Prometeo que rob¨® la moda a los dioses
Amancio Ortega, el due?o de Zara, uno de los diez hombres m¨¢s ricos del mundo, lleva una vida muy sencilla, reh¨²ye siempre el primer plano, no le gusta salir en las fotos ni ser reconocido, no acude a fiestas, no concede entrevistas, se comporta socialmente como si su m¨¢xima aspiraci¨®n fuera no distinguirse de ninguno de sus empleados o incluso que te cruces con ¨¦l en un pasillo de su empresa y pienses que es el fontanero. Por supuesto, su plato preferido son los huevos fritos con chorizo. No podr¨ªa ser de otra forma. Esa es su leyenda. No obstante, tiene un yate y avi¨®n privado, le ha regalado un hip¨®dromo a una de sus hijas para que mate su afici¨®n a montar a caballo, pero ha hecho de la discreci¨®n un arte consolidado, bajo un paraguas de 11.000 millones.
Alg¨²n ingenuo puede creer que este af¨¢n por pasar inadvertido le sale de dentro y se debe a una sencillez cong¨¦nita. Puede que sea todo lo contrario. Se trata, tal vez, de una creaci¨®n muy estudiada, no exenta de un c¨¢lculo que le reporta grandes beneficios personales. Amancio Ortega debe de saber por instinto que la invisibilidad es un poder que te permite estar al mismo tiempo en todas y en ninguna parte, ver sin ser visto, vigilar sin ser vigilado, se?alar sin ser se?alado. Eso mismo hace Dios, que controla el universo entero sin necesidad de dar la cara. Hoy el anonimato de los poderosos es una fuente de prestigio. Si encima Amancio Ortega viste siempre camisa blanca sin corbata, en el subconsciente esa camisa impoluta, que ya es famosa, se ha convertido en la s¨¢bana del propio fantasma cuyo don es la ubicuidad y la gracia de aparecerse de improviso a quien le d¨¦ la gana. Mientras otros empresarios y ejecutivos tienen la obligaci¨®n de ser visibles, de sonre¨ªr, de repartir o recibir abrazos y pu?aladas en las fiestas de sociedad, ser c¨¦lebre precisamente por haberte quedado en casa en babuchas, viendo la televisi¨®n con una manta en las rodillas, es la cumbre de la comodidad inteligente.
Alg¨²n ingenuo puede creer que este af¨¢n por pasar inadvertido le sale de dentro y se debe a una sencillez cong¨¦nita. Puede que sea todo lo contrario
Aunque naci¨® en un pueblo de Le¨®n hace 75 a?os, pasa por ser gallego. De ni?o, sus padres, que eran obreros normales, lo llevaron a vivir a Arteixo, en A Coru?a, y de aquel tiempo guarda en la memoria una imagen humillante: la de su madre, a la que dejaron de fiarle en una tienda de ultramarinos. A ciertas criaturas, lejos de lastrarlas, este hecho les sirve de acicate para aferrarse con los dientes a la vida, y parece ser que Amancio Ortega era una de estas criaturas. Existen otras dos im¨¢genes hiperb¨®licas del personaje: de joven repartiendo camisas en bicicleta y luego en su peque?a empresa textil fabricando batas acolchadas llenas de guata, esas que abrigan a las mujeres de clase media baja cuando hablan con las vecinas de rellano o salen al balc¨®n a regar las macetas. La camisa limpia del obrero en domingo y las boatin¨¦s del ama de casa con rulos constituyeron un d¨ªa los pilares fundamentales del negocio de Zara. La boatin¨¦ se ha convertido en un icono despu¨¦s de que Pedro Almod¨®var la usara en el escenario de Rock-Ola antes de iniciar la movida, y la camisa blanca levemente arremangada es el s¨ªmbolo del pijo informal.
Por lo dem¨¢s, hay que considerar a Amancio Ortega como un redentor de esa mujer infinita, la joven laboriosa siempre con prisa, que habita en los cinco continentes, a la que el lujo le hab¨ªa sido negado y el glamour le era inaccesible. Peri¨®dicamente, en una suite de Par¨ªs, Mil¨¢n, Berl¨ªn o Nueva York se re¨²nen bajo secreto del sumario cinco dictadores estetas, modistos tir¨¢nicos que marcan la moda de la temporada, un color, un tejido, una forma, un estilo, sin lo cual tu cuerpo no ser¨¢ reconocido en sociedad. Como Prometeo, todo lo que ha hecho Amancio Ortega ha sido robarles el fuego a estos dioses y ponerlo en los escaparates convertido en ropa asequible con aire de ¨²ltima moda. La fuerza m¨¢xima de la competencia consiste en comprimir el tiempo desde que nace la idea de un producto hasta que ya est¨¢ en la tienda. Por otra parte, ?qui¨¦n ha dicho que las hamburguesas no son buenas? Cuando la carne es reciente y est¨¢ bien picada, y uno tiene hambre y va de paso con prisa, es un alimento revolucionario. Eso mismo le sucede a una mujer que habiendo colgado en el fondo de la memoria la bata boatin¨¦ entra en Zara para ser moderna.
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