Juego de apariencias
La relaci¨®n condescendiente entre PP y CiU est¨¢ propiciando una desconfianza mutua
El presidente de la Generalitat de Catalu?a, Artur Mas, ha expresado en reiteradas ocasiones su preocupaci¨®n por lo que ¨¦l y su partido consideran un intento de recentralizar el Estado auton¨®mico por parte del Gobierno de Mariano Rajoy. Llama la atenci¨®n, sin embargo, que el tono de los discursos no est¨¦ en correspondencia con las iniciativas que, para impedirlo, podr¨ªa adoptar el Gobierno catal¨¢n. Las razones de esta falta de adecuaci¨®n entre las palabras y los hechos habr¨ªa que buscarlas en la composici¨®n del Parlament, pero tambi¨¦n en la situaci¨®n que atraviesa la administraci¨®n de la Generalitat, necesitada de recibir puntualmente las transferencias del Ministerio de Hacienda para afrontar los gastos corrientes.
Mas parece haber optado por la radicalizaci¨®n del discurso, cargando las tintas soberanistas, y por la simult¨¢nea ralentizaci¨®n de las respuestas institucionales a las ¨²ltimas iniciativas del Gobierno central. En la mayor parte de los casos, la Generalitat est¨¢ de acuerdo con las pol¨ªticas de fondo que proponen Rajoy y su equipo econ¨®mico, pero estima que la forma de concretarlas invade competencias propias de las autonom¨ªas. Por lo que respecta a los recortes en Sanidad, se da incluso la paradoja de que las diferencias de la Generalitat no lo son por exceso de dureza sino por defecto: Mas y su Gobierno estiman que el Estado se ha quedado corto en las medidas de ahorro.
La idea del pacto fiscal que Mas enarbol¨® durante la campa?a electoral catalana ha quedado como una aspiraci¨®n dif¨ªcil de conseguir. La hegemon¨ªa pol¨ªtica de la que dispone el PP hace que su inter¨¦s por alcanzar acuerdos con CiU obedezca m¨¢s a cuestiones de imagen que a una estricta necesidad pol¨ªtica. Mas lo sabe y Rajoy sabe que lo sabe, y de ah¨ª la condescendencia rec¨ªproca entre los Gobiernos central y catal¨¢n: el primero no entra al trapo de la radicalizaci¨®n del discurso soberanista y el segundo arrastra los pies ante las iniciativas recentralizadoras. Ser¨ªa una simbiosis pol¨ªtica peculiar aunque intrascendente si, en contrapartida, no estuviera propiciando un clima de mutua desconfianza. La financiaci¨®n de Catalu?a, como la del resto de las comunidades, no merece estar a merced de este deliberado juego de apariencias. El congreso de Uni¨® Democr¨¢tica ha buscado un cierto contrapunto a Mas, proponiendo una aproximaci¨®n a los socialistas. Convergencia, en cambio, no se pronuncia.
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