Supervivientes de trinchera extranjera
Lucharon en la II Guerra Mundial junto a los aliados o junto a los nazis en la Divisi¨®n Azul. Han asistido a la transformaci¨®n de su mundo. Los ¨²ltimos espa?oles a¨²n vivos hacen memoria
Alberto D¨ªaz G¨¢lvez se fue a la guerra por una frase que pronunci¨® su padre. Fue un s¨¢bado, la memoria no le falla a este superviviente de la II Guerra Mundial que ya cuenta 89 a?os. Estaban sentados a la mesa su madre, los nueve hermanos, y en un extremo, su padre, hombre severo, siempre comiendo con un peri¨®dico en una mano y la cuchara en la otra. Reinaba el silencio sepulcral de siempre para no entorpecer la lectura del progenitor. Daban por la radio el parte, hablaban de los avances de los alemanes en el frente ruso. A un hermano de Alberto se le ocurri¨® hacer una broma sobre los falangistas, y aunque se trataba de una familia b¨¢sicamente apol¨ªtica, el padre pidi¨® a los chicos que no criticaran tanto, ya que ellos no estaban dispuestos a irse al frente.
"Yo no ten¨ªa ideales pol¨ªticos", confiesa Alberto D¨ªaz G¨¢lvez. "Buscaba la aventura y no ser menos que otros"
"Cada d¨ªa te met¨ªan el miedo en el cuerpo", dice Neus Catal¨¢ del campo de concentraci¨®n de Ravensbr¨¹ck
D¨ªaz G¨¢lvez termin¨® de comer y se fue a cortar el pelo. Ten¨ªa 18 a?os. Dos a?os antes hab¨ªa intentado unirse a las Juventudes Socialistas Unificadas, del bando rojo, pero no se lo hab¨ªan permitido por ser demasiado joven. Meses antes, sus dos mejores amigos se hab¨ªan unido como voluntarios a la Marina de Franco, pero a ¨¦l le hab¨ªan rechazado: era un chico bajito, delgadito, pesaba 52 kilos.
Sali¨® con el pelo reci¨¦n cortado y se fue directo para la jefatura de las milicias de Almer¨ªa. Se alist¨® en la Divisi¨®n Azul -el cuerpo de voluntarios que luch¨® junto a los alemanes-. "Yo ten¨ªa ansiedad por salir de Almer¨ªa, por irme a donde fuera", recuerda. "Yo era muy inquieto, me apuntaba a todo. No ten¨ªa ideales pol¨ªticos. Buscaba la aventura, y no ser menos que otros".
As¨ª comenz¨® la peripecia de Alberto D¨ªaz G¨¢lvez, uno de los miles de espa?oles que participaron en la II Guerra Mundial. El documentalista Alfonso Domingo acaba de publicar Historias de los espa?oles en la II Guerra mundial, un libro que recoge los testimonios de cerca de cincuenta espa?oles que combatieron junto a los aliados o junto a las tropas nazis.
Para algunos, la II Guerra Mundial fue una oportunidad de seguir luchando por la libertad tras la derrota en la Guerra Civil. Para otros, la oportunidad de detener el avance del comunismo. La mayor¨ªa de los entrevistados por este peri¨®dico no reniega hoy de sus ideas. Y coinciden en la inutilidad de las guerras. "No me reprocho haber ido a la Divisi¨®n Azul, no me averg¨¹enzo", confiesa D¨ªaz G¨¢lvez, "pero menuda estupidez son las guerras, ?irse a morir por la patria a Rusia!, ?vas t¨² a arreglar el mundo, chalao!", dice con el gracejo de su acento almeriense.
El 17 de marzo de 1942, D¨ªaz G¨¢lvez recibi¨® un balazo que le entr¨® por debajo del p¨®mulo izquierdo y le sali¨® por detr¨¢s de la oreja. Tuvo suerte, dijeron los m¨¦dicos: le dispararon tan de cerca que la bala entr¨® y sali¨® r¨¢pido. Perdi¨® un ojo y la audici¨®n de un o¨ªdo en el batall¨®n de choque en el que le integraron en Rusia.
Martes de la semana pasada, ocho de la tarde. En su casa de Majadahonda, Jos¨¦ Mar¨ªa Bravo muestra la traducci¨®n que estaba haciendo de un manual de instrucciones en ruso del avi¨®n U2. Bravo fue un as de la aviaci¨®n del bando republicano. Se form¨® como piloto en la Uni¨®n Sovi¨¦tica. Su destreza en el pilotaje del Polikarpov I-16 (conocido como Mosca) le llev¨® a una carrera de ascensos vertiginosa. Con tan s¨®lo 22 a?os, ya estaba al frente de la unidad a¨¦rea m¨¢s potente del bando republicano. El 8 de enero de 1939, cruz¨® los Pirineos presionado por el empuje de las fuerzas franquistas. Pas¨® por el campo de concentraci¨®n de Argeles. Pero fue en el campo de Gurs donde conoci¨® al representante del Ej¨¦rcito sovi¨¦tico que le convenci¨® para volver a Rusia. All¨ª vivi¨® entre 1939 y 1960. All¨ª le pill¨® la II Guerra Mundial.
