Reciclaje neum¨¢tico: con Antonio Va¨ªllo en No¨¢in
De lejos, el edificio se percibe como un z¨®calo de restos neum¨¢ticos. Su volumen, aparentemente semienterrado, parece rematar la carretera. El arquitecto Antonio Va¨ªllo me cuenta que esa fachada norte, que act¨²a como un colch¨®n t¨¦rmico, est¨¢ ¡°rellena¡± de los restos de los neum¨¢ticos que se recogen en las autopistas. Estamos en la sede de Audenasa, las oficinas de Autopistas de Navarra, en No¨¢in, una localidad a las afueras de Pamplona con una densidad importante de arquitectura rese?able por metro cuadrado.Inspir¨¢ndose en las Bodegas Domino, levantadas en el valle del Napa californiano por Herzog & de Meuron, que encerraban piedra bas¨¢ltica para filtrar la luz, Va¨ªllo explica que las diversas concentraciones de restos neum¨¢ticos en sillares act¨²an tambi¨¦n aqu¨ª como un tamiz, m¨¢s o menos denso, para filtrar sol y luz.Ya en el edificio. ?ste deshace la primera impresi¨®n. No est¨¢ semienterrado sino elevado. Su ubicaci¨®n en una ladera suave del ¨¢rea de mantenimiento de la carretera le confiere ese aire dual y ambiguo. Pero en la fachada sur, por donde se accede, la percepci¨®n cambia. La planta, que se curva haci¨¦ndose eco de la topograf¨ªa, est¨¢ elevada sobre pilotis para dejar espacio para el aparcamiento de los oficinistas. Y el inmueble se percibe como un s¨¢ndwich curvil¨ªneo entre dos losas de hormig¨®n. La fachada sur, revestida con costillas c¨®ncavas de acero cort¨¦n, parece flotar. Desde este lado, el inmueble se retrae curv¨¢ndose, como si buscara el abrigo de la ladera ya sembrada para ser verde. El edificio es as¨ª un gesto rotundo y, como las propias autopistas, un espacio longitudinal. Va¨ªllo y su socio, Juan L. Irigaray, decidieron elevarlo para adaptarse geom¨¦tricamente a la pendiente. Ese gesto limpio, contrasta sin embargo con un cat¨¢logo de acabados ecl¨¦ctico. La sucesi¨®n de costillas -tanto en espacios interiores para cuidar la ac¨²stica del Restaurante Merca¡¯o como para arropar la exquisita Joyer¨ªa D, ambos en Pamplona-, es ya marca de la casa en el estudio de estos arquitectos. Pero puede que la mezcla de sillares de restos neum¨¢ticos y de costillas de acero c¨®ncavas se lea aqu¨ª m¨¢s como una duda que como una decisi¨®n. Desde fuera, esa variedad resta pureza, y por lo tanto, tal vez fuerza visual al inmueble. Sin embargo, una vez dentro, circulando por la fachada norte y accediendo a los despachos orientados al sur, en el interior di¨¢fano se aprecian los matices derivados de la naturaleza cambiante de las diversas pieles de las fachadas. A veces la complejidad es necesaria.La idea de asociar movimiento a un edificio es peliaguda. Lejos de tratar de hacerlo con una forma escurridiza, Va¨ªllo e Irigaray lo han intentado hacer con los cambios de luz ¨Cque hacen posible las diversas fachadas- y con los recursos materiales empleados para obtener esos cambios. El resultado es un edificio impuro, un inmueble que, para asentarse en el lugar duro y de paso que es una carretera, tiene que asimilarse e las curvas, el asfalto y los neum¨¢ticos.
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