?A callar y a correr!
"La infanta Pilar es muy querida por los periodistas porque siempre habla un poquito m¨¢s"
Coincidiendo con la apertura de Arco, la feria de arte contempor¨¢neo de Madrid, la infanta Pilar se desplaz¨® a Sevilla para inaugurar una nueva edici¨®n del rastrillo de Nuevo Futuro, un bazar caritativo. Los periodistas la distrajeron mientras se dedicaba a la, no siempre f¨¢cil, tarea de dirimir las medidas justas de una funda n¨®rdica, para preguntarle sobre qu¨¦ piensa de la carrera de Urdangarin en Washington evadiendo las preguntas de una periodista. Do?a Pilar, siempre sin mover ni una hebra de su elegante cabellera blanca, dej¨® bien claro su mensaje: ¡°Nuestra Constituci¨®n est¨¢ perfectamente organizada, solo la justicia decide qui¨¦n es culpable. Mientras tanto: ?a callar!¡±, sentenci¨®, emulando aquel ¡°?por qu¨¦ no te callas?¡± de su hermano el Rey en la cumbre latinoamericana.
Hay que entender que los hermanos reales gusten de mandarnos a callar, ellos pasan buena parte de su vida p¨²blica en silencio. Es l¨®gico que, por eso, cuando se manifiestan empleen el verbo callar como un grito de guerra, un desahogo de todo lo que llevan acumulando en esas largas horas de afinado silencio constitucional. Pero do?a Pilar es muy querida por los periodistas porque siempre habla un poquito m¨¢s. Lo hizo en el pasado, por ejemplo, cuando adelant¨® el compromiso de la infanta Elena con Jaime de Marichalar. Entonces, seguro que en plan de broma entre hermanos, el Rey ya le exigiera el borb¨®nico ¡°a callar¡±.
En estos d¨ªas, con la familia real bastante estresada por el ruido del caso Urdangarin ¨Cincluyendo a la infanta Elena ri?endo a periodistas que la graban mientras monta a caballo¨C, cab¨ªa esperar que do?a Pilar quisiera decir m¨¢s cosas despu¨¦s de mandar callar. Sin haber visto el c¨¦lebre programa que buscaba entrevistar a los duques en Washington, lo calific¨® de pornogr¨¢fico. Lamento disentir con do?a Pilar, el reportaje no es pornogr¨¢fico. Es necesario. Muchas veces hemos visto al pr¨ªncipe Carlos a y sus esposas, Diana y Camilla, seguidos por la prensa. El tratamiento que los periodistas de materia reservada emplean ante Urdangarin y la Infanta es period¨ªstico y correcto. Es quiz¨¢ m¨¢s intrigante que la infanta Cristina, parapetada detr¨¢s del anaquel de un supermercado de comida org¨¢nica, se refiera a s¨ª misma y a su familia como normales. ?Son normales?
Hemos visto el palacete que disfrutan en Bethesda. Conocemos el otro palacete que mantienen en Barcelona. Una familia con dos palacetes a ambos lados del Atl¨¢ntico y viajes gratis entre ellos es poco normal. Las Infantas no son normales, y no porque manden callar, sino porque tienen privilegios, algo que las distingue claramente del resto de las personas. Por eso, Cristina no puede dirigirse a nosotros diciendo que es normal. ?Est¨¢ segura de querer ser normal?
Hay que entender que los hermanos reales gusten de mandarnos a callar, ellos pasan buena parte de su vida p¨²blica en silencio
El pa¨ªs entero es sacudido por las acusaciones de otra hija pr¨®diga contra su familia avariciosa. En el fondo, la frase de Arantxa S¨¢nchez Vicario de que sus padres la han anulado abre toda una filosof¨ªa en el segundo pa¨ªs m¨¢s cat¨®lico del mundo. Arremeter contra los padres fue siempre algo que observ¨¢bamos, at¨®nitos, en los pa¨ªses anglosajones. As¨ª como hemos importado el Halloween, tambi¨¦n hemos copiado a los norteamericanos los conflictos familiares en p¨²blico.
A esa instituci¨®n intocable, la familia, ha venido Arantxa y le ha asestado un raquetazo formidable. Un match. Es comprensible que un hijo pr¨®digo considere manipuladores a sus padres, porque, a fin de cuentas, el talento es suyo. Y la fuerza y maestr¨ªa, ?tambi¨¦n?
Vivimos inmersos en esa contradicci¨®n de que, por una parte, la sociedad premia el ¨¦xito, pero la familia lo emplea como un lazo m¨¢s para mantenerte atado. Siempre nos recuerdan que les debemos todo, al mismo tiempo que el ¨¦xito parece indicarte que es lo contrario. Por eso, el conflicto din¨¢stico de los S¨¢nchez Vicario nos absorbe m¨¢s a¨²n sucediendo coet¨¢neamente con el desgaste en la otra familia espa?ola, la real, a causa del caso Urdangarin y la exposici¨®n que provoca.
Se trata de familias heridas ante el ojo de todos. Y curiosamente, quienes las golpean desde dentro son sus hijos deportistas. Arantxa nos aport¨® un instante de euforia y de aut¨¦ntico orgullo cuando el pa¨ªs volv¨ªa al escenario internacional. Descubrir ahora que sus padres estuvieron decidiendo c¨®mo vestirla, con qui¨¦n se reun¨ªa, cu¨¢nto tiempo libre no dedicaba a las raquetas, en qu¨¦ gastaba, recuerda un poco a esas historias terribles de los ni?os prodigio de la Metro Goldwyn Mayer, tipo Judy Garland, que se volvi¨® drogodependiente porque su madre le administraba pastillas para rendir y adelgazar. Ma?ana, cuando nuestra gente del cine recoja sus goyas, volveremos a escuchar las interminables dedicatorias a la familia. Pero pensaremos, gracias a Arantxa, que son tan sinceras como actuadas.
Ante las pat¨¦ticas im¨¢genes de su carrera en Washington, cabe una pregunta: Urdangarin, ?de qu¨¦ huye? Su juicio no empieza hasta la semana pr¨®xima. ?Era tan aterradora la pregunta que quer¨ªan formularle? Hay que reconocer que lo ¨²nico que sabemos de las actividades del duque de Palma en Washington es que corre con agilidad en la rep¨²blica americana. No conocemos su despacho, siempre le vemos corriendo en la nieve, al sol, desahogando el estr¨¦s y el ruido de estos tiempos dif¨ªciles. Quiz¨¢ por eso los duques prefieren vivir en la primera rep¨²blica del mundo. Porque es extensa y protectora, donde huir se convierte en una privilegiada carrera. En un nuevo futuro.
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