En la puerta giratoria del poder
"Dec¨ªa Billy Wilder que los h¨²ngaros son los ¨²nicos seres del planeta capaces de entrar los ¨²ltimos por una puerta giratoria y salir los primeros. Nicolas Sarkozy es hijo de uno"
Dec¨ªa Billy Wilder que los h¨²ngaros son los ¨²nicos seres del planeta capaces de entrar los ¨²ltimos por una puerta giratoria y salir los primeros. Nicolas Sarkozy es hijo de padre h¨²ngaro cat¨®lico casquivano y de madre jud¨ªa griega, una familia aristocr¨¢tica huida de la invasi¨®n sovi¨¦tica, instalada en Par¨ªs, donde en 1955 naci¨® este pol¨ªtico, rabo de lagartija, que da la sensaci¨®n de ser m¨¢s espabilado que inteligente, m¨¢s nervioso que expeditivo, m¨¢s r¨¢pido que eficaz, de mirar m¨¢s a los lados que de frente. Pero Sarkozy, que se desbrav¨® como ministro del Interior, tiene el peligro y la virtud de saber con exactitud por d¨®nde discurren las cloacas del poder. En su ascensi¨®n a la cumbre de la Rep¨²blica Francesa, siendo ministro de Chirac, ensay¨® su arte para adelantar en medio de la puerta giratoria contra su directo adversario en el partido, aquel fino y elegante Dominique de Villepin, que ten¨ªa una cabeza tan bien peinada como un anuncio de peluquer¨ªa de caballeros Grecian 2000. Esta vez el quiebro de la puerta giratoria le sali¨® bien. Billy Wilder le hubiera felicitado.
Apenas lleg¨® al poder, Sarkozy comenz¨® a realizar una pol¨ªtica fren¨¦tica de hechos, gestos, signos y golpes de efecto. Primero cogi¨® un avi¨®n y se fue al fondo de ?frica a liberar a unos rehenes franceses y espa?oles por s¨ª mismo como un capit¨¢n intr¨¦pido, y de vuelta aterriz¨® en Madrid para devolverle los suyos a Zapatero, con un gui?o de sobrado. Intervino en el pol¨¦mico caso de la ONG El Arca de No¨¦, aquellos ni?os del Chad trasladados a Francia, y en el intercambio y la liberaci¨®n de Ingrid Betancourt por las Fuerzas Armadas Revolucionarias Colombianas (FARC). En medio de una actividad uniformemente acelerada nunca le faltaba el resuello: se divorciaba de Cecilia, su segunda mujer, pariente de Alb¨¦niz, y se empataba con la diva exmodelo y cantante Carla Bruni, a la que exhib¨ªa en los salones como un trofeo de alta caza. A rengl¨®n seguido la embarazaba y ella paseaba con una discreci¨®n encantadora el bombo ante la caldosa baba del marido, que por primera vez parec¨ªa humano y no un h¨¦roe del c¨®mic pol¨ªtico, tipo Batman, aunque con la necesidad de tener que ponerse alzas y estirar el cuello.
Injertado a medias de Ronald Reagan y de Charles de Gaulle, es un duro conservador pragm¨¢tico que usa palabras grandes para la grandeza de Francia y palabras golfas sin sintaxis, cabr¨®n, capullo, para dirigirse a los que desprecia. La forma brutal y contundente de encarar la inmigraci¨®n ilegal y la delincuencia juvenil con la acci¨®n directa al estilo polic¨ªaco provoc¨® el gran fuego en los suburbios de las ciudades, cuyo resplandor ilumin¨® el esp¨ªritu combativo de este pol¨ªtico, pero tambi¨¦n sus trampas, las maletas llenas de dinero africano, el espionaje a periodistas, la venta de armas, las comisiones ilegales. No pasaba nada. Lo importante era la propia r¨¢faga.
De pronto se present¨® la crisis econ¨®mica atacando al Occidente industrial y cristiano por la espalda y Nicolas Sarkozy sorprendi¨® a media humanidad con la salida de que hab¨ªa que refundar el capitalismo. Nada ser¨ªa lo mismo en adelante si el capitalismo no volv¨ªa a la moral, dijo cubierto el cr¨¢neo con un gorro napole¨®nico de papel. Hay que someter a los dioses del mercado, pero estos acaban de rebajarle la triple A a la econom¨ªa francesa y este superdin¨¢mico Sarkozy se encuentra ahora pol¨ªticamente entre dos bandos. Debe robarle la acci¨®n a la extrema derecha para dar nombre al miedo de Francia y al mismo tiempo se ve obligado a echarle algunas rodajas de mortadela a los perros que intentan morderle el calca?ar desde la izquierda.
M¨¢s all¨¢ de su ambici¨®n y del resultado en las pr¨®ximas elecciones, la personalidad psicol¨®gica de este pol¨ªtico se mide ante dos mujeres. Hoy Sarkozy parece un ap¨¦ndice nervioso que se mueve en torno a Angela Merkel y un gallo estirado que se pavonea junto a su esposa, Carla Bruni. Ante Merkel no tiene otro remedio que darle la raz¨®n sin perder el orgullo, y tal vez a Carla deber¨¢ reconquistarla si, perdido el poder, se extingue la seducci¨®n. La puerta giratoria est¨¢ rodando en Francia. Todo consiste en adivinar si esta vez Sarkozy, que ha entrado el ¨²ltimo, saldr¨¢ el primero.
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