Los griegos, sacrificados en el altar de Europa
No es s¨®lo una cuesti¨®n de que haya gente que no pueda pagar sino de que las medidas son ampliamente percibidas como injustas.
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Es importante no olvidar que ¡°la gente est¨¢ dispuesta a hacer sacrificios, pero no a ser sacrificada¡±, se?alaba recientemente la Primera Ministra danesa. Los griegos llevan ya dos a?os de duros sacrificios. No son los ¨²nicos en Europa, pero quiz¨¢ convenga afinar un poco m¨¢s. P¨®nganse, por ejemplo, en la piel de un profesor de secundaria en Grecia. Para empezar, apl¨ªquense un recorte en su sueldo de un tercio y renuncien a la casi totalidad de sus pagas extraordinarias. Seg¨²n un informe de la Agencia Europea de Educaci¨®n Eurydice, hace dos cursos en Grecia el salario base en secundaria oscilaba entre 11.820 19.992 euros anuales y en Espa?a entre 33.344 y 46.692. A esto hay que a?adir el recorte adicional del pasado mes de octubre que deja a los profesores griegos con un sueldo mensual de entre 660 y 1.400 euros. Adem¨¢s, aumenten en un 4% su declaraci¨®n del impuesto sobre la renta, aumenten tambi¨¦n su factura de la luz en un 9%, el tipo m¨¢ximo de IVA en un 10% adicional, e imag¨ªnense que les aplican un nuevo impuesto de bienes inmuebles que les lleva a pagar entre 600 y 1.000 euros anuales por un piso de 100 metros cuadrados, seg¨²n la zona donde se encuentre. A esto a?adan el elevado precio de la gasolina (1,65 el litro) y de los productos b¨¢sicos (un 40% m¨¢s altos que en Espa?a, a excepci¨®n de la fruta y verdura que es, aproximadamente, un 30% por ciento m¨¢s barata).
En esta situaci¨®n, Alemania exige que la Uni¨®n Europea pase a controlar por completo las cuentas de Grecia y que ¨¦sta s¨®lo atienda a sus partidas de gasto una vez cubiertos los vencimientos de la deuda. Me viene a la mente un art¨ªculo de Thomas Friedman en The New York Times titulado ¡°?Pueden los griegos convertirse en alemanes?¡±, al final del cual el periodista contaba c¨®mo el anterior Primer Ministro griego, Giorgos Papandreu, le hab¨ªa confiado una de sus mayores frustraciones ¡°?C¨®mo se logra cambiar la cultura de un pa¨ªs?¡±. En este determinismo cultural me temo que alemanes y griegos se parecen m¨¢s de lo que ellos mismos creen. Por un lado, los griegos se ven a s¨ª mismos, con una mezcla de orgulloso y resignaci¨®n, como individualistas irredimibles. Por otro, muchos votantes alemanes, temerosos por sus impuestos, recurren a esa imagen estereotipada del griego que se pasa el d¨ªa tomando caf¨¦ al sol, filosofando y bailando. De ah¨ª, a la creencia en que se merecen estar donde est¨¢n porque son unos vagos, hay un paso.
Los griegos, como otros, responden bastante a incentivos y castigos
Reconozco que me preocupa leer cada cierto tiempo argumentos culturalistas de este tipo en boca de l¨ªderes pol¨ªticos ¨C ya sean alemanes o griegos - en cuyas manos est¨¢ la salida de esta crisis. Argumentos que recalcan la resistencia del ¡°car¨¢cter nacional¡± de los pa¨ªses al paso del tiempo y a las circunstancias. No es mi intenci¨®n negar las diferencias evidentes que existen en la cultura de los distintos pa¨ªses, pero nada ganamos en la situaci¨®n actual aferr¨¢ndonos a estereotipos que, como ya ha quedado demostrado, malamente se ajustan a la personalidad media de los individuos. Tampoco resulta nada ¨²til para el an¨¢lisis de lo que est¨¢ ocurriendo el fijarse en aquellos aspectos de la cultura de un pa¨ªs que damos por inmutables. Si el car¨¢cter nacional se hubiera demostrado un instrumento v¨¢lido para hacer pron¨®sticos, los espa?oles habr¨ªamos quedado atrapados en una eterna guerra civil. No me extra?ar¨ªa tampoco que Lord Byron y Gerald Brenan hubieran imaginado un destino muy similar para Grecia y para Espa?a. Y, sin embargo, las cosas cambian. El destino de los pa¨ªses no est¨¢ grabado de antemano en su cultura. Las decisiones pol¨ªticas tienen un impacto claro en c¨®mo se sale de situaciones dif¨ªciles y no es lo mismo salir de una forma que de otra. En vez de plantearnos de forma desesperada c¨®mo se cambia la cultura de un pa¨ªs quiz¨¢ ser¨ªa m¨¢s ¨²til preguntarnos c¨®mo dise?ar pol¨ªticas para que resulten efectivas en un determinado contexto.
