Noticia: hago fotos en un mercado y no me echan a pedradas
He venido a Kenia a ver esa otra Kenia que no sale en los folletos tur¨ªsticos, pero que existe. Es decir, no voy a ir ni al Masai-Mara ni al Amboseli ni a Mombasa. Desde Nairobi he girado al oeste para volar hasta Kisumu , la tercera ciudad del pa¨ªs, una urbe sin mucho encanto pero muy populosa y vitalista y sobre todo, con un atractivo irresistible para mit¨®manos (seguimos con los mitos): est¨¢ a orillas del lago Victoria.No es un lugar de paisajes tan espectaculares como los parques nacionales del sur, pero es una zona aut¨¦ntica y nada trillada por el turismo. En los d¨ªas que llevo aqu¨ª no me he cruzado con ning¨²n autocar ni furgoneta de turistas (un hito en Kenia), solo he visto mochileros y j¨®venes que trabajan en ONG?s.Pero la mejor medida de lo virgen que permanece a¨²n esta zona occidental de Kenia es que ayer par¨¦ en un mercado y la gente, en vez de gritarme o insultarme cuando trataba de hacer una foto (algo ya habitual por desgracia en casi todos los mercados del mundo en los que ha llegado la avalancha tur¨ªstica) se pon¨ªa en cola para que se la hiciera y el mayor problema con el que me top¨¦ fue que todos quer¨ªan posar y no ten¨ªa ni tiempo ni tarjeta de memoria en la c¨¢mara para hacer semejante colecci¨®n de retratos. Hac¨ªa tiempo que no ve¨ªa gente tan amable y abierta al visitante como los keniatas de la regi¨®n de Kisumu. El turismo masivo, una suerte de Atila, no ha llegado a¨²n aqu¨ª.Pero a lo que se viene a Kisumu, a lo que he venido yo, es a cumplir con una peregrinaci¨®n ritual en busca de una leyenda: las fuentes del Nilo. Uno ha so?ado tantas veces con Speke, con Burton, con Livingstone, con Stanley; se ha pasado tantas horas obnubilado mientras le¨ªa las aventuras de tantos exploradores que pretendieron desvelar el misterio del nacimiento del Nilo que no puede por menos que emocionarse cuando llega por fin a orillas del mayor accidente geogr¨¢fico de ?frica. 70.000 kil¨®metros cuadrados de agua dulce que ba?an tres pa¨ªses.Aunque luego el d¨ªa est¨¦ un poco nublado y el agua color marr¨®n-gris¨¢ceo incite poco a la f¨¢bula, como me ha pasado a mi. Pero qu¨¦ demonios, un mito es un mito. Y yo acabo de tachar uno en mi lista de pendientes.Hay botes que te llevan a navegar por el lago. Se ven algunos hipop¨®tamos (no muchos) y una intensa vida en sus orillas. Ni?os y ni?as que bajan a por agua, pescadores, hombres y mujeres desnudos haciendo su aseo corporal, mujeres y ni?os lavando ropa, un pastor dando de beber a sus vacas. El Victoria es vida y en sus riberas han florecido grandes pueblos desde mucho antes de que el hombre blanco lo ?descubriera?.En algunos claros veo ¨¢rboles-salchicha, un ¨¢rbol sagrado para los luo que habitan las riberas del lago Victoria. Cuando alguien muere de forma tr¨¢gica y su cuerpo no puede ser recuperado, la familia entierra frutos del ¨¢rbol-salchicha (una especie de algarrobas gigantes) y lo lloran como si el cuerpo del ser querido estuviera all¨ª, bajo la tierra.En el horizonte, las velas latinas de los mashua, los barcos tradicionales del lago, se despliegan como cortinas abombadas por el viento. Traen tilapias, percas del Nilo, carb¨®n de Uganda, maderas de Tanzania? Graves problemas ecol¨®gico acechan al gran lago africano. Pero hoy, en este atardecer maravilloso en Dunga Beach, con una cerveza fr¨ªa (Tusker, por supuesto) en la mano y el aire fresco de la noche en la cara, que trae aromas de poblados lejanos a la vez que ahuyenta los mosquitos, me sigue pareciendo el lugar m¨ªtico, misterioso e insondable de mis lecturas infantiles.Aqu¨ª van tres im¨¢genes del lago Victoria:
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