Hero¨ªsmo
Frente al pesimismo antropol¨®gico de los santos y h¨¦roes antiguos, los de hoy proclaman el optimismo y la alegr¨ªa de vivir como la ¨²nica salvaci¨®n personal
Los santos y h¨¦roes antiguos, adem¨¢s de realizar grandes sacrificios, tuvieron que soportar la incomprensi¨®n, el desprecio o la burla de sus contempor¨¢neos. Esos seres de bronce o escayola, hoy encaramados en altares o en pedestales urbanos, en su ¨¦poca fueron tomados por locos, ingenuos o est¨²pidos. Su genio consist¨ªa en llevar siempre la contraria. En medio de la molicie hac¨ªan restallar el l¨¢tigo de la disciplina; contra el placer de la carne auguraban el terror de las postrimer¨ªas; cuando todo el mundo nadaba en la abundancia, se iban al desierto y ayunaban; en plena decadencia, navegaban mares desconocidos, descubr¨ªan tierras y realizaban haza?as imposibles; si la gente despilfarraba los bienes heredados, amenazaban con la llegada de una pr¨®xima miseria; en medio de la abundancia y de las costumbres disolutas predicaban una austeridad de esparto. El pesimismo antropol¨®gico era su divisa. En cambio hoy ser un h¨¦roe o santo laico consiste en todo lo contrario, en promulgar el optimismo y la alegr¨ªa de vivir como la ¨²nica salvaci¨®n personal. Esta soluci¨®n obliga, como anta?o, a ir a contradi¨®s. En medio de la depresi¨®n social, cuando todo parece venirse abajo, un h¨¦roe realmente actual deber¨ªa levantarse cada ma?ana dispuesto a anunciar por radio, prensa y televisi¨®n la suerte inmensa que tenemos de estar vivos. Lejos de flagelarse en p¨²blico como hacen ahora los pol¨ªticos, los analistas, los moralistas y los contertulios rompeguitarras, que esparcen a diario el des¨¢nimo como una peste medieval, el nuevo hero¨ªsmo estriba en repetir una y otra vez la consigna de que ma?ana saldr¨¢ el sol y habr¨¢ trabajo, remontar¨¢ la econom¨ªa, las tarjetas de cr¨¦dito recobrar¨¢n la energ¨ªa en los cajeros autom¨¢ticos y pronto volver¨¢ el lujo del brazo de la codicia. El optimismo es hoy, a la vez, una virtud heroica y el ¨²ltimo ox¨ªgeno. Como es l¨®gico, quien propugne este ingenuo entusiasmo ser¨¢ tomado por idiota. No importa. Cuando en el futuro levante la crisis y vuelvan las arcas a llenarse de esplendor, el optimista de hoy, sin duda, habr¨¢ sido escarnecido e inmolado, pero siempre quedar¨¢ alguien que le llamar¨¢ visionario, le levantar¨¢n un pedestal y pasar¨¢ a los libros de historia como el economista que estaba en el secreto de las pasiones humanas.
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