Los griegos, igual que los alemanes, o que los espa?oles, responden bastante a incentivos y castigos. Seg¨²n esto, la pregunta ser¨ªa ?qu¨¦ incentivos tienen los griegos para sacrificarse de forma obediente en las condiciones actuales? Alguien podr¨ªa decir que la respuesta es tan simple como salir de la crisis. Pero no es esto lo que perciben los principales afectados. La sensaci¨®n que predomina es que, hagan lo que hagan, ir¨¢n directos al precipicio. Es decir, que aunque se sacrifiquen, ser¨¢n sacrificados. Lo peor es que nadie ha intentado convencerles de lo contrario. La esperanza, pues, no figura en la lista de incentivos y las crecientes medidas de ajuste no hacen sino minarla un poco m¨¢s cada d¨ªa.
Dado que buena parte de la crisis griega parece deberse al fraude fiscal y a la incapacidad del Estado para recaudar, otro incentivo podr¨ªa ser el evitar que este problema se perpet¨²e o, al menos, se agudice. Pero lo que se les est¨¢ pidiendo m¨¢s bien parece perseguir el objetivo contrario. La p¨¦rdida progresiva de la soberan¨ªa griega no hace sino debilitar cada vez m¨¢s al Estado. A ello contribuye tambi¨¦n el aumento del fraude fiscal. A muchos griegos no les duelen prendas en admitir ¨C incluso en sus declaraciones a los medios de comunicaci¨®n ¨C que no piensan pagar el impuesto de bienes inmuebles. En YouTube ya hay v¨ªdeos sobre c¨®mo evadirlo sin que a uno le corten la luz, y sobre c¨®mo conectarse a la red el¨¦ctrica evitando que el consumo quede registrado en el contador. Todo apunta, pues, al efecto perverso de unas leyes que, por ser frontalmente contrarias a las normas sociales y percibidas como ileg¨ªtimas, acaban teniendo efectos contraproducentes. Esto no deber¨ªa sorprendernos. Varios estudios, incluido alg¨²n informe de la OCDE, demuestran la relaci¨®n que existe entre una excesiva presi¨®n fiscal y el fraude.
La p¨¦rdida? de la soberan¨ªa griega debilita cada vez m¨¢s al Estado
No es s¨®lo una cuesti¨®n de que haya gente que no pueda pagar ¨C que tambi¨¦n ¨C sino de que las medidas son ampliamente percibidas como injustas. En Espa?a no nos son ajenos argumentos comunes a los de muchos griegos cuando se?alan que la presi¨®n fiscal creciente afecta sobre todo a quienes siempre han pagado sus impuestos ¨C los trabajadores dependientes ¨C y que son escasamente visibles las medidas dirigidas a combatir el fraude por parte de los propietarios de las grandes fortunas. La percepci¨®n de que las medidas son injustas e ileg¨ªtimas no s¨®lo hace que el fraude siga aumentando sino que tambi¨¦n lleva a que se desarrolle una tolerancia creciente hacia quienes lo practican. Ante este panorama, ?no har¨ªa falta un debate serio sobre c¨®mo crear incentivos para romper este c¨ªrculo vicioso, en vez de seguir castigando a la poblaci¨®n con una insoportable presi¨®n impositiva que dif¨ªcilmente lograr¨¢ el objetivo recaudatorio que se propone? El fortalecimiento del Estado griego y la legitimidad de las medidas que adopte no pasan tampoco por debilitar la soberan¨ªa del pa¨ªs. Los griegos est¨¢n dispuestos a sacrificarse pero, ni ellos ni nadie, se somete voluntario a ser sacrificado. Mientras, como es l¨®gico, buscar¨¢n la forma de sobrevivir a esta penosa situaci¨®n. ?Qu¨¦ tiempos aqu¨¦llos en los que era Zeus quien seduc¨ªa a Europa!
Irene Mart¨ªn Cort¨¦s es Profesora de Ciencia Pol¨ªtica en la Universidad Aut¨®noma de Madrid.
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