Detenci¨®n y castigo de la reina del sensacionalismo
Manten¨ªa buena relaci¨®n hasta con aquellos a los que hab¨ªa apu?alado en su carrera de editora Mano derecha de Murdoch en Reino Unido, el esc¨¢ndalo de las escuchas la puso en jaque Tras su arresto, Rebekah Brooks ejemplifica la ca¨ªda en desgracia de un estilo de periodismo
Para Charlie Brooks, el marido de la famosa Rebekah Brooks, hasta hace unos meses una de las mujeres m¨¢s poderosas de la prensa brit¨¢nica, ¡°el mejor momento del a?o es unas tres horas antes de que empiecen las carreras de caballos en Cheltenham¡±, cuando, seg¨²n explicaba el martes en su columna en The Daily Telegraph, se toma su primera pinta de Guinness en el famoso festival de carreras de caballos. Pero este martes, Charlie y Rebekah no estaban en Cheltenham cumpliendo ese ritual anual, sino declarando en comisar¨ªa. A primera hora de la ma?ana, la polic¨ªa les hab¨ªa detenido en su mansi¨®n campestre cerca de Oxford para tomarles declaraci¨®n por un presunto delito de obstrucci¨®n a la justicia en el marco del esc¨¢ndalo de las escuchas telef¨®nicas ilegales en el desaparecido tabloide News of The World.
Rebekah Brooks ya hab¨ªa sido arrestada antes, el 17 de julio pasado, dos d¨ªas despu¨¦s de que la crisis de las escuchas se desbordara y la forzara a dimitir como consejera delegada de News International, el brazo a trav¨¦s del que News Corporation, el imperio medi¨¢tico de Rupert Murdoch, controla sus medios brit¨¢nicos, que incluyen The Sun, The Times y The Sunday Times.
Las cosas son diferentes esta vez. En julio, Rebekah se present¨® por s¨ª misma en comisar¨ªa, atendiendo una citaci¨®n policial. Ahora ha recibido el tratamiento de moda en los ¨²ltimos meses: la detenci¨®n por sorpresa, al alba. Y m¨¢s importante a¨²n, los cargos de obstrucci¨®n a la justicia de que son sospechosos pueden acarrear la pena de prisi¨®n de por vida si finalmente son acusados y declarados culpables. Aunque nadie ha sido nunca condenado a m¨¢s de 10 a?os.
La detenci¨®n de esta semana, aunque formalmente es un mero paso legal para interrogarles y los dos han quedado en libertad bajo fianza, es un duro mazazo para Rebekah Brooks, que parec¨ªa empezar a recuperarse del impacto de la crisis de julio. Tras pasar varios meses pr¨¢cticamente recluida en casa, en noviembre, la pareja apareci¨® en p¨²blico en otro festival de carreras de caballos, en Newbury. Ella, poniendo al mal tiempo buena cara y parapetada con un ejemplar de The Sun, el diario de su vida, y en el que forj¨® su carrera period¨ªstica. En enero anunciaron el nacimiento de su hija Scarlett Anne Mary, gestada a trav¨¦s de una madre de alquiler por las dificultades de la pareja para tener hijos.
La caracter¨ªstica que todos coinciden en apreciar en Rebekah Brooks es su ambici¨®n. Y su capacidad para seducir a la gente. Sobre todo, a aquellos a los que necesita. Ha sido capaz de granjearse la amistad de los tres ¨²ltimos primeros ministros brit¨¢nicos, pol¨ªticos con perfiles y caracteres tan distantes entre s¨ª como Tony Blair, Gordon Brown y David Cameron. Hay quien ve detr¨¢s de esa habilidad personal un mero gesto profesional: es siempre dif¨ªcil saber d¨®nde acaba la amistad y d¨®nde empieza el inter¨¦s personal.
Algo as¨ª parece ocurrir tambi¨¦n en su vida personal. Su primer marido, Ross Kemp, era un actor de la hist¨®rica serie de la BBC Eastenders. Se conocieron en 1996 y se casaron en 2002 en Las Vegas. Fue, al decir de algunos amigos, ¡°una relaci¨®n tormentosa¡±. Kemp estaba en la cresta de su popularidad cuando se conocieron. Simpatizante y donante del Partido Laborista, ¨¦l la ayud¨® a introducirse en los c¨ªrculos del Nuevo Laborismo, la tendencia pol¨ªtica entonces en alza.