Bravo lleg¨® a estrechar la mano de Stalin. Corr¨ªa el a?o 1943 y le acababan de nombrar capit¨¢n de una escuadrilla de vuelos nocturnos. Se encontraba acuartelado en Bak¨², defendiendo los campos petrol¨ªferos. Su escuadrilla sol¨ªa escoltar a los aviones que deb¨ªan cruzar el mar Caspio. Un d¨ªa le pidieron que escoltara con su escuadrilla a dos aviones de Aeroflot hasta Teher¨¢n. Sin darle m¨¢s detalles. Bravo ten¨ªa 26 a?os. Pas¨® tres d¨ªas en Teher¨¢n, oyendo rumores de que por all¨ª andaba el jefe supremo sovi¨¦tico. En el momento de emprender el regreso hacia Bak¨², pidieron a Bravo que formase en fila en el aer¨®dromo central junto a los 12 miembros de su escuadrilla. Tieso como un palo, vio c¨®mo Stalin se acercaba a saludar a todos los miembros de la escuadrilla por haberle escoltado -y ellos, sin saberlo-. Al llegar a su altura, Stalin se detuvo ante Bravo, el jefe de la escuadrilla.
-"?T¨² qu¨¦ eres, ?georgiano?", le pregunt¨®.
- "No, soy espa?ol, generalisimus", contest¨® Bravo, comunista para quien, en aquel momento, Stalin era poco menos que dios.
-"?Y qu¨¦ haces aqu¨ª?", le pregunto Stalin.
Bravo le cont¨® su historia. ?l y toda su escuadrilla estaban vestidos con su uniforme de trabajo en Bak¨², una camisa y unos pantalones cortos que de lo deste?idos que estaban, parec¨ªan blancos. Concluida la explicaci¨®n, Stalin dispar¨® una tercera pregunta: "?Y por qu¨¦ llevas a todos tus pilotos en calzoncillos?".
El avergonzado jefe de escuadrilla tuvo que explicar que ¨¦se era el material que les hab¨ªan entregado en Bak¨². Tres d¨ªas m¨¢s tarde, llegaban a la base nuevos y relucientes uniformes. El 10 de diciembre, el jefe supremo le condecoraba con la orden de la Guerra Patria por haber prestado servicio. "Era un dios. Entonces no sab¨ªamos nada de las barbaridades que dicen que hizo", contaba la semana pasada en su casa Jos¨¦ Mar¨ªa Bravo. Cuatro d¨ªas despu¨¦s de hablar con EL PA?S, Bravo fallec¨ªa, a los 92 a?os. "Yo nac¨ª comunista y morir¨¦ comunista", dijo en su ¨²ltima entrevista el legendario piloto republicano.
Tambi¨¦n se reafirma en sus ideas de siempre Jos¨¦ Miranda, militar que combati¨® en las filas franquistas durante la Guerra Civil y que lleg¨® al frente ruso en abril de 1942. Acudi¨® para cubrir las bajas que ya acuciaban a la Divisi¨®n Azul y se incorpor¨® al frente del r¨ªo V¨®ljov.
Impecablemente trajeado, con el pelo cano peinado para atr¨¢s, Miranda ofrece un aspecto espectacular a sus 92 a?os. "Cuando me lo dice alguna mujer, le digo: '?Pues, chica, aprovecha la oportunidad!", suelta con su sonrisa picarona el ex militar. Sentado en el sof¨¢ de su casa en Toledo, un retrato del rey Juan Carlos custodia a sus espaldas.
M¨¢s que de los cuarenta grados bajo cero que quedaron grabados en la memoria de Alberto D¨ªaz G¨¢lvez, el divisionario almeriense Bravo se acuerda de las nubes de mosquitos. Lleg¨® a V¨®ljov en primavera, en plena ¨¦poca del deshielo. Su secci¨®n tuvo que transitar por suelos enfangados, con mosquiteras que cubr¨ªan su cuerpo hasta las rodillas. Miranda, que no aparece en el libro de Alfonso Domingo, vivi¨® la terrible batalla de Krasny Bor, en la que murieron 2.500 divisionarios espa?oles en un solo d¨ªa. Fue el 10 de febrero de 1943.
El regimiento 262 fue el que se llev¨® la peor parte. El suyo, el 263, tuvo menos bajas. A Miranda le salv¨® su cantimplora. Lo cuenta por primera vez, y su hija, presente durante parte de la entrevista, se sorprende. Ella no conoc¨ªa la historia. No sab¨ªa que a su padre le salv¨® una cantimplora mientras recorr¨ªa la l¨ªnea de los hombres de su secci¨®n en una trinchera de Krasny Bor.
"Estoy orgulloso de haber pasado por la Divisi¨®n Azul", dice Miranda, que despu¨¦s desarroll¨® una carrera militar y hoy es miembro de la Real Academia de Bellas Artes y Ciencias Hist¨®ricas de Toledo. "No tuve contacto con jud¨ªos y, desde luego, no se puede tolerar lo que se hizo con ellos. Pero yo no me sent¨ª utilizado. Yo fui a luchar contra el comunismo".
