Otro aspecto desatendido de la historia del siglo XX
Occidente nunca tomo en consideraci¨®n la propuesta de la URSS de formar un frente defensivo frente al nazismo
En el texto que publiqu¨¦ en estas p¨¢ginas el pasado 11 de febrero sobre los dilemas a los que se ha enfrentado la izquierda democr¨¢tica en sus relaciones con los partidos comunistas, promet¨ª abordar en mi siguiente art¨ªculo una iniciativa comunista con la que estuve profundamente de acuerdo: a saber, la intenci¨®n que desde finales de 1934 hasta el Pacto de M¨²nich de septiembre de 1938 mostr¨® la URSS de convencer a las principales potencias occidentales de la necesidad de aceptar una alianza meramente defensiva, que plantara cara a las amenazas militares constantemente expresadas por la Alemania nazi y la Italia fascista (las dos potencias que estaban garantizando la victoria final de Franco en la Guerra Civil espa?ola).
Para la gran mayor¨ªa de los libros dedicados a la historia del siglo XX, el periodo que va desde 1917 a 1991 se caracteriza por la incesante rivalidad entre el comunismo sovi¨¦tico y la democracia capitalista occidental, una rivalidad que la necesidad de defenderse frente a la agresi¨®n militar nazi-fascista-japonesa que ten¨ªan ambas partes interrumpi¨® desde mediados de 1941 a mediados de 1945. Poco dicen o lo hacen en tono desde?oso, de la iniciativa sovi¨¦tica que, en nombre de la ¡°seguridad colectiva¡±, pretendi¨® constituir una alianza militar defensiva entre el este y el oeste, entre la Rusia sovi¨¦tica y las potencias democr¨¢ticas capitalistas, es decir, Gran Breta?a y Francia.
La ausencia de la revoluci¨®n mundial con la que tanto hab¨ªan so?ado y la aparici¨®n de reg¨ªmenes autoritarios profundamente nacionalistas en gran parte de Europa entre 1923 (Mussolini) y 1933 (Hitler) hab¨ªa llevado a los sovi¨¦ticos a reconsiderar su actitud hacia el mundo capitalista. En lugar de tacharlo simplemente de enemigo al que hab¨ªa que destruir, distinguieron, por una parte, entre reg¨ªmenes autoritarios y racistas, y, por otra, aquellos que ten¨ªan parlamentos dignos de tal nombre y elecciones libres, con clases medias dispuestas a reconocer los derechos de los sindicatos y los partidos marxistas. Iosif Stalin, que en 1930 ya se hab¨ªa afianzado como l¨ªder supremo del r¨¦gimen sovi¨¦tico, anunci¨® la f¨®rmula del ¡°socialismo en un solo pa¨ªs¡± (la URSS) y el deseo de cooperar diplom¨¢tica y militarmente con las democracias europeas.
En 1933 la r¨¢pida consolidaci¨®n de la dictadura nazi en Alemania y el hecho de que Hitler no dejara de amenazar con destruir a la URSS, indujeron todav¨ªa m¨¢s a Stalin a buscar un entendimiento con las potencias democr¨¢ticas. Desde finales de 1934 su ministro de Asuntos Exteriores, Maxim Litvinov, casado con una inglesa y ¨¦l mismo admirador tanto de esta cultura como de la francesa, intent¨® en repetidas ocasiones, en la Sociedad de Naciones con sede en Ginebra y en conversaciones privadas con diplom¨¢ticos ingleses y franceses, convencer a los occidentales de la necesidad de establecer una alianza militar defensiva que protegiera, tanto a la Uni¨®n Sovi¨¦tica como a las potencias capitalistas democr¨¢ticas de la amenaza de una guerra de conquista nazi.
Desde el mismo inicio de la contienda espa?ola, los Gobiernos de Baldwin? y de Chamberlain otorgaron ayuda econ¨®mica y diplom¨¢tica encubierta a los generales sublevados
?Por qu¨¦ Occidente nunca se tom¨® en serio la oferta de Stalin y Litvinov? En primer lugar, hay que comprender que las actitudes brit¨¢nicas determinaron la respuesta a las exigencias de Hitler. Francia segu¨ªa padeciendo un miedo mortal a una Alemania que la hab¨ªa derrotado durante la guerra franco-prusiana de 1870-1871 y que hab¨ªa estado a punto de llegar a Par¨ªs durante la de 1914-1918. Por su parte, Estados Unidos, durante el periodo de entreguerras, acept¨® totalmente el liderazgo diplom¨¢tico brit¨¢nico. El Tratado de Versalles hab¨ªa obligado a Alemania a encajar grandes p¨¦rdidas territoriales y a abonar ingentes reparaciones, cuyo objetivo era que el pa¨ªs sufragara totalmente la reconstrucci¨®n material de Francia y B¨¦lgica. Llegado el a?o 1933, gran parte de los brit¨¢nicos, entre ellos miembros de los partidos Liberal y Laborista, estaban convencidos de que hab¨ªa sido un grave error atribuir toda la responsabilidad pol¨ªtica y moral de la guerra a la Alemania imperial.
A esto hab¨ªa que a?adir que las clases dirigentes brit¨¢nicas compart¨ªan, de forma m¨¢s ¡°respetable¡±, los prejuicios raciales nazis. No les parec¨ªan bien los campos de concentraci¨®n ni que se rompieran los escaparates de las tiendas jud¨ªas, pero estaba claro que pensaban que el mundo estar¨ªa mucho mejor si los elementos ¡°arios¡± y ¡°n¨®rdicos¡± de los pa¨ªses de habla inglesa, y tambi¨¦n de Alemania y Escandinavia, ejerc¨ªan el liderazgo pol¨ªtico del ¡°mundo civilizado¡±. En consecuencia, estaban psicol¨®gicamente preparados para aceptar las exigencias de Hitler, no s¨®lo en cuanto a la reocupaci¨®n de Renania (1936) y la anexi¨®n de Austria (1938), sino respecto a la reconstrucci¨®n del poder¨ªo militar germano.
