Delenda est Hispania?
La ruptura de los lazos comunes, con la que especulan ciertos nacionalistas, dejar¨ªa a sus naciones fuera de su mercado natural y ser¨ªa un embri¨®n de contiendas. No se deben dar pasos en falso, pero alguno hay que dar
![](https://imagenes.elpais.com/resizer/v2/3GHSZVDDNQQ323BIS6AFLOUYOU.jpg?auth=a6ddd9d4ae64daaf9ceefb0a11aeced7f782f1b8b8640427746ffe7256bea041&width=414)
Se ha abierto la veda para cuestionar la organizaci¨®n territorial que la Constituci¨®n de 1978 establece para el Estado espa?ol. Un buen d¨ªa aparece un mandatario europeo y deja caer que el verdadero problema financiero de Espa?a lo constituye la deuda de las comunidades aut¨®nomas. Al siguiente, Montoro las se?ala con dedo acusador en el Parlamento y Artur Mas, el presidente d¨ªscolo, afirma indignado que esto no va ni con Catalu?a ni con el Pa¨ªs Vasco, sino con las "autonom¨ªas artificiales". Todas estas personas se han limitado a denunciar que el rey est¨¢ desnudo, algo que ya sab¨ªamos sin atrevernos a reconocerlo. Literalmente, por cierto: las ¨²ltimas actuaciones de la familia real debilitan seriamente una instituci¨®n que deber¨ªa jugar un papel decisivo en la reestructuraci¨®n del Estado, hasta el punto de que algunos ya claman, como el c¨¦lebre art¨ªculo de Ortega en El Sol: ¡°Delenda est Monarchia¡±.
Se trata de una crisis nacional que, en el fondo, es mucho m¨¢s grave que la econ¨®mica. Una crisis que se viene incubando hace largo tiempo: desde el fiasco del nuevo Estatut de Catalunya (2006), como es obvio, pero antes ya desde la LOAPA (1982) y, si queremos bucear en los or¨ªgenes, en realidad desde las guerras carlistas o desde la Constituci¨®n de C¨¢diz (1812), admirable, pero ef¨ªmera. La prudencia aconseja quitar hierro, pero la cuesti¨®n es si, por negarnos a intervenir, no estaremos haciendo imposible la recuperaci¨®n del enfermo.
Porque esto es actualmente Espa?a, un pa¨ªs enfermo. Ya lo estuvo, claro, fue el enfermo de Europa en la segunda mitad del siglo XVII, con s¨ªntomas parecidos a los de hoy: disgregaci¨®n territorial; hundimiento econ¨®mico provocado por una deuda astron¨®mica y una econom¨ªa improductiva; p¨¦rdida de influencia pol¨ªtica en el mundo; retroceso de la cultura. El pasado nunca se repite y tambi¨¦n existen diferencias evidentes, como el papel desempe?ado por Espa?a en el mundo: puntero, entonces; irrelevante, ahora. Pero la tendencia a abandonar el barco es una constante que se repite, como tambi¨¦n vuelven los intentos centralizadores que anta?o culminaron con la llegada de los Borbones y hoy se insin¨²an en las posiciones extremas de la derecha o de la izquierda y en los medios de comunicaci¨®n que las sustentan.
Vale la pena reflexionar sobre las palabras del se?or Mas. Seg¨²n ¨¦l, las ¨²nicas comunidades aut¨®nomas que requieren un Estatuto especial son Catalu?a y el Pa¨ªs Vasco. Me permito discrepar de su opini¨®n, aunque pienso que hay que concederle parte de raz¨®n. Desde el siglo XIX, Catalu?a y el Pa¨ªs Vasco se singularizaron con un perfil nacionalista espec¨ªfico: por ello lograron la aprobaci¨®n de sus Estatutos de autonom¨ªa en la II Rep¨²blica y por ello siguen constituyendo casos especiales. Sin embargo, su especificidad no es algo exclusivo y el problema no se resolver¨ªa satisfaciendo tan solo sus reivindicaciones, como si las de los dem¨¢s fuesen algo caprichoso.
La Espa?a auton¨®mica es una pobre caricatura del modelo ib¨¦rico federal, que ya existi¨®
A ver si nos entendemos. Las 17 comunidades aut¨®nomas que fueron aprobadas al socaire de la Constituci¨®n son un disparate, si lo que se pretende es que cualquiera de ellas merece tantas competencias de autogobierno como Catalu?a o el Pa¨ªs Vasco. Es evidente que el caf¨¦ para todos promovido por la UCD pretend¨ªa disimular las transferencias estatales a dichas comunidades ¡ªque parte de la sociedad espa?ola de entonces (y de ahora) rechazaba¡ª haci¨¦ndolas extensivas a todo el mundo. Pero entre los beneficiarios de esta ampliaci¨®n infundada existen muchos grados y ser¨ªa radicalmente injusto tratarlos por igual. Consid¨¦rese el caso de Galicia. Es verdad que hist¨®ricamente perteneci¨® a Castilla-Le¨®n durante siglos y que sus reivindicaciones auton¨®micas fueron m¨¢s tibias que las catalanas o vascas, tanto en el XIX como durante la II Rep¨²blica. Pero tambi¨¦n es verdad que el gallego sigue siendo la lengua materna de la mayor parte de la poblaci¨®n, algo que ya quisieran para s¨ª Catalu?a y, m¨¢s a¨²n, el Pa¨ªs Vasco.
