?Volvemos a los tiempos del miedo?
La ciudadan¨ªa tiene que ponerse en guardia contra un posible peligro de involuci¨®n
El 60% de los espa?oles estima que el juez Garz¨®n es v¨ªctima de una persecuci¨®n. Yo estoy entre ellos y aunque yo no lo soy tengo la satisfacci¨®n de saber que muchos reputados juristas piensan lo mismo. Pero lo m¨¢s extraordinario es que m¨¢s all¨¢ de nuestras fronteras, en Europa y Am¨¦rica, por no decir en el mundo entero, la opini¨®n p¨²blica tambi¨¦n protesta la sentencia de nuestro Tribunal Supremo y los m¨¢s prestigiosos medios de comunicaci¨®n extranjeros la comentan con sorpresa y reserva.
En el caso del juez Garz¨®n, se ha hecho un montaje sumamente aparatoso, tres juicios seguidos con cargos de lo m¨¢s diverso, dando la impresi¨®n de que si no se le hund¨ªa en el primero lo ser¨ªa en el segundo o en el tercero, no hab¨ªa escapatoria.
Consumado lo que tiene todas las apariencias de un error judicial, de una especie de caso Dreyfus a la espa?ola, comienza a levantarse una campa?a en la que participan autoridades pol¨ªticas y judiciales que pretenden cerrar la boca ahora a los que exponen dudas o cr¨ªticas a esa sentencia. Se dice que estamos arruinando el cr¨¦dito y la autoridad de uno de los poderes del Estado y que esto es un ataque a la Democracia como si se tratase de hacernos callar, de intimidarnos. ?Es que acaso los ciudadanos no tenemos derecho a criticar la sentencia de un tribunal o cualquiera de las decisiones de uno de los poderes del Estado?
La condena a Garz¨®n es otro s¨ªntoma de que?? nuestra democracia est¨¢ tocada
Eso es lo que suced¨ªa en tiempos del juez Eymar, pero no lo propio de un Estado aut¨¦nticamente democr¨¢tico. Hasta ahora en este pa¨ªs hemos tenido amplia libertad para criticar a los poderes p¨²blicos. Cierto que las leyes aprobadas por el Parlamento, las sentencias de los tribunales, se han aplicado, pero unos y otros las hemos criticado con toda libertad y hemos reclamado su anulaci¨®n en el ejercicio de un derecho ciudadano. Hasta aqu¨ª nadie ha ocultado sus opiniones. Hemos censurado seriamente, desde la derecha y desde la izquierda, lo que consider¨¢bamos errores del Gobierno de Rodr¨ªguez Zapatero sin que nadie se escandalizase.
Hemos puesto verde a la llamada clase pol¨ªtica. Hemos denunciado el peligro del alejamiento entre las instituciones, los partidos pol¨ªticos y el ciudadano en el curso de la crisis econ¨®mica que tan intensamente sufre Espa?a. Hemos criticado algunas decisiones del Tribunal Constitucional. ?ltimamente, el CIS, en su encuesta de opini¨®n, ha hecho p¨²blico que el 70% de los espa?oles tienen poca o ninguna confianza en el presidente del Gobierno, Mariano Rajoy. Un miembro de la familia real est¨¢ bajo la seria imputaci¨®n de un juez, y prensa y ciudadanos lo comentan libremente.
Y de repente se intenta cerrar la boca a los que consideran injusta la condena del juez Garz¨®n, el hombre que proces¨® a Pinochet precipitando su ca¨ªda, que apoy¨® a las v¨ªctimas de la opresi¨®n fascista en Argentina, que impuls¨® la causa de la rehabilitaci¨®n de las v¨ªctimas del franquismo y a la vez persigui¨® eficazmente al terrorismo etarra, al narcotr¨¢fico, e hizo lo necesario para impedir pr¨¢cticas de terrorismo de Estado defendiendo el Estado de derecho.
