Primarias = Primarios
El Congreso 38? ha dejado sus secuelas al cambiar el sistema, pasando de elegir al secretario general las federaciones a un sistema de elecci¨®n por delegados sin mandato imperativo
Escuch¨¦ el 13 de febrero pasado a la vicesecretaria general del PSOE, Elena Valenciano, pronunciarse sobre el problema que arrastra el partido socialista sevillano desde el 38? Congreso de ese partido. Valenciano dijo que: ¡°El Congreso ya pas¨® y que ahora somos todos de Rubalcaba¡±. Lo segundo no tiene por qu¨¦ ser cierto. En un partido de izquierdas no se milita para ser de unos o de otros, sino para alinearse con los sectores m¨¢s desfavorecidos y desprotegidos de la sociedad y para construir un mundo donde la suerte de las personas no est¨¦ ligada a su mayor o menor fortuna o a su lugar y circunstancias de su nacimiento.
Y lo primero tampoco es cierto y la federaci¨®n socialista sevillana, pero no s¨®lo ella, est¨¢ ah¨ª para demostrar lo contrario. El Congreso 38? ha dejado sus secuelas, como no pod¨ªa ser de otra forma cuando se cambia, sin reflexi¨®n interna, el sistema electoral del partido socialista, pasando de un sistema de elecci¨®n del secretario general por las federaciones reunidas en Congreso a un sistema de elecci¨®n por delegados sin mandato imperativo.
Cuando el sistema no era de primarias, los congresos determinaban la pol¨ªtica, la organizaci¨®n y la orientaci¨®n ideol¨®gica del partido socialista y, al final, se eleg¨ªa a la persona que mejor encarnara lo que el congreso aprobaba. El debate precongresual y congresual era de una intensidad extraordinaria, pero los que all¨ª discut¨ªan no se enfrentaban a personas, sino a ideas, a propuestas, a posiciones, por lo que la enemistad casi nunca hac¨ªa acto de presencia al tratarse, entonces, de enfrentamientos dial¨¦cticos y no personales.
Ninguno de los dos pod¨ªan ofrecer un programa pol¨ªtico diferenciado, porque no existen dos PSOE
Cuando se inventaron las primarias, algunos nos opusimos a las mismas, porque preve¨ªamos que aquello provocar¨ªa enfrentamientos entre militantes que no conducir¨ªan m¨¢s que al rencor y al desgaste de quienes se alinearan alrededor de tal o cual candidato. Y as¨ª ha sido y as¨ª seguir¨¢ siendo, m¨¢xime cuando, adem¨¢s, en el Congreso de Sevilla, se aprob¨® profundizar en el error apostando por unas primarias de militantes y simpatizantes para elegir al candidato a la presidencia del Gobierno por el PSOE.
En el reciente enfrentamiento entre Rubalcaba y Chac¨®n, los medios de comunicaci¨®n se hac¨ªan eco de lo dif¨ªcil que resultaba adivinar qu¨¦ era lo que diferenciaba a uno y otro candidato a la Secretar¨ªa General. Resultaba evidente que ninguno de los dos pod¨ªan ofrecer un programa pol¨ªtico diferenciado, porque no existen dos PSOE y, por lo tanto, uno como otro ten¨ªan que hacer juegos malabares para poder explicar las razones por las que los delegados deb¨ªan elegir a Rubalcaba en lugar de a Chac¨®n o viceversa. Puesto que no exist¨ªan diferencias program¨¢ticas ni ideol¨®gicas, los partidarios m¨¢s ac¨¦rrimos de uno y otra no tuvieron m¨¢s remedio que apuntar al cuerpo del adversario o de la oponente para marcar las diferencias; recuerden la frase de Chac¨®n cuando en la comida del primer d¨ªa del Congreso le coment¨® a un grupito de adeptos que se sent¨ªa como Messi esquivando las patadas de Pepe. Hab¨ªa patadas y no hay que ser muy sagaz para saber a qui¨¦n o a qui¨¦nes consideraba Chac¨®n autor de las mismas. Fue la mejor declaraci¨®n de que cuando hay una competici¨®n y no se enfrentan ideas, propuestas e iniciativas, el resultado son patadas, bofetadas, rencillas y persecuciones. Y el dimitido secretario general de la federaci¨®n socialista sevillana se lo ha hecho saber as¨ª a sus militantes, poniendo pie en pared ante lo que ha considerado el final del juego limpio entre miembros que militan en una misma organizaci¨®n.
