Amanecer de los extremistas
Lo que une a todos los partidos de extrema derecha es un populismo que parte de la hostilidad contra la inmigraci¨®n, especialmente la inmigraci¨®n musulmana
Soy, supongamos, un ide¨®logo de la extrema derecha. No un lobo solitario, como aquel noruego asesino, sino alguien con el objetivo de generar un movimiento de masas capaz de cambiar radicalmente el panorama pol¨ªtico y econ¨®mico europeo. Veo c¨®mo se desmorona el viejo continente y me convenzo de que mi momento se aproxima, de que la historia me acompa?a, de que el ma?ana me pertenece. La gente vive en la incertidumbre y la indignidad, se siente humillada ante la incapacidad de conseguir trabajo o, si a¨²n lo tiene, de perderlo. Busca a quien culpar de sus penas y, m¨¢s all¨¢ de su justa rabia, quiere soluciones; quiere claridad y yo la tengo.
S¨¦ qui¨¦nes son los culpables: las ¨¦lites pol¨ªticas y financieras, los inmigrantes que nos chupan la sangre y contaminan nuestras culturas. Y s¨¦ tambi¨¦n cual es la soluci¨®n: salir de la Uni¨®n Europea, abandonar el euro, expulsar a los extranjeros, recuperar el orgullo y montar, todos juntos y sin lugar para las desviaciones, un proyecto aut¨¦nticamente nacional.
Pero hay un problema. Aunque no pongo l¨ªmites a mis ideas poseo la humildad y la inteligencia de reconocer que tengo mis limitaciones personales, de entender que yo no soy el indicado para comunicar el mensaje al pueblo. Soy bajito, tengo un bigote finito y peque?o, pelo lacio y grasiento. Me visto mal. Y aunque s¨¦ que estas carencias no obstruyeron el camino triunfal del l¨ªder m¨¢s rompedor del siglo XX, mi debilidad es que no soy un personaje carism¨¢tico, no tengo el don de encandilar al p¨²blico con mis palabras, de empatizar con su dolor. Soy, por naturaleza, un pensador, un gu¨ªa, un asesor. Lo que necesito y lo que estoy buscando, con incansable energ¨ªa e ilusi¨®n, es un l¨ªder, un populista capaz de movilizar a las masas, de transmitir mis verdades a la multitud a trav¨¦s no del razonamiento sino del coraz¨®n. Dame ese l¨ªder y muevo al mundo.
As¨ª piensa, as¨ª conspira, nuestro neonazi imaginario. Pero ?qui¨¦n va a decir con seguridad que no existe semejante personaje en el mundo real, en un f¨¦tido rinc¨®n de alguna ciudad europea, o que su mensaje no encuentre eco en un sector importante de la poblaci¨®n? Ya estamos viendo la creciente radicalizaci¨®n de Europa en estos tiempos de c¨®lera. En Grecia, que casi ha tocado fondo pero no deja de ofrecer una visi¨®n plausible de lo que podr¨ªan esperar otros pa¨ªses europeos, el partido pol¨ªtico Amanecer Dorado cosech¨® el 7% por ciento del voto en las elecciones generales de principios de mes ¡ª30 veces m¨¢s que en las elecciones de 2009¡ª. Sus correligionarios, que se visten de negro y exhiben una insignia no muy distinta a la esv¨¢stica nazi, hablan de ¡°sangre y honor¡±, de venganza contra ¡°los traidores de la patria¡±, de rebeli¨®n contra ¡°la esclavitud¡± impuesta por los ¡°usureros¡± de la Uni¨®n Europea y del FMI. ¡°Grecia,¡± claman sus dirigentes, ¡°solo es el comienzo.¡±
A los griegos de? Amanecer Dorado no les faltan camaradas en el resto del continente
Lo cierto es que a los de Amanecer Dorado no les faltan camaradas en el resto del continente. El Frente Nacional de Marine le Pen consigui¨® el doble de votos que en 2007 en la primera vuelta de las elecciones francesas a finales de abril. Sigue lejos del poder pero ha empujado a la derecha el debate nacional sobre la inmigraci¨®n y ha conducido a los partidos dominantes hacia un discurso m¨¢s nacionalista y anti europeo. En Holanda el Gobierno de coalici¨®n cay¨® el mes pasado debido a la deserci¨®n del Partido de la Libertad del antieuro, anti-islam Geert Wilders. En Austria el partido de extrema derecha est¨¢ igualado en las encuestas con el del Gobierno conservador. En Finlandia los Finlandeses Verdaderos cuentan con el apoyo de m¨¢s del 20% de la poblaci¨®n.
Lo que los une a todos es un populismo que parte de la hostilidad contra la inmigraci¨®n, especialmente la inmigraci¨®n musulmana, pero que incrementa el n¨²mero de sus adeptos al expandir su mensaje a los temas m¨¢s apremiantes del d¨ªa. El problema ya no es solo el Islam, declaran, sino tambi¨¦n Bruselas o los grandes bancos o los gobiernos de sus propios pa¨ªses. Las cr¨ªticas demagogas a las clases pol¨ªticas establecidas no caen en saco roto.