Si a los Gobiernos brit¨¢nicos del periodo 1936-1938 les hubiera preocupado realmente la defensa de la democracia pol¨ªtica en el continente europeo, la Guerra Civil espa?ola les habr¨ªa proporcionado una oportunidad clara de poner coto a las ambiciones militares de Hitler. Sin embargo, desde el mismo inicio de esa contienda los Gobiernos, primeros de Baldwin y despu¨¦s de Chamberlain, otorgaron ayuda econ¨®mica y diplom¨¢tica encubierta a los generales sublevados, advirtiendo a los sucesivos Ejecutivos republicanos franceses de que no concedieran ayuda ni militar ni econ¨®mica a una Rep¨²blica que los conservadores brit¨¢nicos consideraban dominada por comunistas y anarquistas. Por su parte, los sovi¨¦ticos ayudaron espor¨¢dicamente a la Rep¨²blica espa?ola entre septiembre de 1936 y marzo de 1939, y el car¨¢cter espor¨¢dico de su contribuci¨®n se debi¨® en gran medida a la inquietud que sent¨ªan ante las incursiones militares de Jap¨®n en la frontera siberiana y a la frialdad con la que los brit¨¢nicos acog¨ªan la idea de la seguridad colectiva en Europa.
Despu¨¦s de la invasi¨®n y anexi¨®n de Austria, que no suscit¨® resistencia diplom¨¢tica o militar alguna, Hitler acus¨® estridentemente a la rep¨²blica democr¨¢tica de Checoslovaquia de maltratar a su minor¨ªa alemana, exigiendo que las partes de territorio checo en las que por lo menos el 50%? de la poblaci¨®n fuera de ¡°raza¡± alemana pasaran inmediatamente a soberan¨ªa del Reich. Esta exigencia no era tan aceptable para el Gobierno brit¨¢nico como las anteriores. Hitler contuvo a la minor¨ªa nazi de Checoslovaquia en los infrecuentes momentos en los que parec¨ªa que los brit¨¢nicos pod¨ªan oponerse a la anexi¨®n. Pero a comienzos de septiembre el primer ministro brit¨¢nico organiz¨® la ¡°Conferencia de M¨²nich¡± (con asistencia del Reino Unido, Francia, Alemania e Italia), que en realidad puso el destino de Checoslovaquia en manos de Hitler, sin consultar ni al propio Gobierno checoslovaco ni a la Uni¨®n Sovi¨¦tica, que hab¨ªa firmado con los checos un tratado defensivo parecido al que Rusia esperaba negociar con franceses y brit¨¢nicos.
Por su combinaci¨®n de estupidez pol¨ªtica y cobard¨ªa moral, esta pol¨ªtica se conoce con el nombre de ¡°apaciguamiento¡±. Fue la misma que, al ofender a la Uni¨®n Sovi¨¦tica, hizo que Stalin buscara su propio acuerdo con Alemania, concediendo as¨ª a Hitler la oportunidad de iniciar la Segunda Guerra Mundial sin tener que luchar en dos frentes, algo que hab¨ªa ocasionado la derrota de Alemania en la Primera Guerra Mundial. Y la ¨²nica fuerza militar que consigui¨® finalmente salvar a la Europa democr¨¢tica fue la alianza defensiva que, formada por Gran Breta?a, Estados Unidos y la Uni¨®n Sovi¨¦tica entre junio de 1941 y mediados de 1945, los sovi¨¦ticos hab¨ªan perseguido entre finales de 1934 y septiembre de 1938.
Lo que en este art¨ªculo califico de aspecto desatendido de la historia del siglo XX son esos cinco a?os de iniciativas sovi¨¦ticas. Cuando Hitler se traicion¨® a s¨ª mismo al ocupar Praga, capital del Estado checoslovaco, el 15 de abril de 1939, despu¨¦s de haber firmado el Pacto de M¨²nich, el Foreign Office brit¨¢nico comenz¨® a buscar aliados en el este, en previsi¨®n de que el F¨¹hrer decidiera pronto lanzarse a una generalizada guerra de conquista. Despu¨¦s de infructuosas conversaciones con los Estados del sureste de Europa y con Turqu¨ªa, los brit¨¢nicos decidieron finalmente acercarse a los sovi¨¦ticos. Pero, para entonces, a finales de mayo y en junio, la Alemania nazi y la Rusia sovi¨¦tica ya estaban negociando el tratado de alianza que anunciaron el 22 de agosto de 1939.
Gabriel Jackson es historiador norteamericano.
Traducci¨®n de Jes¨²s Cu¨¦llar Menezo
Tu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo
?Quieres a?adir otro usuario a tu suscripci¨®n?
Si contin¨²as leyendo en este dispositivo, no se podr¨¢ leer en el otro.
FlechaTu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PA?S desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripci¨®n a la modalidad Premium, as¨ª podr¨¢s a?adir otro usuario. Cada uno acceder¨¢ con su propia cuenta de email, lo que os permitir¨¢ personalizar vuestra experiencia en EL PA?S.
En el caso de no saber qui¨¦n est¨¢ usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contrase?a aqu¨ª.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrar¨¢ en tu dispositivo y en el de la otra persona que est¨¢ usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aqu¨ª los t¨¦rminos y condiciones de la suscripci¨®n digital.