John Edwards, un 'cad¨¢ver pol¨ªtico' que se enfrenta a 30 a?os de c¨¢rcel
El exsenador dem¨®crata est¨¢ acusado de desviar dinero de su campa?a para esconder a su amante
John Edwards ha confesado sus pecados y cumplir¨¢ cadena perpetua por ellos. La frase es de su abogado, no el veredicto que estos d¨ªas busca el jurado que ya lleva cinco d¨ªas reunido dirimiendo cu¨¢l ser¨¢ el futuro del exsenador y excandidato presidencial. Lo que el abogado de Edwards, Abbe Lowell, quer¨ªa decir es que el pol¨ªtico dem¨®crata es culpable de muchas cosas, que ha mentido hasta la saciedad ¨Cincluida a su entonces moribunda esposa, devastada por el c¨¢ncer- pero que, en cuanto a haber violado la ley se refiere, es inocente de todos los cargos.
?El descenso a los infiernos de John Edwards es material de tragedia griega. Tambi¨¦n de Hollywood, ya que la historia es tan cinematogr¨¢fica que ya se la disputan los estudios para llevarla a la pantalla. Edwards, 58 a?os, es el protagonista de un drama lascivo, de un cuento de poder, de un relato de codicia y ambici¨®n, de una cr¨®nica de decepci¨®n e incluso de muerte, la de su esposa, que han hecho de ¨¦l un hombre acabado pol¨ªticamente y un paria social. Se acab¨®, por ejemplo, saltarse las listas de espera en los restaurantes. Hace unos meses tuvo que esperar con sus dos hijos m¨¢s peque?os m¨¢s de una hora para comer hamburguesas en un conocido bar de Chapel Hill (Carolina del Norte), como el resto de los mortales.
El exsenador por Carolina del Norte ha sido juzgado durante cuatro semanas en Greensboro, ciudad del mismo Estado, por estar acusado de seis delitos de fraude de la ley de financiaci¨®n electoral y conspiraci¨®n, cargos para los que la fiscal¨ªa pide una pena m¨¢xima de 30 a?os de c¨¢rcel y un mill¨®n y medio de d¨®lares (1.200.000 euros) en multas. Seg¨²n la acusaci¨®n, Edwards concibi¨® un plan para usar m¨¢s de un mill¨®n y medio de d¨®lares provenientes de dos donantes de su campa?a para esconder una relaci¨®n extramatrimonial con Rielle Hunter y la hija fruto de ella y que el esc¨¢ndalo no afectara a su intento de conquistar la nominaci¨®n dem¨®crata a la Casa Blanca en 2008. Las primeras informaciones sobre la relaci¨®n surg¨ªan en diciembre de 2007, un mes antes de los caucuses de Iowa.
Tan importante en el juicio ha sido qui¨¦n testific¨® como quien no lo ha hecho. Por supuesto no ha subido al estrado el propio Edwards. La opini¨®n p¨²blica supo mucho antes de ello que tampoco lo har¨ªa Hunter, que tiene una ganada reputaci¨®n de decir las cosas tal y como las piensa, sin tapujos y ajena a lo pol¨ªticamente correcto. Otra gran ausencia: su esposa. El c¨¢ncer acab¨® finalmente con la vida de Elizabeth Edwards, la esposa coraje, en diciembre de 2010. Tambi¨¦n la enfermedad se llev¨® a Fred Baron, amigo y donante electoral de Edwards, quien gast¨® m¨¢s de 200.000 d¨®lares (casi 160.000 euros) de su? fortuna en esconder a Hunter antes de morir en octubre de 2008. La otra donante en el centro del caso es la fil¨¢ntropa heredera Rachel Bunny Mellon, que a sus 101 a?os ha sido considerada por los abogados demasiado mayor como para testificar.
?Al lado de Edwards ¨C?qu¨¦ lejos queda aquel ni?o bonito que quer¨ªa conquistar la Casa Blanca con un mensaje para los m¨¢s desfavorecidos y en el que la prensa quiso ver una vuelta al Camelot de los Kennedy y solo los ha imitado en sus tragedias!- ha estado cada d¨ªa del juicio su hija mayor Cate, de 30 a?os. M¨¢s parecida f¨ªsicamente a su madre que a su padre, la joven ha vivido momentos muy duros en la sala del tribunal de Greensboro. ¡°No se lo que va a decir¡±, le confes¨® en voz baja su padre hace unas semanas justo cuando iba a comparecer la exasesora de Edwards Christina Reynolds, que relat¨® una pelea entre Elizabeth y John cuando un tabloide descubri¨® la aventura del pol¨ªtico. Cate, previsora, abandon¨® la sala, llorando. Lo que Reynolds relato fue que Elizabeth Edwards se arranc¨® la camisa y el sujetador y mostr¨® su pecho comido por el c¨¢ncer a su marido en el aeropuerto de Raleigh, desde donde iban a volar a un acto de precampa?a. ¡°Ya nunca me miras¡±, le chill¨® fuera de s¨ª.
Pero el jurado no juzga los pecados de Edwards. Ocho hombres y cuatro mujeres deben de dictaminar si Edwards cometi¨® varios cr¨ªmenes. ¡°Por favor pasemos p¨¢gina a este triste episodio y declaren a este hombre inocente¡±, pidi¨® el abogado del ex senador. Su suerte est¨¢ echada. Ahora solo queda esperar.
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