Con perros (n¨®rdicos) y a lo loco
Al final la nevada de ayer en Madrid no fue tan fuerte como se esperaba y la ciudad no se colaps¨®, aunque si hubo muchos problemas en zonas de La Mancha, Castell¨®n y Teruel.Pero esta primera nevada me hizo recordar un viaje que tuve la suerte de hacer hace algunos a?os por el ¨¢rtico canadiense a bordo de un trineo de perros. Como os dec¨ªa ayer, a los canadienses no les asusta el fr¨ªo. Se benefician de ¨¦l. En cuanto los lagos se congelan, abren carreteras sobre la superficie helada y se desplazan por ella mucho mejor que por el asfalto.La expedici¨®n en la que particip¨¦ la lideraba Grant Beck, uno de los m¨¢s famosos corredores de mushing (las carreras de trineos tirados por perros) del pa¨ªs. A Grant lo conoc¨ª en Yellowknife, la capital de los Territorios del Noroeste, un cruce entre la Cycely de "Doctor en Alaska" y la aldea del Yuk¨®n en la que hizo fortuna el t¨ªo Gilito. Con nuestra caravana de cuatro trineos y 31 perros n¨®rdicos recorrimos 350 kil¨®metros de tundra ¨¢rtica en trono al Gran Lago del Esclavo. Un interminable desierto blanco en el que depend¨ªamos por completo de esos diminutos animales, que por su dureza tuvieron un papel decisivo en la conquista de los casquetes polares. Los esquimales los usaban hace ya 1.500 a?os, corriendo junto a ellos porque no sab¨ªan amaestrar perros-gu¨ªa.Durante diez d¨ªas avanzamos sin descanso por planicies heladas y bosques de con¨ªferas. El silencio y la soledad sobrecog¨ªan. Se ve¨ªan huellas de carib¨²s, alces y zorros blancos y alguna bandada de perdices ¨¢rticas, gordas y blancas como un ni?o de primera comuni¨®n. Por las noches us¨¢bamos alguna caba?a de cazadores, siempre abiertas y con le?a dispuesta para quien las necesite, o mont¨¢bamos nuestras tiendas de campa?a sobre un suelo de ramas de piceas. Fuera la temperatura alcanzaba los 38 grados bajo cero.Nunca olvidar¨¦ las noches con aurora boreal. El olor del aire congelado. El siseo de las cuchillas del trineo al rasgar los copos de nieve. O la algarab¨ªa de los perros cada ma?ana cuando los at¨¢bamos de nuevo al tiro. En realidad, un viaje as¨ª no se olvida nunca
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