El poder del dinero y la pol¨ªtica en la Uni¨®n Europea
Los gobernantes de la zona euro han perdido soberan¨ªa sobre su dinero y parte de sus productos financieros. ?Es posible crear un poder soberano paneuropeo, capaz de frenar el monstruo, sin una legitimidad democr¨¢tica avalada por las urnas?
?Qu¨¦ es el dinero? Los libros de texto de econom¨ªa lo tienen claro. El dinero cumple tres funciones: la de unidad de cuenta (para calcular valores), la de medio de intercambio (para facilitar el comercio) y la de dep¨®sito de valor (para acumular riqueza). Desde los escritos de Adam Smith se nos ha dicho que en alg¨²n momento en la historia, en alguna aldea imaginaria, el lechero, el panadero y el carnicero decidieron que ser¨ªa m¨¢s ¨²til para todos usar un medio de intercambio neutro, perdurable, con valor intr¨ªnseco y f¨¢cilmente divisible. Alg¨²n metal por ejemplo, como oro o plata. As¨ª, de repente, pasamos del trueque a un sistema monetario.
El caso es que no hay evidencia hist¨®rica que pruebe esta teor¨ªa. El legado escrito apunta m¨¢s bien a que el dinero surge alrededor del a?o 3.000 AC como unidad de cuenta para contabilizar la deuda que los s¨²bditos deb¨ªan a los emperadores de Mesopotamia.
Por lo tanto, hay dos maneras de entender el dinero: la metalista y la nominal. Es decir, la que considera que la funci¨®n primaria del dinero no es la de medio de intercambio, sino la de unidad de cuenta. Hist¨®ricamente el dinero ha servido para calcular deuda, principalmente el impuesto que hay que pagar a la autoridad regente. Para saber cuanta deuda hay que pagar como tributo se necesita una escala. Pues bien, esa unidad de cuenta siempre la ha establecido el poder soberano. Las caras de los regentes en las monedas son prueba de ello.
Lamentablemente, el euro se ha creado sobre la base de la teor¨ªa metalista. Siguiendo la teor¨ªa ortodoxa, se ha considerado que el dinero es un mecanismo neutral que facilita el intercambio; por lo tanto, es posible crear una moneda sin tener una autoridad pol¨ªtica que la respalde. Es m¨¢s, visto que el poder soberano a lo largo de la historia ha devaluado el valor del dinero a su favor, los dise?adores del euro concibieron la moneda ¨²nica con el objetivo de eliminar cualquier intromisi¨®n de la pol¨ªtica en su gesti¨®n. A tal efecto, le prohibieron al Banco Central Europeo (BCE) ser el prestamista de ¨²ltima instancia para sus Estados miembros. Una funci¨®n clave para cualquier banco central.
El mercado mundial de los productos financieros derivados mueve al a?o 700 billones de d¨®lares, 11 veces el PIB mundial
Si entendemos el dinero como una relaci¨®n social entre acreedor y deudor, y al Estado como el mayor acreedor (recauda impuestos de los contribuyentes) y deudor (emite deuda a los acreedores), vemos que el euro se ha dise?ado con cierto sesgo a favor de los acreedores del Estado, o sea, los mercados. Con el euro, por primera vez en la historia, el Estado ha desechado una de sus mejores armas: devaluar la moneda cuando as¨ª lo necesita. Esta construcci¨®n monetaria hay que entenderla en su contexto. En la Europa inflacionista de los a?os setenta y ochenta del siglo XX, Alemania supo contener la plaga de la inflaci¨®n con un banco central independiente y una pol¨ªtica monetaria anti-inflacionista. Adem¨¢s, en los a?os ochenta y noventa, la teor¨ªa neoliberal se hizo dominante y se acept¨® como verdad absoluta la hip¨®tesis de la eficiencia de los mercados financieros.
Hay que decir que la clase pol¨ªtica alemana siempre ha tenido cierta tendencia a ver los mercados como un agente disciplinario. Seg¨²n la teor¨ªa ordoliberal de la Soziale Marktwirtschaft (la econom¨ªa de mercado social), la funci¨®n principal del Estado es establecer un marco regulatorio (un orden) propicio para estimular la libre competencia y as¨ª desarrollar una econom¨ªa de mercado que fomente el bien com¨²n. Es importante distinguir el ordoliberalismo del neoliberalismo. Aunque los dos defienden el libre mercado, las premisas de partida son distintas. El fin ¨²ltimo del neoliberalismo es el laissez faire. El ordoliberalismo, en cambio, entiende que el mercado libre crea desequilibrios indeseables, y consecuentemente acepta una mayor intervenci¨®n del Estado como agente regulador y redistributivo.
