Un r¨¦quiem europeo
Un desembocado torrente financiero pisotea derechos elementales y amedrenta a los Estados
El 9 de septiembre de 1962, en el castillo de Ludwisburg, el general de Gaulle pronuncia en alem¨¢n un discurso dirigido a la juventud del pa¨ªs. El general evoca un gran pueblo, que ha enriquecido al mundo con grandes aportaciones en las ciencias y las letras, fecundadas por el enorme vigor de su filosof¨ªa (escrita en alem¨¢n, pero asimismo en lat¨ªn y ¡ªcaso de Leibniz¡ª en Franc¨¦s).
De Gaulle no obvia las referencias a los terribles enfrentamientos y las inevitables secuelas de odio, pero cree que las causas hay que buscarlas en la existencia de intereses que hab¨ªan escapado a todo control y que podr¨ªan superarse mediante la construcci¨®n de un espacio pol¨ªtico del que Alemania y Francia habr¨ªan de ser protagonistas, desde luego no exclusivos.
No es en absoluto trivial que el militar franc¨¦s se dirija a sus hu¨¦spedes en alem¨¢n. La enorme sutura simb¨®lica que tal gesto representa es algo a lo que los espa?oles podemos ser particularmente sensibles. Pues si en los a?os de la transici¨®n un alto representante del Estado hubiera realizado un discurso en Gernika y en lengua vasca, apelando a suturar la llaga, quiz¨¢s ¨¦sta no hubiera permanecido abierta durante tantos a?os. Pero el asunto nos concierne hoy como miembros de una Europa donde todo rescoldo del esp¨ªritu que animaba al pol¨ªtico franc¨¦s ha sido ahogado.
Pues si entre los griegos se generaliza el sentimiento de hallarse forzados desde el exterior a la miseria, en Alemania o Dinamarca se explota pol¨ªticamente el sentimiento contrario de estar alimentando a desarrapados. Y a los diez a?os de la desaparici¨®n del ultra-nacionalista holand¨¦s Pym Fortuyn, su ideario triunfa m¨¢s all¨¢ de su pa¨ªs, con el incremento exponencial de fantasmas xen¨®fobos o el retorno de prejuicios y clich¨¦s que van m¨¢s all¨¢ de la polarizaci¨®n norte-sur, como lo muestra el que un partido griego que pide la inmediata expulsi¨®n de los extranjeros tenga significativo apoyo popular.
Y en ese centro geogr¨¢fico y cultural que es Francia no es aventurado presagiar la resurrecci¨®n de vocablos que reducen por un momento la lengua de cada uno a veh¨ªculo de expresi¨®n del temor f¨®bico respecto al otro. ?Volveremos al injurioso espingouins, con el que se designaba a los que la miseria franquista de los planes de estabilizaci¨®n llevaba a buscar cobijo en Francia, compartiendo humillado silencio con los bougnoules norteafricanos y los ritals, italianos?
La Europa del esp¨ªritu ilustrado muere? por inanici¨®n
En s¨®rdido contrapunto, los argumentos relativos a la necesidad de no someterse a la pol¨ªtica que representa la se?ora Merkel ser¨ªan pronto adobados con la tesis de que es necesario resistir a los boches. Pues si el repudio del otro tiene a veces matriz en el sentimiento de la propia superioridad en la jerarqu¨ªa de valores dominantes, tambi¨¦n viene generado por el resentimiento, aliment¨¢ndose tanto de las victorias como de las derrotas, y hasta de una mezcla de ambas, en una s¨ªntesis letal de superioridad fingida y rencor aut¨¦ntico.
Muchos de los que denunciaban que tras los acuerdos pol¨ªticos comunitarios se escondieran los intereses de la econom¨ªa de mercado, reconoc¨ªan sin embargo que, entre mil contradicciones, se estaba forjando un espacio en el que la diferencia, liberada de la connotaci¨®n de jerarqu¨ªa, posibilitaba la emergencia de una aut¨¦ntica comunidad entre pueblos. Reconocerse en la alteridad mediterr¨¢nea dejar¨ªa quiz¨¢s en Alemania de ser algo exclusivo de sus intelectuales. Y siendo la rec¨ªproca cierta, tratados como el de Schengen que posibilitaban tal cosa eran, pese a todo, una promesa de libertad.
Cuando para los espa?oles o los griegos Alemania vuelve a ser presentada como una comunidad rica y extranjera, objeto de nuevo exilio al precio imprescindible de aprender su lengua, no es ocioso recordar que cabe amar la lengua de Rilke, Einstein o Kant m¨¢s all¨¢ de que sea un veh¨ªculo para alcanzar un ganap¨¢n en Alemania. Y junto a la lengua cabe amar una cultura hasta tal punto universal que una meditaci¨®n sobre el destino humano como el R¨¦quiem alem¨¢n de Brahms puede con justicia ser considerado ese ¡°R¨¦quiem humano¡± que el compositor ten¨ªa en mente, y al que se refiere en una de sus cartas. Por desgracia un r¨¦quiem diferente se escucha hoy en todo el continente.
¡°Se trata de saber si el hombre ser¨¢ o no un esclavo en la comunidad, si ser¨¢ o no reducido al estado de eslab¨®n de un engranaje¡±, se preguntaba el general de Gaulle en el evocado discurso de Ludwisburg. La respuesta es hoy bien sabida. Cuando un desembocado torrente financiero pisotea derechos elementales y amedrenta a los Estados que osan garantizarlos, cuando Schengen es decapacitado en lo esencial, cuando severos columnistas sostienen como evidencia trivial que la amenaza para Francia es caer en el bloque del sur, y cuando la gesti¨®n del resentimiento o el desprecio engrasa las contiendas electorales, cabe efectivamente decir que un engranaje, generado por el ser humano pero ciego a los intereses de la humanidad, encadena al hombre. La Europa del esp¨ªritu ilustrado muere entonces por inanici¨®n y el perseverante rumor de la Europa de los templos financieros es una suerte de m¨²sica f¨²nebre.
V¨ªctor G¨®mez Pin es catedr¨¢tico de la Universidad Aut¨®noma de Barcelona e investigador en la Universidad de Par¨ªs VII.
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