Se dice que Garz¨®n viol¨® la ley que solo admite las escuchas en los casos de terrorismo. Pero hay otros juristas, la Fiscal¨ªa del Estado, el juez Pedreira y muchos hombres de ley que aprobaron y aprueban la conducta de Garz¨®n. Yo no soy abogado, pero pienso que la corrupci¨®n de la pol¨ªtica por negociantes como los de la trama G¨¹rtel ha hecho m¨¢s da?o al sistema democr¨¢tico en Espa?a que el lacerante terrorismo de ETA. En definitiva, el Estado democr¨¢tico se fortaleci¨® luchando contra el terrorismo y ETA fue derrotada por las fuerzas de seguridad y, en definitiva, por la uni¨®n de todos los dem¨®cratas. Mientras que la corrupci¨®n ha hecho que los ciudadanos pierdan el respeto a los partidos pol¨ªticos, a las instituciones y a la misma moral pol¨ªtica, sin las cuales la democracia no funciona, suena a esc¨¢ndalo que la primera condena sea la del juez que inici¨® la investigaci¨®n de la trama G¨¹rtel, que comprometi¨® gravemente a miembros del partido que ahora gobierna.
La reforma laboral solo va a aumentar las rentas del capital y debilitar el poder sindical
Si se acepta generalmente que los pol¨ªticos pueden llegar a corromperse, ?c¨®mo negar la posibilidad de que algunos abogados se dejen corromper y terminen colaborando con la trama de un delito de blanqueo de dinero, que fue la sospecha que origin¨® la decisi¨®n de Garz¨®n? Y por cierto, la experiencia de este proceso, a juzgar por su desarrollo hasta hoy, en absoluto ha impedido la labor de las defensas.
En las circunstancias que atravesamos, la condena del juez Garz¨®n es tambi¨¦n un s¨ªntoma de que la salud de nuestra democracia est¨¢ tocada. Hay otros datos que acent¨²an la inquietud. En este pa¨ªs est¨¢ creciendo el miedo y los espa?oles tenemos una larga experiencia de lo que puede ser el miedo como paralizante del esp¨ªritu c¨ªvico. Con m¨¢s de cinco millones de parados, el Gobierno lanza una nueva reforma laboral que solo va a aumentar las rentas del capital para satisfacci¨®n de los bancos y a debilitar el poder sindical. Se enga?a deliberadamente a los ciudadanos cuando se dice que a la larga eso crear¨¢ empleo. Cualquier persona sensata sabe que una mayor rebaja de los sueldos reduce la demanda y eso provoca m¨¢s paro. Pero se trata de crear la idea de que esto es una fatalidad contra la que a los ciudadanos no les queda m¨¢s remedio que resignarse, lo que genera m¨¢s miedo entre los que se sienten d¨¦biles.
Sobre ese estado de ¨¢nimo, el Gobierno piensa que ser¨¢ m¨¢s f¨¢cil imponer medidas como las que la Iglesia dicte, las reglas de moral del Estado, aunque eso anule derechos humanos importantes.
Que la trama G¨¹rtel y otras puedan quedar en la impunidad, como ha comenzado a suceder en el reciente juicio de Valencia, a?ade la sensaci¨®n de desamparo.
Que la Academia de Historia, que parec¨ªa resignarse a corregir el diccionario de personalidades que negaba el car¨¢cter de totalitaria a la dictadura de Franco y justificaba su colaboraci¨®n con el Eje fascista, de improviso anuncia que va a mantener la redacci¨®n primitiva, aumenta la sensaci¨®n de que estamos retrocediendo.
Que se anuncia que criticar una sentencia como la impuesta a Garz¨®n es una amenaza para la democracia o las intervenciones de la polic¨ªa en la Puerta del Sol contra el 15-M, que hasta ahora no se hab¨ªan producido, tiene que poner en guardia a la ciudadan¨ªa contra un posible peligro de involuci¨®n. Hay que impedir que vuelvan los tiempos del miedo.
Santiago Carrillo fue secretario general del PCE y es comentarista pol¨ªtico.
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