Hijo de una peluquera y de un inspector de polic¨ªa, Ross, que con el tiempo ha derivado su carrera art¨ªstica al periodismo de investigaci¨®n en televisi¨®n, era entonces ¡°el marido ideal¡± para Rebekah Wade, como se llamaba de soltera e incluso tras casarse con ¨¦l: el compa?ero perfecto para una mujer que se convertir¨ªa pronto en la directora m¨¢s joven de la prensa brit¨¢nica cuando lleg¨® a la c¨²pula de News of the World en el a?o 2000 y luego, en 2003, en la primera mujer al frente del poderoso The Sun.
La pareja tuvo numerosos altos y bajos. El m¨¢s bajo de los bajos lleg¨® en noviembre de 2005, cuando la polic¨ªa se llev¨® a Rebekah a comisar¨ªa de madrugada tras una trifulca con Ross, que ten¨ªa un labio roto. El marido no present¨® denuncia y asegur¨® que el labio se lo hab¨ªa partido en un rodaje. Rebekah pas¨® la noche en los calabozos, pero sali¨® en libertad sin cargos. Siempre se ha dicho que Rupert Murdoch, al que no tuvo m¨¢s remedio que dejar plantado en la cita que ten¨ªan aquella ma?ana para desayunar, le envi¨® un vestido de dise?o para que saliera de comisar¨ªa con el mejor aspecto posible.
Pero quiz¨¢ lo m¨¢s significativo de ese incidente es el trato de favor que Rebekah Wade se dio a si misma. The Sun hab¨ªa desplegado en aquellos tiempos bajo su direcci¨®n una potente campa?a contra la violencia dom¨¦stica. Por una de esas casualidades casi incre¨ªbles, aquella misma noche hab¨ªa ocurrido otro sonado altercado conyugal en la ciudad: entre el actor Steve McFadden ¨Cque casualmente interpretaba el papel de hermano de Ross Kemp en Eastenders¨C y su novia, Angela Bostock, que fue detenida al igual que lo hab¨ªa sido Rebekah Wade. Eso le permiti¨® a Rebekah abrir The Sun a toda p¨¢gina con la pelea entre McFadden y Bostock mientras la suya con su marido pasaba casi desapercibida.
Rebekah y Ross se separaron en 2007 y se divorciaron en marzo de 2009. Dos meses despu¨¦s se cas¨® con Charlie Brooks. Como dijo una vez un amigo de ella, ¡°Ross era el marido perfecto para la directora de un tabloide, Charlie era el marido perfecto para una consejera delegada¡±. Jinete aficionado, entrenador de caballos de carreras por vocaci¨®n, Charles Patrick Evelyn Brooks procede de una familia acaudalada, aunque algo venida a menos, cuyas ra¨ªces se remontan a Eduardo III, rey de Inglaterra en el siglo XIV. Educado en Eton, donde comparti¨® clase y amistad con un hermano del actual primer ministro, David Cameron, Charlie tiene el toque de clase alta y el car¨¢cter relajado y suave que no le ofrec¨ªa Ross. Es, en muchos sentidos, todo lo opuesto a la propia Rebekah.
Los Brooks viven en una hermosa casa de campo en Chipping Norton, en Oxfordshire, y se han convertido en el centro de un influyente grupo de ricos y famosos que viven o pasan temporadas o fines de semana en el lugar. Gente como el ex de Madonna y cineasta Guy Rit?chie; Alex James, bajista de Blur, o David Cameron, diputado por el vecino Witney. Elisabeth Murdoch y su influyente marido, el relaciones p¨²blicas Matthew Freud, viven tambi¨¦n a tiro de piedra.
Poco antes de que se casaran, la muy elitista revista Tatler public¨® un perfil de Charlie que arrancaba con esta sugerente y significativa frase: ¡°Cuando Charlie Brooks se levanta por la ma?ana, lo que m¨¢s le gusta es volar a Venecia desde el aeropuerto de Oxford con la que va a ser su mujer, Rebekah Wade, la deslumbrante pelirroja que dirige The Sun, para ir a comer a Harry¡¯s Bar. Luego, tras ir de compras y pasear por la ciudad, la pareja vuela de vuelta a Londres para cenar en Wiltons, en Jermyn Street¡±.
