Letizia Ortiz y las dudas de Hamlet
Los Pr¨ªncipes tienen como misi¨®n, de cara a conservar su posici¨®n, construirse un sentido
En la escalinata del palacio de Marivent, la residencia de verano de la familia real, vemos al rey junto a la reina Sof¨ªa esperando la llegada de Michelle Obama y su hija Sasha. Las im¨¢genes de v¨ªdeo muestran a los reyes con cara de circunstancias. De repente, en lo alto de la escalera, aparecen unas piernas de mujer que bajan los escalones con suma cautela. La c¨¢mara abre el plano y descubrimos a la Princesa de Asturias. Pero, al tiempo que la reconocemos, esta detiene su descenso y se desplaza hasta una de las columnas de la entrada como si algo le impidiera seguir. Pasan unos segundos y el rey, impaciente, gira sobre s¨ª y le indica con la mano que se una a ellos. El gesto del rey no parece c¨®modo ni el descenso de Letizia Ortiz espont¨¢neo. Finalmente, las im¨¢genes se centran en la llegada de Michelle y Sasha Obama.
?El titubeo de la Princesa de Asturias e incluso el estatismo de los reyes que no se mueven del umbral de la escalinata evocan im¨¢genes de El ¨¢ngel exterminador de Luis Bu?uel. Como es sabido, el argumento de la pel¨ªcula gira alrededor de un grupo de personas de la alta sociedad que acaban de salir del teatro y se dirigen a la casa de una de ellas para cenar y terminar la velada pero, sin que medie explicaci¨®n alguna, no podr¨¢n salir de all¨ª, enclaustrados por un muro invisible.
?Podr¨ªa la familia real quedarse encerrada en el palacio sin poder salir, como en la pel¨ªcula de Bu?uel, por su propia falta de acci¨®n?
?Podr¨ªa la familia real quedarse encerrada en el palacio sin poder salir, como en la pel¨ªcula de Bu?uel, por su propia falta de acci¨®n?
El Pr¨ªncipe Felipe y la Princesa de Asturias tienen como misi¨®n, de cara a conservar su posici¨®n, construirse un sentido, ya que hoy las dudas se acumulan en un paisaje en el que la liquidez no deja ninguna certeza en pie y nada indica que no les pueda erosionar a ellos. La calle piensa, reflexiona sobre lo que acontece y acumula dudas. Como en la tragedia de Hamlet, mientras existe la vacilaci¨®n, la conciencia intentando entender los hechos, la acci¨®n no avanza, se ralentiza. De hecho, si Hamlet hubiera permanecido pasivo, si hubiera seguido dudando, no tendr¨ªamos tragedia y todos conocemos qu¨¦ camino tom¨® Hamlet: pasar de las dudas a la acci¨®n.
Mientras todos est¨¢n instalados en la duda, tanto en palacio como en la calle, la acci¨®n se pospone. Pero, ?en d¨®nde fija sus dudas el pr¨ªncipe Felipe? As¨ª como Hamlet define su existencia en los t¨¦rminos de otro, el pr¨ªncipe de Asturias se define hoy por hoy no en el espectro sino en el capital simb¨®lico de su padre, el rey Juan Carlos, y la Princesa de Asturias lo hace a trav¨¦s del Pr¨ªncipe. Este es el drama de Letizia Ortiz, pero drama en el sentido pirandellieano, en el que toda representaci¨®n est¨¢ destinada al fracaso y no hay autor capaz de evitarlo, raz¨®n por la cual sus personajes van a tientas como la princesa de Asturias en las escalinatas de Marivent: solo el gesto del rey puede ponerla en escena.
En Letizia Ortiz no hay tragedia shakesperiana a la manera de Hamlet, hay drama. El drama es haber abandonado la elite medi¨¢tica donde era sujeto menor de un gran relato para encontrarse como protagonista de la elite mon¨¢rquica en manos de un autor que prometi¨® escribirla en la Historia. Pero hete aqu¨ª que el autor, el Pr¨ªncipe de Asturias, de momento parece bloqueado y entregado a la duda, muy lejos de la acci¨®n que espera de ¨¦l la monarqu¨ªa. Ese es el drama de Letizia Ortiz, que no puede ser una autora capaz de sacar al Pr¨ªncipe Felipe de su bloqueo sino que, por el contrario, parece solo buscar un autor: su problema es no tener qui¨¦n le escriba para poder representar su rol.
Mal que bien, el rey es autor de su propio relato. Su participaci¨®n en la Transici¨®n termin¨® por darle sentido a la Corona frente a la sociedad, legitimando la ¨¦lite mon¨¢rquica. Lamentablemente, cuando el Pr¨ªncipe Felipe sea coronado y nombrado jefe de Estado de Espa?a, no estar¨¢ el rey Juan Carlos para ayudarle a escribir su relato ¡ªa menos que el rey abdique, claro est¨¢¡ª que en mucho podr¨ªa parecerse al que cuenta Antoine de Saint-Exup¨¦ry en El principito. Cuando el peque?o pr¨ªncipe le pide al aviador que le dibuje un cordero, este fracasa una y otra vez ya que ninguno de sus dibujos conforma al principito. Hasta que el piloto dibuja una caja y le dice al ni?o que el cordero est¨¢ dentro y el principito al fin ve lo que busca. Puede que el c¨²mulo de dudas que ocupan los d¨ªas del pr¨ªncipe Felipe acaben cuando sea capaz de dibujar una caja y contar que en ella est¨¢ lo que se desea de su reinado. En esto s¨ª podr¨ªa ser ¨²til Letizia Ortiz, ya que viene de trabajar durante a?os en otra caja, la de la televisi¨®n, que contiene, supuestamente, todo lo que se quiera ver en ella.
Miguel Roig es escritor, autor de Bel¨¦n Esteban y la f¨¢brica de porcelana (Pen¨ªnsula, 2010) y Las dudas de Hamlet (Pen¨ªnsula, 2011)
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