Argelia, cincuenta a?os
La guerra de independencia es un hitos de la liberaci¨®n de los pueblos frente al colonialismo
Evian-les-Bains, ciudad francesa de la Alta Saboya cercana a Suiza por el lago Leman, no s¨®lo es conocida por su agua mineral sino porque el 18 de marzo de 1962 all¨ª se firmaron los acuerdos de alto el fuego, tras la guerra iniciada en 1954 contra el colonialismo franc¨¦s, que ocupaba el territorio argelino desde 1830, en los inicios de la monarqu¨ªa orleanista. Un mes despu¨¦s, el 90,81% de los franceses aprobaron en refer¨¦ndum dichos acuerdos que conduc¨ªan a la autodeterminaci¨®n del pueblo argelino, quien a su vez, en otro celebrado el primero de julio aprob¨® por el 99,72 % de los electores, el acceso a la independencia. Tras el periodo de gobierno provisional dirigido por el moderado Ferhat Abbas, en 1963 acced¨ªa a la jefatura del Estado el primer presidente de la naciente rep¨²blica Ahmed Ben Bella, fallecido recientemente.
Surg¨ªa as¨ª un nuevo Estado, de r¨¦gimen presidencialista pronto hegemonizado por el Frente de Liberaci¨®n Nacional (FLN), que quer¨ªa construir un socialismo autogestionario, de nacionalismo econ¨®mico y un cierto islamismo religioso. Un Estado integrado en el grupo de pa¨ªses no alineados surgido tras la conferencia de Bandung (1955) que pretend¨ªan marcar distancias con la din¨¢mica de bloques de la guerra fr¨ªa entre los EE UU y la URSS. Atr¨¢s quedaba la f¨¦rula del dominio franc¨¦s, que desde la ocupaci¨®n hab¨ªa expoliado las riquezas naturales de Argelia, sometido a la poblaci¨®n originaria magreb¨ª a una explotaci¨®n econ¨®mica y a la m¨¢s absoluta marginaci¨®n social y pol¨ªtica: pobreza extrema, analfabetismo, racismo y una discriminaci¨®n pol¨ªtica que, por ejemplo, les obligaba a elegir a sus escasos representantes en un colegio electoral separado de los franceses que se hab¨ªan asentado en su territorio.
Argelia era para los franceses una provincia m¨¢s. As¨ª se explica que su divisi¨®n territorial fuese tambi¨¦n constituida por departamentos que llegaron a ser hasta 15. No entend¨ªan el levantamiento de la poblaci¨®n ¨¢rabe contra la dominaci¨®n colonial. Para los colonos europeos (franceses, espa?oles, italianos y jud¨ªos) que hab¨ªan empezado a instalarse a mediados del siglo XIX, Argelia era su tierra de promisi¨®n, a costa ¡ªclaro est¨¢¡ª de la poblaci¨®n ¨¢rabe. Por esta raz¨®n, los numerosos intentos de rebeli¨®n para mejorar sus condiciones de vida y despu¨¦s para aspirar a la independencia fueron siempre salvajemente reprimidos. En 1945, una vez creada la Liga de Naciones ?rabes, cuando la poblaci¨®n musulmana crey¨® llegado el momento de crear una naci¨®n libre y federada con la Gran Naci¨®n ?rabe, la respuesta francesa a la insurrecci¨®n en Constantine fue brutal: la represi¨®n se sald¨® con la muerte o desaparici¨®n de 45.000 argelinos. Y eso a pesar de su activa participaci¨®n junto a las tropas de la Francia Libre en la lucha contra el nazismo y en la que un joven Ben Bella ser¨ªa condecorado por el mismo general De Gaulle.
En las pr¨®ximas legislativas la alternativa pueda estar en los islamistas. Ganaron en 1992 y no les fue reconocido el triunfo
La guerra de Argelia que condujo a la independencia (1954-1962) es uno de los hitos de la liberaci¨®n de los pueblos frente al colonialismo. Una guerra cuya condici¨®n de tal no fue reconocida por Francia hasta 1999, durante el primer mandato de Chirac. Pero ese reconocimiento no se ha extendido a la organizaci¨®n sistem¨¢tica de la represi¨®n y la tortura de los argelinos que apoyaban al FLN. Como tampoco lo ha hecho Argelia respecto de las represalias contra la poblaci¨®n civil. Del lado franc¨¦s, resalta el silencio que guard¨® Mitterrand, el presidente que en 1981 aboli¨® la pena de muerte, pero que durante su oscuro pasado en los ministerios de Interior y de Justicia de la IV Rep¨²blica, no le hizo ascos a su aplicaci¨®n contra militantes del FLN o simpatizantes de la causa. As¨ª, cuando en mayo de 1957 abandon¨® la plaza Vend?me, sede del Ministerio de Justicia, 45 condenados a muerte hab¨ªan pasado durante 16 meses por la veuve, la viuda, como as¨ª se denominaba a la guillotina (F. Malye y B. Stora, Fran?ois Mitterand et la guerre d¡¯Alg¨¦rie. Calman L¨¦vy, Pairs 2010).
Otros s¨ª que han hablado no hace tanto, como es el caso de un antiguo h¨¦roe militar y torturador en Argelia, el general Paul Aussaresses que en su libro, Services Sp¨¦ciaux Alg¨¦rie 1955-1957. Perrin 2001), detalla con pelos y se?ales c¨®mo, por ejemplo, liquid¨® al l¨ªder argelino Ben M¡¯hidi, haci¨¦ndolo pasar como un suicidio.
En fin, trazos de una traum¨¢tica historia pol¨ªtica de una Argelia, cuyo presente se enfrenta a un futuro heredero de un pasado en el que la joven naci¨®n tuvo que empezar casi desde cero. La democracia est¨¢ todav¨ªa por hacer, la econom¨ªa depende mucho de los hidrocarburos, un tercio de la poblaci¨®n vive por debajo del umbral de la pobreza y el efecto de la llamada primavera ¨¢rabe no se ha producido. Se anuncian, no obstante, reformas institucionales para, de nuevo, limitar el mandato presidencial del sempiterno Bouteflika y permitir el acceso de la oposici¨®n a la televisi¨®n p¨²blica. Se apunta que en las pr¨®ximas legislativas la alternativa pol¨ªtica pueda estar en los islamistas que ya ganaron en 1992 y no les fue reconocido el triunfo. Pero poder pol¨ªtico y religi¨®n, trufados, no ser¨¢ nunca un signo liberador para los argelinos, los pueblos ¨¢rabes, ni para nadie que se lo proponga.
Marc Carrillo es catedr¨¢tico de Derecho Constitucional de la Universidad Pompeu Fabra.
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