No obstante, con agregar Galicia a Catalu?a y al Pa¨ªs Vasco como territorios "especiales" tampoco ser¨ªa suficiente. Si lo verdaderamente diferencial es la existencia de otras lenguas hist¨®ricas junto al espa?ol, habr¨ªa que a?adir Baleares, la Comunidad Valenciana, Asturias, Navarra y Arag¨®n, en orden decreciente por porcentaje relativo de hablantes de las mismas, a las autonom¨ªas singularizadas. Tampoco veo por qu¨¦ la lengua debe ser el ¨²nico rasgo diferencial relevante. Si lo que importa es el alejamiento geogr¨¢fico, Canarias reclama un estatuto privilegiado frente a todas las dem¨¢s. Y si lo relevante es el tama?o y el n¨²mero de habitantes, Andaluc¨ªa podr¨ªa constituir perfectamente un Estado europeo medio, igual que Castilla, mientras que casi todas las dem¨¢s solo tienen el tama?o o los recursos de un land alem¨¢n.
?Es posible un pa¨ªs con regiones muy aut¨®nomas, bastante aut¨®nomas, algo aut¨®nomas y nada aut¨®nomas? Lo dudo. Este modelo, que recuerda al del sistema solar, est¨¢ montado sobre el supuesto falso de que existe un centro y una periferia, cuyas zonas m¨¢s extremas ¡ªdonde la fuerza gravitatoria de la estrella central se debilita¡ª podr¨ªan llegar a descolgarse: en otras palabras, que Madrid es como el Sol, y Catalu?a o el Pa¨ªs Vasco ser¨ªan como Plut¨®n, un planeta cuestionado que, desde 2006 (?el a?o del Estatut!), ha sido reclasificado por la Uni¨®n Astron¨®mica Internacional. Claro que en Espa?a el falso supuesto no deja de ser un supuesto operativo: obramos como si Madrid fuese el centro natural de Espa?a y no el centro de Castilla, por lo que los flujos econ¨®micos, las comunicaciones y la imagen del pa¨ªs convergen hacia dicha ciudad en claro detrimento de Barcelona, de Sevilla, de Valencia o de Bilbao, por ejemplo.
Otro modelo es posible. Mejor dicho: resulta imprescindible. Un modelo en el que todas las comunidades aut¨®nomas tuvieran las mismas competencias, pero en el que solo hubiese una media docena, precisamente las que figuran en el escudo de Espa?a, con alg¨²n agregado extrapeninsular. Son estas comunidades las que fundaron el Estado espa?ol, no en ¨¦poca inmemorial, seg¨²n quieren los esencialistas, pero tampoco antes de ayer, sino entre 1469 (matrimonio de los Reyes Cat¨®licos) y 1512 (incorporaci¨®n de Navarra) m¨¢s o menos. Un modelo ib¨¦rico federal, que ya existi¨® (incompleto, en ausencia de Portugal) y del que la Espa?a auton¨®mica constituye una pobre caricatura.
En el mundo global y hostil que nos circunda, nuestro esquema nos hace peque?os e ineficaces
Porque la primera condici¨®n de un Estado federal es la relativa igualdad ¡ªde derechos, de poblaci¨®n, de recursos econ¨®micos¡ª de los miembros federados. Sentado este requisito, los distintos Estados se asocian en beneficio mutuo, como ha sucedido en Alemania, en la India o en EEUU. Si dicha condici¨®n no se da, una de dos, o los miembros m¨¢s d¨¦biles parasitan a los m¨¢s fuertes o estos subyugan a aquellos. En Espa?a fueron los flujos financieros procedentes del Nuevo Mundo los que desequilibraron la balanza a favor de una sola de las partes, que tuvo que tirar del resto a su costa, hasta que, acabado el r¨ªo de oro americano, la situaci¨®n se invirti¨® de hecho, aunque no formalmente.
El debate deber¨ªa abrirse ya, o que Dios nos coja confesados. Que nadie piense que en un mundo a la vez global y hostil, como el que nos circunda, podremos subsistir con el modelo vigente, el cual nos hace ser cada vez m¨¢s peque?os e ineficaces, juntos o separados, poco importa. La Espa?a centralista se ha revelado un fiasco hist¨®rico, pero la ruptura pura y simple de los lazos comunes, con la que tan alegremente especulan algunos nacionalistas, dejar¨ªa a sus respectivas naciones fuera de su mercado natural, desvinculadas de los territorios de su mismo tronco ling¨¹¨ªstico y/o cultural y adem¨¢s ser¨ªa el embri¨®n de futuras contiendas civiles derivadas de su biling¨¹ismo irreductible. Se trata de un sue?o imposible, el sue?o de la raz¨®n que crea monstruos. En este asunto no se puede probar a ver qu¨¦ pasa porque los pasos en falso acaban en el abismo. Y, sin embargo, alg¨²n paso habr¨¢ que dar o el tsunami que viene nos arrastrar¨¢ a todos.
?ngel L¨®pez Garc¨ªa-Molins es catedr¨¢tico de la Teor¨ªa de los Lenguajes de la Universitat de Val¨¨ncia.
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