Relatos para todos
?Y el final? ?Es la rendici¨®n, la derrota de ETA, o su generosa aportaci¨®n a la convivencia?
Ahora de lo que se trata es de construir un relato sobre el Pa¨ªs Vasco. Uno que sea lo suficientemente bueno como para que todos, o la mayor¨ªa, nos quedemos tranquilos. Esa es la reclamaci¨®n que comienza a cundir en todos los foros donde Amaiur, la coalici¨®n patriota vasca de izquierda independentista, tiene presencia.
La idea tiene su base en la estrategia de continuar adelante con un plan de paz que ponga fin a lo que los afines al nacionalismo llaman ¡°el conflicto vasco¡±. Seg¨²n esa hoja de ruta, es preciso poner en marcha una serie de iniciativas que reconcilien a unos vascos con otros en torno a una historia com¨²n que no deje ni vencedores ni vencidos. Superada la violencia por la generosa dejaci¨®n del uso de las armas por parte de ETA, puede venir, despu¨¦s de contarnos bien la historia unos a otros, la fase de los potes compartidos en cualquier taberna.
Para discurso ¨²nico el del franquismo, aqu¨¦l s¨ª que era redondo
El asunto tiene un aire beat¨ªfico, un cierto tufo bienintencionado de sacrist¨ªa. Aunque plantea algunos problemas de dif¨ªcil soluci¨®n. Unos, porque es realmente complicado convencer a las v¨ªctimas de que a sus parientes les han pegado unos tiros en la nuca por culpa de lo que han sufrido los asesinos debido a la opresi¨®n de los Estados espa?ol y franc¨¦s. Otros, porque no es sencillamente presentable que en una sociedad democr¨¢tica haya un relato ¨²nico. Otros, porque la estructura del propio relato ser¨ªa poco seria.
Podemos dejar de lado, por un momento, el m¨¢s lacerante de los problemas, el de las v¨ªctimas, que tienen buenos portavoces a los que podemos o¨ªr de cuando en cuando. Personas que no pertenecen, necesariamente, a la extrema derecha, como explican algunos entendidos. Y que, hay que decirlo, aunque pertenecieran a la extrema derecha tendr¨ªan tambi¨¦n raz¨®n.
Sobre el discurso ¨²nico, la propuesta no es muy original. Ya estaba en la cabeza de Pasqual Maragall hacer algo parecido para reencauzar las relaciones entre Catalu?a y Espa?a. Aquella idea naufrag¨®, y en Catalu?a se instal¨® casi el discurso ¨²nico no pactado, es decir, el discurso nacionalista, que fue adoptado de forma mayoritaria en las universidades y en los partidos pol¨ªticos. Un discurso ¨²nico que ha tra¨ªdo frutos tan ricos como el que en Catalu?a forme parte de la ch¨¢chara diaria en el mercado la idea indiscutible de que Espa?a explota a chorros la riqueza catalana y que la ¨²nica manera de salir del atolladero es llegar a un pacto fiscal. En esas estamos con un discurso ¨²nico, cuya ¨²nica virtud es, al menos, la de que no ha sido pactado y quedan cabezas que disienten. Pocas, pero quedan.
Para traer a colaci¨®n un ejemplo que agite (lo que en este asunto no es malo, siempre que nos quedemos en la bronca verbal), podemos recordar que para discurso ¨²nico el del franquismo, aqu¨¦l s¨ª que era redondo. No hay nada m¨¢s totalitario que pretender un relato institucional de la historia, que deje de lado las posibles distintas interpretaciones, que explique de forma un¨ªvoca las cosas. En el Pa¨ªs Vasco eso se ha hecho desde las ikastolas controladas por los nacionalistas, y lo que ha provocado es mayor separaci¨®n entre los ciudadanos. Pero mucha gente de la sociedad civil, de la Universidad, se ha ocupado de que esa versi¨®n no sea la ¨²nica, ni la predominante. Por ello, hay esperanza de que alg¨²n d¨ªa se llegue all¨ª no ya a la paz (esa la han conseguido la polic¨ªa, muchos ciudadanos y algunos pol¨ªticos), sino a la libertad, que empieza por el derecho a la discrepancia.
Y despu¨¦s est¨¢ la propia estructura del relato. Que estar¨ªa condicionada por c¨®mo y cu¨¢ndo empieza y c¨®mo y cu¨¢ndo acaba. Para los nacionalistas, el comienzo no tiene fecha, porque todo en Euskadi es, para ellos, ancestral y remoto. Aun as¨ª, cabe la posibilidad de que en una negociaci¨®n se llegara al acuerdo de hacer tabla rasa de las ense?anzas de Sabino Arana sobre los andaluces amariconados y los viriles cazadores de osos, y fijar el principio en el d¨ªa en que Franco tom¨® Santo?a. Pero eso exigir¨ªa la aceptaci¨®n por parte de los no nacionalistas de que ellos son los herederos del franquismo, cosa que parece inaceptable, pero ser¨ªa ineludible porque, si no, ?a qu¨¦ la bronca?
Puestos a plantear las cosas en sus t¨¦rminos m¨¢s l¨®gicos desde el punto de vista de la democracia, el ¨²nico principio posible para esa imposible historia es el momento en que unos ¡°chicos¡±, como les llamar¨ªa Arzallus, decidieron comenzar a matar. Ese ser¨ªa el pr¨®logo. Y despu¨¦s vendr¨ªa el comienzo del relato verdadero: la amnist¨ªa con la que se coron¨® el primer acto de la transici¨®n; la Constituci¨®n espa?ola, el Estatuto de Guernica, los hitos que definieron la construcci¨®n de una sociedad democr¨¢tica y libre en Espa?a (Pa¨ªs Vasco incluido). Y siguieron matando, m¨¢s que antes.
?Y el final? ?Es la rendici¨®n, la derrota de ETA, o su generosa aportaci¨®n a la convivencia?
Ese relato no lo desean los que desfilan detr¨¢s de las pancartas que piden ahora una nueva amnist¨ªa, incompatible con la Constituci¨®n que muchos defendemos. Pero tampoco hay que hacer que sea el ¨²nico relato.
Para los voceros de Amaiur quede lo que a ellos les apetezca. ?rase una vez.
Jorge M. Reverte es periodista y escritor.
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