Ahora, unos y otros, se encargar¨¢n de buscar culpables y de acusar o defender al que hasta estos momentos representaba los intereses y a la militancia de una federaci¨®n, tan importante para el PSOE, como la sevillana. Cada uno tendr¨¢ sus razones y cada cual tendr¨¢ m¨¢s o menos culpa de lo ocurrido, pero no cabe la menor duda de que la responsabilidad definitiva de lo que hemos visto en Sevilla, y de lo que queda por ver en Madrid, en Valencia y en otras federaciones socialistas, recae en un sistema de elecci¨®n que, o se elimina lo antes posible o acabar¨¢ por hacer del PSOE un partido donde la gente no discute por saber c¨®mo se evita el desmantelamiento del Estado de bienestar, o como se aborda la recuperaci¨®n econ¨®mica y social de Espa?a, sino que derivar¨¢ en un patio de vecinos, donde unos y otros gritan para ver qui¨¦n gana a quien, con un proceso de primarias que promete desintegrar al PSOE como organizaci¨®n central de la pol¨ªtica espa?ola. Las primarias s¨®lo alimentan sentimientos primarios y van contra el sistema de democracia parlamentaria que dise?a nuestra Constituci¨®n, en el que son los partidos los que articulan la representaci¨®n pol¨ªtica de los ciudadanos. De todos es sabido que en las elecciones generales, regionales y locales ning¨²n partido presenta a un candidato a presidente del Gobierno, de la comunidad aut¨®noma o a la alcald¨ªa. En cada uno de esos procesos electorales lo que se eligen son diputados, diputados auton¨®micos o concejales. Todos mantenemos la ficci¨®n de que uno de esos diputados nacionales, auton¨®micos o concejales est¨¢ destinado por los partidos correspondientes a competir por la presidencia del gobierno, de la comunidad aut¨®noma o por la alcald¨ªa; pero es s¨®lo eso, una ficci¨®n, porque, en realidad, cuando el 20-N, Alfredo P¨¦rez Rubalcaba o Mariano Rajoy eran candidatos a diputados por las listas de Madrid. Millones de espa?oles no hemos votado nunca al presidente del Gobierno aunque vot¨¢ramos la lista que el partido que result¨® ganador presentaba en cada provincia espa?ola. La Constituci¨®n no establece un sistema presidencial, sino parlamentario, reservando al Rey la facultad de proponer un candidato a presidente del Gobierno para que sean los diputados electos en cada circunscripci¨®n los encargados de elegir a quien nos vaya a gobernar en los pr¨®ximos cuatro a?os.
Las primarias van contra el sistema de democracia parlamentaria que dise?a nuestra Constituci¨®n
Haciendo un ejercicio de simulaci¨®n, no ser¨ªa extra?o que en unas elecciones generales, el resultado fuera algo as¨ª como 144 diputados para el PSOE, 140 para el PP y el resto, hasta 350 esca?os, repartidos entre partidos minoritarios. Si tras las consultas Reales, ning¨²n partido estuviera en condiciones de obtener una mayor¨ªa parlamentaria de 176 diputados para formar gobierno, se podr¨ªa plantear que hubiera una coalici¨®n gubernamental entre PSOE y PP, a condici¨®n de que los dos cabezas de listas, que ficticiamente figuraban como candidatos a presidir el gobierno, quedaran en segundo plano, buscando un socialista que fuera aceptado por las partes para esa tarea y que no fuera el que el PSOE hab¨ªa designado. En estos momentos, esa operaci¨®n, si llegara a plantearse, podr¨ªa llegar a buen puerto, porque el PSOE tendr¨ªa libertad para encargar esa responsabilidad a alguien que no era el inicialmente previsto. Bastar¨ªa con reunir a sus ¨®rganos de direcci¨®n y proclamar candidato a presidente a quien fuera del agrado del partido y del otro partido que con el PSOE formar¨ªa coalici¨®n. En eso consiste el juego parlamentario y esas son las facultades que, hasta ahora, estaban reservadas a la direcci¨®n del PSOE. Si el candidato primigenio que propusieron los socialistas, y que quedar¨ªa descartado como consecuencia de la falta de una mayor¨ªa clara en el Congreso, hubiera sido elegido en unas primarias por todos los militantes socialistas y por los simpatizantes, entiendo que esa operaci¨®n no se podr¨ªa realizar, porque los ¨®rganos federales del PSOE no estar¨ªan autorizados a aceptar algo que fuera en contra de lo que, por votaci¨®n libre, universal y secreta, se hab¨ªa decidido en unas primarias. ?Sin sentido!
Juan Carlos Rodr¨ªguez Ibarra es ex presidente de la Junta de Extremadura.
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