No nos salvar¨¢n con viejos m¨¦todos
Los dirigentes nacionales siguen negociando los acuerdos fundamentales a puerta cerrada, pero ahora los ciudadanos de Europa exigen que se les escuche
Hace unos d¨ªas habl¨¦ ante un p¨²blico formado sobre todo por j¨®venes europeos en una peque?a, antigua y deliciosa ciudad holandesa que est¨¢ empezando a sentir cierta inquietud por el sitio que ocupar¨¢ en los libros de historia. Se trata de Maastricht.
Al repasar la historia de c¨®mo se negoci¨® el Tratado de Maastricht que desemboc¨® en la eurozona actual, me encuentro con una lecci¨®n fundamental. El marco de las pol¨ªticas econ¨®micas europeas ha cambiado por completo en los ¨²ltimos 20 a?os, pero la manera de decidir esas pol¨ªticas, no.
Hoy, como entonces, los acuerdos m¨¢s importantes los negocian unos cuantos dirigentes nacionales y sus asesores a puerta cerrada, a menudo mientras degustan una rica comida y un buen vino. Entonces fueron el presidente franc¨¦s Fran?ois Mitterrand y el canciller alem¨¢n Helmut Kohl, m¨¢s el importante papel que desempe?¨® el primer ministro italiano Giulio Andreotti. En esta ocasi¨®n ser¨¢ Fran?ois Hollande, el primer presidente socialista de Francia desde Mitterrand, quien haga su peregrinaci¨®n inicial a ver a Angela Merkel en Berl¨ªn, y habr¨¢ un papel destacado para el actual primer ministro italiano, Mario Monti. De un Fran?ois a otro: plus ?a change, plus c¡¯est la meme chose.
Hoy, con la ayuda de los documentos publicados y las investigaciones period¨ªsticas y acad¨¦micas, podemos saber con exactitud c¨®mo se coci¨® el pastel de Maastricht. O, mejor dicho, como se qued¨® a medio cocer: es decir, con una uni¨®n monetaria pero sin la uni¨®n fiscal necesaria para sostenerla. He aqu¨ª, por ejemplo, lo que escribi¨® Mitterrand a Kohl en diciembre de 1989: ?Bajo las presidencias de Irlanda e Italia, los ministros de Econom¨ªa y Finanzas pueden refinar las sugerencias para la coordinaci¨®n de los presupuestos?. ?La coordinaci¨®n de los presupuestos nacionales! Tomen fuerzas y r¨ªanse a carcajadas, porque es para llorar.
El marco de las pol¨ªticas econ¨®micas europeas ha cambiado por completo en los ¨²ltimos 20 a?os, pero la manera de decidirlas, no
Y ahora fij¨¦monos en aquellos dos viejos zorros, Andreotti y Mitterrand, cuando se reunieron en un hotel a las afueras de Maastricht, la tarde anterior a la cumbre de diciembre de 1991, para resolver, mientras cenaban, c¨®mo convencer a Kohl de que aceptara un calendario para la uni¨®n monetaria cuya intenci¨®n evidente era sujetar a la Alemania reci¨¦n unificada (cosa que les ten¨ªa alarmados) a un marco europeo m¨¢s estricto. Respuesta: haciendo que la entrada fuera autom¨¢tica, siempre que se cumpliesen ciertos requisitos rigurosos y germ¨¢nicos, como unos d¨¦ficits inferiores al 3% del PIB y una deuda p¨²blica por debajo del 60%. Vuelvan a re¨ªr para no llorar.
Espero vivir lo suficiente para leer las actas oficiales redactadas por franceses y alemanes sobre la conversaci¨®n de dentro de unos d¨ªas entre Hollande y Merkel en Berl¨ªn, adem¨¢s de los relatos de primera mano de los comensales presentes en la negociaci¨®n. Los l¨ªderes europeos conseguir¨¢n, mediante los m¨¦todos de siempre, alcanzar un acuerdo que consistir¨¢ con toda probabilidad en el Pacto de Crecimiento de Hollande, bajado de tono y luego adornado, para complementar el Pacto Fiscal de Merkel, con los fondos europeos, los bancos y los llamados mecanismos como elemento a?adido de est¨ªmulo.