Tambi¨¦n es verdad que ninguno de los partidos de la extrema derecha (con la posible excepci¨®n de la austriaca) tiene la fuerza suficiente para llegar al poder a trav¨¦s de las elecciones. Pero hay dos posibles factores que podr¨ªan ayudarles a ir mucho m¨¢s lejos. Uno, es que la situaci¨®n econ¨®mica, que hoy es mala, se vuelva desastrosa. Que los tecn¨®cratas que hoy pululan en los gobiernos europeos sigan sin dar con la f¨®rmula m¨¢gica que combine el crecimiento con la austeridad, la generaci¨®n de trabajo con la reducci¨®n de d¨¦ficits, que el remedio resulte ser peor que la enfermedad, que las econom¨ªas se hundan, que el desempleo llegue a extremos catastr¨®ficos, que la gente pierda sus ahorros, sus pensiones, sus casas, que el panorama se presente absolutamente desolador.
Excepto quiz¨¢s en Austria, ninguno de estos grupos? tiene la fuerza suficiente para llegar al poder a trav¨¦s de las elecciones
El segundo factor es que aparezca un l¨ªder extremista capaz de apelar a la desesperaci¨®n de la gente y venderles un paquete de ideas simplistas que dan la impresi¨®n de ofrecer una salida al desastre. Un ejemplo del poder de persuasi¨®n que puede tener, en otro contexto, la fuerza de la personalidad se vio este mes en las elecciones regionales brit¨¢nicas. En pr¨¢cticamente todo el pa¨ªs los laboristas arrasaron contra los conservadores en lo que fue interpretado como un voto de rechazo a la ortodoxia econ¨®mica del Gobierno ¡°Tory¡± de David Cameron. La excepci¨®n fue la alcald¨ªa de Londres, donde gan¨® el conservador Boris Johnson. Londres es, en la mejor de las circunstancias, una ciudad de tendencia centroizquierdista, donde en las elecciones generales pasadas los laboristas conquistaron 44 esca?os parlamentarios, los conservadores, 28. Pero ¡°el efecto Boris¡±, como lo llama la prensa inglesa, hizo que el 20% de votantes tradicionales laboristas ¡ªcientos de miles de personas¡ª? optaran por ¨¦l.
?Cual es su secreto? Johnson no es un extremista pero s¨ª es un personaje. M¨¢s all¨¢ de sus ideas pol¨ªticas (en contra de subir impuestos, como buen conservador, pero muy a favor de la inmigraci¨®n), llama la atenci¨®n por su optimismo, su sentido del humor, su erudici¨®n, su irreverencia, y porque no le da miedo expresar sus opiniones y enfrentarse a su propio partido, y porque no se atiene al mensaje tibio, cobarde, desgastado, mecanizado, marketeado de la vasta mayor¨ªa de los pol¨ªticos que ocupan el poder en Europa hoy en d¨ªa. No es ni Cameron ni Merkel ni Zapatero ni Rajoy ni Mario Monti (el primer ministro de Italia, para los que no lo recordaban). Es ¡°Boris¡±: m¨¢s que un pol¨ªtico, una figura; una celebridad.
Repetimos: el alcalde Johnson, de or¨ªgenes turcos y casado con una mujer que mitad india, no es? ¡ªni remotamente¡ª ni Hitler ni Mussolini. Pero su extraordinario ¨¦xito pol¨ªtico s¨ª sirve para demostrar que el d¨ªa en el que se fusionen las ideas ¡ªo delirios¡ª de la extrema derecha con un l¨ªder que cautiva a las masas ser¨¢ el d¨ªa en que los radicales empezar¨¢n a oler el poder. Especialmente si la crisis va a m¨¢s y el grueso de la poblaci¨®n llega a creer que, en manos de los partidos de siempre, no tiene fin. Entonces estar indignado, estar en contra, no ser¨¢ suficiente; la gente buscar¨¢ estar a favor de algo, querr¨¢ un plan. Cualquier plan con tal de que les ofrezca claridad, convicci¨®n, identidad, dignidad y la droga que m¨¢s anhelan, la que Hitler ofreci¨® en siniestra abundancia al pueblo alem¨¢n durante la devastadora crisis econ¨®mica de los a?os treinta, la esperanza.
Como escribi¨® George Orwell, ¡°en tiempos de incertidumbre la gente est¨¢ dispuesta a creer en los m¨¢s tremendos disparates¡±. Orwell tiene raz¨®n. La historia lo demuestra. Pero tan importante como el mensaje, o m¨¢s, es quien lo transmite.. La credibilidad y el calado del disparate depender¨¢n del carisma del mensajero, de su poder de persuasi¨®n.
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