Volviendo al contexto internacional, el cambio de siglo se caracteriz¨® por la ingenier¨ªa financiera. Estados Unidos y el Reino Unido fueron capaces de desarrollar un nuevo modelo de crecimiento basado en la financializaci¨®n de la econom¨ªa y el cr¨¦dito al consumo. Francia y Alemania, para no quedar atr¨¢s, aceptaron la superioridad del modelo angloamericano. Bancos como Deutsche Bank y BNP Paribas se lanzaron tambi¨¦n a dise?ar y comprar productos financieros sofisticados. La crisis global ha demostrado, sin embargo, que "los mercados financieros globales se han convertido en un monstruo", en palabras del ex presidente de Alemania, Horst K?hler. Confundiendo ordoliberalismo con neoliberalismo, los dirigentes europeos se autoconvencieron de que el marco regulatorio m¨¢s adecuado para el bien com¨²n era la desregulaci¨®n. Obviamente, este ox¨ªmoron les ha pasado factura.
Actualmente, el mercado mundial de los productos financieros derivados mueve al a?o 700 billones de d¨®lares, 11 veces el Producto Interior Bruto (PIB) mundial. La mayor¨ªa de este negocio se desarrolla en Wall Street y la City de Londres. La zona euro, por lo tanto, no tiene capacidad de regular estos productos. Es decir, los gobernantes de la zona euro han perdido soberan¨ªa sobre su dinero y sobre parte de sus productos financieros. Esto ha quedado en evidencia durante la crisis del euro, cuando el BCE tuvo que pedir a las autoridades reguladoras norteamericanas y brit¨¢nicas informaci¨®n sobre los mercados de derivados en euros localizados en Wall Street y la City (como por ejemplo derivados de tipos de cambio, de tipos de inter¨¦s o las permutas de incumplimiento crediticio, los CDS).
Una uni¨®n fiscal solo? funciona si est¨¢n coordinados el gasto y la recaudaci¨®n; si no, es una uni¨®n fiscal mutilada
Para ganar jurisprudencia, el BCE exige ahora que las casas de compensaci¨®n de derivados realicen sus transacciones en euros dentro de la Eurozona. Esta exigencia ha provocado una denuncia por parte del Gobierno brit¨¢nico ante el Tribunal de Justicia Europeo. Para Londres, esta medida es un ataque a la City y al mercado ¨²nico. Actualmente, hay cierta tensi¨®n entre el ordoliberalismo continental de Michel Barnier, el comisario del Mercado ?nico, seg¨²n el cual "hay que regular todas las plazas, todos los actores y todos los instrumentos de los mercados financieros", y la visi¨®n laissez faire de David Cameron, primer ministro brit¨¢nico. No hay que olvidar que el sector financiero emplea a m¨¢s de un mill¨®n de personas en el Reino Unido y representa cerca del 10% del PIB (sin contar los empleos indirectos).
Esta visi¨®n favorable a los mercados contrasta con la actitud beligerante de la canciller alemana Angela Merkel, seg¨²n la cual hay "una cierta lucha entre el poder que tienen los mercados y el poder de maniobra que tienen los pol¨ªticos". Para ella, "es hora de que la pol¨ªtica vuelva a retomar su primac¨ªa". ?Hemos visto alg¨²n cambio en este sentido? S¨ª, pero demasiado tenue. En relaci¨®n al euro, se ha superado el dogma y empezado a aceptar que una uni¨®n monetaria es imposible sin una uni¨®n fiscal y pol¨ªtica. La camisa de fuerza del BCE tambi¨¦n se ha roto. Aunque sea indirectamente, el BCE est¨¢ actuando de prestamista de ¨²ltima instancia para los Estados, bien sea a trav¨¦s de la compra de deuda soberana en los mercados secundarios, o aplicando presi¨®n pol¨ªtica sobre los bancos para que utilicen la barra libre de liquidez para comprar deuda soberana.
El nuevo pacto fiscal es otro paso hacia la uni¨®n pol¨ªtica, aunque lamentablemente es un pacto a medias. Una uni¨®n fiscal solo puede funcionar si hay coordinaci¨®n en el gasto y en la recaudaci¨®n; si no, estamos ante una uni¨®n fiscal mutilada. Aqu¨ª adquiere importancia la propuesta de crear un impuesto sobre las transacciones financieras (ITF) en euros. Con esta medida, los l¨ªderes de la Eurozona podr¨ªan, por un lado, reducir el volumen del mercado, es decir, el monstruo. Y por otro, adquirir uno de los atributos del poder soberano: la capacidad de recaudar impuestos. El problema es que si consiguen crear una autoridad pol¨ªtica a la altura del euro, se van a topar con otro dilema. ?Es posible crear un poder soberano paneuropeo capaz de frenar el monstruo, sin una legitimidad democr¨¢tica avalada por las urnas?
Miguel Otero Iglesias es profesor de Econom¨ªa Pol¨ªtica Internacional en la ESSCA School of Management y en la Universidad de Oxford e investigador en la London School of Economics.
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