Y por fin...?Samarcanda!
A lo largo de mi vida como periodista he empezado muchos art¨ªculos hablando de esos lugares de nombre m¨ªtico para un viajero a los que cuando llegas te das cuenta que de m¨ªticos solo ten¨ªan el nombre. Tombuct¨², Cabo Norte, Tamanraset y.... ?Samarcanda?
Pues un poquito, s¨ª: Samarcanda , para desgracia de mit¨®manos, ?tambi¨¦n! Dicha esta herej¨ªa, y antes de que alguno trate de lapidarme por ella, trato de explicarme. A mi me mosqueaba que siempre que se hablaba y escrib¨ªa de Samarcanda, saliera la misma foto. La de una plaza con unas mezquitas bell¨ªsimas... pero siempre la misma foto. Y ahora que he llegado a Samarcanda, el nombre m¨¢s bello al que ciudad alguna pueda aspirar, me he dado cuenta del por qu¨¦.
En mi imaginario particular Samarcanda era... ?Bukhara!. O la misma Khiva. Un casco medieval, de tortuosas calles encajadas entre tapiales de adobe, una ciudad de medinas, c¨²pulas y mezquitas. Un zoco bullicioso y abigarrado donde se o¨ªa el canto del muec¨ªn, el griter¨ªo de los mercaderes, el rumor del agua en las fuentes.... Y resulta que Samarcanda es una ciudad activa, moderna, de amplias avenidas y grandes rotondas, con un bello barrio ruso-zarista de bulevares orlados por enormes arboledas y edificios neocl¨¢sicos. Repartidos por esta planimetr¨ªa cuadriculada sobresalen algunas mezquitas, mausoleos, minaretes y madrasas que hablan de su antiguo esplendor. Una urbe muy interesante... pero no la que yo hab¨ªa idealizado. Ni rastro de bazares, zocos o medinas de Al¨ª Baba.
Dicho esto: ahora la parte positiva. La plaza de la famosa foto que todos hemos visto se llama plaza Registan y es una de las m¨¢s bellas de Asia.
Tres madrasas se alzan majestuosas en otros tantos lados de este antiguo ?espacio arenoso?, pues eso significa Registan, como obra cumbre de la arquitectura y el arte de Samarcanda. La m¨¢s antigua, la de Ulugh Beg, fue levantada en 1420. Las otras dos se construyeron a su imagen y semejanza 200 a?os despu¨¦s.
Es la antigua plaza mayor de la Samarcanda medieval, la que fue capital de un imperio que se extend¨ªa desde el Mediterr¨¢neo al Pamir.
Solo por estar aqu¨ª sentado, viendo como atardece sobre los moc¨¢rabes y los gigantescos iwanes recubiertos de may¨®licas de estas tres viejas escuelas cor¨¢nicas, hoy calmas y silenciosas, se justificar¨ªa el viaje. Solo por eso, Samarcanda merece seguir siendo la ciudad de los sue?os en mi imaginario.
Pero hay m¨¢s. Ma?ana sigo contando.
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