Dalida: una diva es tr¨¢gica o no es
Se cumplen veinticinco a?os de la muerte de la reina de la canci¨®n mediterr¨¢nea Su gran amor, el compositor Luigi Tenco, se quit¨® la vida. Y ella quiso seguirle Tras un intento frustrado, arrastr¨® su coraz¨®n roto en una triunfal carrera con amargo final
No hay necesidad de traducir las ¨²ltimas palabras de Dalida, son transparentes incluso para el que no hable franc¨¦s: ¡°La vie m¡¯est insuppor?table. Pardonnez-moi¡±. Estaban en la nota que dej¨® para justificar su suicidio el 3 de mayo de 1987, hace 25 a?os. Tras escribirlas, la diva de la canci¨®n mediterr¨¢nea se tom¨® una dosis letal de barbit¨²ricos en su casa de Montmartre, en Par¨ªs.
Esta vez consigui¨® su objetivo. Veinte a?os atr¨¢s, en 1967, ya lo hab¨ªa intentado en un hotel parisiense, pero una camarera la descubri¨® a¨²n con vida. Aquel primer intento fallido era una expresi¨®n del dolor causado por la muerte de su amante de entonces, el compositor Luigi Tenco. Amargado porque su canci¨®n Ciao, amore, ciao, que interpretaba junto a Dalida, no hubiera ganado el Festival de San Remo, Luigi, de 28 a?os, se peg¨® un tiro en la sien en la habitaci¨®n de hotel que compart¨ªa la pareja. Ella encontr¨® su cad¨¢ver tirado en el suelo; un mes despu¨¦s, intent¨® seguir a Luigi sin conseguirlo.
Dalida no se mat¨® porque su carrera estuviera en declive. Tras haber vendido en todo el mundo m¨¢s de 125 millones de discos interpretados en 10 idiomas, segu¨ªa siendo grande, le llov¨ªan los contratos para cantar, para actuar, para posar. No, Dalida se mat¨® porque su coraz¨®n estaba roto en mil pedazos. Llevaba as¨ª dos d¨¦cadas, desde la muerte de Luigi. Y aquella noche de la primavera de 1987, su amante del momento, un m¨¦dico parisiense llamado Fran?ois, no le hizo la llamada telef¨®nica que ella esperaba, seg¨²n cuenta Catherine Schwaab en Paris Match, d¨®nde si no.
Era una diva tr¨¢gica; no hay otro modo de serlo. Y, sin embargo, para millones de personas, ella, la Cleopatra rubia (de rubio te?ido en la segunda mitad de su vida), encarnaba la alegr¨ªa mediterr¨¢nea de vivir. Cuando bailaba en minifalda el tema de Zorba el griego en alg¨²n programa de la tele, los espectadores se alzaban y se pon¨ªan a danzar el sirtaki. Y sus salones se inundaban de sol y salitre, de olor a bebidas anisadas y salmonetes fritos, de sonrisas y miradas ardientes.
Con el nombre de Iolanda Gigliotti, hab¨ªa nacido el 17 de enero de 1933 en El Cairo, capital entonces de un pa¨ªs que hace d¨¦cadas que dej¨® de existir: aquel Egipto colonial y cosmopolita contado por Lawrence Durrell en su Cuarteto de Alejandr¨ªa donde, bajo el protectorado brit¨¢nico, conviv¨ªan musulmanes, cristianos coptos, jud¨ªos, griegos, franceses, italianos e ingleses. Su padre, un inmigrante calabr¨¦s, era il primo violino de la ?pera de El Cairo; su madre, costurera. Iolanda era muy guapa, una belleza morena, saludable, recia, miope y de ojos ligeramente bizqueantes, y en 1954 gan¨® el concurso de Miss Egipto. En la Navidad de ese a?o, se fue a Par¨ªs a intentar emprender una carrera de cantante y actriz.
Lo consigui¨®. Su primer ¨¦xito fue Bambino, en 1956, ya con el nombre art¨ªstico de Dalida. Su primer Pigmali¨®n fue Lucien Morisse, director de programas de Radio Europe 1. Con ¨¦l se casar¨ªa y de ¨¦l se divorciar¨ªa a los pocos meses. En 1970, Morisse terminar¨ªa suicid¨¢ndose de un tiro en la cabeza, a los 41 a?os.
De aquellos tiempos iniciales de la carrera de Dalida, la leyenda cuenta que tuvo un affaire con un Alain Delon reci¨¦n licenciado de la Legi¨®n Extranjera. En 1973, Dalida y Delon conseguir¨ªan un disco de oro cantando juntos Paroles, paroles. Todo el mundo pens¨® que estaban rememorando sus pasiones juveniles.
Enamorada del amor, Dalida tuvo muchos romances, bastantes con hombres casados. Eran artistas, intelectuales, pol¨ªticos, un fil¨®sofo budista, un falso conde de Saint-Germain, un playboy, un abogado, un piloto de avi¨®n¡ ?Fue Mitterrand uno de ellos? As¨ª se cre¨ªa en Par¨ªs, hasta el punto de que hubo una ¨¦poca, cuando el pol¨ªtico socialista era un opositor al general De Gaulle, antes de que conquistara el El¨ªseo, en que los iniciados le llamaban Mimi l¡¯Amoroso.
La leyenda cuenta que tuvo un 'affaire' con un Alain Delon reci¨¦n licenciado de la Legi¨®n Extranjera. Tuvo muchos romances, bastantes con casados. ?Fue Fran?ois Mitterrand uno de ellos?
En los a?os sesenta, el Mediterr¨¢neo a¨²n ten¨ªa playas v¨ªrgenes, y hasta los sitios de moda eran peque?as y coquetas aldeas de pescadores. Francia segu¨ªa siendo un referente universal del glamour y de la inteligencia. Y Dalida estaba en el coraz¨®n de aquel mar y de aquel pa¨ªs. Era amiga de Charles Aznavour, Johnny Hallyday, Gilbert B¨¦caud y Brigitte Bardot. El mism¨ªsimo De Gaulle le impon¨ªa en 1968 la M¨¦daille de la Pr¨¦sidence de la R¨¦publique. Cantaba en franc¨¦s, ¨¢rabe, italiano, griego, hebreo, ingl¨¦s, espa?ol y otros idiomas. Sus vinilos se compraban como las baguettes en una ma?ana parisiense de domingo (a lo largo de su carrera, vendi¨® en todo el mundo m¨¢s de 125 millones de discos, consigui¨® 55 discos de oro y fue el primer cantante en conseguir un disco de diamante).
Llegaron los setenta y Dalida supo reinventarse: se convirti¨® en una reina de la m¨²sica disco y en un icono gay. Era una bell¨ªsima mujer madura, no paraba de salir en la televisi¨®n, y triunfaba con J¡¯attendrai, en 1976, y con Laissez-moi danser, en 1979. Y tambi¨¦n continuaba cantando en ¨¢rabe, aquel idioma que la joven italo-egipcia hab¨ªa usado en sus primeras dos d¨¦cadas cairotas. Salma ya Salama, un tema tradicional egipcio, se convirti¨® en uno de los primeros ¨¦xitos de fusi¨®n ¨¦tnica en el mundo. Cuando viajaba a su pa¨ªs natal, el rais, el presidente, iba a recibirla al aeropuerto.
Hasta que no pudo m¨¢s: la vida le era insoportable. Hace de eso ya cinco lustros y, pese a la petici¨®n expl¨ªcita de su nota de despedida, muchos jam¨¢s le han perdonado que los dejara de aquella manera.
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