No recuerdo si en 1991 la gente hac¨ªa bromas sobre Kohlrrand o Mitterohl, como hace todo el mundo hoy sobre Merklande, que va a suceder a Merkozy. Pero habr¨ªan podido hacerse, aunque, para ser exactos, entonces deber¨ªan haber hablado de Kohlrrandeotti, igual que hoy quiz¨¢s habr¨ªa que decir Merkhollti (la competencia de Monti como economista, su integridad y su aparente influencia en la canciller alemana merecen que se incluyan al menos una o dos letras).
Pasando a cosas m¨¢s serias, el aspecto pol¨ªtico esencial de este proceso de toma de decisiones no ha cambiado. Desde Maastricht, el Parlamento Europeo ha adquirido m¨¢s poderes, pero eso no ha hecho que la pol¨ªtica europea determine la econom¨ªa europea. Estamos hablando, hoy como entonces, de l¨ªderes nacionales, que defienden unos intereses nacionales definidos por sus propias clases dirigentes nacionales y justifican su conducta ante unos de medios de comunicaci¨®n que siguen siendo mayoritariamente nacionales. Las elecciones importantes son las nacionales, como las recientes en Francia y Grecia. Incluso algunas de ¨¢mbito subnacional ¡ªcomo las de Renania del Norte-Westfalia-¡ª pueden ser m¨¢s importantes que las europeas.
El Parlamento Europeo ha adquirido m¨¢s poderes, pero eso no ha hecho que la pol¨ªtica europea determine la econom¨ªa europea
Sin embargo, lo que s¨ª ha cambiado desde los tiempos de Maastricht es la voz de los pueblos de Europa. Siempre hubo una pizca de verdad en la cr¨ªtica de que la UE se hab¨ªa construido gracias a una "conspiraci¨®n de las ¨¦lites", pero solo una pizca, porque, en la mayor¨ªa de los pa¨ªses, esas ¨¦lites pod¨ªan apoyar sus pol¨ªticas proeuropeas en un s¨®lido consenso, aunque fuera pasivo, en el seno de sus respectivas poblaciones. Ya no es as¨ª. El pueblo griego acaba de gritar "basta ya". Corremos peligro de que, como consecuencia, la eurozona sufra una desintegraci¨®n ca¨®tica.
Si, gracias a una actuaci¨®n eficaz de Merkhollti, no ocurre tal cosa, aun as¨ª habr¨¢ que convencer a los ciudadanos europeos de que seguir adelante con la integraci¨®n merece la pena. Incluso en la firmemente proeuropea Polonia, donde ahora me encuentro, existen cada vez m¨¢s dudas. Y eso me lleva de nuevo a los j¨®venes europeos con los que habl¨¦ el otro d¨ªa en Maastricht. Uno de ellos se me acerc¨® al terminar y me dijo, m¨¢s o menos: "Estoy de acuerdo con casi todo lo que ha dicho usted, pero c¨®mo voy a convencer a mi padre, un trabajador de una peque?a ciudad alemana, que no entiende por qu¨¦ tiene que pagar dinero para rescatar a unos griegos irresponsables". Una respuesta es: si piensas que Europa es una causa digna, tienes la obligaci¨®n de convencer a tu padre. Y, m¨¢s dif¨ªcil todav¨ªa, de convencer a ese uno de cada dos j¨®venes espa?oles que est¨¢ hoy en el paro.
A la hora de la verdad, las pol¨ªticas para salvar la eurozona y, con ella, el proyecto europeo, seguir¨¢ elabor¨¢ndolas un pu?ado de dirigentes nacionales durante una cena. Ahora bien, para que tengan ¨¦xito, necesitamos la participaci¨®n de millones de europeos, en sus propias lenguas, sus propios medios de comunicaci¨®n y su propia pol¨ªtica nacional, en sus pubs, sus bares y sus caf¨¦s. Sin eso -¡ªy de momento no se ven demasiados indicios de ello-¡ª, el rescate fracasar¨¢ y el nombre de Maastricht ocupar¨¢ un lugar desdichado en los libros de historia.
Timothy Garton Ash es catedr¨¢tico de Estudios Europeos en la Universidad de Oxford,e? investigador titular en la Hoover Institution de la Universidad de Stanford. Su ¨²ltimo libro es Los hechos son subversivos: ideas y personajes para una d¨¦cada sin nombre.
Traducci¨®n de Mar¨ªa Luisa Rodr¨ªguez Tapia
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