La elusiva conciencia de la energ¨ªa
Todav¨ªa no se ha dado el gran salto en la eficiencia energ¨¦tica global que permita limitar el calentamiento de la atm¨®sfera en dos grados en el siglo XXI
El 31 de marzo se celebr¨® la hora del planeta, una buena ocasi¨®n para revisar el estado de la lucha contra el cambio clim¨¢tico, un asunto alrededor del cual las opiniones tienden a polarizarse en los extremos. Para unos, la evoluci¨®n del clima a varias d¨¦cadas vista no puede predecirse con certeza; es imposible que las grandes potencias pacten un asunto econ¨®micamente tan complejo; adem¨¢s, la humanidad ya se adaptar¨¢ al cambio cuando se agrave. Para otros, el planeta est¨¢ abocado a cat¨¢strofes encadenadas, nuestro modo de vida supone una irresponsabilidad moral y las futuras generaciones se preguntar¨¢n "?c¨®mo pod¨ªan seguir tan tranquilos con sus vidas?". Quiz¨¢s esos arquetipos generen una confusi¨®n excesiva e innecesaria: porque la cuesti¨®n clim¨¢tica es, ante todo, un asunto de ciencia y raz¨®n.
Merece la pena distinguir entre lo que ha sucedido y la ciencia explica sin incertidumbre, y lo que puede llegar a ocurrir y la ciencia pronostica, en un rango de probabilidades estimadas mediante modelos matem¨¢ticos sobre el pasado. Los hechos incuestionables son simples: las emisiones de CO2 provenientes de combustibles f¨®siles consumidos en actividades humanas se han triplicado desde 1965 hasta sobrepasar los 33.000 millones de toneladas anuales en 2010; en el mismo periodo, la concentraci¨®n de CO2 en la atm¨®sfera, medida con instrumentaci¨®n directa desde 1960, ha aumentado desde 315 a 390 partes por mill¨®n (ppm); medidas de la concentraci¨®n de CO2 en perforaciones polares han demostrado que ese nivel de 390 ppm est¨¢ fuera del rango que ha existido en la atm¨®sfera de la Tierra al menos en los ¨²ltimos 650.000 a?os; el fundamento de que la estructura molecular del CO2 produzca un efecto invernadero est¨¢ perfectamente determinado por la f¨ªsica te¨®rica; la temperatura media del planeta subi¨® cerca de 1¡ãC en el siglo XX, m¨¢s acusadamente en su segunda mitad; la superficie cubierta por la nieve en invierno est¨¢ disminuyendo; el oc¨¦ano ?rtico est¨¢ perdiendo masa de hielo, igual que los glaciares de monta?a; ha aumentado la frecuencia de sequ¨ªas y huracanes. A pesar de todo, siempre puede dudarse: ?Y si esas alteraciones clim¨¢ticas simult¨¢neas suceden por casualidad, y no debido a la mayor concentraci¨®n de CO2? Quiz¨¢s bastar¨ªa con responder: "?Y por qu¨¦ si no, qu¨¦ otro fundamento primario del clima se ha alterado en el ¨²ltimo siglo?" Pero hay m¨¢s: el IPCC, un panel de cient¨ªficos fundado por Naciones Unidas y la Organizaci¨®n Meteorol¨®gica Mundial, lleva 25 a?os compartiendo mediciones y modelos para determinar si, como parece intuitivo, existe esa causalidad as¨ª como para valorar qu¨¦ futuro nos espera si las emisiones contin¨²an aumentando ilimitadamente.
Las proyecciones del IPCC tienen en cuenta tanto factores amortiguadores del calentamiento que produce el CO2 (entre ellos, curiosamente, el efecto pantalla a corto plazo de la contaminaci¨®n) como factores multiplicadores (la desaparici¨®n de masas de hielo aumenta la radiaci¨®n solar absorbida por la superficie terrestre, por ejemplo); los modelos se ajustan peri¨®dicamente a series de datos actualizados. Las conclusiones del IPCC se establecen mediante consenso horizontal, un procedimiento que, de causar alg¨²n sesgo, parece cre¨ªble que sea hacia una b¨²squeda demasiado prudente del m¨ªnimo com¨²n denominador, m¨¢s que hacia posiciones radicales. La conclusi¨®n m¨¢s importante del IPCC es que, si las emisiones siguen acumul¨¢ndose al ritmo de la ¨²ltima d¨¦cada, sabemos con certeza que existe un serio riesgo de llegar a un calentamiento medio de 6¡ãC durante el siglo XXI.
"Ya no existe conflicto entre econom¨ªa y ecolog¨ªa", ha resumido recientemente el ministro alem¨¢n de Medio Ambiente
?C¨®mo es posible que, si se trata de un problema tan evidente no estemos haciendo nada, y permanezca lejano un acuerdo global? De entrada, es falso que no estemos haciendo nada; pa¨ªses relevantes han dado pasos relevantes. Alemania present¨®, en noviembre de 2011, una estrategia nacional para minimizar el consumo de hidrocarburos en generaci¨®n el¨¦ctrica. El plan comprende reducir sustancialmente la producci¨®n con carb¨®n, triplicar la generaci¨®n e¨®lica, construir miles de kil¨®metros de nuevas l¨ªneas el¨¦ctricas o financiar investigaciones piloto sobre almacenamiento de electricidad. China, en el nuevo plan quinquenal de marzo de 2011, ha establecido el objetivo de reducir dr¨¢sticamente el consumo energ¨¦tico que requiere su crecimiento econ¨®mico: las medidas incluyen desde el cierre de f¨¢bricas ineficientes hasta las subvenciones para la compra de los autom¨®viles de menor consumo. Incluso Estados Unidos, tras d¨¦cadas de inacci¨®n, ha fijado est¨¢ndares de emisiones de CO2 en veh¨ªculos fabricados desde 2011, y muchos gobiernos estatales han impuesto a sus empresas el¨¦ctricas metas obligatorias de inversi¨®n en energ¨ªas renovables.
