Ni la lluvia
Disponemos de una amplia panoplia de la repugnancia en donde elegir a qui¨¦n dedicamos nuestra cotidiana n¨¢usea.
Un viticultor de la Rioja, Gonzalo Gonzalo, ha tenido la idea de bautizar uno de sus vinos con el nombre de Gran Cerdo. La etiqueta, deliciosa, muestra a un tocino con alas evolucionando en el espacio: dedicado, me cont¨® con sorna un camarero, a los banqueros que no quisieron concederle un cr¨¦dito al hombre. Coment¨¦ con varios amigos el descubrimiento, y todos prometieron encargar el caldo -de precio asequible- a su bodeguero. Solidaridad no nos falta. Ni sentido del humor.
Lo que no desaparece es esta sensaci¨®n de suciedad que ni siquiera la lluvia, en su inocencia, o en su brutalidad, consigue limpiar de nosotros. Hay fango en el aire, fango de porqueriza. Corruptores y corruptibles hociquean en la perturbada atm¨®sfera, y las im¨¢genes que recibimos no resultan tranquilizadoras: por las sonrisas, la arrogancia, el cinismo que emanan. De la foto del buque pepero que, ayer -en un necesario ejercicio de memoria- volv¨ªa a publicar este peri¨®dico, con un Matas cuyo aspecto de sacrist¨¢n pijo no ha perdido, a d¨ªa de hoy, ni un ¨¢pice de untuosidad, hasta ese ch¨®fer de la coca¨ªna con dinero de los ERES que suelta sus reg¨¹eldos ante la jueza, disponemos de una amplia panoplia de la repugnancia en donde elegir a qui¨¦n dedicamos nuestra cotidiana n¨¢usea.
Por mi profesi¨®n, me produce un asco especial ese escriba del capo mallorqu¨ªn, ese paniaguado que se dice periodista y que ayer mi¨¦rcoles no dejaba de publicar -en el panfleto digital balear que fund¨® y mantiene con el dinero de las subvenciones- su opini¨®n (favorable, claro) sobre una universidad privada. En papel o en pantalla: es un corrupto.
Hace falta mucha lluvia, y necesitamos mucha m¨¢s justicia para que los cerdos voladores ocupen los chiqueros o celdas que les correspondan, y nosotros podamos respirar. Entre tanto, hagamos buen acopio de palanganas.
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