"Noli me tangere"
La novela de Jos¨¦ Rizal, de 1887, fue condenada de inmediato al ostracismo en raz¨®n de su ¡°car¨¢cter her¨¦tico¡± y su ¡°filibusterismo¡± por las autoridades religiosas y militares de Filipinas
?Qui¨¦n conoce en Espa?a a Jos¨¦ Rizal? La extendida ignorancia de lo escrito en nuestra lengua en Iberoam¨¦rica a lo largo del siglo XIX abarca tambi¨¦n, y se acent¨²a, en lo que concierne a las remotas y olvidadas Filipinas. Si, a diferencia de la otra orilla del Atl¨¢ntico solo los especialistas en el tema han calado en la obra de Humbold, Andr¨¦s Bello, Sarmiento, Mart¨ª e incluso, m¨¢s cerca de nosotros, Jos¨¦ Vasconcelos, la espesa nube que oculta su labor al lector espa?ol se adensa a¨²n en torno a Noli me tangere, la novela de Rizal, impresa en Berl¨ªn a cuenta de autor en 1887 y condenada de inmediato al ostracismo en raz¨®n de su ¡°car¨¢cter her¨¦tico¡± y su ¡°filibusterismo¡± por las autoridades religiosas y militares del Archipi¨¦lago.
Gracias a su bi¨®grafo Rafael Palma y el prologuista de la novela Leopoldo Zea sabemos que Rizal, un tagalo hispanizado que manejaba la lengua de Cervantes con la misma inteligencia y soltura que el Inca Garcilaso, naci¨® en Calamba en 1861. Autodidacta primero, como un pu?ado de ind¨ªgenas de la ex colonia espa?ola -los frailes les adoctrinaban en su idioma, pero hab¨ªan prohibido la ense?anza del nuestro so pretexto de que no se contaminaran con ideas nocivas y perdieran sus preciosas almitas-, curs¨® luego estudios de medicina y filosof¨ªa en Madrid, Par¨ªs y Heidelberg. De la excelencia de su formaci¨®n dan muestra sus vastos conocimientos en franc¨¦s, ingl¨¦s y alem¨¢n, as¨ª como su lectura de corrido en lat¨ªn. Escritor, pintor, m¨¦dico, oftalm¨®logo (cur¨® de la ceguera a su propia madre), pose¨ªa en suma una cultura muy superior a la de sus colegas espa?oles de la ¨¦poca. Su ideario nacionalista, forjado por la experiencia de la opresi¨®n colonial de las islas, exclu¨ªa no obstante el recurso a la violencia. Fundador primero de la revista La Solidaridad y luego de La Liga Filipina, sus publicaciones provocaron en Espa?a un rechazo y ostracismo similares a las que ocho d¨¦cadas antes sufri¨® Blanco White.
Rizal se serv¨ªa de la lengua del conquistador para denunciar los abusos de la colonizaci¨®n
El futuro de las islas le preocupaba con raz¨®n. Conoc¨ªa por experiencia la precariedad del dominio espa?ol y las apetencias que suscitaba el Archipi¨¦lago entre las grandes potencias europeas y el emergente poder norteamericano. ?Qu¨¦ ser¨¢ de las Filipinas dentro de cien a?os?, es el t¨ªtulo de uno de sus ensayos compuesto durante su larga estancia en el Viejo continente. Como muchos escritores hind¨²es, ¨¢rabes y africanos del siglo que dejamos atr¨¢s, Rizal se serv¨ªa de la lengua del conquistador para denunciar las injusticias y abusos de la colonizaci¨®n. De esta contradicci¨®n insoluble entre el amor a una lengua y cultura que asum¨ªa como propias y la indignaci¨®n ante los atropellos cometidos contra sus hermanos ind¨ªgenas brota, como un g¨¦yser, la fuerza de su escritura. Las burlas y el desprecio por parte de los frailes y guardias civiles a los tagalos que se expresaban en espa?ol no eran solo indignas de su proclamada misi¨®n redentora sino que actuaban a muy corto plazo contra los intereses de Espa?a. Sus temores, como sabemos, se convirtieron en realidad. Hundida en unas horas la flota espa?ola amarrada en Manila y expulsada la administraci¨®n del decr¨¦pito poder colonial por los invasores estadounidenses, ¨¦stos impusieron el ingl¨¦s a los nativos y el espa?ol pas¨® en unos pocos a?os a la triste condici¨®n de lengua extinta (¨²nicamente subsisti¨® el chabacano, un h¨ªbrido de castellano y tagalo sin expresi¨®n literaria alguna). Las amargas reflexiones de Rizal sobre su in¨²til empe?o por asumir un idioma abocado a desaparecer de las Filipinas (¡°?Para comprender los insultos y amenazas de los guardias civiles?¡±, escribi¨®. ¡°Para eso no hay necesidad de saber espa?ol, basta comprender el lenguaje de los culatazos¡±) se cumplieron puntualmente. Diez a?os despu¨¦s de su muerte, la inmensa mayor¨ªa de sus compatriotas no pod¨ªa entender la obra de su primer escritor.