La boda de Charlie y Rebekah, que esta vez s¨ª adopt¨® el apellido de su marido, fue un absoluto secreto hasta el mismo d¨ªa de la ceremonia, algo extraordinario si se tiene en cuenta no ya que ella viv¨ªa rodeada de periodistas, sino que entre los invitados estaban casi todos los que pesan algo en la vida pol¨ªtica, art¨ªstica y medi¨¢tica de Reino Unido. La pareja se cas¨® en la intimidad el 12 de junio en Saint Bride, la llamada ¡°iglesia de los periodistas¡±, junto a Fleet Street. La fiesta fue al d¨ªa siguiente en Sars?den, una finca de 115 hect¨¢reas cerca de Chipping Norton.
All¨ª estaban Rupert Murdoch, Gordon Brown y David Cameron encabezando una lista de 240 invitados. Una mezcla de amigos, conocidos y contactos que reflejaba la vida social, pero sobre todo la vida profesional de los contrayentes, y en especial de Rebekah Brooks.
Una de sus principales cualidades es la de conseguir mantener buenas relaciones con las personas a las que ha ido apu?alando a lo largo de su carrera period¨ªstica. Es legendaria la an¨¦cdota de que en 1997, cuando ten¨ªa 29 a?os y era redactora de News of the World, fue a Westminster a comunicarle al diputado conservador Jerry Hayes, casado y bastante prominente por sus posiciones contra los homosexuales imperantes entonces entre los tories, que el diario iba a publicar el domingo la historia del romance del diputado, a?os atr¨¢s, con un joven militante conservador que ten¨ªa entonces 18 a?os, legalmente menor de edad porque la edad de consentimiento para los homosexuales era de 21 a?os. A pesar de que la historia pod¨ªa destrozar su carrera pol¨ªtica y su vida familiar, Hayes llam¨® al diario para darles las gracias por la sensibilidad que Rebekah hab¨ªa mostrado al darle cuenta de la inminente publicaci¨®n.
El hecho de que Brown estuviera en la boda de los Brooks puede parecer normal, teniendo en cuenta que ¨¦l era primer ministro y ella dirig¨ªa el poderoso The Sun. Pero menos de tres a?os antes, Rebekah hab¨ªa decidido publicar la exclusiva de que el hijo peque?o de los Brown sufr¨ªa una grave enfermedad incurable, fibrosis c¨ªstica, un drama que los Brown prefer¨ªan mantener en privado y que les hab¨ªa afectado de forma especial tras la prematura muerte de su primera hija a los pocos d¨ªas de nacer.
La capacidad de Rebekah ?Brooks para granjearse la confianza de los dem¨¢s parece infinita y est¨¢ llena de triples saltos mortales. No solo se hizo amiga de Tony y Cherie Blair, sino de Gordon y Sarah Brown, a pesar de su rivalidad pol¨ªtica. Seg¨²n el ex viceprimer ministro laborista John Prescott, que sol¨ªa mediar entre los dos, ¡°era puro arte la forma con la que consigui¨® que cada uno de ellos pensara que estaba de su parte¡±.
Tampoco le cost¨® demasiado ganarse al conservador David Cameron a pesar de sus excelentes relaciones con los laboristas Blair y Brown. Rebekah empez¨® a frecuentarle poco antes de que se alzara con el liderazgo conservador y, siendo ya primer ministro, los Cameron han ido a menudo a cenar a casa de los Brooks y compartieron incluso una Nochebuena.
Alistair Campbell, en tiempos mano derecha de Blair en el aparato de propaganda de Downing Street, ha explicado en sus diarios que Rebekah fue una de los pocos que le enviaron una nota de apoyo cuando en 2003 el suicidio de un asesor del ministerio de Defensa, el doctor David Kelly, puso al Gobierno, y a Campbell en particular, en una situaci¨®n cr¨ªtica, con un c¨¦lebre enfrentamiento entre ?Downing Street y la BBC por la guerra de Irak. Pero luego da a entender tambi¨¦n que ella dej¨® de comunicarse con ¨¦l cuando los laboristas perdieron el poder. Es decir, que sus buenas palabras eran en realidad puramente interesadas.
