines universitarios acusen a otros de ejercer de mandarines, este tipo de comentarios m¨¢s bien refleja una mera lucha palaciega.
El resto de preguntas y consideraciones que hacen los autores son maniobras de diversi¨®n. Se preguntan si los cambios promovidos por las autoridades educativas espa?olas van a alcanzar los efectos deseados, sembrando dudas sin dar argumentos que las avalen. Lanzan la acusaci¨®n de que lo que se est¨¢ haciendo en Espa?a se aleja en aspectos importantes de lo que se hace en otros pa¨ªses europeos, olvidando que la convergencia universitaria europea no es un proceso cerrado en el que unos pa¨ªses deben imitar a otros, sino que es una construcci¨®n com¨²n a la que todos pueden aportar. S¨ª que es cierto que algunos estudios como los de Derecho tienen una considerable componente nacional en cuanto a los contenidos, pero en t¨¦rminos de formaci¨®n global del titulado, es decir, atendiendo no s¨®lo a los contenidos sino a todas las capacidades que ha de adquirir el estudiante, las diferencias no son tan relevantes como se quiere hacer ver.
En otro lugar del art¨ªculo aparecen un conjunto de afirmaciones, algunas m¨¢s apocal¨ªpticas que otras pero todas destructivas para el proceso de Bolonia, que encierran una hip¨®tesis oculta que conviene desvelar. Para los autores, la universidad espa?ola debe de vivir en la perfecci¨®n a juzgar por la apreciaci¨®n totalmente negativa de los cambios. Como si nuestros egresados tuvieran una formaci¨®n completa gracias a los planes de estudios actuales. Como si no tardaran en obtener su t¨ªtulo una media de a?os escandalosamente superior al n¨²mero de a?os previsto, demostrando que o son torpes en un porcentaje muy alto o los procesos formativos necesitan una urgente reforma. Como si la "degradaci¨®n de los estudios" que perciben los autores de las preguntas hubiera comenzado con la aplicaci¨®n de la convergencia europea y no la percibieran ellos mismos en las ¨²ltimas d¨¦cadas. Como si nuestros antiguos alumnos encontraran f¨¢cilmente un trabajo relacionado con su titulaci¨®n.
Para finalizar, cuando ya no quedan m¨¢s argumentos se utiliza una t¨¢ctica dilatoria, sin ning¨²n plan. Tras diez a?os de espera ahora se pide que se siga esperando. Que se pare todo hasta que nosotros estemos de acuerdo. Esta petici¨®n resultar¨ªa m¨¢s cre¨ªble si se propusieran alternativas que respetaran los objetivos de los acuerdos de Bolonia, que los autores dicen compartir, y que seg¨²n ellos permitieran conseguirlos mejor que las decisiones tomadas por las autoridades pol¨ªticas y acad¨¦micas. Pero en lugar de suscitar un debate se utilizan estratagemas para aparentar que se tiene raz¨®n, parafraseando a Schopenhauer.
Jos¨¦ Manuel Bayod es catedr¨¢tico de An¨¢lisis Matem¨¢tico en la Universidad de Cantabria. Tambi¨¦n firman Laureano Gonz¨¢lez Vega, catedr¨¢tico de Algebra en la Universidad de Cantabria; Teresa Susinos, profesora titular de la Universidad de Cantabria; Mar¨ªa Jos¨¦ Vieira, profesora titular de M¨¦todos de Investigaci¨®n y Diagn¨®stico en Educaci¨®n en la Universidad de Le¨®n; Guillermo Rodr¨ªguez Lorbada, estudiante de Ingenier¨ªa de Telecomunicaciones en la Universidad Polit¨¦cnica de Madrid; e Irene Sabio, estudiante de Derecho en la Universidad Carlos III.
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