Movido por la nostalgia, el autor de Noli me tangere regres¨® a Filipinas en 1892. Acusado de simpat¨ªas independentistas, fue desterrado de Manila por orden del Capit¨¢n General y sufri¨® cuatro a?os de estricto confinamiento. Pese a la injusticia de que era objeto, rehus¨® encabezar el movimiento revolucionario que se gestaba entre la poblaci¨®n ind¨ªgena. Su instrumento de lucha era la pluma, no el recurso a las armas. En 1896 acept¨® ser enviado como m¨¦dico al Cuerpo Sanitario que combat¨ªa los estragos del c¨®lera en los desdichados reclutas enviados a luchar como carne de ca?¨®n contra los insurgentes cubanos. Durante la larga traves¨ªa de Manila a Espa?a, al producirse la previsible insurrecci¨®n del Archipi¨¦lago, fue detenido a bordo y encerrado en el castillo de Montj¨¹ic a su llegada a Barcelona. De all¨ª fue devuelto a su tierra nativa y condenado a muerte por un tribunal militar en cuanto ¡°alma viva de la insurrecci¨®n¡± y ¡°traidor a Espa?a¡±. El 30 de diciembre Rizal fue fusilado por sentencia del Consejo de Guerra en medio de insultos al fel¨®n y v¨ªtores a la Madre Patria. Como hab¨ªa escrito unos a?os antes, ¡°solo se muere una vez y si no se muere bien, se pierde una ocasi¨®n que ya no se presentar¨¢ una vez m¨¢s¡±.
Celebrado como un h¨¦roe, es un perfecto desconocido en la pen¨ªnsula
Novela comprometida, dir¨ªamos hoy, por su clara denuncia de la opresi¨®n, ser¨ªa muy injusto no obstante encasillar a Noli me tangere en tan reductivo apartado. Rizal muestra un buen conocimiento de las t¨¦cnicas narrativas que lo distingue de los panfletarios al uso. Los personajes de Ibarra -un alter ego del autor-, del capit¨¢n Taigo o de la supersticiosa o desdichada Sisa, no desmerecen de los trazados por Gald¨®s. La pintura de la corrupci¨®n reinante, crueldad de la guardia civil, incompetencia de la administraci¨®n e indolencia de sus asalariados (¡°todo un mundo de par¨¢sitos, moscas o colados que Dios cre¨® en su infinita bondad y tan cari?osamente multiplica en Manila¡±) son tratados con incisivo humor. Su iron¨ªa sobre la piedad cr¨¦dula de sus compatriotas, menos preocupados por el Alt¨ªsimo que por su cortejo de santos y santas (Dios para ellos, dice, es ¡°como esos pobres reyes que se rodean de favoritos y favoritas, y el pueblo solo hace la corte a ¨¦stos¡±), y acerca de la explotaci¨®n de los milagros de una cohorte de V¨ªrgenes gracias a los cuales, los curas, ya bien forrados, se van a Am¨¦rica y all¨ª se casan, hubieran inflamado la santa ira de Men¨¦ndez Pelayo. El novelista capta con buen o¨ªdo las conversaciones anodinas de quienes viven de las migajas del poder colonial; describe con fineza las fiestas en las que ¡°los j¨®venes abr¨ªan la boca para contener un bostezo pero la tapaban al instante con sus abanicos¡±; reproduce las hilarantes disquisiciones sobre el Purgatorio y los a?os que ahorraban a quienes all¨ª se tuestan el simple pago de unas monedas y el rezo de un Ave Mar¨ªa.
El manejo de algunas t¨¦cnicas novelescas heredadas de Cervantes ali?a con gracia el chato realismo decimon¨®nico. Rizal se dirige a veces al lector -¡±?oh t¨² que me lees, amigo o enemigo!¡±- e introduce elementos discursivos que parecen inspirados por Diderot o Sterne. Celebrado como un h¨¦roe, pero no como un escritor por quienes sacrific¨® la vida es, como dije, un perfecto desconocido en la pen¨ªnsula. La cuidadosa edici¨®n de la excelente Biblioteca Ayacucho venezolana de la que pude procurarme un ejemplar en mi reciente viaje a Caracas deber¨ªa ser republicada en Espa?a como homenaje a un autor despiadadamente barrido a los m¨¢rgenes de nuestro intangible canon, pero vivo y bien vivo, como advirti¨® Unamuno, y podr¨¢ verificar hoy quien se asome venturosamente a sus p¨¢ginas.
Juan Goytisolo es escritor.
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