Es el poder lo que interesa a ?Brooks, no la pol¨ªtica. Quienes han trabajado con ella suelen decir que nunca le han o¨ªdo decantarse pol¨ªticamente. Si tiene alguna preferencia ideol¨®gica, se la guarda para s¨ª misma. Lo que siempre ha hecho es acercarse a los poderosos.
Su acercamiento a Rupert Murdoch podr¨ªa tambi¨¦n leerse en clave de poder. Nada mejor que cultivar al gran patr¨®n de News International para asegurarse una carrera mete¨®rica. Pero sea cual sea el origen y los prop¨®sitos de la relaci¨®n, entre Murdoch y Rebekah hay mucho m¨¢s que mero inter¨¦s. Muchos ven en su entendimiento una relaci¨®n comparable a la de un padre y una hija, aunque no falta quien cree que esa es una visi¨®n machista y que si Rupert la ha apreciado y apoyado es por su extraordinaria val¨ªa profesional y por su fuerte car¨¢cter.
Que Murdoch tiene aprecio por ella es un secreto a voces. No solo porque le enviara aquel vestido para que saliera con la cabeza alta del calabozo. Ni porque un d¨ªa, sabiendo que nada le enfurru?aba m¨¢s a Rebekah que ver una gran exclusiva en la competencia, y habi¨¦ndole pisado The Mirror una historia relevante a The Sun, lo que hizo Murdoch no fue abroncarla a ella, sino llamar a su hombre fuerte en Londres, Les Hinton, para preguntarle: ¡°?C¨®mo est¨¢ Rebekah?¡±. Ni porque queden a nadar juntos a primera hora de la ma?ana cuando Murdoch est¨¢ en Londres. O porque, en julio pasado, en plena crisis de News of the World, decidiera apoyarla p¨²blicamente dejando claro que, en ese momento, ella era su m¨¢xima preocupaci¨®n.
Pero la personalidad de Rebekah Brooks no siempre despierta admiraci¨®n. Sus antiguos jefes y compa?eros subrayan su capacidad de trabajo, la facilidad con la que se gana la confianza de la gente, c¨®mo les hace ¡°sentirse importantes¡±. Pero la conclusi¨®n final suele ser que todo eso tiene como objetivo final que hagan lo que ella quiere. En definitiva, que es el inter¨¦s lo que mueve a Rebekah Brooks a ser dulce, o amable, o comprensiva. Es tambi¨¦n capaz de ser dura, seca y tajante. Es capaz de utilizar el desd¨¦n y cruzar la redacci¨®n de una punta a la otra como si no hubiera nadie a su alrededor. O lanzar un cenicero por los aires en el consejo de redacci¨®n el d¨ªa en el que la competencia le ha marcado un gol.
¡°Lo que quer¨ªa es que hicieras cosas. Te elogiaba hasta elevarte a los cielos, te hac¨ªa creer que estabas en la cima del mundo. Solo luego te dabas cuenta de que te estaba manipulando. Era muy t¨¢ctil, toc¨¢ndote el brazo, mir¨¢ndote directamente a los ojos como si no hubiera nadie m¨¢s importante en la habitaci¨®n. Por su manera de actuar, llegabas a pensar que quer¨ªa acostarse contigo. Pero no, no era eso lo que quer¨ªa; estaba demasiado por encima de algo as¨ª¡±, recordaba un antiguo redactor de News of the World en un art¨ªculo de Vanity Fair.
Pero todo ese mundo de glamour, de poder, de personalidades hipn¨®ticas, est¨¢ ahora amenazado por el esc¨¢ndalo de las escuchas y el presunto pago de sobornos a la polic¨ªa. Un esc¨¢ndalo que, est¨¦ ella legalmente implicada o no, viene a ser la consecuencia de un modo de entender la vida y el periodismo que se ajusta muy bien a su personalidad: ten¨ªan tanto poder, que se cre¨ªan por encima del bien y del mal.
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