En la pendiente
El presidente del Gobierno, Jos¨¦ Luis Rodr¨ªguez Zapatero, atraviesa uno de los momentos pol¨ªticos m¨¢s dif¨ªciles desde su llegada a La Moncloa. Si hasta ahora los electores y los miembros de su propio partido hab¨ªan pasado por alto los modos presidencialistas exhibidos en el nombramiento del Ejecutivo y en la toma de decisiones, la creciente sensaci¨®n de que Zapatero act¨²a con imprevisi¨®n y ligereza frente a una de las crisis econ¨®micas m¨¢s graves de la historia est¨¢ comenzando a pasarle factura. A lo largo del ¨²ltimo a?o, las encuestas muestran el desapego de sectores cada vez m¨¢s amplios de votantes socialistas, desencantados con los titubeos y las contradicciones en asuntos particularmente sensibles para la izquierda y que el propio Ejecutivo hab¨ªa enarbolado para colocar a la oposici¨®n entre la espada y la pared. Entre otros, la memoria hist¨®rica, las relaciones entre la Iglesia y el Estado o la pol¨ªtica exterior basada en principios ¨¦ticos.
Gestionar el desgaste no resulta f¨¢cil para ning¨²n dirigente pol¨ªtico. En el caso de Zapatero, la tarea se complica a¨²n m¨¢s porque el ascendiente sobre su partido no se basa en la determinaci¨®n y el acierto a la hora de dirigir un proyecto claramente formulado, sino en prometer (y lograr) victorias electorales a cambio de que se acaten sus criterios cambiantes en funci¨®n de cada coyuntura. Si, como viene sucediendo desde el principio de la crisis econ¨®mica, surgen dudas acerca de que esas victorias electorales puedan repetirse, es entonces su peculiar manera de ejercer el liderazgo lo que pierde fundamento y, por tanto, lo que queda en entredicho.
Es seguramente ah¨ª donde habr¨ªa que buscar una de las principales causas del malestar que empieza a cundir en las filas socialistas; un malestar multiplicado por el hecho de que la actual direcci¨®n ha desmantelado los espacios org¨¢nicos en los que deb¨ªa desarrollarse el debate interno. Los dirigentes socialistas que discrepan del imprevisible contorsionismo desarrollado por el jefe del Ejecutivo no est¨¢n teniendo, as¨ª, otro camino que el silencio resignado o el abandono de la pol¨ªtica. En una sola semana, tres ex ministros han dejado su esca?o y es previsible que otros lo hagan pr¨®ximamente. Consciente de esta situaci¨®n -que, sin embargo, se sigue negando-, Zapatero encara la reuni¨®n del comit¨¦ federal del partido el pr¨®ximo fin de semana. Es posible que consiga suscitar un cierre de filas en torno a su figura; pero si es a costa de aplazar los debates reales, ser¨¢ un paso en falso.
Como jefe de Gobierno, Zapatero ha querido actuar con los mismos criterios que como jefe de partido. El nombramiento de ministros no ha obedecido a razones pol¨ªticas identificables, ni su cese. Y una vez en el cargo no se les ha reconocido una competencia exclusiva sobre su departamento, sino que han visto constantemente zapada su labor por las intervenciones de un presidente que los puentea y los desautoriza sin reparar en el coste pol¨ªtico e institucional que esta forma de actuar representa para el m¨¢ximo ¨®rgano de direcci¨®n pol¨ªtica del pa¨ªs. Solbes no es el ¨²nico que ha sufrido este desgaste, pero s¨ª constituye el caso m¨¢s grave por la importancia del cargo.
Competencias relevantes como Universidades, claves para el nuevo modelo productivo que proclama el Gobierno, han transitado sin motivos de peso entre varios ministerios, igual que Asuntos Sociales. Los titulares de Industria y de Ciencia se han disputado otras competencias y se han dado hasta codazos en organismos internacionales. Vivienda se cre¨® contra la burbuja inmobiliaria, pero se ha mantenido con los precios de los pisos a la baja. Y, desde el punto de vista formal y contra toda l¨®gica institucional, el propio presidente es responsable de Deportes.
Si el Gobierno que preside Zapatero desea alejarse de la pendiente por la que se est¨¢ precipitando y asegurar su continuidad, y, lo que es m¨¢s importante, liderar la recuperaci¨®n econ¨®mica y no la marcha hacia el abismo, es preciso un cambio. Pero no s¨®lo de unas pol¨ªticas que no se sabe bien del todo en qu¨¦ consisten, sino de una forma de decidirlas y ejecutarlas que est¨¢ alcanzando unos niveles de confusi¨®n sin precedentes, especialmente en asuntos de tanta trascendencia como la lucha contra una crisis que nos acompa?ar¨¢ a¨²n mucho tiempo.
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