C¨®mo ser Mario Casas y sobrevivir al Festival de M¨¢laga
El director de 'Tres metros sobre el cielo' relata su experiencia en el festival de cine Present¨® un avance de 'Tengo ganas de ti', protagonizada por la estrella de la taquilla espa?ola
Imaginaos la escena: hotel AC de M¨¢laga, centro neur¨¢lgico de la vida social del festival de cine. Seis de la tarde. En unos minutos se presenta en el certamen un adelanto de nuestra nueva pel¨ªcula, Tengo ganas de ti, secuela de Tres metros sobre el cielo. El operativo es realmente impresionante. Decenas de coches mueven a los invitados desde el hotel al Teatro Cervantes, y cientos de personas ¡ªadolescentes en su mayor¨ªa¡ª esperan la salida de cualquier actor o actriz para jalearles.
Poco importa si lo conocen o no, o si han visto alguna de sus pel¨ªculas. La histeria colectiva que acompa?a estos d¨ªas a M¨¢laga hace que cualquier persona vestida con un traje de noche sea susceptible de ser tratada como Brad Pitt. Mientras mi productor y yo esperamos en el hall del hotel, aparece Mario Casas, el protagonista de la pel¨ªcula. Las chicas que esperaban en la calle se lanzan contra los cristales de la recepci¨®n, como en un cap¨ªtulo de The walking dead, aplastando sus caras contra las ventanas, desesperadas por estar cerca del actor.
Con un temple que me alucina, Mario sonr¨ªe y las saluda mientras me mira y me susurra: ¡°Mira la que has liado¡±. A partir de ese momento, todo se convierte en una escena de El guardaespaldas. Salida del hotel, empujones, gritos, llantos. La barrera de seguridad se rompe y las chicas zombie se abalanzan contra Mario. La polic¨ªa corre desde el otro lado de la calle y alguien trata de arrancarle el pelo al actor. Pienso en algo que siempre me dec¨ªa un amigo: el amor duele. Y tanto. El pobre Clemente, que nos acompa?a en este viaje de promoci¨®n para salvaguardar a Mario ¡ªy para que llegue vivo al estreno¡ª, trata a duras penas de sacarlo de all¨ª, y al mismo tiempo, con mis brazos, tambi¨¦n yo intento protegerle literalmente de su propia fama. Me siento m¨¢s conectado con el p¨²blico de mis pel¨ªculas que nunca.
Conseguimos subirnos al coche y decenas de fans lo golpean, no entiendo muy bien con qu¨¦ prop¨®sito. Miro fascinado a Mario, que sigue sonriendo, saludando a un lado y a otro. Una chica se abalanza contra las lunas, se baja la camiseta, nos ense?a un pecho y le hace unas proposiciones al actor que no s¨¦ si puedo repetir en este peri¨®dico. Decenas de personas nos siguen corriendo en direcci¨®n al Teatro Cervantes. Y en ese momento no puedo dejar de pensar en cu¨¢l es el misterioso mecanismo que hace que todas estas personas se movilicen de esta manera. Qu¨¦ hace que esperen horas para conseguir un aut¨®grafo no s¨®lo de Mario, sino tambi¨¦n de Goya Toledo o Elena Anaya. Y por qu¨¦ esa misma gente luego no acude al cine en masa para ver las pel¨ªculas que protagonizan.
?Qu¨¦ estamos haciendo mal? Tal vez esa entrega que sienten por parte de los actores en el festival, esa sensaci¨®n de que est¨¢n ah¨ª por ellos, no la reconocen despu¨¦s en las pel¨ªculas que hacemos. Aunque corra desesperado detr¨¢s de un actor, el p¨²blico es listo. Sabe cu¨¢ndo trabajamos para ellos, cu¨¢ndo estamos en las salas de cine por ellos. Mientras no les prestemos atenci¨®n y no les contemos historias que les interesen, no perseguir¨¢n nuestras pel¨ªculas como zombies malague?os sedientos de aut¨®grafos. O eso creo. No hablo de contar historias que solo interesen a la mayor¨ªa. Ni de la dictadura del blockbuster. Hablo de que cada historia tiene que tener su p¨²blico, desear llegar al coraz¨®n o al cerebro de alguien. Porque trabajamos para la gente, les hacemos so?ar. Vibrar. O incluso enfadarse. No s¨¦, ser¨¢ que yo tambi¨¦n soy un poco fan loco y les comprendo bien. Sino que se lo digan a Madonna. O a Natalia Verbeke.
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