La explotada vejez del abuelo de Hollywood
A sus 91 a?os, Mickey Rooney ha vivido el acoso financiero de un hijastro que casi mina su fortuna. hoy, convertido en adalid de la causa, el actor con la carrera m¨¢s longeva luce m¨¢s genio que simpat¨ªa
Uno de los primeros personajes que Mickey Rooney interpret¨® para el sonoro fue, con 15 a?os, el diminuto Puck, ese diablillo al servicio de Ober¨®n de El sue?o de una noche de verano. La versi¨®n de la comedia shakesperiana que dirigieron mano a mano William Dieterle y Max Reinhardt en 1935 hoy casi parece una de esas perfectas se?ales del destino. Rooney (91 a?os, cerca de 150 pel¨ªculas, otras tantas series de televisi¨®n, 8 matrimonios y 9 hijos a sus espaldas) sigue pareciendo m¨¢s cerca del caprichoso e intemporal mundo de los gnomos, los duendes y los elfos que del de los humanos. Y no solo por su escasa estatura y su cuerpo imberbe ("durante 30 a?os fui un joven de 15"), sino por su fama. Sobra decir que endiablada.
En los oscar de 2003 se honr¨® a los pioneros. todos estaban invitados menos Rooney
Con 15 a?os, el pizpireto actor no era ning¨²n novato. Hab¨ªa debutado sobre las tablas con 6, lo que convierte su carrera en la m¨¢s longeva de Hollywood. Pero este honor (la m¨¢s vieja entre las viejas glorias) apenas le ha supuesto una vejez tranquila y honorable. Con graves problemas econ¨®micos desde los a?os noventa, lleg¨® incluso a solicitar y obtener en febrero de este a?o una orden de alejamiento de uno de sus hijastros (Christopher Aber, hijo de su octava y ¨²ltima esposa, Jan Chamberlin) por presuntos malos tratos al retenerle su pasaporte y negarle su dinero, sus medicinas y su comida. En abril levant¨® la orden voluntariamente tras llegar a un acuerdo confidencial con su hijastro, aunque para entonces hab¨ªa confesado c¨®mo sufri¨® durante a?os en silencio el acoso financiero de "un miembro de la familia" en una dram¨¢tica intervenci¨®n ante el comit¨¦ del Congreso de EE UU.
Desde entonces, la econom¨ªa del actor est¨¢ en manos de un administrador, encargado de proteger lo que queda de su fortuna y tratar de recuperar parte de lo que se ha esfumado. A ra¨ªz de tanto infortunio, el ex ni?o prodigio se ha convertido en uno de los m¨¢ximos adalides de esta causa, ejerciendo de conferenciante (su pr¨®xima comparecencia es en la Universidad de Kentucky, el 14 de noviembre) o abriendo las puertas de su casa a la documentalista Deborah Louise Robinson para el filme de denuncia Last will and embezzlement (La ¨²ltima voluntad y el desfalco), que se estrenar¨¢ en 2012.
Tan tristes noticias no parecen sobrecoger demasiado a nadie, quiz¨¢ porque el actor ha perdido la empat¨ªa del p¨²blico hace tiempo. En 2006, con 85 a?os, se desnud¨® sin complejos para un anuncio de un producto contra los resfriados nasales. El laboratorio farmac¨¦utico acab¨® retirando el spot ante las acusaciones de que aquella imagen atentaba contra "las normas de decencia". Rooney intent¨® defenderse en vano. En su desnudo, dijo, no hab¨ªa nada sexual ni ofensivo. Y no le faltaba raz¨®n. Pero a esas alturas ya no representaba al ni?o que pas¨® d¨¦cadas sin crecer, sino a un tipo mayor y caprichoso sin gracia.
Es lo que ocurri¨® en 1994 en el Festival de Cine de San Sebasti¨¢n, cuando su presencia provoc¨® una de las situaciones m¨¢s surrealistas y violentas que se recuerdan en el certamen. Rooney lleg¨® a San Sebasti¨¢n para participar en un homenaje a William Dieterle y, precisamente, rememorar a aquel gran Puck que interpret¨® siendo adolescente. Pero, como narra el entonces director del festival, Diego Gal¨¢n, en su libro Jack Lemmon nunca cen¨® aqu¨ª, la visita se convirti¨® en una pesadilla para los organizadores. Rooney ten¨ªa poco de aquel simp¨¢tico tipo.
Su visita coincidi¨® fatalmente con la de una vieja amiga, Lana Turner (seg¨²n ¨¦l, mucho m¨¢s que amiga), lo que provoc¨® la sorpresa de la actriz de El cartero siempre llama dos veces, entonces una mujer ya enferma de c¨¢ncer. Turner advirti¨® al festival que ni en pintura quer¨ªa cruzarse con un hombre que la hab¨ªa difamado en sus memorias. Si se cruzaban, le part¨ªa la cara. As¨ª de claro. Rooney, un vanidoso al que solo se pod¨ªa distraer con triqui?uelas que pusieran sobre la mesa su enorme ego, se comport¨® de manera maleducada y d¨¦spota. Pese a los intentos del festival de evitarle el disgusto a la actriz, en la rueda de prensa nadie pudo frenar la pregunta sobre las memorias de Rooney y su supuesto idilio de juventud. Tuner lanz¨® un sonoro "?basta?" y escupi¨® violentamente contra la mesa. "Un cretino", dijo ante el pasmo general.
Fiel representante del Hollywood cl¨¢sico, la marginaci¨®n del actor (pese a sus cuatro candidaturas al Oscar y el honor¨ªfico que recibi¨® en 1982) se hizo evidente en 2003, en el 75? aniversario de los Oscar. Hollywood quiso honrar a sus pioneros. All¨ª estaban todos, con sus sillas de ruedas, bastones y miles de a?os, menos uno. Cuando la ovaci¨®n termin¨®, en la ¨²ltima fila del patio de butacas una bola redonda y sonrojada aplaud¨ªa con m¨¢s energ¨ªa que ninguno. Batiendo su risa, como si nadie fuera a amargarle la fiesta, Rooney (quien, evidentemente, no hab¨ªa sido invitado a la fiesta) sigui¨® aplaudiendo solo, llamando la atenci¨®n de todo el mundo. ?Patetismo o venganza?
En cualquier caso, Rooney ten¨ªa merecid¨ªsimo un lugar de honor junto a los dem¨¢s supervivientes de una historia, la del cine, de la que ¨¦l (aunque sea incordiando) tambi¨¦n es leyenda.
Peque?o conquistador
Joseph Yule Jr. naci¨® en Brooklyn en septiembre de 1923. Sus padres, actores, le subieron por primera vez a un escenario con 15 meses. De ah¨ª en adelante, Mickey Rooney (nombre que adopt¨® ya de adolescente) empez¨® a cumplir a?os ante los ojos de millones de espectadores que encontraron en ¨¦l un referente de juventud y felicidad. Pero los a?os pasaban y el actor (que, rozando la cincuentena, a¨²n parec¨ªa anclado en la adolescencia) transit¨® de la ni?ez a la vejez a demasiada velocidad. Que la primera de sus ocho esposas fuese Ava Gardner (a la derecha, fotografiados en 1942) es uno de esos datos disonantes que siempre aparecen junto a su nombre. Un a?o de casados sobre el que, al menos ella, nunca se par¨® a hablar demasiado. Un error m¨¢s de esa eterna juventud de la que el actor siempre hizo gala y que se detiene en brazos de su octava esposa, Jan Chamberlain (izquierda), con la que lleva casado desde 1978.
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