Alfonso Domingo, documentalista que ha enfocado m¨¢s sus trabajos hacia el bando republicano -"pertenezco a una generaci¨®n a la que hurtaron una parte de la historia"-, afirma que la Divisi¨®n Azul tiene una parte "quijotesca". Cuenta en Madrid que entrevist¨® a una cincuentena de ex combatientes para sus documentales o lo largo de diez a?os. Muchas historias se quedaron fuera de los documentales, as¨ª que las volc¨® en su libro. "Ellos son antibelicistas, pero casi todos volver¨ªan a hacer lo mismo", explica. "El espa?ol, como soldado, tiene valores de sacrificio, de abnegaci¨®n, es muy bravo".
Brava fue la haza?a del legendario comandante Robert. Al mando de 300 hombres, liber¨® la ciudad de Foix, en el sur de Francia. Ech¨® a los nazis en apenas cuatro horas. Fue el 18 de agosto de 1944. "Pude tener frente a m¨ª a la raza superior de rodillas", dice con orgullo, en conversaci¨®n telef¨®nica, desde Agen, al norte de Toulouse, Francia. Para ¨¦l, la Segunda Guerra Mundial fue una revancha tras de salir derrotado de Espa?a.
Empu?¨® por primera vez un rifle, el m¨ªtico Winchester, en la Guerra Civil, a los 17 a?os. Particip¨® en la batalla del Segre: "Recuerdo el entusiasmo de matar, porque nosotros no tuvimos juventud, pasamos directamente de la adolescencia a la vida adulta. Nos ense?aron a matar para que no nos mataran".
El comandante Robert se llama Jos¨¦ Antonio Alonso. Se puso ese nombre de guerra en homenaje a un compa?ero de la Resistencia francesa que muri¨®. Le cost¨® abrirse camino en el maquis, la guerrilla antifranquista, por ese aspecto de dandy que ten¨ªa, imberbe, con ese pelo te?ido de rubio. Pero su arrojo le convirti¨® en un h¨¦roe de la Resistencia. No ha vuelto a vivir a Espa?a porque considera que nunca se ha reconocido el papel de los republicanos que se refugiaron en Francia durante la II Guerra Mundial. Alonso encabez¨® una brigada en el fallido intento de liberaci¨®n del valle de Ar¨¢n, en 1944. "El pueblo espa?ol nunca ha reaccionado contra el franquismo", manifiesta. "La democracia no existe m¨¢s que de nombre. Hoy en d¨ªa, es el capital el que manda. No comprendo c¨®mo la gente no reacciona. En mi ¨¦poca, los j¨®venes reaccionaban".
Neus Catal¨¢ tambi¨¦n intent¨® luchar contra la dictadura desde territorio franc¨¦s. Colabor¨® con la Resistencia francesa, siempre fue una luchadora, su compromiso empez¨® durante la Guerra Civil, cuando se convirti¨® en miembro de las juventudes del PSUC. Pero fue durante la II Guerra Mundial cuando pudo pasar a la acci¨®n. Transportaba armas y comida por los bosques para el maquis. A finales de 1943 fue detenida y torturada en Francia. El 3 de febrero de 1944 entraba en el campo de concentraci¨®n de Ravensbr¨¹ck (Alemania), con sus barracas verdinegras, sus 22 grados bajo cero y sus cuervos atra¨ªdos por el olor a carne quemada. La colocaron en la f¨¢brica de obuses. "Cada d¨ªa te met¨ªan el miedo en el cuerpo", recuerda por tel¨¦fono desde su casa en Rub¨ª. "Te ten¨ªan 12 horas trabajando de pie para fabricar armas que matar¨ªan a los tuyos. ?Imagina lo que es eso?".
Estuvieron a punto de ahorcarla por sabotaje en la f¨¢brica, como a sus dos mejores amigas, que acabaron en uno de los cuatro hornos crematorios que hab¨ªa en este campo de concentraci¨®n para mujeres. Despu¨¦s fue trasladada a un campo de concentraci¨®n en Chequia. Nunca sospech¨® que en un campo cercano estaba detenido su marido, Albert Roger, que muri¨® en el trayecto de vuelta a Francia, tras la liberaci¨®n: "Estaba agotado". A sus 94 a?os, Catal¨¢ se declara, como siempre, comunista. "Pero estamos muy lejos de ganar la partida".
Unos y otros lucharon por sus ideas. Por sistemas que acabaron en otra cosa. Ellos, los supervivientes, no pagaron la guerra con su vida, pero la siguen arrastrando. "Las guerras no resuelven nada", dec¨ªa la semana pasada en su casa Jos¨¦ Mar¨ªa Bravo, el as de la aviaci¨®n republicana, cuatro d¨ªas antes de fallecer. "?De qu¨¦ sirven la guerra de Irak, o la de Afganist¨¢n?".
'Supervivientes de trinchera extranjera' es un reportaje del suplemento 'Domingo' del 3 de enero de 2010
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