Detr¨¢s de esas pol¨ªticas, hay una confluencia entre sentido medioambiental y sentido econ¨®mico: el precio del petr¨®leo y el carb¨®n se ha quintuplicado en diez a?os, y la dependencia de sus inestables mercados globales supone un riesgo permanente de shocks e inflaci¨®n para los pa¨ªses importadores. Seg¨²n proyecciones de la Uni¨®n Europea, el peso de la factura energ¨¦tica se elevar¨¢ desde el actual 10% del PIB mundial hasta el 15% en las pr¨®ximas d¨¦cadas, pr¨¢cticamente con independencia de que se invierta m¨¢s en tecnolog¨ªas convencionales o alternativas, puesto que todas las v¨ªas ser¨¢n m¨¢s caras que en el pasado. "Ya no existe conflicto entre econom¨ªa y ecolog¨ªa", ha resumido recientemente el ministro alem¨¢n de Medio Ambiente.
?Hasta d¨®nde podemos llegar, con las iniciativas en marcha? Seg¨²n las previsiones de la Agencia Internacional de la Energ¨ªa (IEA), si los planes pol¨ªticos recientes se cumplieran, las emisiones globales de CO2 pr¨¢cticamente se estancar¨ªan a partir de 2020: el calentamiento global en el siglo XXI alcanzar¨ªa entonces unos 4¡ãC, frente a los 6¡ãC que supondr¨ªa la pura continuaci¨®n de las opciones del pasado.
El amplio debate sobre el cambio clim¨¢tico choca con cierto desinter¨¦s ciudadano, al menos en pa¨ªses como Espa?a
Recorrer el camino que falta para limitar el calentamiento medio de la Tierra a unos 2¡ãC, objetivo de Copenhague, requerir¨¢, seg¨²n el an¨¢lisis de escenarios de la IEA, un gran salto global en la eficiencia energ¨¦tica, que podr¨ªa alcanzarse con la implementaci¨®n universal y estricta de pol¨ªticas conocidas: progresiva limitaci¨®n de emisiones en motores de transporte; extensi¨®n de una tasa fiscal a la emisi¨®n de di¨®xido de carbono que aumente la rentabilidad industrial de invertir en equipos que ahorren energ¨ªa; est¨¢ndares rigurosos en nueva edificaci¨®n e incentivos a las reformas en viviendas existentes (o la obligatoriedad por ley: se empieza a hablar de una "ITV" para casas antiguas). El amplio debate sobre estos asuntos que se observa en c¨ªrculos pol¨ªticos (objetivos 2020 de la Comisi¨®n Europea) y empresariales (BP o Exxon abogan por un impuesto mundial al CO2) choca con cierto desinter¨¦s ciudadano, al menos en pa¨ªses como Espa?a. ?Por qu¨¦ esta falta de atenci¨®n, cuando una familia media gasta f¨¢cilmente unos tres mil euros al a?o en energ¨ªa (luz, calor y movilidad)? Quiz¨¢s encender un interruptor o arrancar el coche resultan actos tan cotidianos que es dif¨ªcil concebir que han provocado una alteraci¨®n planetaria; tampoco ha ayudado la tendencia de los gobiernos a usar la energ¨ªa como arma pol¨ªtica y paradigma de supuestamente exitosas pol¨ªticas liberalizadoras (aquello de "con nosotros baja la luz"). Evolucionar desde la aspiraci¨®n imposible a una energ¨ªa cada vez m¨¢s barata hasta la era de la energ¨ªa inteligente y sostenible implicar¨¢ algo m¨¢s que palabras bienintencionadas sobre una buena causa. Las empresas el¨¦ctricas, percibidas a veces como parte del problema, pueden serlo tambi¨¦n de la soluci¨®n: las el¨¦ctricas brit¨¢nicas, por ejemplo, financian al cliente mejorar los aislamientos de su vivienda a cambio de una parte del ahorro conseguido en gasto de calefacci¨®n. En cuanto a los ciudadanos, podemos enrocarnos en el escepticismo de que nuestras decisiones personales tienen un impacto infinitesimal en el clima: pero en los asuntos a que prestamos atenci¨®n y en nuestras modestas decisiones al elegir un coche o una caldera tambi¨¦n se juega el tipo de sociedad que creamos, y en la que creemos. Ahora que aspirar a vivir individualmente mejor que la generaci¨®n anterior se ha transformado en una utop¨ªa, quiz¨¢s resulte que dejar un mundo mejor a la siguiente sea lo que s¨ª tiene sentido. Esforzarnos por conservar estable la atm¨®sfera del planeta donde tuvimos la suerte de crecer como especie, hasta poder concebirnos como humanidad, es una de las formas de hacerlo.
Emilio Trigueros es qu¨ªmico industrial y especialista en mercados energ¨¦ticos.
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